5 poemas de Ábrete, sésamo, de Martín López-Vega
Pocos autores han luchado tanto por encontrar la verdad y la belleza como Martín López-Vega, probablemente el poeta nacido en los 70s que ha rechazado con más vehemencia el cinismo epocal. Se publica ahora una antología de su obra que integra un libro inédito. Además, cuenta con el prólogo de Luis García Montero. En Zenda... Leer más La entrada 5 poemas de Ábrete, sésamo, de Martín López-Vega aparece primero en Zenda.
Pocos autores han luchado tanto por encontrar la verdad y la belleza como Martín López-Vega, probablemente el poeta nacido en los 70s que ha rechazado con más vehemencia el cinismo epocal. Se publica ahora una antología de su obra que integra un libro inédito. Además, cuenta con el prólogo de Luis García Montero.
En Zenda publicamos cinco poemas de Ábrete, Sésamo (Renacimiento), de Martín López-Vega.
***
LA RENUNCIA A JERUSALÉN
Cuando llegue el día
en que mis pasos perdidos
me lleven a las puertas de Jerusalén
(y ese día llegará:
Jerusalén tiene muchas puertas)
rodearé en silencio sus murallas
cuidándome de no ser visto,
pues pertenezco a la estirpe de los emancipados.
Y no será por amor a los páramos,
sino porque no habrá de faltar allá quien sienta
el deber de arrojarme una piedra
o siquiera una maldición modesta.
(No negaré ser merecedor de todo ello:
pero sé bien el nombre de quien tendría
ganado el derecho a infligirme
el mineral y la demanda).
Esquivaré Jerusalén
como he eludido a sus profetas:
nunca se agota el eco de los rezos
ni la promesa de que tras esos muros
se esconde la inmortalidad
solo por ser el reino de la muerte
y de los beatos de la falsa dualidad.
Esquivaré Jerusalén
porque los profetas no son más
que los peores de los poetas,
los que prefirieron el estribillo a la verdad
y olvidaron el testamento de Judas.
Esquivaré Jerusalén porque aprendí con dolor
lo que significan las jerusalenes
y prefiero los sinceros enigmas a las falsas certezas.
Esquivaré Jerusalén porque temo menos
a los cocodrilos del Nilo
que a los cuervos de la fe
y no me asusta la picadura de las abejas
si es la hora de buscar la miel.
No hay sacerdote que pueda enseñarme
lo que me puede decir una piedra del desierto
si lo habito con conciencia
y una muchacha me regala los vientos
y el barro que ensucia mis vestidos
endurece mi piel para caminar bajo el sol.
Esquivaré Jerusalén porque llevo
el amor y la verdad como un sello sobre el corazón.
La esquivaré como se evitan
los destinos que llegan demasiado pronto
o irremediablemente tarde,
como el remolino en el río
o el agujero negro en la galaxia.
Y no es que mis dioses sean el apetito ni el ayuno:
pero no creo que sea necesario
sacrificar el alma por el pan
ni el pan por el alma.
Por eso, esquivaré Jerusalén
y ya a las afueras
evitaré beber el agua del arroyo
que antes cruzó la ciudad
y elegiré la sed
hasta encontrar el límpido manantial
del que solo hayan bebido mis hermanas.
Y allí donde se reunirán
los iluminados de las siete regiones,
los culpables de todos los pecados,
los liberados del mundo,
los que atravesaron el océano del nacimiento y la muerte,
los que amaron sin límites a las criaturas que sufren,
nos reconoceremos.
Igual que la torre nace
de un cubo de tierra,
igual que el largo viaje nace
de un breve paso,
igual que nace el árbol
de un hilo
y la muerte se estrena
con la vida,
así mi camino comenzará
esquivando las puertas de Jerusalén.
***
BARCOS ANCLADOS FRENTE AL PUERTO DE LIMA
Decenas de barcos anclados frente al puerto de Lima
iluminan el mar esperando el momento
de desembarcar su carga. Ojalá estuvieras
conmigo para verlos, Nicole; son hermosos
como luciérnagas nadadoras. Pienso
en lo que llevarán a bordo: frutas exóticas,
fiebres tropicales, roedores, polizones,
artículos de usar y tirar made in China
como antaño las porcelanas.
Pienso en los barcos y pienso en nosotros,
pienso en sus cargas y pienso
en nuestras cargas, pienso en qué razones usarán
los comandantes de los puertos para decidir en qué orden
desembarcarán sus contenedores. ¿Cuáles son los criterios
de urgencia? ¿Antes lo que caducará antes, después
lo superfluo? No lo creo; nuestro tiempo
ama tanto lo superfluo…
Pienso en los barcos y en su orden
de descarga y pienso en nuestras vidas y en las vidas
que del mismo modo desembarcan en las nuestras;
¿cómo decidimos el orden en que lo hacen?
¿Nos limitamos a dejarlas abordar nuestra costa
en el mismo orden en que llegan? Lo dudo;
hay épocas de la vida en las que lo damos todo
a cambio de una fiebre tropical, o en que necesitamos
con tal ansiedad una fugaz baratija… Míranos a ti
y a mí. No estábamos destinados el uno al otro;
no creemos en la bisutería, no al menos en esa
del amor y el destino. Nos elegimos
entre las luces fondeadas frente a la costa,
más por intuición que por orden.
Y resultamos ser lo que esperábamos cuando ya no
o aún no lo esperábamos. ¿Traerá también una sorpresa
parecida alguno de los barcos anclados esta noche
frente al puerto de Lima? Ojalá estuvieras conmigo
para verlos, Nicole; son hermosos como nosotros
justo antes de adivinar, entre las luces repetidas,
al pasajero que llega por fin a su destino
algo aturdido por el largo viaje, con el rostro iluminado
por las luces de la ciudad tanto tiempo anhelada.
***
TEMA DE REDACCIÓN
In memoriam José Antonio Pérez Luengo,
«Toño’l maestru»
Más me valía haberles preguntado
de qué color es la primera nieve.
GRETE TARTLER
En el pupitre que daba al ventanal, Lolo
arrancaba las alas a las moscas
que luego se paseaban sobre la madera
súbitamente peripatéticas.
Sin hacer mucho caso de nada,
en el cuarto cerrado
las ratas recortaban a mordiscos
las costas de Australia en un mapa.
El maestro anotó en el encerado
un tema de redacción: «La felicidad».
Les dio permiso para terminarla en casa.
Cuánto tiempo tenían para entregarla,
quiso saber. Toda la vida, fue la respuesta.
Tardó mucho en escribir las primeras palabras.
Primero pensó que su respuesta requeriría un sistema.
Después recurrió al aforismo,
incluso a la enumeración caótica:
descubrió las cosas que le hacían bien,
aprendió a cuidarse.
Pensó que eso sería lo que tenía que contar:
que la felicidad eran mujeres y ciudades y libros.
Miró por encima del hombro las redacciones
de sus compañeros de clase:
uno aplicaba una fórmula,
otro asumía una vocación.
Su respuesta
no estaba aún madura, y seguía sin entregarla.
Su instinto tendía a la verdad y a la belleza,
pero no sabía qué pensar de la felicidad.
Recuerda el día que descubrió que la felicidad
es lo único que al compartirse se multiplica.
Estaba seguro de que semejante hallazgo
le haría merecedor de un premio Nobel
de medicina. Luego llegó a la conclusión
igualmente provisional
de que más que ser feliz
importa ser capaz de atravesar el dolor,
ser uno entero en la soledad.
Su redacción seguía sobre la mesa.
Hacía mucho tiempo que sus compañeros
habían entregado la suya y habían comenzado sus vidas.
El maestro le dijo que se veía obligado
a someterle a un examen final.
Las preguntas eran:
1) Lo que es bueno; 2) lo que es malo;
3) lo que es pesado; 4) lo que es leve.
Buena es la libertad. La mermelada de higo. Roma.
La ausencia de dolor. La ropa que huele a limpio.
Encontrar un amigo. Los dos primeros meses de un amor.
Malo es el remordimiento. Ser incapaz de no hacer daño.
La guerra. Descubrir tarde las cosas importantes.
Los poemas poéticos. La muerte de los otros.
Pesada es la obligación de decir siempre la verdad.
Una piedra en medio del camino. Un cuerpo en el universo.
Olvidar las vidas pasadas. La incapacidad para cualquier clase de fe.
Leve es un velero en el horizonte. Hacer cuanto te apetece.
El aire. Una castaña sobre la colcha. Jugar. La risa.
Creer una mentira por hacer bien a alguien.
Hubiera sido mejor preguntarte cómo llegar a la Atlántida,
bromeó el maestro. Sonrió con media boca
y le dio la nota: aprobado raspado.
Si quieres, vuelve en septiembre, añadió.
Pero él ya iba camino de una Atlántida distinta,
a lo mejor prohibida, a lo mejor abierta,
de una puerta dorada no se sabe dónde ni cuándo.
***
POEMA DE GÉNERO
Mi padre me lo enseñó todo
acerca de cómo no debe ser un hombre.
Mi abuelo me lo enseñó todo
acerca de cómo eran antes los hombres.
De modo que me fui haciendo hombre
sin saber cómo ser.
Sobre el asunto, los libros decían poco.
Lo que dejaban entrever las canciones
tampoco era muy convincente.
El arte decía: las mujeres, mejor desnudas,
mejor mudas, mejor incluso lisiadas.
Pregunté a mujeres que me enseñaban una teoría
y me respondían con una práctica diferente.
Si fuera cierto que errar
es el mejor modo de aprender
habría llegado a algún entendimiento.
Y sigo sin saber coser un botón
ni hacer el dobladillo,
pero del mismo modo que lo hacía mi abuela
(mi abuela desdentada
no por el hambre, sino por la ignorancia)
separo lentejas de piedras,
guiso las lentejas
y con las piedras hago caminos
por los que nunca volver.
***
YENDO A CASA DE XUAN BELLO CON UNAS SEMILLAS
QUE LE TRAIGO DE PORTUGAL
Aquí me tienes, Xuan, subiendo otra vez
la cuesta de Siones camino de tu casa,
entre bardiales y manzanos, soñando,
quién sabe, que algún día
pudiera una de estas casas ser la mía,
y nosotros vecinos, como un tiempo.
Subo la cuesta a paso lento pensando
en aquella casa que vendiste, la de Uviéu,
que me dejaste y fue por eso un poco mía
(tan parientes tus libros de los míos)
y se me hizo raro perderla
del mismo modo que si lo fuera.
Pero nada es para siempre en estas vidas nuestras,
y por eso las dejamos, negro sobre blanco, como huellas
en la nieve que aspiran a la pureza
y apenas la manchan. Subo también, por eso,
pensando en tus poemas, y en Lucrecio,
quien decía: «Es difícil aclarar en versos latinos
los oscuros hallazgos de los griegos,
sobre todo cuando a menudo
tenemos que manejarnos con palabras nuevas
a causa de la pobreza de nuestra lengua
y la novedad de los temas». Sonrío al pensar
en cómo has sido tú capaz de poner en asturiano claro
las viejas dudas, haciendo manar ese otro latín nuestro
de una fuente silenciosa y primigenia.
¿Te acuerdas de aquellas noches de la amistad
que parecían no acabar, cuando siempre
acababas proponiendo tomar un taxi
para amanecer en Lisboa?
En Lisboa recuerdo aquella cena en el Bairro Alto
en la que se aclararon tantas cosas en mi vida
(dejándose uno hablar con un amigo)
que no tardarían en volverse oscuras; pero ¿acaso
no se enturbia siempre el agua que no corre? Y tal vez
aprender a vivir sea aprender la quietud en lo que
se mueve, o el movimiento en lo estable, como si todos
tuviéramos que ser viejos sabios chinos, o nada…
O tantas veces preparando bacalhau com natas. Tuya
fue la idea de añadirle manzana, lo reconozco:
la de cambiar las aceitunas por las pasas
sigo creyendo que fue cosa de Carmen,
pero qué más da, si todo
lo hacíamos entre todos,
y así lo seguimos haciendo, a nuestro modo.
Aquí tienes, Xuan,
las semillas que me pediste.
Con ellas te dejo mi esperanza:
que aquello que plantamos nos sobreviva
y siga creciendo, ya sin nosotros,
para otros.
—————————————
Autor: Martín López-Vega. Título: Ábrete, Sésamo. Poemas nuevos y escogidos (1994-2024). Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.
BIO
Martín López-Vega (Póo de Llanes, Asturias, 1975) ha publicado una docena de libros de poemas, los últimos de ellos Egipcíaco e Y el todo que nos queda (2021 y 2023, ambos en Visor) además de ensayos como Obreros de la luz. Los poetas de la duración y la elegía posmoderna (Saltadera, 2017) o Periferias emancipadas. Políticas de la representación espacial en la Iberia reimaginada (Vaso Roto, 2022). Es traductor de portugués (Eugénio de Andrade, Jorge de Sena, Lêdo Ivo…), inglés (Charles Simic…) e italiano (Pier Paolo Pasolini…), y ha colaborado en los suplementos culturales de diarios como El País, La Vanguardia, El Mundo o ABC. Actualmente es director de gabinete del Instituto Cervantes, institución de la que anteriormente fue director de cultura, y fue director general de cultura y patrimonio del Principado de Asturias, además de redactor, librero, editor y profesor de portugués en Estados Unidos. Vive en Madrid.
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