UN VERDOR TERRIBLE – Benjamín Labatut
“Bastaría que la población mundial disminuyera a un nivel premoderno durante tan solo un par de décadas para que ellas [las plantas] fueran libres de crecer sin freno, aprovechando el exceso de nutrientes que la humanidad les había legado para esparcirse sobre la faz de la tierra hasta cubrirla por completo, ahogando todas las formas […]
“Bastaría que la población mundial disminuyera a un nivel premoderno durante tan solo un par de décadas para que ellas [las plantas] fueran libres de crecer sin freno, aprovechando el exceso de nutrientes que la humanidad les había legado para esparcirse sobre la faz de la tierra hasta cubrirla por completo, ahogando todas las formas de vida bajo un verdor terrible”.
Hace unos meses publicábamos la reseña del magnífico libro de Benjamín Labatut MANIAC, obra tan fascinante como inclasificable que camina sobre la delgada línea que separa el genio de la locura. Antes de esa “obra de ficción basada en hechos reales” (palabras del autor), Labatut había saltado a la fama con Un verdor terrible, donde ya anticipó el estilo y los temas que interesan a este joven escritor chileno. La búsqueda de los límites del conocimiento humano, búsqueda que lleva implícito el deseo de asomarse a lo que queda al otro lado de esos límites, es decir: a lo incomprensible.
Aunque el libro tiene implicaciones filosóficas importantes, conviene no tomar lo de “los límites del conocimiento” en sentido kantiano (el filósofo de Könisberg en su Crítica de la razón pura ya reflexionó, hace más de 200 años, acerca de cuáles son los límites de lo que se puede conocer), sino en un sentido más bien científico. Quede claro que Labatut no pertenece al ramo de la ciencia: él es escritor y periodista. Pero esa búsqueda de lo que queda al margen de toda explicación lo lleva a dedicar páginas y páginas a cuestiones científicas de alto nivel, pero siempre aplicándoles el barniz de la literatura. Consigue así una extraña mezcla entre lo literario y lo científico, entre la ficción y la realidad, que resulta interesantísima.
El primer capítulo de este breve libro (tiene tres y un epílogo) es prodigioso. En medio de un viaje delirante en el que Labatut va dejando caer historias particulares de personajes como Alan Turing, Van Gogh, Adolf (“Adi”) Hitler, Napoleón o Rasputín, se nos habla de Göring y los nazis, de las drogas que se suministraba a los soldados alemanes para, por decirlo así, “soportar el horror”; de la oleada de suicidios que se produjo en algunos lugares de Alemania hacia el final de la guerra (tema que abordó Florian Huber en Prométeme que te pegarás un tiro); de venenos como el cianuro o el arsénico, sus efectos y sus pintorescos usos en diferentes momentos de la Historia; del químico alemán de raíces judías Fritz Haber, ganador del Premio Nobel por ser capaz de obtener nitrógeno a partir del aire, lo cual repercutiría positivamente en la producción de fertilizantes, y en alimentar la población mundial, y en que esta se disparara de 1,6 a 7 mil millones en menos de cien años; del otro invento de Haber, un pesticida gaseoso que incluía cianuro en su composición, tan violento que recibió el nombre de zyklon (“vendaval”); y de la utilización de ese gas Zyklon por parte de los nazis en el exterminio de los judíos, entre ellos los familiares del propio Fritz Haber.
En los capítulos que siguen se mantiene, e incluso aumenta, el nivel de interés, de delirio y, por qué no decirlo, de exigencia al lector. No es un libro difícil de leer, pero tampoco es, ni mucho menos, trivial. A menudo introduce conceptos que requieren que el profano se detenga un poco y lea con calma. Y sin embargo, en todo momento da la impresión de que lo que realmente le interesa al autor es eso que se ha mencionado antes: la búsqueda de los límites, de llegar a lo incomprensible. El matemático más importante del siglo XX, Alexander Grothendieck (aunque este título tiene muchos candidatos: David Hilbert, Kurt Gödel, John von Neumann…), alcanzó cotas inimaginadas por sus colegas, probando grandes teoremas e introduciendo nuevas técnicas que cambiaron la forma en que se piensa sobre las matemáticas. Labatut hace un relato de todo ello, pero el foco de interés está en el momento en que Grothendieck abandonó a su familia, amigos y colegas y se retiró del mundo. Como quien se asoma al abismo, ve lo que hay y eso le hace cambiar la manera de ver y entender las cosas, la existencia, el universo.
Ese viaje hacia lo insondable, en el que abundó de manera magistral en MANIAC, lo lleva a cabo Labatut a caballo de las vidas de personalidades destacadas del mundo científico y matemático. Y no es casualidad que esas personas pertenezcan a estas disciplinas, pues de ese modo el autor reafirma la tesis de que cuanto más cerca está uno de alcanzar los límites del conocimiento, cuando ya se ha llegado al borde, a la frontera, es cuando más fácil se cae al otro lado, al lado de lo incomprensible, lo irracional, lo absurdo incluso. Esos viajes nos llevan a conocer la vida de Karl Schwarzchild, un físico y matemático alemán poseedor tal vez de más genialidad que su amigo Albert Einstein, cuyas ecuaciones acerca de la teoría de la relatividad general resolvió de manera rápida y simple desde una trinchera en plena Primera Guerra Mundial, y fue precursor de la idea de la existencia de los agujeros negros (“lugares” en los que el espacio y el tiempo no es plano y lineal sino que se deforma, se comba). O de Werner Heisenberg, quien en diciembre de 1925 hizo la primera formulación de la mecánica cuántica; o de Erwin Schrödinger, físico austríaco que vio amenazado su sistema de ondas por el sistema de matrices de Eisenberg; o Niels Bohr, quien consideraba ambas explicaciones coherentes y hasta complementarias.
La duda que entra a todo lector cuando se enfrasca en la lectura es: ¿hasta qué punto se trata de un relato de ficción y hasta qué punto es una crónica de hechos reales? Lo que hicieron Grothendieck, Heisenberg, Haber, antes y después de asomarse al abismo, todo ello ¿fue real? ¿Fueron así sus vidas? De nuevo hay que repetir lo dicho ya varias veces: el interés de Labatut es ese abismo al que se llega cuando uno ha subido a la cima. Y en aras de ese objetivo narra las historias de los genios físicos y matemáticos que se encontraron en esa tesitura, y esa narración está, evidentemente, vestida de ficción. Los datos son reales, y algunos de ellos, para presentar una trama atractiva, legible y que cumpla el propósito de Labatut, reclaman un relato ficcionado, quizá incluso adornado en determinados momentos, con elementos que pertenecen a Labatut y no al hecho que narra. Por eso Labatut es, afortunadamente, un escritor y no un cronista. Por otro lado, en alguna entrevista ha confesado que son precisamente esos momentos de ficción los que más le incomodan y desagradan como escritor.
El resultado de este equilibrio entre realidad y ficción, entre racionalidad e irracionalidad, entre cima y abismo, es Un verdor terrible, una obra apasionante e interesantísima, que se lee en una o dos tardes no solo por su brevedad sino porque no hay manera de separarse de sus páginas. Conviene seguir atento a los futuros libros que nos depare este autor.
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Benjamín Labatut, Un verdor terrible. Barcelona, Anagrama, 2024, 218 págs.
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