48 horas en Calpe: qué ver y qué hacer en una de las ciudades más bonitas de la Costa Blanca de Alicante
La Costa Blanca, como se conoce al litoral de la provincia de Alicante, es mucho más que sol y playa. Con más de 300 días de luz al año, esta franja del Mediterráneo ha sido durante décadas el refugio invernal de europeos del norte, atraídos por su clima benigno, su cocina y su ritmo pausado. El sobrenombre de "donde el sol pasa el invierno" no es gratuito: aquí, el buen tiempo es casi una promesa cumplida. Pero no solo el clima deslumbra. La Costa Blanca es también uno de los destinos gastronómicos más potentes de España. En pocos kilómetros se concentra una insólita densidad de restaurantes con estrella Michelin, entre los que destacan nombres como Quique Dacosta en Dénia o BonAmb en Jávea. A esta excelencia culinaria se suman encantadoras localidades costeras como Altea, con sus cúpulas azules; Villajoyosa, famosa por sus casas de colores y su tradición chocolatera; o Benidorm, epicentro del turismo vertical y la vida nocturna. En este mapa de contrastes emerge Calpe, una localidad que conjuga lo mejor del paisaje natural con un importante patrimonio arquitectónico e histórico. Situada entre dos lagunas saladas y coronada por el imponente peñón de Ifach, Calpe es mucho más que una postal de costa. Su mezcla de pasado romano, legado pesquero y modernidad arquitectónica la convierte en una parada imprescindible. Vistas del Peñón y la bahía desde el Mirador del Morro de Toix. ©Turismo de Calpe. Uno de los emblemas de Calpe es, sin duda, el Peñón de Ifach, una mole de piedra caliza que se alza 332 metros sobre el mar y que forma parte del Parque Natural homónimo. Esta reserva acoge más de 300 especies de flora y una rica avifauna. A sus pies se extiende el puerto pesquero y deportivo, corazón de la actividad marítima de la ciudad. Muy cerca se encuentra el yacimiento de los Baños de la Reina, un conjunto arqueológico romano con antiguas piscifactorías excavadas en la roca. En el plano urbano, Calpe ofrece joyas como la Muralla Roja, un icónico edificio del arquitecto Ricardo Bofill que recuerda a las construcciones del norte de África y que se levantaron en los años ochenta. Junto a la muralla, además, encontrarás Xanadú y El Anfiteatro, en un sorprendente conjunto arquitectónico que contrasta en la ciudad con su casco antiguo, de calles empedradas, murales de colores y restos de murallas medievales. Los museos locales, como el Museo del Coleccionismo y el Museo Arqueológico, permiten ahondar en la historia de este enclave que ha sido habitado desde tiempos íberos. Los Edificios Bofill de Calpe. Aquí, además, vas a encontrar también una potentísima oferta gastronómica en la que aparecen tres restaurantes con estrella Michelin y otras buenas referencias de cocina local, donde los arroces y los mariscos se llevan la palma. Eso no quiere decir que haya platos, a veces no tan conocidos, a los que echar el guante como el puchero de pulpo o el puchero con pelotas (albóndigas), que son dos clásicos de la cocina doméstica calpina, como la llauna de Calp, un plato donde aprovechar el pescado local, cocinándolo al horno sobre una cama de verduras y patatas. Día 1: cultura, historia y sabores del Mediterráneo En la primera jornada partimos en el núcleo histórico de Calpe. Conviene comenzar en la plaza de la Villa, corazón del casco antiguo, donde aún se conservan restos de la antigua muralla defensiva y se puede visitar la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, de estética ecléctica pero con un interior sorprendentemente luminoso. Recorrer este entorno lleva entre una y dos horas, según el ritmo del visitante. Subida al Torreó de la Peça. Después, lo ideal es perderse sin mapa por las calles empedradas que serpentean en torno a la calle Puchalt. La conocida escalinata decorada con la bandera española es uno de los rincones más fotografiados, pero no el único: balcones llenos de macetas, fachadas decoradas con murales y frases poéticas convierten este paseo en una experiencia muy visual. Se recomienda calzado cómodo. A pocos minutos a pie se encuentra el Museo del Coleccionismo, instalado en la torre vigía de la antigua fortaleza. No es un museo grande, pero sí curioso, con una muestra rotatoria de objetos cotidianos del siglo XX. Muy cerca se encuentra también el Museo de Historia de Calpe, que reúne vestigios romanos y medievales encontrados en el municipio. Ambos museos se recorren en menos de una hora y permiten comprender mejor la evolución histórica de la localidad. Para finalizar la mañana, una pausa en alguna terraza de la plaza del Mosquit o en los alrededores es ideal. Se puede aprovechar para tomar un refresco o una tapa ligera antes de dirigirse hacia el paseo marítimo para la comida, contemplando ya el mar a lo lejos. La calle Puchalt, conoc

La Costa Blanca, como se conoce al litoral de la provincia de Alicante, es mucho más que sol y playa. Con más de 300 días de luz al año, esta franja del Mediterráneo ha sido durante décadas el refugio invernal de europeos del norte, atraídos por su clima benigno, su cocina y su ritmo pausado. El sobrenombre de "donde el sol pasa el invierno" no es gratuito: aquí, el buen tiempo es casi una promesa cumplida.
Pero no solo el clima deslumbra. La Costa Blanca es también uno de los destinos gastronómicos más potentes de España. En pocos kilómetros se concentra una insólita densidad de restaurantes con estrella Michelin, entre los que destacan nombres como Quique Dacosta en Dénia o BonAmb en Jávea. A esta excelencia culinaria se suman encantadoras localidades costeras como Altea, con sus cúpulas azules; Villajoyosa, famosa por sus casas de colores y su tradición chocolatera; o Benidorm, epicentro del turismo vertical y la vida nocturna.
En este mapa de contrastes emerge Calpe, una localidad que conjuga lo mejor del paisaje natural con un importante patrimonio arquitectónico e histórico. Situada entre dos lagunas saladas y coronada por el imponente peñón de Ifach, Calpe es mucho más que una postal de costa. Su mezcla de pasado romano, legado pesquero y modernidad arquitectónica la convierte en una parada imprescindible.

Uno de los emblemas de Calpe es, sin duda, el Peñón de Ifach, una mole de piedra caliza que se alza 332 metros sobre el mar y que forma parte del Parque Natural homónimo. Esta reserva acoge más de 300 especies de flora y una rica avifauna. A sus pies se extiende el puerto pesquero y deportivo, corazón de la actividad marítima de la ciudad. Muy cerca se encuentra el yacimiento de los Baños de la Reina, un conjunto arqueológico romano con antiguas piscifactorías excavadas en la roca.
En el plano urbano, Calpe ofrece joyas como la Muralla Roja, un icónico edificio del arquitecto Ricardo Bofill que recuerda a las construcciones del norte de África y que se levantaron en los años ochenta. Junto a la muralla, además, encontrarás Xanadú y El Anfiteatro, en un sorprendente conjunto arquitectónico que contrasta en la ciudad con su casco antiguo, de calles empedradas, murales de colores y restos de murallas medievales. Los museos locales, como el Museo del Coleccionismo y el Museo Arqueológico, permiten ahondar en la historia de este enclave que ha sido habitado desde tiempos íberos.

Aquí, además, vas a encontrar también una potentísima oferta gastronómica en la que aparecen tres restaurantes con estrella Michelin y otras buenas referencias de cocina local, donde los arroces y los mariscos se llevan la palma. Eso no quiere decir que haya platos, a veces no tan conocidos, a los que echar el guante como el puchero de pulpo o el puchero con pelotas (albóndigas), que son dos clásicos de la cocina doméstica calpina, como la llauna de Calp, un plato donde aprovechar el pescado local, cocinándolo al horno sobre una cama de verduras y patatas.
Día 1: cultura, historia y sabores del Mediterráneo
En la primera jornada partimos en el núcleo histórico de Calpe. Conviene comenzar en la plaza de la Villa, corazón del casco antiguo, donde aún se conservan restos de la antigua muralla defensiva y se puede visitar la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, de estética ecléctica pero con un interior sorprendentemente luminoso. Recorrer este entorno lleva entre una y dos horas, según el ritmo del visitante.

Después, lo ideal es perderse sin mapa por las calles empedradas que serpentean en torno a la calle Puchalt. La conocida escalinata decorada con la bandera española es uno de los rincones más fotografiados, pero no el único: balcones llenos de macetas, fachadas decoradas con murales y frases poéticas convierten este paseo en una experiencia muy visual. Se recomienda calzado cómodo.

A pocos minutos a pie se encuentra el Museo del Coleccionismo, instalado en la torre vigía de la antigua fortaleza. No es un museo grande, pero sí curioso, con una muestra rotatoria de objetos cotidianos del siglo XX. Muy cerca se encuentra también el Museo de Historia de Calpe, que reúne vestigios romanos y medievales encontrados en el municipio. Ambos museos se recorren en menos de una hora y permiten comprender mejor la evolución histórica de la localidad.
Para finalizar la mañana, una pausa en alguna terraza de la plaza del Mosquit o en los alrededores es ideal. Se puede aprovechar para tomar un refresco o una tapa ligera antes de dirigirse hacia el paseo marítimo para la comida, contemplando ya el mar a lo lejos.

La ciudad se convierte así en un pequeño museo donde, además, aparecen murales en prácticamente cada esquina, convirtiendo el casco histórico de Calpe en un agradable recorrido con el que sorprenderse.
Comida: arroces a gogó
Cerca del casco histórico hay bastantes opciones, tanto a pie de playa como en segunda línea, para darse un capricho arrocero. Muchas de ellos, además, pegadas al puerto, por lo que las vistas, tanto de los barcos como del Peñón, están aseguradas.

En El Cantal, con vistas a la bahía y al Peñón, hay propuestas de arroz para todos los públicos y una buena oferta de pescados del día, también mariscos, aunque algo más subidos de precio, pero más que interesante.
No lejos, en la Cala de la Fossa, en el otro lado de la costa de Calpe, la Arrocería Zafiro es otro de los clásicos infalibles de la ciudad donde ofertan más de dos docenas de recetas entre arroces y fideuás, trabajando tanto las versiones de los arroces secos como los melosos.

También hay una buena carta de carnes, que preparan a la brasa, por si quisiéramos salir de los terrenos del arroz e, incluso, tienen pizzas (por lo que es otra buena parada, quizá más nocturna). No conviene perderse los pescados de lonja, que suelen hacerse a la plancha y darse un pequeño homenaje de mariscos, especialmente gambas blancas y chipirones, que aquí bordan.
Menos conocida, pero muy eficaz y con precios comedidos trabajando buen producto es la Marisquería El Boqueron De Plata donde, además, de mariscadas al uso, trabajan muy buenos pescados del día y, habitualmente, ofrecen la llauna de Calp dentro de su carta.
Tarde: de ruinas romanas y pescadores

Tras el descanso, la ruta continúa con una caminata por el paseo marítimo de Calpe, en dirección a los Baños de la Reina. Este conjunto arqueológico de origen romano está compuesto por antiguas piscifactorías excavadas en la roca junto al mar. El lugar se puede explorar en media hora, aunque la estampa invita a detenerse más tiempo observando el oleaje colarse entre las estructuras de piedra. Y, también, a darse un chapuzón.

Desde aquí, el paseo lleva al cercano puerto pesquero. Por la tarde, la actividad es notable: barcos regresando, redes tendidas, movimiento de cajas y marineros en plena faena. Puede resultar muy interesante observar la subasta del pescado, si se coincide con el horario, o simplemente pasear entre los barcos y el puerto deportivo. Hay carteles informativos sobre las especies locales y la tradición pesquera del municipio.

Una alternativa interesante para los que disfruten del arte contemporáneo es acercarse a pie hasta la urbanización La Manzanera, donde se encuentran tres construcciones emblemáticas de Ricardo Bofill: la Muralla Roja, el Xanadú y el Anfiteatro. Aunque solo pueden visitarse desde el exterior (son residencias privadas), sus formas y colores son tan singulares que vale la pena el desvío.
Cena: arroz, pero de otra manera

España, a pesar de ser un país arrocero, no suele contemplar las paellas o los risottos para cenar, pero eso no quita que en Calpe vayamos a encontrar un par de de los restaurantes japoneses más prometedores de la costa mediterránea: Amas Calpe y Onami; ambos dentro del AR Diamante Beach Hotel & Spa conviven con dos propuestas. Amas, más casual, y Onami, que dará el pistoletazo de salida a finales de junio, con una barra omakase más purista.

Diego Laso se encarga del desarrollo de ambas, dando muchísima importancia no solo a la técnica, sino al producto de las lonjas alicantinas como sucede con jureles, caballas y mariscos, pero también dejando hueco en tartares, temakis y uramakis a la presencia de clásicos como el salmón escocés –menos graso que el noruego–, el atún rojo o el bonito.

Tanto en barra como en sala, la cocina de Amas propone una cocina japonesa con menos ataduras, muy fácil de compartir y divertida, donde no faltan referencias de sake con los que maridar la oferta y, más allá de los platos con arroz, otras elaboraciones típicamente niponas como el chawanmushi o el tsukemono.
Día 2: naturaleza, mar y vistas de postal

El segundo día comienza con energía. El ascenso al Peñón de Ifach es la actividad estrella de Calpe y requiere una mañana completa si se quiere hacer con calma. Se inicia en el centro de interpretación del parque, desde donde parte el sendero.
La primera parte del recorrido, hasta el túnel, es apta para casi todo el mundo. A partir de ahí, el camino se vuelve más escarpado y exige precaución, especialmente si ha llovido recientemente.
No obstante, para preservar este espacio natural, las autoridades han limitado su acceso a solo 300 personas al día, por lo que se exige reserva previa a través del enlace que han facilitado en su página web.
La subida completa puede llevar entre un par de horas –o algo más–, dependiendo de la condición física. No es necesario material técnico, pero sí se recomienda llevar agua, calzado adecuado y protección solar. Desde la cima, las vistas panorámicas sobre la Marina Alta y la línea costera son espectaculares.

De regreso, se puede hacer una parada en el Aula de la Naturaleza, donde se exponen maquetas y paneles sobre la biodiversidad del parque. A pocos pasos se encuentra la zona de las Salinas de Calpe, un humedal de gran valor ecológico. El recorrido por las pasarelas permite ver flamencos, garzas y otras aves acuáticas. Es un paseo breve, de unos 30 minutos, pero muy relajante.
Comida: estrellas Michelin y vistas de Calpe

Partiendo de que casi todos los restaurantes cerca del mar tienen vistas impresionantes, puede que las más impresionantes de Calpe aparezcan en el restaurante Abiss, una opción perfecta como homenaje gastronómico donde los protagonistas de la mesa son los pescados del día, la brasa y los arroces, especialmente los que ejecutan en caldero.
Lenin Busquet, con experiencia en restaurantes de alta cocina, se encarga de este Abiss donde la propuesta es, básicamente, utilizar buen producto, manipularlo en su justa medida y ofrecer la mejor calidad posible. Gamba roja, gamba blanca, pescados del día, carnes de proveedores más que contrastados y huerta de proximidad y temporada son los valores de un restaurante infalible para darse un capricho.
Sin embargo, si de capricho gastronómico hablamos, Calpe tiene varias propuestas que no conviene dejar pasar con sello Michelin. Más mediterráneo, marinero y levantino es lo que el chef Rafa Soler, alicantino de pro, ofrece en Audrey's,
Afrancesada, pero con ese perfil de la Costa Blanca, la cocina de Beat une dos mundos como son el mediterráneo y la cocina francesa en las manos del chef José Manuel Miguel.

El trío de estrellas Michelin de Calpe lo remata el chef Andrea Drago, que oficia en Orobianco –el que fue el primer estrella Michelin italiano en España–, en el que cuenta con el beneplácito de Paolo Casagrande, tres estrellas Michelin en Lasarte (Barcelona), y que es responsable de pensar a dúo la potente propuesta de Orobianco donde, de nuevo, lo local se funde con lo internacional en un espacio de lujo con acento italiano.
Tarde: de playa y miradores

La tarde se dedica al mar en todas sus formas. Para quienes prefieran la comodidad, la cala de la Fossa es ideal: amplia, de arena fina, con todos los servicios y vistas privilegiadas al Peñón. Para quienes buscan un entorno más recogido, la cala Calalga o la cala del Racó ofrecen aguas claras y la posibilidad de practicar snorkel con total tranquilidad. No obstante, playas y calas en Calpe hay para dar y tomar, incluyendo algunas tan relajadas como Cala les Urques, la Cala del Mallorquí o Cala les Bassetes.

Para quienes prefieran mantener los pies en tierra, el sendero ecológico del litoral es una excelente alternativa. Parte desde la cala del Racó y avanza en paralelo al mar, ofreciendo puntos de observación y paneles informativos sobre la flora y fauna costera. Es un trayecto de ida y vuelta que se puede adaptar al tiempo disponible, con zonas de sombra y bancos. De hecho, puedes acercarte al Mirador Morro de Toix y comprobar la panorámica de la bahía de Calpe, dominada por el mismo Peñón de Ifach al que coronaste por la mañana.

El día concluye con una cena relajada frente al mar, idealmente en la playa de la Fossa o en el paseo del Arenal-Bol. Con los pies casi en la arena y una copa en la mano, el visitante comprende por qué en Calpe, como dicen sus vecinos, el sol no solo pasa el invierno: se queda a vivir.
Cena: volver a la normalidad

No todo en Calpe son arrocerías de renombre ni estrellas. También hay planes, sobre todo en el centro de la ciudad, que nos permiten resolver la cena con unas tapas sin dejarnos una pasta. Incluso propuestas muy coloquiales que, sin embargo, merecen la pena.
En la bocatería El Viking podrás no solo llevarte tu bocata a la playa, sino comerlo allí y, además, sirven buenas croquetas. Terrenal también es el bar As de Oro donde os recomendamos pedir los boquerones fritos y las albóndigas, más que buenas, con un ticket precio para no salir por encima de veinte euros.
También sin irte de precio con el arroz, en Arrocería Ca’ Paus puedes moverte en un ticket inferior a los 30 euros por persona comiendo buenos arroces en el centro de Calpe sin renunciar a la calidad.
Imágenes | Ayuntamiento de Calpe / Turismo de Calpe
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La noticia
48 horas en Calpe: qué ver y qué hacer en una de las ciudades más bonitas de la Costa Blanca de Alicante
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Jaime de las Heras
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