Abracemos el politeísmo

Marcos Giralt Torrente, consumado autor de memoirs mecidos por un intimismo adictivo y sensible —véase Tiempo de vida—, no viene en Los ilusionistas con ánimo revanchista. No va a liquidar a su familia, como avisaba Milosz. Con honestidad y con la tranquilidad de que todos los aludidos excepto la madre han muerto, va trazando la... Leer más La entrada Abracemos el politeísmo aparece primero en Zenda.

Jun 7, 2025 - 17:35
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Abracemos el politeísmo

Cuesta creer que haya quien profese una religión tradicional teniendo una familia. La familia como tema rivaliza de tú a tú con el amor y la muerte como tuétano de las mejores páginas de la literatura universal. La familia es mito y cosmogonía, es el origen, el sentido de nuestras vidas, la madeja que esconde las respuestas a casi todas las preguntas. Todos brotamos de una —los desheredados bullen por encontrarla— y todos vislumbramos que la verdad del mundo se esconde en sus vínculos y colisiones. Lo difícil, claro, es adentrarse en ese laberinto de afectos, recuerdos y muertos que en realidad nunca mueren con el fin de alcanzar la epifanía de la sabiduría y el autoconocimiento. Porque hurgar en la historia de una familia produce pudor, cuando no directamente miedo.

Marcos Giralt Torrente, consumado autor de memoirs mecidos por un intimismo adictivo y sensible —véase Tiempo de vida—, no viene en Los ilusionistas con ánimo revanchista. No va a liquidar a su familia, como avisaba Milosz. Con honestidad y con la tranquilidad de que todos los aludidos excepto la madre han muerto, va trazando la genealogía de la familia materna concediendo al ilustre abuelo un lugar central en su análisis. Al cabo de las páginas descubres que el patriarca no es otro que Gonzalo Torrente Ballester, erigido como una suerte de Big Bang. A partir de su figura, la galaxia familiar se va expandiendo ante nosotros sin prisas. Las pinceladas que van completando de cada miembro del clan nos llegan desde los capítulos monográficos dedicados a cada cual y también desde los colindantes. De todas formas, parece decirnos Giralt, el pasado y sus sagradas escrituras siempre estarán ahí como un sujeto de estudio infinito, ya sea posándose sobre un objeto que sublima un recuerdo o reinterpretando una vieja conversación recitada de memoria. Siempre podremos regresar a él, reconfigurar quiénes creemos que somos, asomarnos a un pariente desde una óptica distinta que altere la cosmogonía de modo retrospectivo hasta replantearnos la familia entera desde los cimientos.

"Marcos Giralt Torrente ahonda en el duelo por sus abuelos y sus tíos desaparecidos, homenajea a la madre que aún vive y guarda las esencias de lo que todos fueron y son"

En la construcción del mito, Giralt cuenta con unos ases en la manga que le facilitan la tarea memorística. Si más de uno se conformaría con preservar una rebeca de lana de su abuelo para evocar su figura, el autor se sirve de un fardo de cartas que intercambiaron sus abuelos para catapultar el libro en su arranque. Si además en tu familia coinciden burgueses diletantes, hippies, galeristas de arte, escritores y hasta ladrones internacionales, el imaginario con que pertrecharse ante la vida se vuelve variopinto y duro como el pedernal. Y aquí reside quizás la importancia de perseguir el relato familiar. «Mi madre no habla, mi madre construye mitos […]». Giralt hilvana con hilo invisible a todos los miembros de su familia. A ninguno parece convencerle del todo la realidad, de forma que todos ellos fabulan profusamente, a todos les cuesta encontrar una profesión estable, más inclinados al ejercicio de la autoconsciencia, pugnando por envainarse el traje familiar, que es un viaje metafísico y estético en el que los asideros siempre son resbaladizos y permeables a la reinvención.

"Abracemos sin miedo el politeísmo familiar, pues cada uno de nosotros cuenta al menos con su propia familia y cientos de familias que la literatura nos presta en nuestro intento de alcanzar la salvación de nuestras almas"

La familia, como la religión, aspira a enlosar delante de nuestros pies un camino a la verdad. Por supuesto, no me refiero a una certeza de hechos históricos que definen a una estirpe, sino a la verdad colegiada tejida por todos los miembros de la misma, con sus exageraciones, ilusionismos y mitificaciones que acomodan la realidad al relato más conveniente para la supervivencia sentimental del linaje. Marcos Giralt Torrente ahonda en el duelo por sus abuelos y sus tíos desaparecidos, homenajea a la madre que aún vive y guarda las esencias de lo que todos fueron y son. En un alarde de honestidad, no permite al lector lapidar ni entregarse a los brazos de ninguno de ellos —el autor escamotea incluso sus nombres propios, recurre a iniciales—, y eso que les sobran carisma y afrentas para posicionarse de un lado o de otro. No te acabas de quedar con ninguno porque lo importante es la familia en su conjunto convertida en mito, en literatura. Y cuando algo queda ungido por la pátina de la literatura, al igual que sucede con la fe, se alcanza una comprensión del mundo que va más allá de la realidad historicista. Abracemos sin miedo el politeísmo familiar, pues cada uno de nosotros cuenta al menos con su propia familia y cientos de familias —como la de Giralt Torrente— que la literatura nos presta en nuestro intento de alcanzar la salvación de nuestras almas.

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Autor: Marcos Giralt Torrente. Título: Los ilusionistas. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.

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