5 poemas de Los días heterónomos, de Juan Bonilla

El XV Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado ha recaído sobre un libro de plena madurez firmado por Juan Bonilla. El autor alterna los tonos elegíacos con un vitalismo desengañando que, eso sí, no renuncia a celebrar el esplendor del mundo, así como a señalar sus miserias. En Zenda reproducimos cinco poemas de Los días... Leer más La entrada 5 poemas de Los días heterónomos, de Juan Bonilla aparece primero en Zenda.

Jun 2, 2025 - 15:05
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5 poemas de Los días heterónomos, de Juan Bonilla

El XV Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado ha recaído sobre un libro de plena madurez firmado por Juan Bonilla. El autor alterna los tonos elegíacos con un vitalismo desengañando que, eso sí, no renuncia a celebrar el esplendor del mundo, así como a señalar sus miserias.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Los días heterónomos (Fundación Lara), de Juan Bonilla.

***

ESPLENDOR

Estuve enfermo en primavera

y qué esplendor tan de repente,

todo me pareció radiante

y era como descubrir que te habían engañado,

como si dentro se te hubiera muerto el dios

tunante que te dirigía adónde

y para qué a empujones de rutina

e impuestos indirectos.

Ya no era un dios

sino uno de esos tarados

que en una maratón se arrastran

por el suelo para alcanzar la meta

ante el estadio puesto en pie

(ovación de tarados

emocionados ante el despilfarro

de la energía humana acorazada en voluntad).

Lo exhumé de mi corazón

para arrojarlo al cubo de basura.

 

Entré en mi cuarto a oír

a las cosas hablándome en su idioma de cosas,

con su tiempo verbal hirviendo

de un pasado que niega ser pasado

y el frío de un futuro en el que no estaremos:

una pelota roja canta goles de tu infancia todavía

y aunque hace tiempo que está quieta en un rincón

hay dentro de ella aún algarabía de planeta

en fiesta; ese abanico roto

le dio aire fresco a tu madre en las tardes

mortecinas de verano y todavía

ofrece aire cuando sólo por tenerlo entre las manos

lo extiendes y sacudes para alzar

en las noches más tórridas

brisa y melancolía.

 

Las escuché

en su idioma de cosas que podrían

decirle a alguien que no va a conocerte

algo de ti, de quien quisiste ser, de quien no fuiste.

Apenas un susurro hecho de cosas.

 

Y de repente qué esplendor,

como un secreto que le presta explicación

a lo que no la tiene,

tatúa en la corteza cerebral

su pregunta de niñito perdido:

¿dónde está lo que importa?,

¿dónde vamos a empujones

de un dios tunante que es como esos tarados

que por acabar la maratón

se arrastran por el suelo

para llegar a meta

ante el estadio puesto en pie –ovación de tarados?

 

Y desde adentro se fue alzando

la claridad

enfundándolo todo en su respuesta:

quizá le llamas vida a un simulacro,

quizá nos desnudamos en disfraces

ante espejos caníbales,

renunciando a este himno de estar vivos.

Quizá somos un himno que

no necesita amo ni patria ni señor.

Himno es canto que enlaza a un dios cualquiera

con quien le está cantando, y eso somos:

no más que el tarareo de un intérprete

que trata de prestarle melodía

a lo que en lengua muerta sienten aún

todos los que pudimos ser,

fantasmas encerrados

en el cristal inquebrantable

de quienes sí seremos.

*

LOS DÍAS HETERÓNOMOS

Pasan en procesión

los días heterónomos

y los recuerdos no funcionan,

se nos disuelven

como episodios

de los que sólo quedan titulares,

los detalles se pierden,

y se borran los gestos,

persisten sólo sensaciones generales,

grandes palabras como cuevas húmedas

en las que hubo mucha vida

de la que sólo quedan pintarrajos

en la pared.

 

Uno tras otro pasan

los días heterónomos.

 

No somos ley de nuestro propio estar,

somos mundo sujeto al mundo,

se nos imponen ciegas,

con una fe epidural,

leyes de fuera

dictadas en despachos donde nadie nos conoce.

 

Y son entonces

las voces puntiagudas de la prisa,

los vagones de metro

atestados de gente con el voto decidido.

 

En días heterónomos

no nos bastamos,

necesitamos un certificado, un pago, un no sé qué,

nos exilia el espejo

con zafios epitafios,

los recuerdos se ahogan en placenta,

la sensación de haberlo ya vivido todo

nos quema

no sólo por haberlo ya vivido todo

–hemos amado hasta el desastre,

nos han amado hasta el agotamiento,

hemos matado, sí,

nos hemos incrustado en un arcoíris,

hemos visto un eclipse,

varios amaneceres en distintas lenguas,

hemos reído tanto

que hemos llorado poco–

sino también por no tener

más ganas de vivirlo otra vez…

 

Ah quién pudiera

saber vivirse en la repetición,

tararear el estribillo pegadizo

de estar aquí,

sin voto decidido,

buscando sólo

un día autónomo en el que nos bastemos,

seamos mundo no sujeto al mundo,

seamos ley que vuele en los pasillos del ahora…

un pájaro sin nombre.

Un pájaro que no pueda abatirse con un nombre.

*

DÍA PERFECTO

Me conformo con poco: lograr el día perfecto.

Despertar sin temores cuando la luz inédita

del nuevo día me alce lento

del suelo de algún sueño,

y encabalgar instantes como versos

hechos en un idioma

en el que la más rebuscada

de las metáforas sea un lugar común.

Deslizarse por el sendero de las horas

sin sentir que le cedemos al tedio

un solo momento,

dejar pasar tan sólo los recuerdos

iluminados por la luz del agradecimiento,

gastar algunas horas en un libro

que sepa devolverte aquellos vértigos

de una adolescencia que en los libros

abolía los días ciegos.

Me conformo con poco: no albergar ningún miedo,

no preguntar ni quién soy ni de dónde vengo,

aceptar que el amor es sólo un préstamo,

dejar que el día se vaya como vino,

para cenar jerez y frutos secos

y música gitana perfumando el aire,

saber que no te van a echar de menos,

y contemplar, poco antes de acostarte,

al niño que aún te mira en el espejo.

*

POÉTICA

Escuchas un adagio

y de repente en ti algo se adagia.

Ese contagio

es una magia,

candela fría

en la que lo que alumbra es poesía.

 

Si te quema un poema

revelándote exacto

lo que dentro de ti se quema,

misteriosa materia al tacto,

dando palabras a lo que sabías,

ese fuego que exalta es poesía.

 

Si contra fe vencida por la nada

hallas consuelo que no se te quiebre

al encontrar hospicio en la mirada

de quien sabe darte su fiebre

y así salvas el día,

en esos ojos vive la poesía.

 

Si en ilegible sueño

tu padre, ya burlado de la muerte,

aparece y te abraza fuerte fuerte

aunque se ha convertido en un niño pequeño,

y su mirada hiere

cuando te dice que te quiere

(cosa que padre nunca dijo

y tú no se la dices a tu hijo),

esa escena baldía

esconde poesía.

 

Por encima del arte

que a Adonis hace fiero y bello a Marte,

cántico de la vida,

no le pidas que te cierre una herida,

más bien que te las abra

con eficaz palabra

helada en luz tan pura

que sea un simulacro de sutura.

 

Esa es su magia:

la poesía es fiebre y se contagia.

*

HASTA AQUÍ

Fui enlazando seres, como todos,

en una representación

de un solo espectador constante,

a veces crítico ofendido,

a veces gran amigo del autor

capaz de perdonarle cualquier fallo.

Otros espectadores iban y venían,

se asomaban un momento,

reían con un gag,

o se quejaban ante una escena violenta,

lloraban, o se encogían de hombros.

A veces

hasta irrumpían en escena

para decir:

no, no es ficción, esto no es una ficción.

Luego se hacían humo

o se estampaban contra el decorado.

 

Ahora veo mi vida

como un poema de la Antigüedad

del que sólo podemos hacernos una idea

aproximada porque

nos han llegado sólo unos fragmentos

en citas de otros que los sacan del contexto

en que nacieron.

Aturdidas imágenes que saltan sobre el vano

empeño narrativo

de la memoria

que puja por inventarse

un relato como quien se propone

fabricar un espejo

con los añicos

de todos los cristales

que ha roto en una vida.

*****

Juan Bonilla (Jerez, 1966) es poeta, narrador y ensayista. Como novelista, ha ganado los premios Biblioteca Breve por Los príncipes nubios (2003), el Bienal Mario Vargas Llosa por Prohibido entrar sin pantalones (2013) y el Nacional de Narrativa por Totalidad sexual del cosmos (2019). Es autor de seis libros de poemas: Partes de guerra (1994), El belvedere (2002), Buzón vacío (2006), Cháchara (2010), Poemas pequeñoburgueses (2016) y Horizonte de sucesos (2021), recopilados en Poemas (2023). Es también coautor junto a Juan Manuel Bonet de una monumental antología de la poesía vanguardista latinoamericana, Tierra negra con alas (Vandalia, 2019). En la actualidad escribe crónicas sobre España para una red de periódicos americanos.

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Autor: Juan Bonilla. Título: Los días heterónomos. Editorial: Fundación José Manuel Lara. Venta: Todostuslibros.

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