Arantxa Rufo: “Siempre me han parecido más interesantes los personajes oscuros”
Arantxa Rufo nos transporta a la población de Wenatchee, en Washington, donde el sheriff del condado, Sarah Colbert —una mujer cuya vida está marcada por la violenta pérdida de sus padres y la desaparición de su hermana gemela— debe resolver ahora un misterio al que nunca le habría gustado enfrentarse: el de la aparición del... Leer más La entrada Arantxa Rufo: “Siempre me han parecido más interesantes los personajes oscuros” aparece primero en Zenda.

Recuerdo que cuando empecé a leer la novela Billy Summers, de Stephen King, tuve la sensación de que me estaban contando algo real. Los personajes ya habían evolucionado y lo que ibas conociendo era su pasado. Con la escritora Arantxa Rufo me ha sucedido exactamente lo mismo. En su última novela, Las tres muertes de Sarah Colbert (Ed. Duomo, 2025), la dama de la intriga y el thriller actual español dibuja cada escena como pintaba Pollock, a trazos rápidos y contundentes, y cada escena cobra vida en la retina, una vida vertiginosa, por cierto, porque no hay renglón que no te deje paralizado. Golpes de efecto, movimientos inesperados de cámara, peligro que atenaza. Y sobre todo suspense. Arantxa Rufo dibuja escenarios con maestría, en los que pareciera haber vivido durante largo tiempo, porque nos hace sentir intensamente la neblina, la lluvia, la decadencia y el misterio. Es posible respirar la piel de los personajes, y explorar el complejo mapa de sentimientos, luchas y contradicciones en los que se mueven. Los malvados con sus sutilezas, los héroes con sus sombras. No hay luz sin oscuridad, y tal realidad está perfectamente plasmada, para gratitud de los lectores que nunca buscan verdades absolutas, o planicies en los actores, sino carne, hueso, y alma.
Qué forma de escribir, y de crear vida. Expresiones, silencios y gestos le dan la densidad perfecta a los personajes de esta particular colmena, que nos resultará familiar al cabo de pocas páginas. Recuerdo estar leyendo con los ojos inquietos, aferrada al libro y mirando el reloj de reojo —cinco minutos más, un capítulo más—, robando horas al sueño, mientras experimentaba este ciclón de emociones preocupándome por la suerte de Sarah Colbert. Con su estilo adictivo, esta novela no te suelta ni por un instante para tomar aliento. A esta obra sólo le falta la banda sonora. Atrévanse a entrar en el bosque…
Arantxa Rufo es Ingeniera Técnica de Sonido, informática y diseñadora gráfica, trabajos que compagina con su gran pasión, la escritura. Ha autopublicado cuatro novelas de género negro —En el punto de mira, Sangre en las manos, Espira y Zed está muerto— y ha participado en la antología de relatos Negro sobre rojo y en Tenerife Noir. Escritores de renombre de novela negra como César Pérez Gellida o Víctor del Árbol han elogiado su quinta obra, Las tres muertes de Sarah Colbert, con la que se ha cumplido un sueño muy esperado para Arantxa Rufo.
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—Arantxa, cuéntanos cómo empezó tu relación con la literatura, y qué representa ésta para ti.
—La literatura me ha acompañado desde que era muy pequeñita. De niña me pasaba el día pegada a los libros y ya nunca me he separado de ellos. Leía tanto que, como suelo decir, el paso a escribir mis propias historias fue algo natural, casi sin darme cuenta.
—¿Cómo nace Las tres muertes de Sarah Colbert y cómo te has sentido viviendo con esta historia? ¿Hubo alguna inspiración en concreto?
—Esta historia fue una mezcla de varios elementos que me inspiraron: otra novela, una canción, el descubrimiento de la localización ideal… Todo se juntó para crear a Sarah y su pasado. Fue una novela difícil de escribir, porque cuenta eventos muy duros que ha vivido la protagonista durante su vida y momentos muy duros a los que tiene que enfrentarse en el presente, sin embargo, Sarah me fue llevando de la mano.
—Me gustan los amigos de Sarah, son su arraigo. Hay mucho de profundidad en el relato, no sólo la búsqueda de Raquel, sino algo más personal e intenso.
—Sin duda, es mi novela más profunda. Hay mucho en ella de profundizar en el pasado y el efecto que este tiene en las personas, y también en la necesidad de tener un sostén emocional ante los golpes de la vida, por mucho que te creas fuerte e independiente. Sarah está empeñada en creer que está sola y puede con todo, y nosotros vemos que no es así, hay mucha gente a su alrededor.
—También me gustan los “malos” que recreas, por sus aristas y sus capas. No sé si tú también tienes cierta preferencia por esos personajes. ¿Cómo los elaboras?
—Sí, siempre me han parecido más interesantes los personajes “oscuros”. Tienen muchas capas que los convierten en lo que son: de dónde vienen, cómo acabaron siendo así, cómo viven su día a día. Para crearlos, simplemente dejo salir lo peor que tengo dentro.
—Te lo habrán dicho, pero esta novela no se puede dejar de leer. Los giros llegan al estilo de los finales de Juego de tronos. ¿Tienes alguna técnica especial para conseguir ese efecto?
—Uy, ¡menuda comparación! No lo sé, quizá, también en esto, dejo salir lo peor que tengo dentro para hacer sufrir al lector.
—Me encanta el dinamismo en los diálogos. Es muy visual. ¿Cómo lo haces?
—Los diálogos no son sencillos, porque tendemos a querer meter más información de la que deberíamos, por miedo a que al lector no le quede claro algún detalle. Pero el lector no es tonto, y sabe cómo hablamos. Intento trabajarlos mucho para que suenen naturales. Los leo en voz alta y los repaso varias veces, por si sobra algo o resulta artificial.
—¿Sientes un cambio con respecto a tus cuatro anteriores obras? Te han llegado elogios de grandes maestros del género… ¿Qué se siente?
—Todavía me cuesta un poco creerlo, si te soy sincera. No son solo grandes maestros los que mencionas, sino auténticos referentes, a los que llevo años admirando y que, de pronto, me dedican esas palabras. Es un sueño hecho realidad.
—¿Prefieres un argumento extenso o uno breve?
—No me importa, mientras esté bien estructurado. Puede ser breve y perderme a la mitad, por desinterés, o ser extenso y lleno de giros y personajes y no poder parar de leer. Y al revés.
—¿Qué no se debe hacer cuando alguien empieza a escribir?
—Creer que lo sabes todo. No lo sabes todo. No sabes nada. Ni siquiera cuando lleves treinta libros a tus espaldas lo sabrás todo. Esta profesión es un aprendizaje constante y debes dejarte aconsejar por los que saben más que tú.
—Háblanos del género negro en literatura. ¿Esta es la dirección que has elegido, o te gustaría probar otros géneros?
—No se puede decir que la eligiera. Es la clase de historias que me salen de forma natural, la que más me gusta leer y lo que más disfruto escribiendo. Por otra parte, leo todo tipo de géneros literarios, así que no puedo descartar que algún día dé el salto a otro.
—¿Qué autores y obras te inspiran?
—Todo lo que leo me inspira, en general. También el cine y la vida misma. Otras novelas negras, Stephen King, que es un maestro, Pérez Gellida, Víctor del Árbol… Podría enumerar un millón.
—Tus personajes, así como tus escenarios, son extranjeros. ¿Te resulta más cómodo, más familiar tal vez, para escribir?
—Sí, sin duda. Como he dicho antes, tengo mucha influencia del cine en mis historias y, supongo que por ese motivo, mis tramas se desarrollan en los escenarios en los que se rodarían, si fueran películas. También es una manera de viajar mientras escribo. Me gusta la idea de la literatura como un viaje, en todos los sentidos, y localizar las historias en el extranjero es una forma de viajar a esos lugares.
—¿Por qué elegiste Wenatchee?
—Porque encajaba con todo lo que necesitaba: un lugar pequeño en el que todo el mundo se conoce y conoce la vida de Sarah, en el que no puedes escapar de tu pasado, un lugar turístico en el que hay mucha gente que viene y va, con lo cual te da juego para meter personajes de todo tipo, y además, está muy cerca de la naturaleza, porque está rodeado de montañas, pero también muy cerca de la ciudad, porque está tiro de piedra de Seattle.
—En la novela En el punto de mira, primera obra de la Trilogía del Fantasma, dijiste: “Por circunstancias de la vida, me encontré deseando matar a alguien a quien apenas conocía”. Cuéntanos un poco mejor esto.
—¡No puedo dar más datos! Literalmente, por circunstancias de la vida me encontré deseando matar a alguien a quien apenas conocía. Y fue tan fuerte el ansia que hice lo que hacemos todos los que escribimos: imaginarlo y ponerlo por escrito. ¿Cómo lo haría? ¿De qué manera conseguiría que no me atraparan? ¿Y si fuera capaz de hacerlo, qué pasaría después? Todas estas preguntas, y muchas más, dieron lugar a esa primera novela.
—Cuando escribiste Zed está muerto (tu segunda novela) comentas que te gustaría sentirte más segura a medida que vas escribiendo. ¿Notas que lo has logrado ya?
—Dios, no. Todo lo contrario. Nunca me he sentido tan segura como con la primera novela, porque, como no sabía lo que estaba haciendo ni tenía ninguna expectativa, todo estaba bien, salía de forma natural. Después todo se ha convertido en analizar, dudar, darle vueltas a lo que estoy haciendo, corregir, volver a dudar… Lejos de sentirme más segura con cada novela, creo que me siento más insegura.
—¿Qué hay que hacer para abrirse paso hoy en la escritura, y para seguir en esta senda?
—Empeñarse y ser cabezón. Hay autores que tienen la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento perfecto y logran abrirse paso de una forma más o menos sencilla, aun cuando nunca es sencillo. Para la mayoría es cuestión de empeñarse, ir pasito a pasito, no dejar de aprender e insistir, y saber que lo haces porque es lo que quieres hacer, aunque nunca llegues a donde querías.
—¿Hay que abandonar a esa “niña que vivía en las nubes”, o es necesaria su presencia para seguir creando?
—A esa niña no hay que abandonarla nunca, seas o no creador. Yo no podría vivir sin esa niña dentro. No podría soportar la realidad 24 horas al día.
—¿Qué tienes en mente escribir próximamente?
—Estoy acabando ahora mismo una historia que se localiza en la misma zona de Las tres muertes de Sarah Colbert. Me he enamorado de ese condado y voy a seguir por allí un tiempo. Es lo único que te puedo decir, de momento.
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