Miguel Delibes: Las guerras de nuestros antepasados
Idioma original: castellanoAño de publicación: 1975Valoración: Muy recomendableMiguel Delibes tiene unas cuantas reseñas en este blog, con algunas valoraciones muy positivas y otras no tanto, un poco de todo. En el comentario a una de esas entradas dije algo así como que no era uno de mis autores favoritos, y es cierto, quizá porque en la pequeña parte de su obra que conozco pesaba, en mi opinión en exceso, el elemento rural. Que es cierto que Delibes describe como pocos el paisaje castellano, y tiene una capacidad inigualable para entender a personajes muy pegados a la tierra, gentes sencillas del campo cuyo lenguaje, y diríamos cuya alma, traslada a las páginas de sus libros, siempre desde la ternura y una pizca de humor. Pero, aun admitiendo sus virtudes, personalmente el apego a ese mundo me resultaba más bien poco atractivo.Pues he aquí que Las guerras de nuestros antepasados nos sitúa de nuevo, en plan inmersión total, en ese entorno, con sus peleas entre aldeas vecinas, y los trabajos en frutales y colmenas. Pero no solo estamos en el mundo rural sino también en una atmósfera fuertemente arcaica en la que el protagonismo lo tienen los varones que personifican las tres generaciones de una misma familia. El bisabuelo, el abuelo y el padre, todos cortados por el mismo patrón, cuya referencia fundamental son las guerras que tocó vivir a cada uno: la Carlista, la de África y la Guerra civil. Se supone que todo hombre, antes o después, tiene (o debe tener) su guerra, en la que debe mostrar su valor a base clavar la bayoneta o, en su defecto, derribando enemigos a tiros. El problema es que la saga continúa por el lado masculino en un joven muy metafóricamente llamado Pacífico. Este chico no solo ha absorbido las enseñanzas de su tío Paco (observar la naturaleza, detectar el diferente lenguaje de los ríos, desentenderse de las pugnas aldeanas), sino que desde pequeño muestra una sensibilidad fuera de lo común: siente dolor en los dedos cuando se poda un árbol, o en la garganta cuando se pesca una trucha.Delibes ya nos ha presentado el cuadro básico del relato, el contraste entre la barbarie primitiva y algo que, más que con la modernidad, tiene que ver con la humanidad, una forma diferente de ver el mundo y moverse por él. Otros personajes intervendrán en esa dicotomía, aunque no todo va a ser tan lineal como podría pensarse, y con la misma habilidad con que se ha presentado el conflicto Delibes conduce la narración por caminos no exentos de contradicciones, porque en el mismo personaje en que brota esa sensibilidad exacerbada surge de improviso una frialdad insospechada en momentos clave. Quizá porque en el fondo la sangre familiar termina imponiendo su sello.El formato utilizado es también un elemento fundamental: al exponerse la historia a través de una especie de entrevista a la que un psiquiatra penitenciario somete a Pacífico, el autor consigue varios objetivos. El primero, liberar al personaje principal para que pueda expresarse sin cortapisas en su lenguaje coloquial, de pueblo, con todos los registros que Delibes domina a la perfección, un efecto que difícilmente se conseguiría con un narrador omniscente, y que resultaría poco creíble en una confesión o en unas memorias, donde seguro perdería la frescura y la espontaneidad. Pero además permite otros logros interesantes, como jugar con el contraste con el lenguaje más culto y urbano del médico entrevistador, o abrir hueco a pequeños cortocircuitos en la comunicación y brotes de humor que dan a la relato vivacidad y subrayan la distancia entre los dos mundos que representan los interlocutores.Episodios sorprendentes como el manzano que da frutos en invierno, el suicidio de un jabalí, la lluvia de ostias (sagradas) alrededor de la abuela mística, o el fusilamiento ritual de un perro bordean en ocasiones el realismo mágico, como la disparatada fuga de un penal parece parodiar, sin perder dramatismo, cierta literatura carcelaria. Muchos elementos, reunidos y mezclados con suma destreza, que dan lugar a un libro realmente sobresaliente que, al menos a mí, me ha llevado a valorar a Delibes unos cuantos escalones por encima de mis posiciones iniciales.Otras obras de Miguel Delibes reseñadas en ULAD: aquí

Año de publicación: 1975
Valoración: Muy recomendable
Miguel Delibes tiene unas cuantas reseñas en este blog, con algunas valoraciones muy positivas y otras no tanto, un poco de todo. En el comentario a una de esas entradas dije algo así como que no era uno de mis autores favoritos, y es cierto, quizá porque en la pequeña parte de su obra que conozco pesaba, en mi opinión en exceso, el elemento rural. Que es cierto que Delibes describe como pocos el paisaje castellano, y tiene una capacidad inigualable para entender a personajes muy pegados a la tierra, gentes sencillas del campo cuyo lenguaje, y diríamos cuya alma, traslada a las páginas de sus libros, siempre desde la ternura y una pizca de humor. Pero, aun admitiendo sus virtudes, personalmente el apego a ese mundo me resultaba más bien poco atractivo.
Pues he aquí que Las guerras de nuestros antepasados nos sitúa de nuevo, en plan inmersión total, en ese entorno, con sus peleas entre aldeas vecinas, y los trabajos en frutales y colmenas. Pero no solo estamos en el mundo rural sino también en una atmósfera fuertemente arcaica en la que el protagonismo lo tienen los varones que personifican las tres generaciones de una misma familia. El bisabuelo, el abuelo y el padre, todos cortados por el mismo patrón, cuya referencia fundamental son las guerras que tocó vivir a cada uno: la Carlista, la de África y la Guerra civil. Se supone que todo hombre, antes o después, tiene (o debe tener) su guerra, en la que debe mostrar su valor a base clavar la bayoneta o, en su defecto, derribando enemigos a tiros. El problema es que la saga continúa por el lado masculino en un joven muy metafóricamente llamado Pacífico. Este chico no solo ha absorbido las enseñanzas de su tío Paco (observar la naturaleza, detectar el diferente lenguaje de los ríos, desentenderse de las pugnas aldeanas), sino que desde pequeño muestra una sensibilidad fuera de lo común: siente dolor en los dedos cuando se poda un árbol, o en la garganta cuando se pesca una trucha.
Delibes ya nos ha presentado el cuadro básico del relato, el contraste entre la barbarie primitiva y algo que, más que con la modernidad, tiene que ver con la humanidad, una forma diferente de ver el mundo y moverse por él. Otros personajes intervendrán en esa dicotomía, aunque no todo va a ser tan lineal como podría pensarse, y con la misma habilidad con que se ha presentado el conflicto Delibes conduce la narración por caminos no exentos de contradicciones, porque en el mismo personaje en que brota esa sensibilidad exacerbada surge de improviso una frialdad insospechada en momentos clave. Quizá porque en el fondo la sangre familiar termina imponiendo su sello.
El formato utilizado es también un elemento fundamental: al exponerse la historia a través de una especie de entrevista a la que un psiquiatra penitenciario somete a Pacífico, el autor consigue varios objetivos. El primero, liberar al personaje principal para que pueda expresarse sin cortapisas en su lenguaje coloquial, de pueblo, con todos los registros que Delibes domina a la perfección, un efecto que difícilmente se conseguiría con un narrador omniscente, y que resultaría poco creíble en una confesión o en unas memorias, donde seguro perdería la frescura y la espontaneidad. Pero además permite otros logros interesantes, como jugar con el contraste con el lenguaje más culto y urbano del médico entrevistador, o abrir hueco a pequeños cortocircuitos en la comunicación y brotes de humor que dan a la relato vivacidad y subrayan la distancia entre los dos mundos que representan los interlocutores.
Episodios sorprendentes como el manzano que da frutos en invierno, el suicidio de un jabalí, la lluvia de ostias (sagradas) alrededor de la abuela mística, o el fusilamiento ritual de un perro bordean en ocasiones el realismo mágico, como la disparatada fuga de un penal parece parodiar, sin perder dramatismo, cierta literatura carcelaria. Muchos elementos, reunidos y mezclados con suma destreza, que dan lugar a un libro realmente sobresaliente que, al menos a mí, me ha llevado a valorar a Delibes unos cuantos escalones por encima de mis posiciones iniciales.
Otras obras de Miguel Delibes reseñadas en ULAD: aquí