UNO DE LOS NUESTROS – Willa Cather
Uno de los nuestros cuenta la historia de Claude Wheeler, un chico de Nebraska hijo de un granjero muy bestia y una ex-profesora muy culta. En el Medio Oeste americano de principios de siglo XX no hay gran cosa que hacer: puedes acumular tierras (como papá Wheeler), puedes trabajar los campos (como casi todos sus […]

Uno de los nuestros cuenta la historia de Claude Wheeler, un chico de Nebraska hijo de un granjero muy bestia y una ex-profesora muy culta. En el Medio Oeste americano de principios de siglo XX no hay gran cosa que hacer: puedes acumular tierras (como papá Wheeler), puedes trabajar los campos (como casi todos sus vecinos, como su hijo Claude) y, en general, puedes ver pasar la vida sin esperar gran cosa de ella. Te casas, si tienes suerte, con una persona adecuada; si no, te aguantas y vuelcas tus esperanzas en la cantidad de dinero que sacarás al año que viene si el frío no echa a perder la cosecha, si llueve lo que tiene que llover y poco más.
En su granja o en su pueblo Claude escucha historias que hablan de un pasado que, como suele acostumbrar, siempre fue más duro pero, en cierto sentido, también más benévolo; cuando apenas había máquinas y la gente se echaba una mano cada vez que era menester. A veces visita a su mejor amigo, que es alemán, y se asombra de lo distinta que es aquella familia de la suya, de la energía que vibra en todos ellos, y eso que viven rozando casi casi la pobreza. Claude también escucha los chismes que se cuentan en el pueblo sobre esta chica o aquella, la que es demasiado simpática o la que derrocha demasiado, y pone sus miras en otra cuyo sueño está justo al otro lado del globo.
Pasan los años y Claude, con ese nombre pomposo suyo que tantas ínfulas proclama, se siente fuera de lugar. Hasta que un día las noticias de la guerra en Europa llegan a aquel rincón suyo en Nebraska, y decide alistarse para encontrar, quizá, lo que busca, lo que siempre ha buscado sin saberlo.
Willa Cather es una de esas escritoras de open lands que tan bien supieron retratar el ambiente del medio -y lejano- oeste. Sus novelas están llenas de espacios infinitos de color verde pradera o amarillo trigo, huelen a lluvia y a viento y están pobladas por gentes sencillas y ásperas que se desloman de sol a sol y pueden resultar frágiles, brutales y entrañables al mismo tiempo. Y es que el tema de los personajes no es menor, ni en su obra en general ni en esta novela en concreto. Sentía predilección por los inmigrantes centroeuropeos, rudos y tenaces, pero era capaz de bucear bajo la superficie y dibujar unos perfiles llenos de matices, tanto en sus protagonistas como en los secundarios.
Y, ¿qué decir de las formas? Uno de los nuestros es una novela que se desliza; la narración de Cather transcurre plácida pero vigorosa, sin prisas, sin grandes altibajos. Es sólida y magnífica y honesta y transmite añoranza; es plástica, rotunda y, en ocasiones, hasta poética. Que nadie busque impactos, giros de guion imprevistos o tramas febriles; no las encontrará. Lo que hay es la clásica historia del viaje del héroe, el aprendizaje, la lucha y el hallazgo; una novela con mayúsculas para disfrutar de la primera a la última página.
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Willa Cather, Uno de los nuestros, traducción de Beatriz Bejarano del Palacio. Madrid, Nórdica Ediciones, 2013, 493 págs.