Fernanda Trías. El monte de las furias.
Penguin Random House, 2025. 242 páginas. Una mujer cuida el acceso a una montaña. En una soledad rodeada de naturaleza y una niebla omnipresente escribe en unos cuadernos su historia, mientras hace frente a sus venenos, su relación con el Celador, que vive más abajo, y a ciertos imprevistos que trastocan su existencia. Mantiene la excelencia del lenguaje que ya tenía en Mugre rosa, alcanzando cotas todavía más altas, y la trama está llena de imágenes poderosas y un trasfondo desolador que se te introduce por dentro y te congela el alma. La relación de la protagonista con su madre, con la muerte, con el Celador al que se somete, la idea de maternidad… todo nos arma un rompecabezas tan bien construído como demoledor. Una lectura excelente para comenzar el año. Librazo. Muy bueno. Ahora ya no se siente blanda y expectante, sino áspera y vieja> la piel dura de tanta erosión, lluvia y alumbramiento. Mira hacia abajo y ve: una mujer una casa un hombre. La mujer sube y baja; la mujer duerme. El hombre come; el hombre sube y baja; el hombre duerme. La niebla sube y baja; va envolviendo la montaña con su abrazo tenue, nada asfixiante,... The post Fernanda Trías. El monte de las furias. first appeared on Cuchitril Literario.
Penguin Random House, 2025. 242 páginas.
Una mujer cuida el acceso a una montaña. En una soledad rodeada de naturaleza y una niebla omnipresente escribe en unos cuadernos su historia, mientras hace frente a sus venenos, su relación con el Celador, que vive más abajo, y a ciertos imprevistos que trastocan su existencia.
Mantiene la excelencia del lenguaje que ya tenía en Mugre rosa, alcanzando cotas todavía más altas, y la trama está llena de imágenes poderosas y un trasfondo desolador que se te introduce por dentro y te congela el alma. La relación de la protagonista con su madre, con la muerte, con el Celador al que se somete, la idea de maternidad… todo nos arma un rompecabezas tan bien construído como demoledor.
Una lectura excelente para comenzar el año. Librazo.
Muy bueno.
Ahora ya no se siente blanda y expectante, sino áspera y vieja> la piel dura de tanta erosión, lluvia y alumbramiento. Mira hacia abajo y ve: una mujer una casa un hombre. La mujer sube y baja; la mujer duerme. El hombre come; el hombre sube y baja; el hombre duerme. La niebla sube y baja; va envolviendo la montaña con su abrazo tenue, nada asfixiante, y luego cae a la tierra y se convierte en lo que siempre fue.
¿Cuándo apareció allí esa mujer? Imposible estar al tanto de todo, si ni siquiera en las noches el movimiento se detiene: allá en la punta ha nacido otro helecho; allá más lejos ha muerto otra liebre –se apresta a ser chupada por la tierra . La montaña masticará sus huesitos de nada, sorberá el jugo de su carne. Pero todavía no. La podredumbre ya empieza a sentirse (ese también es el perfume de la montaña). Ahora las moscas huelen el cadáver a varios kilómetros y emprenden el vuelo. Llegan a poner sus huevos, que ya se convierten en larvas, miles de larvas blancas cubriendo la carne. Comerán hasta hartarse. Y luego vendrán los escarabajos de la muerte a clavar sus poderosas mandíbulas. El hervidero de insectos necrófagos le dará a la liebre una apariencia de movimiento. ¿Está viva la liebre mientras su carne se agita? Y cuando ya no quede más que un montoncito de huesos, quizá un resto de cuero duro, será el turno de la montaña. Ella hace todo eso y al mismo tiempo no hace nada. Es como los hombres cuando respiran: no necesitan pensamiento. Los hombres están hechos de miedo; eso lo sabe la montaña. Mientras que ella está hecha de tiempo.
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