‘Ballerina’, Ana de Armas intenta expandir el fenómeno ‘John Wick’ con una película perezosa y trasnochada
La actriz se incorpora a la saga de acción junto a Keanu Reeves en un espectáculo tan lleno de violencia absurda como carente de ideas provechosas con las que mantener el interésCuando Ana de Armas se transformó en Marilyn: “Se la encasilló en una imagen infantil pero sexualizada” El debate sobre la violencia en los videojuegos ha sido atendido ocasionalmente por los propios videojuegos, siendo Hotline Miami en 2012 uno de los que ha hecho apuntes más nutritivos. Esta pequeña obra independiente permite sumergirse en una sangrienta violencia gracias al ritmo frenético, la alocada variedad de situaciones y la música ochentera, para que al terminar cada fase esta última se apague y el jugador pueda reflexionar, en un silencio lúgubre, sobre lo que ha acabado de hacer mientras se dirige al siguiente destino. Tan influyente fue Hotline Miami como para que ocho años después un videojuego mucho más mainstream, The Last of Us II, le hiciera un guiño. Puesto que el juego de Naughty Dog quería reflexionar sobre el ciclo de la venganza —tal y como hemos podido revisar en la segunda temporada de HBO—, parecía oportuno homenajear a Hotline Miami, siendo algo más difícil aclarar qué pretendía el director Chad Stahelski cuando, en 2023, se marcó una jugada parecida para John Wick 4. En una de sus extensas secuencias de acción, los avances de Keanu Reeves mientras aniquilaba enemigos eran visualizados en perspectiva cenital, tal y como ocurre en los niveles de Hotline Miami. Fue un guiño celebrado por el público gamer, si bien parecía oportuno reflexionar qué había sido de la intención crítica original de Dennaton Games al dar pie a otro de tantos enfrentamientos pirotécnicos de una famosa saga de Hollywood. Es difícil captar un mínimo pensamiento sobre la violencia en John Wick. Todo empezó con la traumática muerte de un perro, pero no parece suficiente para estropear la alegría desprejuiciada con la que esta saga inaugurada en 2014 dispensa acción y ejecuciones masivas. Al percibirse un vínculo con Hotline Miami llegada John Wick 4, es inevitable deducir que lo que una vez fue un pensamiento incómodo, una inquietud artística contra las convenciones del medio, se ha convertido en algo simplemente “molón”. El desconcierto aumenta cuando ahora, en una escena de Ballerina, vemos a Ana de Armas abandonar un lugar rodeada de cadáveres tras la correspondiente matanza. Y nos reencontramos con Hotline Miami, solo que sin remordimiento alguno. John Wick somete a Hollywood Cabe añadir, en rigor, que Stahelski ya se pronunció sobre esta secuencia de John Wick 4, queriendo desactivar él mismo cualquier pretensión intelectual. Para empezar, porque al final no era Hotline Miami lo que estaba homenajeando ese tiro de cámara sino, según reveló, otro juego más reciente y festivo titulado The Hong Kong Massacre (2019). Este fue todo el razonamiento que llevó a utilizar el dichoso plano: “Si grababa desde arriba se iban a dibujar unas líneas muy chulas con los fogonazos de los disparos, y si conseguía un parpadeo adecuado… todo luciría genial”, dijo. Un poco lo de siempre: la atolondrada honestidad de los cineastas imponiéndose a la necesidad de la crítica de establecer líneas de discurso que enriquezcan la superficie del audiovisual. Mientras John Wick no deja de establecer un obvio puente con los videojuegos que seguimos tratando de desentrañar —quizá este se limite al total vaciado de compromisos narrativos para permitir que el movimiento sea el único motor definido, al estilo de Super Mario—, la saga de Lionsgate ha ido expandiéndose y ganando dinero con una fórmula simplísima, de la que Ballerina es el enésimo destilado. Antes tuvimos cuatro películas y una miniserie para Amazon, The Continental. Y, planeando sobre todo esto, una reivindicación de los dobles de acción y la tradición asiática: dos nociones finalmente mucho más significativas para comprender John Wick que los videojuegos. A la estela de la producción indonesia Redada asesina, en 2011, Hollywood empezó a poner el foco en los especialistas para, recurriendo a tomas más largas y diáfanas, apartarse de las limitaciones que iban mostrando el CGI y el corte-como-solución-para-todo. La nueva espectacularidad no radicaba en el realismo sino en la reforzada intensidad de la lucha cuerpo a cuerpo, y de cara a exprimirla a la industria le convenía recurrir a los propios profesionales —que como David Leitch y el propio Stahelski saltaban a dirigir— o incluso importar los talentos originarios de fuera de EEUU.

La actriz se incorpora a la saga de acción junto a Keanu Reeves en un espectáculo tan lleno de violencia absurda como carente de ideas provechosas con las que mantener el interés
Cuando Ana de Armas se transformó en Marilyn: “Se la encasilló en una imagen infantil pero sexualizada”
El debate sobre la violencia en los videojuegos ha sido atendido ocasionalmente por los propios videojuegos, siendo Hotline Miami en 2012 uno de los que ha hecho apuntes más nutritivos. Esta pequeña obra independiente permite sumergirse en una sangrienta violencia gracias al ritmo frenético, la alocada variedad de situaciones y la música ochentera, para que al terminar cada fase esta última se apague y el jugador pueda reflexionar, en un silencio lúgubre, sobre lo que ha acabado de hacer mientras se dirige al siguiente destino. Tan influyente fue Hotline Miami como para que ocho años después un videojuego mucho más mainstream, The Last of Us II, le hiciera un guiño.
Puesto que el juego de Naughty Dog quería reflexionar sobre el ciclo de la venganza —tal y como hemos podido revisar en la segunda temporada de HBO—, parecía oportuno homenajear a Hotline Miami, siendo algo más difícil aclarar qué pretendía el director Chad Stahelski cuando, en 2023, se marcó una jugada parecida para John Wick 4. En una de sus extensas secuencias de acción, los avances de Keanu Reeves mientras aniquilaba enemigos eran visualizados en perspectiva cenital, tal y como ocurre en los niveles de Hotline Miami. Fue un guiño celebrado por el público gamer, si bien parecía oportuno reflexionar qué había sido de la intención crítica original de Dennaton Games al dar pie a otro de tantos enfrentamientos pirotécnicos de una famosa saga de Hollywood.
Es difícil captar un mínimo pensamiento sobre la violencia en John Wick. Todo empezó con la traumática muerte de un perro, pero no parece suficiente para estropear la alegría desprejuiciada con la que esta saga inaugurada en 2014 dispensa acción y ejecuciones masivas. Al percibirse un vínculo con Hotline Miami llegada John Wick 4, es inevitable deducir que lo que una vez fue un pensamiento incómodo, una inquietud artística contra las convenciones del medio, se ha convertido en algo simplemente “molón”. El desconcierto aumenta cuando ahora, en una escena de Ballerina, vemos a Ana de Armas abandonar un lugar rodeada de cadáveres tras la correspondiente matanza. Y nos reencontramos con Hotline Miami, solo que sin remordimiento alguno.
John Wick somete a Hollywood
Cabe añadir, en rigor, que Stahelski ya se pronunció sobre esta secuencia de John Wick 4, queriendo desactivar él mismo cualquier pretensión intelectual. Para empezar, porque al final no era Hotline Miami lo que estaba homenajeando ese tiro de cámara sino, según reveló, otro juego más reciente y festivo titulado The Hong Kong Massacre (2019). Este fue todo el razonamiento que llevó a utilizar el dichoso plano: “Si grababa desde arriba se iban a dibujar unas líneas muy chulas con los fogonazos de los disparos, y si conseguía un parpadeo adecuado… todo luciría genial”, dijo.
Un poco lo de siempre: la atolondrada honestidad de los cineastas imponiéndose a la necesidad de la crítica de establecer líneas de discurso que enriquezcan la superficie del audiovisual. Mientras John Wick no deja de establecer un obvio puente con los videojuegos que seguimos tratando de desentrañar —quizá este se limite al total vaciado de compromisos narrativos para permitir que el movimiento sea el único motor definido, al estilo de Super Mario—, la saga de Lionsgate ha ido expandiéndose y ganando dinero con una fórmula simplísima, de la que Ballerina es el enésimo destilado. Antes tuvimos cuatro películas y una miniserie para Amazon, The Continental.
Y, planeando sobre todo esto, una reivindicación de los dobles de acción y la tradición asiática: dos nociones finalmente mucho más significativas para comprender John Wick que los videojuegos. A la estela de la producción indonesia Redada asesina, en 2011, Hollywood empezó a poner el foco en los especialistas para, recurriendo a tomas más largas y diáfanas, apartarse de las limitaciones que iban mostrando el CGI y el corte-como-solución-para-todo. La nueva espectacularidad no radicaba en el realismo sino en la reforzada intensidad de la lucha cuerpo a cuerpo, y de cara a exprimirla a la industria le convenía recurrir a los propios profesionales —que como David Leitch y el propio Stahelski saltaban a dirigir— o incluso importar los talentos originarios de fuera de EEUU.
Alrededor del sello John Wick han despuntado productoras —87North de los citados Leitch y Stahelski, orquestando la definitiva carta de amor a la profesión que fue El especialista de Ryan Gosling en 2024—, los susodichos dobles ascendidos a directores —Sam Hargrave dirigiendo Tyler Rake para Netflix— y cineastas extranjeros a la conquista de Hollywood —el indonesio Timo Thjajanto haciéndose cargo de la inminente secuela de Nadie, escrita por el mismo Derek Kolstad que ideó el universo Wick—. También variaciones de la fórmula que juegan a matizar la masculinidad crispada del personaje de Reeves, respaldando igualmente esta cantera de talentos.
Es a esta tendencia a la que pertenece Ballerina. Antes de la película de Ana de Armas, en 2017 Leitch había dirigido Atómica con Charlize Theron (y las coreografías del mencionado Hargrave) teniendo fresquísimo el primer John Wick. Luego Kate, producida por la misma 87North, nos presentó a Mary Elizabeth Winstead como heroína de acción enfrentándose a la yakuza japonesa entre neones. Y un año después, en 2022, Joey King pasó de ser un ídolo adolescente por Mi primer beso a repartir estopa con tomas continuas en La princesa: filme actualmente desaparecido del streaming que dirigía un vietnamita especializado en artes marciales, Le-Van Kiet.
Que las mujeres ocupen el centro de la trama no implica un cambio sustancioso en la estética de este cine; lo que prima siempre es lo absorbente de las coreografías y la verosimilitud de los golpes, ajustándose a las especificidades que requiera cada planteamiento. En el caso de John Wick lo fundamental es ese universo comiquero de asesinos a sueldo y el deseo por ir enriqueciendo su mitología. Se da el caso, entonces, que Ballerina ni siquiera fue concebida en principio como parte de la saga. Shay Hatten la escribió en 2017 inspirándose en un anuncio de John Wick 2 que acababa de ver, y luego tuvo la suerte de que Lionsgate le pidiera moldear la historia para poder utilizarla.
Una apuesta continuista
Con todo, las expectativas con Ballerina no han sido todo lo halagüeñas que debieran. Después de que este cuerpo especial de asesinas fuera introducido en John Wick 3 amplificando la ocurrencia de Hatten, Lionsgate puso a cargo del futuro spin-off femenino al director Len Wiseman. Tras inaugurar la saga Underworld y coquetear con intimidantes propiedades intelectuales —en la cuarta entrega de La jungla de cristal con buena fortuna, no tanta con su remake de Desafío total—, Wiseman accedió a incorporarse a una saga cuyo estándar de realización estaba más que claro. A medida que transcurrió el rodaje, Wiseman demostró no encajar bien con este modelo.
O al menos esa impresión dio con la andanada de rumores y filtraciones de 2024. Transcurridos ya tres años desde que había empezado la producción, se extendió la noticia de que Lionsgate había tenido que rodar buena parte de la película de nuevo en Praga, tras unas primeras proyecciones desastrosas. Había recuperado para ello al perfil más seguro, Chad Stahelski, teniendo Wiseman que quedarse de brazos cruzados durante la sucesión de algo que, según el actor Ian McShane, ya no eran reshoots sino “new shoots”. No es exactamente la versión oficial de Lionsgate (que defiende que Wiseman tuvo que ser reemplazado brevemente por una enfermedad), pero lo que importa es que el resultado final es otra película pura y dura de John Wick.
¿Es esto positivo? Lo es en la medida que Ballerina ofrece suficientes asideros para que la experiencia de los fans sea satisfactoria: por un lado por la cantidad de personajes de las películas anteriores que reaparecen —McShane, Lance Reddick en su última actuación antes de morir, Keanu Reeves ocupando un tiempo considerable en pantalla en lo que huele a la mayor y más desesperada adición de los new shoots—, y por otro por la familiaridad de las secuencias de acción. Ana de Armas se sumerge sin problemas en los largos y sangrientos enfrentamientos típicos de la saga, con ocasionales concesiones al humor negro o a la chorrada adolescente —en cierto momento hay un duelo a lanzallamas—, que tampoco son desvíos muy drásticos para lo acostumbrado.
Al fin y al cabo, a John Wick le ha ido ganando la autoconsciencia a medida que se sucedían las películas. La interiorización, por decirlo de otra manera, del proceloso vacío sobre el que se levanta su espectáculo, que llegada la tan citada cuarta parte acababa dando pie a estampas casi paródicas. El clímax de John Wick 4 hallaba a Reeves subiendo penosamente las escaleras de la Basílica del Sagrado Corazón de París sin dejar de asesinar secuaces: la rutina, la inercia de no poder parar de hacer lo mismo, se intensificaba con la pesada acumulación de escalones, contagiando un cansancio que, por muy reflexivo que pudiera ser, aniquilaba las posibilidades lúdicas de la franquicia.
Pasa algo parecido en Ballerina. Tras unos intentos totalmente fallidos de darle profundidad al personaje de Eve Macarro contando su pasado, el film se agazapa sobre una agotadora sucesión de peleas, de la que se puede elogiar la entrega física de De Armas sin que a la larga esto suponga un factor diferencial. Da igual Wick, da igual Ballerina, porque en esta saga no hay personajes ni inquietudes. Y la violencia no solo es plana sino, lo que es peor, nadie parece disfrutar con ella.