Hijo predilecto
Valladolid ha querido corresponder a la generosidad de quien desde los cuatro años vive en la ciudad y desde los veinte (hasta sus 78 actuales) trabaja para perpetuar la llamada cultura popular; es decir, el folklore de Castilla y León y de la provincia pisuergana en sus múltiples manifestaciones. Joaquín Díaz ha aportado una treintena... Leer más La entrada Hijo predilecto aparece primero en Zenda.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Valladolid organizó un acto de los denominados “de campanillas y repicar gordo” para nombrar Hijo Predilecto de la ciudad al etnólogo, académico, cantor (lo es en más de cien discos de larga duración) y zamorano de nacencia Joaquín Díaz.
Joaquín Díaz ha aportado una treintena de libros, varios centenares de artículos de prensa, numerosas conferencias y exposiciones monográficas, y más de cien discos “elepés” registrados por diferentes sellos discográficos (del tiempo del vinilo). Y ha sido recompensado, sin mediación de subsecretario ni ministro alguno, como académico de la Real Academia de San Fernando, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, y como receptor de la Medalla de Oro de la provincia, amén de ser Miembro del International Council for Traditional Music, y de la Galpin Society de Londres.
Han sido motivo de su estudio y grabación discográfica el romancero español, los temas sefardíes, los cuentos y leyendas, los pliegos de cordel y las coplas de ciego, entre otra mercancía, abundante y olvidada, que tuvo en Joaquín Díaz a un minucioso analista e interprete.
Lo que no sabe la gente (es decir, nosotros, que somos gente) es que Joaquín abandonó la ciudad para afincarse en un pueblo, Urueña, y residir en la casona de la Mayorazga, de la calle Real, donde se encuentra instalado el Centro Etnográfico que dirige. Ahí vive el infatigable Joaquín Díaz, no como un ermitaño, porque su casa no es una ermita (aunque la tiene de prestado), pero sí como un monje de casona solariega y reloj de sol. Me cuentan que amanece a diario coincidiendo con el canto del gallo, para continuar la tarea, dejada en reposo el día anterior a hora tardía, para así recuperar el hilo de la cuestión alrededor de las seis de la mañana, más o menos, cosa que algunos de nosotros seríamos incapaces de soportar. ¿O no?
Y es que no somos capaces de cambiar un radiodespertador por el canto de un gallo campeador. Por lo visto, esa es la vida que hay que llevar para que le hagan a uno, en compensación reconfortante, doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, tras serlo también del Saint Olaf College, de EEUU, como lo fue nuestro amigo en 1985, e incorporar al palmarés honorífico la distinción de Hijo Predilecto de la ciudad de Valladolid.
Uno de los méritos más asombrosos de la labor directiva de Joaquín parece cosa insólita. Me refiero a la creación, en el año 1980, de la Revista de Folklore, que en su número cero llevaba un artículo de Miguel Delibes, entre otros firmados por sus discípulos, y que con frecuencia mensual continúa apareciendo, habiendo alcanzado hace unos días el número 518. Ello significa que han escrito en dicha revista de estudios folklóricos más de 800 autores que han aportado alrededor de 3.100 artículos. Todo esto gratis et amore, sin retribución económica alguna, lo que hace que la supervivencia de dicha publicación sea considerada milagrosa o cosa de ángeles de la guarda (que también saben escribir, sin pedir nada a cambio).
En fin, para rematar este artículo laudatorio sólo se me ocurre definir al personaje con tres cualidades: es inteligente, culto y decente. Me han salido estas palabras como si de un ripio se tratara, pero yo he querido escribirlas como si fuera un verso de arte mayor.
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