Consuma su venganza contra Telecinco: La polémica rajada de Pelayo tras su expulsión en ‘Supervivientes’
El juego cambia cuando se acerca el final. En realities de supervivencia como Supervivientes, hay un punto de inflexión que suele marcar un antes y un después. Es el momento en el que ya no basta con pescar bien o hacer fuego: los concursantes se han conocido lo suficiente como para intuir quién juega limpio ... Leer más

El juego cambia cuando se acerca el final.
En realities de supervivencia como Supervivientes, hay un punto de inflexión que suele marcar un antes y un después. Es el momento en el que ya no basta con pescar bien o hacer fuego: los concursantes se han conocido lo suficiente como para intuir quién juega limpio y quién no. A esto se suma otro ingrediente crucial: empiezan a presentir qué nombres suenan con fuerza fuera de la isla.
Este tramo del concurso es especialmente delicado porque las emociones están a flor de piel. No solo pesa el cansancio físico acumulado, también el desgaste emocional de convivir bajo presión y con cámaras encendidas las 24 horas. Las alianzas se tambalean, los rivales se hacen más visibles y cualquier gesto puede ser interpretado como una traición.
En esa mezcla de intuición, estrategia y nervios, se toman decisiones que pueden marcar el rumbo del reality. Es justo ahí cuando los concursantes ya no solo luchan contra el hambre o el aislamiento, sino contra el miedo a quedarse fuera por un mal cálculo o una mala semana.
Pelayo Díaz cierra su aventura en Honduras.
Ese vértigo lo vivió en carne propia Pelayo Díaz, quien se convirtió en el último expulsado del programa tras un ajustado televoto frente a Álvaro Muñoz Escassi. Su marcha no fue sencilla, pero antes de abandonar la isla, el estilista se enfrentó a una dinámica que suele poner a prueba el instinto de cualquier jugador: ordenar a sus compañeros en función de quién cree que abandonará el concurso y quién se alzará con la victoria.
Con las fotos de los seis supervivientes restantes en sus manos, Pelayo tuvo que trazar su pronóstico final. Pese a dejar claro que no se trataba de una lista basada en deseos personales, sino en intuiciones estratégicas, no dudó al señalar a Álvaro como su apuesta para el próximo expulsado. A su juicio, el jinete había dado señales de desgaste y ganas de volver a casa.
Sin embargo, la realidad le llevó la contraria de inmediato: Jorge Javier le informó de que Escassi no solo seguía en el concurso, sino que había conseguido el collar de líder. Esa victoria le garantizaba inmunidad durante la semana, desbaratando por completo la predicción de Pelayo.
El ranking de un expulsado con corazón dividido.
Una vez descartado Álvaro, Pelayo reorganizó su podio. Situó a Makoke en el quinto lugar, seguida por Damián Quintero como cuarto finalista. A partir de ahí, su quiniela tomó tintes más emocionales: el tercer lugar fue para Anita Williams, a la que reconoció como una gran competidora, mientras que Montoya se llevó la medalla de plata.
Su favorito para la victoria final fue Borja González, a quien colocó en lo más alto del ranking. Según Pelayo, el valenciano ha sabido combinar fuerza, carisma y estrategia sin perder nunca el foco. Un perfil que, en este tipo de concursos, suele ser premiado por el público.
Pero, como ocurre en Supervivientes, a veces el corazón contradice a la cabeza. Y Pelayo no quiso marcharse sin compartir también su deseo más sincero. Aunque su predicción situaba a Borja como vencedor, reconoció sentirse dividido entre Damián y Makoke a nivel personal.
Un adiós con sabor a hermandad.
Finalmente, fue Damián quien ocupó ese lugar especial en su corazón. Pelayo confesó que había encontrado en él a un auténtico compañero de batalla, alguien con quien compartir silencios, risas y desahogos. Esa conexión emocional, más allá del juego, fue lo que terminó de convencerle.
Con su maleta hecha y la despedida en el horizonte, el estilista cerró su paso por el concurso no solo como jugador, sino como testigo de un proceso humano. Porque Supervivientes no solo mide la resistencia física, también deja al descubierto vínculos, heridas y lealtades.
Y así, con la mirada puesta en quienes siguen en la isla, Pelayo regresó a España dejando atrás la arena, el fuego y las pruebas, pero llevándose consigo una experiencia que, como él mismo dijo, «no cabe en una sola maleta».