Adolfo Bioy Casares: La aventura de un fotógrafo en La Plata

Idioma original: castellanoAño de publicación: 1985Valoración: Muy recomendableEmpiezo a tener claro que tengo que volver con más frecuencia a autores a lo que tenía un poco arrinconados, más aún si se trata de literatura sudamericana, con su prosa, su lenguaje peculiar (que disfruto más cuanto más marcado) y ese punto de sensibilidad diferencial que trasciende escenarios, argumentos o acento, que yo creo que responde a un punto de vista que se ha hecho autónomo, una especie de epigenética literaria que le confiere un carácter totalmente singular. Al pobre Bioy Casares no solo le tenía un poco perdido entre las estanterías sino que tampoco estaba demasiado cerca de mi top personal, donde habitan varios de sus compatriotas.Esa escasa expectación se cura rápido, en apenas unas páginas, cuando nos presenta la pequeña historia de Nicolás Almanza, un joven fotógrafo que acepta el encargo de obtener imágenes significativas de la ciudad de La Plata. Llega el chico a su destino sintiéndose extranjero, sin apenas dinero, entrando enseguida en contacto con la familia Lombardo, padre y dos hijas de buen ver, que van a ejercer de acompañantes y protectores en una relación que alcanza gran intensidad en un tiempo insólitamente breve. Esta extraña evolución despierta el recelo de todos los personajes con los que se irá relacionando Almanza, que le aconsejan ser cauto y desconfiar, como si ya conocieran a los Lombardo o hubieran vivido situaciones semejantes. Un argumento tan sencillo sirve a Bioy Casares para atraparnos con la misma rapidez. El protagonista está solo, o casi, en una ciudad desconocida, es cierto, pero podría muy bien dedicarse en exclusiva a su trabajo y prescindir de la relación con la peculiar familia. Sin embargo no lo hace, en parte por el atractivo de las hijas, y también por lo algo misteriosos argumentos del padre, pero sobre todo, parece ser, por una especia de obligación autoimpuesta por simple cortesía o buena educación. Es algo que no queda del todo claro, como tampoco por qué todos dan por cierta la maldad de los Lombardo, y esta incertidumbre, el estupor ante una situación confusa, no deja al lector más opción que seguir febrilmente buscando la verdad, un desenlace. Parece que no podemos soportar esa atmósfera permanente de sospecha, y así un relato aparentemente inocuo se convierte en una fuente de dudas. Cómo algo por completo infundado (¿o no?) se puede convertir en motivo de inquietud, por qué ciertos signos, quizá fortuitos, puede que totalmente inanes, pueden provocar miedo y ansiedad, serán preguntas que desde luego podrían contestar algunos propagandistas políticos. Pero si se trata de que esas sensaciones lleguen al lector de una novela el único responsable será el talento del autor, que tiene al mismo tiempo el control para mantener a su personaje principal entero y templado, sin un mal gesto, consciente pero al mismo tiempo voluntariamente ajeno al rumor y la recomendación.De alguna manera todas estas actitudes y situaciones equívocas se resuelven en esas pocas páginas finales tan sorprendentes. Por supuesto que no voy a destripar nada, pero creo que, en la sencillez de ese desenlace, cada lector queda habilitado para aportar una interpretación. Es algo grande ser capaz de dejar que se cierre un relato de esta forma, como una escena de la vida real que, vista desde fuera, presenta tantos interrogantes ¿por qué actúan así? ¿qué pensaban realmente durante su relación? ¿cuál puede ser el futuro cercano de estos personajes? ¿qué ha significado para ellos todo lo que hemos conocido? Si no lo leemos no podremos dar respuesta a estas preguntas. Y si lo leemos, probablemente tampoco, o mejor, podremos dar las nuestras, las de cada lector, todas posibles pero también seguramente equivocadas.Otras obras de Adolfo Bioy Casares reseñadas en ULAD: aquí

May 19, 2025 - 18:20
 0
Adolfo Bioy Casares: La aventura de un fotógrafo en La Plata

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1985

Valoración: Muy recomendable

Empiezo a tener claro que tengo que volver con más frecuencia a autores a lo que tenía un poco arrinconados, más aún si se trata de literatura sudamericana, con su prosa, su lenguaje peculiar (que disfruto más cuanto más marcado) y ese punto de sensibilidad diferencial que trasciende escenarios, argumentos o acento, que yo creo que responde a un punto de vista que se ha hecho autónomo, una especie de epigenética literaria que le confiere un carácter totalmente singular. Al pobre Bioy Casares no solo le tenía un poco perdido entre las estanterías sino que tampoco estaba demasiado cerca de mi top personal, donde habitan varios de sus compatriotas.

Esa escasa expectación se cura rápido, en apenas unas páginas, cuando nos presenta la pequeña historia de Nicolás Almanza, un joven fotógrafo que acepta el encargo de obtener imágenes significativas de la ciudad de La Plata. Llega el chico a su destino sintiéndose extranjero, sin apenas dinero, entrando enseguida en contacto con la familia Lombardo, padre y dos hijas de buen ver, que van a ejercer de acompañantes y protectores en una relación que alcanza gran intensidad en un tiempo insólitamente breve. Esta extraña evolución despierta el recelo de todos los personajes con los que se irá relacionando Almanza, que le aconsejan ser cauto y desconfiar, como si ya conocieran a los Lombardo o hubieran vivido situaciones semejantes. 

Un argumento tan sencillo sirve a Bioy Casares para atraparnos con la misma rapidez. El protagonista está solo, o casi, en una ciudad desconocida, es cierto, pero podría muy bien dedicarse en exclusiva a su trabajo y prescindir de la relación con la peculiar familia. Sin embargo no lo hace, en parte por el atractivo de las hijas, y también por lo algo misteriosos argumentos del padre, pero sobre todo, parece ser, por una especia de obligación autoimpuesta por simple cortesía o buena educación. 

Es algo que no queda del todo claro, como tampoco por qué todos dan por cierta la maldad de los Lombardo, y esta incertidumbre, el estupor ante una situación confusa, no deja al lector más opción que seguir febrilmente buscando la verdad, un desenlace. Parece que no podemos soportar esa atmósfera permanente de sospecha, y así un relato aparentemente inocuo se convierte en una fuente de dudas. 

Cómo algo por completo infundado (¿o no?) se puede convertir en motivo de inquietud, por qué ciertos signos, quizá fortuitos, puede que totalmente inanes, pueden provocar miedo y ansiedad, serán preguntas que desde luego podrían contestar algunos propagandistas políticos. Pero si se trata de que esas sensaciones lleguen al lector de una novela el único responsable será el talento del autor, que tiene al mismo tiempo el control para mantener a su personaje principal entero y templado, sin un mal gesto, consciente pero al mismo tiempo voluntariamente ajeno al rumor y la recomendación.

De alguna manera todas estas actitudes y situaciones equívocas se resuelven en esas pocas páginas finales tan sorprendentes. Por supuesto que no voy a destripar nada, pero creo que, en la sencillez de ese desenlace, cada lector queda habilitado para aportar una interpretación. Es algo grande ser capaz de dejar que se cierre un relato de esta forma, como una escena de la vida real que, vista desde fuera, presenta tantos interrogantes ¿por qué actúan así? ¿qué pensaban realmente durante su relación? ¿cuál puede ser el futuro cercano de estos personajes? ¿qué ha significado para ellos todo lo que hemos conocido? Si no lo leemos no podremos dar respuesta a estas preguntas. Y si lo leemos, probablemente tampoco, o mejor, podremos dar las nuestras, las de cada lector, todas posibles pero también seguramente equivocadas.

Otras obras de Adolfo Bioy Casares reseñadas en ULADaquí