Del traje de luces al traje de rayas: la sastrería de la composición de palabras
Los hablantes sabemos mucho más de lo que creemos sobre los llamados “compuestos sintagmáticos preposicionales”. Para los aprendices extranjeros de español son más complicadosArchiletras | Todo es lengua - Palabras con historia: turista De toda la tela que nos queda por cortar en la sastrería de la composición en español, nos vamos a detener en los pomposamente denominados “compuestos sintagmáticos preposicionales”. Será una buena piedra de toque para que un cabeza de chorlito como yo tenga su bautismo de fuego en este complejo asunto. Y todo ello a pesar de que aquí no hay piedra alguna ni cabeza alguna ni bautismo alguno. Nada diremos ahora ni de los “compuestos ortográficos o léxicos” (abrelatas, malvivir, agridulce, pelirrojo) ni de los “compuestos con temas grecolatinos” (logopeda, ecosistema, musicólogo). De los primeros ya hemos hablado en esta sabia revista, y de los últimos esperamos tratar en no lejanos números de la misma. ¿Qué son los compuestos sintagmáticos? Pues, básicamente, agrupaciones de palabras que se comportan como los compuestos (forman unidad solidaria y tienen significado único), pero cuyos componentes no están gráficamente unidos. Son de muy diverso tipo y color (carne de cañón, perro pastor, niño prodigio, amarillo limón), pero, para ir pasito a pasazo, nos centraremos hoy en una de estas subclases: los compuestos sintagmáticos preposicionales. El asunto es tan interesante que se nos va a poner la piel de gallina. Para este traje vamos a dejar las cosas –acerico en mano– cosidas con alfileres. Voy marcando costuras, sisas y dobladillos… y cada uno ya se abrochará los botones que le caigan más elegantes según panza y bonanza. Aunque el dilecto lector crea que nada sabe del asunto, esa intuición es más bien falsa. Este escribidor tiene muy claro que usted se da cuenta de que hay diferencias entre los primeros y los segundos ejemplos en estas frases: a) A enemigo que huye, puente de plata. A la entrada de Zaragoza, hay un puente de piedra. b) Luchar contra el paro es nuestro caballo de batalla. Me compré un caballo de color marrón. c) En el concierto se me puso la piel de gallina. Tiene piel típica de bebé. d) Con la edad, le han salido patas de gallo. En ese almacén, venden patas de mesa. e) El torero vestía un pomposo traje de luces. Arsenio lleva un favorecedor traje de rayas. En estas oraciones, aparecen a veces simples combinaciones que dan lugar a sintagmas (no compuestos) cuyo significado es claro y deducible de la relación establecida entre sus miembros: puente de piedra, caballo de color marrón, piel típica de bebé, patas de mesa, traje de rayas. En los otros casos, los fragmentos conforman compuestos sintagmáticos de significado unitario e idiosincrásico: puente de plata (‘lo que facilita una solución a quien se encuentra en una dificultad’), caballo de batalla (‘aquello en que se pone más empeño’), piel de gallina (‘peculiar aspecto de la piel por frío o por miedo’), patas de gallo (‘arrugas que se forman en el ángulo externo de cada ojo’), traje de luces (‘traje que usan los toreros’). Ya ve usted que era excesivamente modesto y que sí conoce la morfología española mucho mejor de lo que intuía. ¡Listo, que es usted un listo! A pesar de estos peculiares comportamientos, algunos lingüistas no consideran a nuestras formaciones de hoy como verdaderos compuestos en sentido estricto. Por aportar algo al defraudado lector que pretendía aprender cosillas al leer este articulito, permítanme unas pinceladas de trazo más fino… Estos compuestos –por serlo– no pueden recibir complementos que afecten solo a una de sus partes: * puente de fina plata, * caballo de mucha batalla, * piel rugosa de gallina, * patas de gallo de corral, * traje de muchas luces. Frente a ello, los sintagmas libres sí pueden recibirlos: puente de piedra labrada a mano, caballo de llamativo color marrón oscuro, piel típica de bebé recién nacido… Entre estos dos extremos, hay también algunos sintagmas que, aunque presentan cierto grado de fijación y ofrecen un significado transparente, no obstante, sí admiten complementos o ampliaciones: café con leche - café con leche templada, máquina de coser - máquina de coser y bordar, silla de ruedas - silla de ruedas desmontables. A pesar de estos peculiares comportamientos, algunos lingüistas no consideran a nuestras formaciones de hoy como verdaderos compuestos en sentido estricto. En verdad, no deja de resultar curioso que la tradición considere caballo de batalla un compuesto y no, por ejemplo, a formaciones como meter la pata, esto es, a locuciones idiomáticas. El hecho de que unos núcleos sean nombres (caballo de batalla) y otros verbos (m

Los hablantes sabemos mucho más de lo que creemos sobre los llamados “compuestos sintagmáticos preposicionales”. Para los aprendices extranjeros de español son más complicados
Archiletras | Todo es lengua - Palabras con historia: turista
De toda la tela que nos queda por cortar en la sastrería de la composición en español, nos vamos a detener en los pomposamente denominados “compuestos sintagmáticos preposicionales”. Será una buena piedra de toque para que un cabeza de chorlito como yo tenga su bautismo de fuego en este complejo asunto. Y todo ello a pesar de que aquí no hay piedra alguna ni cabeza alguna ni bautismo alguno.
Nada diremos ahora ni de los “compuestos ortográficos o léxicos” (abrelatas, malvivir, agridulce, pelirrojo) ni de los “compuestos con temas grecolatinos” (logopeda, ecosistema, musicólogo). De los primeros ya hemos hablado en esta sabia revista, y de los últimos esperamos tratar en no lejanos números de la misma.
¿Qué son los compuestos sintagmáticos? Pues, básicamente, agrupaciones de palabras que se comportan como los compuestos (forman unidad solidaria y tienen significado único), pero cuyos componentes no están gráficamente unidos. Son de muy diverso tipo y color (carne de cañón, perro pastor, niño prodigio, amarillo limón), pero, para ir pasito a pasazo, nos centraremos hoy en una de estas subclases: los compuestos sintagmáticos preposicionales. El asunto es tan interesante que se nos va a poner la piel de gallina. Para este traje vamos a dejar las cosas –acerico en mano– cosidas con alfileres. Voy marcando costuras, sisas y dobladillos… y cada uno ya se abrochará los botones que le caigan más elegantes según panza y bonanza.
Aunque el dilecto lector crea que nada sabe del asunto, esa intuición es más bien falsa. Este escribidor tiene muy claro que usted se da cuenta de que hay diferencias entre los primeros y los segundos ejemplos en estas frases:
a)
A enemigo que huye, puente de plata.
A la entrada de Zaragoza, hay un puente de piedra.
b)
Luchar contra el paro es nuestro caballo de batalla.
Me compré un caballo de color marrón.
c)
En el concierto se me puso la piel de gallina.
Tiene piel típica de bebé.
d)
Con la edad, le han salido patas de gallo.
En ese almacén, venden patas de mesa.
e)
El torero vestía un pomposo traje de luces.
Arsenio lleva un favorecedor traje de rayas.
En estas oraciones, aparecen a veces simples combinaciones que dan lugar a sintagmas (no compuestos) cuyo significado es claro y deducible de la relación establecida entre sus miembros: puente de piedra, caballo de color marrón, piel típica de bebé, patas de mesa, traje de rayas. En los otros casos, los fragmentos conforman compuestos sintagmáticos de significado unitario e idiosincrásico: puente de plata (‘lo que facilita una solución a quien se encuentra en una dificultad’), caballo de batalla (‘aquello en que se pone más empeño’), piel de gallina (‘peculiar aspecto de la piel por frío o por miedo’), patas de gallo (‘arrugas que se forman en el ángulo externo de cada ojo’), traje de luces (‘traje que usan los toreros’). Ya ve usted que era excesivamente modesto y que sí conoce la morfología española mucho mejor de lo que intuía. ¡Listo, que es usted un listo!
A pesar de estos peculiares comportamientos, algunos lingüistas no consideran a nuestras formaciones de hoy como verdaderos compuestos en sentido estricto.
Por aportar algo al defraudado lector que pretendía aprender cosillas al leer este articulito, permítanme unas pinceladas de trazo más fino…
Estos compuestos –por serlo– no pueden recibir complementos que afecten solo a una de sus partes: * puente de fina plata, * caballo de mucha batalla, * piel rugosa de gallina, * patas de gallo de corral, * traje de muchas luces. Frente a ello, los sintagmas libres sí pueden recibirlos: puente de piedra labrada a mano, caballo de llamativo color marrón oscuro, piel típica de bebé recién nacido… Entre estos dos extremos, hay también algunos sintagmas que, aunque presentan cierto grado de fijación y ofrecen un significado transparente, no obstante, sí admiten complementos o ampliaciones: café con leche - café con leche templada, máquina de coser - máquina de coser y bordar, silla de ruedas - silla de ruedas desmontables.
A pesar de estos peculiares comportamientos, algunos lingüistas no consideran a nuestras formaciones de hoy como verdaderos compuestos en sentido estricto. En verdad, no deja de resultar curioso que la tradición considere caballo de batalla un compuesto y no, por ejemplo, a formaciones como meter la pata, esto es, a locuciones idiomáticas. El hecho de que unos núcleos sean nombres (caballo de batalla) y otros verbos (meter la pata) no justifica lingüísticamente esa diferencia de tratamiento. ¡Anda que no me he tomado yo cervezas discutiendo con colegas sobre si son galgos o son más bien podencos!
Y otra cosita de cierto interés. Muchos compuestos preposicionales tienen un significado lexicalizado, de manera que su transparencia semántica es prácticamente nula, por ejemplo, para los aprendices extranjeros de español. Si ya sabemos que un extranjero asume sin grandes reticencias que lavavajillas significa lo que significa, pero alucina con que matasuegras sea palabra consagrada en tan digna lengua… no hemos de olvidar que ese mismo extranjero asumirá impertérrito la existencia de un puente de piedra, pero alucinará con que los ingenieros españoles pudieran diseñar un puente de plata.
Otro problema en este ámbito está relacionado con el contraste entre las primeras y las segundas lenguas del aprendiz. Así, se puede formar un determinado compuesto a través de una conceptualización basada en imágenes cognitivas diferentes: mientras que en alemán (Eisenbahn, ‘hierro+camino’) o en francés (chemin de fer, ‘camino de hierro’) la conceptualización se hace con la imagen de un “camino de hierro”, en inglés (railway, ‘carril+camino’) o en español (ferrocarril, ‘hierro+carril’) la imagen se apoya en conceptualizaciones cognitivas algo diferentes. De este modo, lo que puede llegar a interpretarse como “lógico” en la lengua materna del aprendiz se convierte para él en carente de lógica si trata de aplicar las conceptualizaciones propias de su lengua al aprender otra. En esta línea, se ha hablado en ocasiones de la “competencia metafórica” como un tipo de competencia especial que influye en las demás competencias comunicativas del aprendiz de una lengua extranjera. ¡Pero freno el tren, que nos salimos de la vía… y del tema!
Y acabo con más ejemplos de nuestros compañeros hodiernos (¡son cientos!): acuse de recibo, agua de borrajas, cabeza de chorlito, cortina de humo, pájaro de cuenta, paño de lágrimas… Si me da usted cuatro mil ejemplos más, le invito a nuestro próximo congreso de morfología… ¡que suele ser un auténtico cajón de sastre! (lo cual, obviamente, no es lo mismo que un desastre de cajón).