Las reglas de la disciplina
La disciplina está para que sufras menos, no para que sufras más. No es autoexplotación. Y cuando lo parece, es porque no es disciplina. La entrada Las reglas de la disciplina se publicó primero en Ethic.

La disciplina no es autoexplotarse. La disciplina no es someterse a una vida de constantes obligaciones y compromisos. La disciplina no es organizarse el día como si fuese un castigo. La disciplina no es imponerse una vida de sufrimiento. Todo ello es solo una pésima concepción promovida por aquellos que piensan que «disciplina» es igual a «sufrimiento», a pasarlo mal o a no vivir. Y que es contraria incluso a la alegría, el placer y el disfrute de la vida.
Sin embargo, es cierto que la disciplina llevada al extremo puede convertirse en una especie de autotiranía y hacer sufrir mucho a la persona que la vive de ese modo. Y creo que gran parte de su mala fama proviene de ahí.
En este sentido, tengo dos cosas muy importantes que decir. La primera es que la disciplina cuesta. Es evidente. Si no fuese así, todo el mundo sería disciplinado. Incluso quienes dicen que la disciplina no sirve para nada. Piénsalo. Imagina que en la farmacia vendiesen pastillas de disciplina. Unas pastillas económicas y sin efectos secundarios, y que, al tomarte una, lograras tener disciplina para un mes. ¿No te la tomarías? Seguro que sí. Tú y cualquiera. Y bien que harían. Con toda probabilidad, sería uno de los medicamentos más vendidos del mundo. Pero como ese medicamento no existe ni existirá nunca, la disciplina hay que desarrollarla. Y cuesta, como casi todo lo que merece la pena en la vida. No obstante, hay una diferencia entre que algo cueste y el hecho de tener que sufrir para conseguir ese algo. Por ejemplo, mantener un matrimonio cuesta, pero no debería ser «algo que sufrir». Ahorrar cuesta, pero sería una exageración decir que es un sufrimiento. Hacer ejercicio cuesta, pero no debería ser un martirio. Se sufre debido a un ataque de hemorroides o por la muerte de un ser querido, circunstancias por las que no pasaríamos de forma voluntaria. En consecuencia, pensar que «disciplina» es igual a «sufrimiento» supone levantar, de entrada, una barrera que nunca querremos superar.
La disciplina no es organizarse el día como si fuese un castigo
Y la segunda cosa que tengo que decirte es que, para mí, una garantía de sufrimiento es adentrarse en la vida adulta sin un mínimo de disciplina. ¿Te da miedo que la disciplina cueste demasiado? No te haces una idea de lo que cuesta una vida sin disciplina. Decía Jordan Peterson que «la vida es sufrimiento, eso está claro»; en cambio, yo pienso que no solo es sufrimiento, aunque desde luego, en general, la vida es costosa, difícil y en ocasiones muy sufrida… Sin embargo, precisamente por eso merece tanto la pena pasar por el coste de la disciplina, para que la vida te cueste menos, te pese menos, te duela menos y la sufras menos (o, como mínimo, la sufras mejor).
No te imaginas lo penosa que era mi vida cuando no era disciplinado. Tomaba malas decisiones, tenía malas amistades y malas relaciones sentimentales, despilfarraba dinero, mi piso estaba siempre hecho un desastre, tenía muy malos hábitos, etcétera.
Una consecuencia inequívoca de la buena disciplina es la disipación del sufrimiento y la llegada del orden y la paz de quien sabe que está haciendo lo debido, aunque a veces no le apetezca o prefiera hacer lo contrario.
La disciplina está para que sufras menos, no para que sufras más. Tenlo claro. Yo he visto a muchas personas autoexplotarse para conseguir cosas que un día llegaron a detestar, por todo lo que habían entregado a cambio, por todo lo que habían sacrificado. Si me apuras, te diría que la disciplina también sirve para no caer en esto. En mi caso, cada dos por tres recibo ofertas para embarcarme en proyectos profesionales que podrían suponer unos ingresos extras nada desdeñables. Si no fuese por mi disciplina y porque me señala claramente lo que debo hacer (y lo que no debo hacer), terminaría malgastando un tiempo y una energía que tanto yo como los míos acabaríamos echando en falta. Y si esto sucediese, el arrepentimiento y los remordimientos harían acto de presencia por no haber elegido bien, y entonces sí que sufriría. Como decía mi abuela, que Dios la tenga en su gloria: «Cuando toca, toca; y cuando no, no». Eso es disciplina. Si toca remar, remas con toda tu alma. Y si toca dejar los remos, los dejas y punto. No, la disciplina no es autoexplotación. Y cuando lo parece, es porque no es disciplina.
Este texto es un fragmento del libro ‘Las reglas de la disciplina’ (Grijalbo), de Joan Gallardo.
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