Verónica Raimo. Nada es verdad.
Libros del asteroide, 2023. 214 páginas. Tit. or. Niente di vero. Trad. Carlos Gumpert. La autora nos cuenta en breves capítulos anécdotas de su vida, desde una niña con poco talento que roba unos dibujos en el cole convirtiéndose en alguien ‘a quien le gustaba dibujar’ para toda su vida, hasta los rifirrafes con su hermano y sus colaboraciones como escritores de las que nadie sabe nada. Lo venden como muy divertido y a mí no me ha hecho nada de gracia. Cuando no entras en el tipo de humor estos libros se hacen bastante intrascendentes. No niego que tiene algún momento que me ha llamado la atención, pero en general es una lectura que podía haberme ahorrado. Se deja leer. Por la noche me cuesta trabajo conciliar el sueño. Intentar leer un libro es contraproducente. Si el libro es bueno me pongo a pensar que nunca llegaré a escribir un libro así, de modo que ¿por qué razón obstinarme en ser escritora? ¿Para qué insistir en hacer nada? Es mejor dejarlo, dejar de escribir, dejar de leer, dejar de fumar, dejar de existir, vegetar y nada más, dormirse para siempre. De hecho esa sería la única solución sensata, si... The post Verónica Raimo. Nada es verdad. first appeared on Cuchitril Literario.
Libros del asteroide, 2023. 214 páginas.
Tit. or. Niente di vero. Trad. Carlos Gumpert.
La autora nos cuenta en breves capítulos anécdotas de su vida, desde una niña con poco talento que roba unos dibujos en el cole convirtiéndose en alguien ‘a quien le gustaba dibujar’ para toda su vida, hasta los rifirrafes con su hermano y sus colaboraciones como escritores de las que nadie sabe nada.
Lo venden como muy divertido y a mí no me ha hecho nada de gracia. Cuando no entras en el tipo de humor estos libros se hacen bastante intrascendentes. No niego que tiene algún momento que me ha llamado la atención, pero en general es una lectura que podía haberme ahorrado.
Se deja leer.
Por la noche me cuesta trabajo conciliar el sueño.
Intentar leer un libro es contraproducente. Si el libro es bueno me pongo a pensar que nunca llegaré a escribir un libro así, de modo que ¿por qué razón obstinarme en ser escritora? ¿Para qué insistir en hacer nada? Es mejor dejarlo, dejar de escribir, dejar de leer, dejar de fumar, dejar de existir, vegetar y nada más, dormirse para siempre. De hecho esa sería la única solución sensata, si consiguiera conciliar el sueño por lo menos.
En el caso de que el libro sea malo me irrita incluso el gramaje del papel. Transformo la irritación en un pensamiento más profundo. Me conmueve la ramita inocente que ha sido sacrificada para semejante atropello. Me siento desfallecer ante la idea de las muchas otras ramitas inocentes que se inmolan cada día por la causa. Pienso en las librerías, en las bibliotecas, en esos cementerios inacabables de ramas, en ese cruel enseñamiento en la escritura para proyectar una partícula de nosotros mismos hacia el futuro, para transmitir nuestras historias, nuestra memoria a la posteridad. Estamos dispuestos a masacrar selvas tropicales con tal de dar a la imprenta nuestras palabras, y a nuestros pobres descendientes, en medio del ardor del desierto, desnutridos y postrados entre espejismos de cactus, en sus eternas migraciones, tras el último suspiro en busca de un poco de frescor, les tocará tragarse además nuestras comparaciones, que en su momento nos parecieron tan brillantes como cometas. Y entonces es el fin del mundo lo que me tiene despierta.
Cuando no puedo dormir no paro de dar vueltas en la cama siguiendo mi propia coreografía personal. Creyendo que no me ven, doy rienda suelta a todos los tics que he intentado mantener a raya durante el día. Entonces llega puntualmente el eco de la exasperación.
«Por favor, Vero, ¿quieres dejar de dar golpes en la cama con el talón?»
«¿Te importaría dejar de tocar obsesivamente el cabecero?»
«¿Cuántas veces más tienes que hacer crujir el codo?»
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