Martin Panchaud: El color de las cosas

Idioma original: francésTítulo original: La couleur des chosesTraducción: Xisca MasAño de publicación: 2019Valoración: ImprescindibleEse muchacho regordete que vemos destacado en la cubierta es Simon Hope, un chico de catorce años al que su madre ceba a base de pasteles y cuyo físico le hace acreedor a las burlas, y quizá algo más, de los chavales del barrio. En su familia las cosas no van muy bien porque el padre se gasta el dinero en las apuestas hípicas, y las broncas son continuas y muy desagradables. No hacía falta decirlo pero, por si acaso, Simon es ese círculo ocre con borde marrón alrededor del cual se muestran otros personajes que irán apareciendo, junto con las circunstancias que incidirán en esta etapa de su vida: el dinero, los caballos, un boleto, un arma. Todo expuesto de manera que parece el esquema de un circuito eléctrico, o algo así.La historia es sencilla aunque también cruda, el chico en un ambiente familiar irrespirable, protagonista contra su voluntad de sucesos trágicos, objeto de los insospechados vaivenes de la suerte, y víctima de errores y cobardías de tiempos pasados. Un relato duro, sin apenas contrapeso de nada mínimamente amable, que destila amargura por todas partes. Peor aún, porque el autor nos lo presenta de esta forma insólita, como en un viejo juego de Arcade, con lo que aparenta una ligereza que no existe por ningún lado. Esa especie de imagen cenital que reduce los personajes a puntos de colores puede ser también una forma de deshumanización, en virtud de la cual quedarían privados de alma, reducidos a cosas que evolucionan en una pantalla, aumentando el contraste con una historia que de por sí está en el fondo llena de emotividad y es profundamente humana.Pero no nos equivoquemos, que no veamos caras (que podrían estar llenas de miedo, ira, desesperación, tristeza, rencor) no convierte el relato en algo frío, y ese es uno de los grandes aciertos del aspecto gráfico del libro: una vez que en un par de páginas hemos adaptado el ojo y el cerebro a las imágenes, podemos apreciar pequeños movimientos, la forma de colocarse, las distancias, las trayectorias, todo lo cual deja claro que esto lo están protagonizando seres humanos, una familia, un grupo de chavales, el vendedor de boletos, la pitonisa. Ser capaz de expresar todo esto con solo unos círculos de colores, y a salvo de que alguien me diga que ya se hizo antes, es algo absolutamente revolucionario, una forma de expresión tan radical que solo podía haber salido mal. Y sin embargo Panchaud no solo lo modela con mimo, con auténtico arte, sino que narrativamente consigue sostener con ello un buen relato, y hasta se permite tirar puntualmente de otros recursos (el dibujo realista, el esquema, el ideograma) sin perder equilibrio, manteniendo siempre el control sobre lo que quiere contar y cómo lo quiere contar.Sí, señores, igual le escamoteamos el Imprescindible a grandes popes de la literatura, pero este libro se lo merece con todas las letras, qué pasa.

May 27, 2025 - 18:50
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Martin Panchaud: El color de las cosas

Idioma original: francés

Título original: La couleur des choses

Traducción: Xisca Mas

Año de publicación: 2019

Valoración: Imprescindible


Ese muchacho regordete que vemos destacado en la cubierta es Simon Hope, un chico de catorce años al que su madre ceba a base de pasteles y cuyo físico le hace acreedor a las burlas, y quizá algo más, de los chavales del barrio. En su familia las cosas no van muy bien porque el padre se gasta el dinero en las apuestas hípicas, y las broncas son continuas y muy desagradables. No hacía falta decirlo pero, por si acaso, Simon es ese círculo ocre con borde marrón alrededor del cual se muestran otros personajes que irán apareciendo, junto con las circunstancias que incidirán en esta etapa de su vida: el dinero, los caballos, un boleto, un arma. Todo expuesto de manera que parece el esquema de un circuito eléctrico, o algo así.

La historia es sencilla aunque también cruda, el chico en un ambiente familiar irrespirable, protagonista contra su voluntad de sucesos trágicos, objeto de los insospechados vaivenes de la suerte, y víctima de errores y cobardías de tiempos pasados. Un relato duro, sin apenas contrapeso de nada mínimamente amable, que destila amargura por todas partes. 

Peor aún, porque el autor nos lo presenta de esta forma insólita, como en un viejo juego de Arcade, con lo que aparenta una ligereza que no existe por ningún lado. Esa especie de imagen cenital que reduce los personajes a puntos de colores puede ser también una forma de deshumanización, en virtud de la cual quedarían privados de alma, reducidos a cosas que evolucionan en una pantalla, aumentando el contraste con una historia que de por sí está en el fondo llena de emotividad y es profundamente humana.

Pero no nos equivoquemos, que no veamos caras (que podrían estar llenas de miedo, ira, desesperación, tristeza, rencor) no convierte el relato en algo frío, y ese es uno de los grandes aciertos del aspecto gráfico del libro: una vez que en un par de páginas hemos adaptado el ojo y el cerebro a las imágenes, podemos apreciar pequeños movimientos, la forma de colocarse, las distancias, las trayectorias, todo lo cual deja claro que esto lo están protagonizando seres humanos, una familia, un grupo de chavales, el vendedor de boletos, la pitonisa. 

Ser capaz de expresar todo esto con solo unos círculos de colores, y a salvo de que alguien me diga que ya se hizo antes, es algo absolutamente revolucionario, una forma de expresión tan radical que solo podía haber salido mal. Y sin embargo Panchaud no solo lo modela con mimo, con auténtico arte, sino que narrativamente consigue sostener con ello un buen relato, y hasta se permite tirar puntualmente de otros recursos (el dibujo realista, el esquema, el ideograma) sin perder equilibrio, manteniendo siempre el control sobre lo que quiere contar y cómo lo quiere contar.

Sí, señores, igual le escamoteamos el Imprescindible a grandes popes de la literatura, pero este libro se lo merece con todas las letras, qué pasa.