La conversación sobre el placer entre una directora de porno y una poeta: “Las fantasías sexuales son culturales, no las elegimos”
Erika Lust y Sara Torres se unen para compartir un libro que desplaza el deseo del monólogo individual para celebrarlo en un espacio seguro: las páginas de papelHacer las paces con el pueblo, la sencilla arma de Sara Riveiro contra la asfixia adolescente en el rural Ante la abundancia de monólogos, es preciso apostar por la conversación. Contra el pensamiento en bloque, la dialéctica. Frente a la voz del individuo, la fuerza del colectivo. Hay algo de todo esto en una idea editorial de Continta Me Tienes, que tras publicar un pequeño libro que reúne algunos textos personales y una conferencia pública entre Donna Haraway y Ursula K. Le Guin, ha explorado este formato de conexión con la idea de reunir a dos mujeres que no se conocían previamente, Erika Lust y Sara Torres, pero con mucho en común. Erika Lust es una cineasta reconocida por su propuesta ética y feminista en el género pornográfico. Sara Torres es una poeta y novelista cuyos textos ahondan en el deseo lesbiano. Además, Torres colabora regularmente en elDiario.es, donde desde hace dos años escribe la sección Está bien sentir: pregunta a Sara Torres, un consultorio que es también un espacio de conversación. Curiosamente, Erika Lust también ha pasado parte de su trabajo en la comunicación con las espectadoras de sus obras. En su proyecto X Confessions, la cineasta rueda películas a partir de los relatos eróticos que recibe por correo. “El deseo, como tema, no puede ser captado por un monólogo”, dice Sara Torres en una entrevista que comparte con Erika Lust en una reciente visita a Madrid. “Frente al monólogo patriarcal sobre el deseo, nosotras proponemos conversaciones muy plurales”, añade. Sara Torres (i) y Erika Lust, el día de la entrevista en Madrid, en la terraza del Círculo de Bellas Artes “Y aún más importante en tiempos de aislamiento —añade Erika Lust—, cuando poca gente tiene la capacidad de sentarse, abrirse, hablar y escuchar”. “Tenemos que recuperar —toma la palabra la escritora, hilvanando con suavidad la última idea expresada por la cineasta— la confianza en que las otras no nos harán daño cuando hablemos, que podremos sostener una conversación con respeto y con cariño”. Las dos creadoras se exponen en cierta manera, ya que en su obra proyectan ideas sobre el placer y el amor que, aunque estén recubiertas de tramas literarias, responden a convicciones muy íntimas. Por eso la confianza es hoy un acto radical. “Por muchas precauciones que tomes y por mucho que pienses todo lo que dices, es inevitable recibir un ataque”, advierte Sara Torres. “O sea, la violencia. La violencia llega desde lugares extraños e inexplicables, y desde afectos que no tienen nada que ver con el cuerpo que recibe la violencia. Aceptar el riesgo de la violencia tiene sentido cuando nuestro camino pensamos que es justo, que es político y que es necesario”. Si algún día deja, felizmente, de ser necesario, la escritora se retirará, “felizmente”, a mirar a su propia intimidad. Erika Lust también se ve obligada a pensar mucho todo lo que dice: “Tengo que autocensurarme muchísimo en mis comunicaciones”. Las redes sociales ya no son un lugar donde poder mantener una conversación serena e íntima que sea capaz de alterar el modelo patriarcal de la representación del sexo. Pero un libro como este sí es ese tipo de lugar. O las obras de la productora de Erika Lust. “Para mí fue importante empezar a hacer películas para poder explorar el deseo desde un punto de vista femenino. Desde los cuerpos de las mujeres. A mí me faltaba la representación del placer femenino en la pornografía en general. Aunque hay muchísimas mujeres que participan en pornografía, esta no está hecho por mujeres ni está pensada para mujeres. Somos tratadas como un objeto, dando servicio a los cuerpos masculinos. Empezamos a contar nuestras historias, a construir nuestras realidades o nuestras utopías, p

Erika Lust y Sara Torres se unen para compartir un libro que desplaza el deseo del monólogo individual para celebrarlo en un espacio seguro: las páginas de papel
Hacer las paces con el pueblo, la sencilla arma de Sara Riveiro contra la asfixia adolescente en el rural
Ante la abundancia de monólogos, es preciso apostar por la conversación. Contra el pensamiento en bloque, la dialéctica. Frente a la voz del individuo, la fuerza del colectivo. Hay algo de todo esto en una idea editorial de Continta Me Tienes, que tras publicar un pequeño libro que reúne algunos textos personales y una conferencia pública entre Donna Haraway y Ursula K. Le Guin, ha explorado este formato de conexión con la idea de reunir a dos mujeres que no se conocían previamente, Erika Lust y Sara Torres, pero con mucho en común.
Erika Lust es una cineasta reconocida por su propuesta ética y feminista en el género pornográfico. Sara Torres es una poeta y novelista cuyos textos ahondan en el deseo lesbiano. Además, Torres colabora regularmente en elDiario.es, donde desde hace dos años escribe la sección Está bien sentir: pregunta a Sara Torres, un consultorio que es también un espacio de conversación.
Curiosamente, Erika Lust también ha pasado parte de su trabajo en la comunicación con las espectadoras de sus obras. En su proyecto X Confessions, la cineasta rueda películas a partir de los relatos eróticos que recibe por correo. “El deseo, como tema, no puede ser captado por un monólogo”, dice Sara Torres en una entrevista que comparte con Erika Lust en una reciente visita a Madrid. “Frente al monólogo patriarcal sobre el deseo, nosotras proponemos conversaciones muy plurales”, añade.
“Y aún más importante en tiempos de aislamiento —añade Erika Lust—, cuando poca gente tiene la capacidad de sentarse, abrirse, hablar y escuchar”. “Tenemos que recuperar —toma la palabra la escritora, hilvanando con suavidad la última idea expresada por la cineasta— la confianza en que las otras no nos harán daño cuando hablemos, que podremos sostener una conversación con respeto y con cariño”.
Las dos creadoras se exponen en cierta manera, ya que en su obra proyectan ideas sobre el placer y el amor que, aunque estén recubiertas de tramas literarias, responden a convicciones muy íntimas. Por eso la confianza es hoy un acto radical. “Por muchas precauciones que tomes y por mucho que pienses todo lo que dices, es inevitable recibir un ataque”, advierte Sara Torres. “O sea, la violencia. La violencia llega desde lugares extraños e inexplicables, y desde afectos que no tienen nada que ver con el cuerpo que recibe la violencia. Aceptar el riesgo de la violencia tiene sentido cuando nuestro camino pensamos que es justo, que es político y que es necesario”. Si algún día deja, felizmente, de ser necesario, la escritora se retirará, “felizmente”, a mirar a su propia intimidad.
Erika Lust también se ve obligada a pensar mucho todo lo que dice: “Tengo que autocensurarme muchísimo en mis comunicaciones”. Las redes sociales ya no son un lugar donde poder mantener una conversación serena e íntima que sea capaz de alterar el modelo patriarcal de la representación del sexo. Pero un libro como este sí es ese tipo de lugar. O las obras de la productora de Erika Lust.
“Para mí fue importante empezar a hacer películas para poder explorar el deseo desde un punto de vista femenino. Desde los cuerpos de las mujeres. A mí me faltaba la representación del placer femenino en la pornografía en general. Aunque hay muchísimas mujeres que participan en pornografía, esta no está hecho por mujeres ni está pensada para mujeres. Somos tratadas como un objeto, dando servicio a los cuerpos masculinos. Empezamos a contar nuestras historias, a construir nuestras realidades o nuestras utopías, porque a mí no me interesa representar exactamente cómo vive la gente la sexualidad, sino construir nuevas ideas de posibilidades de vivir la sexualidad”, explica.
“El porno patriarcal, cuando ha representado el placer de las mujeres, es un vehículo para señalar la potencia masculina, un signo que apunta a que el hombre tiene un poder y, por tanto, el cuerpo femenino reacciona. Por eso creo que es muy importante poder pensar nuestro placer, no en relación a los hombres, sino de forma individual y entre nosotras”, añade Torres, apuntando que incluso el porno lésbico es patriarcal, porque no está creado por lesbianas, sino por hombres “que usan a las mujeres como muñecas para sus fantasías”.
Precisamente la reflexión sobre las fantasías ocupa un lugar importante en el libro. Ellas sostienen que ese anhelo que activa el placer, y que puede ser imaginario o performativo, no surge del interior de nuestra mente, de manera aislada a la estructura en la que vivimos. A la narradora le ha influido especialmente la aportación del psicoanálisis, “donde la fantasía es un escenario de la imaginación que estructura no solamente lo secreto o lo íntimo, sino también nuestra forma de pensar el mundo de manera abierta y pública”, dice en el libro.
La gente se siente en conflicto con determinadas fantasías que no realizan y piensan que no las realizan porque se reprimen. Cuando muchas veces fantaseamos, por ejemplo, con aquello que más tememos y con lo último que quisiéramos vivir.
“Llevamos con vergüenza la fantasía porque nos vinculamos con un hilo de responsabilidad sobre ella, cuando por lo general la fantasía se hace con imágenes que nosotras no elegimos tener”, avanza Torres. “Hay imágenes que nos impactan porque están formuladas desde lo espectacular y que van dando una especie de gramática a nuestra idea de lo que es lo sexual. Y esa gramática es compartida, es cultural y no es elegida de forma individual”, añade.
Hay fantasías con las que se quiere jugar y otras que las mujeres no quieren sacar al mundo real, aunque quieran recrearse en ella. “La gente se siente en conflicto con determinadas fantasías que no realizan y piensan que no las realizan porque se reprimen. Cuando muchas veces fantaseamos, por ejemplo, con aquello que más tememos y con lo último que quisiéramos vivir”. Y ahora es Erika Lust quien retoma el hielo y cierra la idea: “Muchas mujeres fantasean sobre violencia. Eso no significa que quieran vivir un momento de violencia. Algunas sí lo quieren probar y lo hacen en el contexto del BDSM”. También hay personas que fantasean con la idea de que su pareja esté con otra persona, quizá “porque es una idea que les genera tanta ansiedad que captura mucho su deseo”, pero no les gustaría que ocurriera y, si sucede, puede ser que reciban “pasiones muy contrarias” a las que imaginaron.
La gente habla de la pornografía sin saber cómo funciona el negocio. Es un sector que está intentando encontrar su manera de funcionar en la sociedad, pero que todavía es bastante inmaduro y sigue manejado por los hombres.
¿Qué puede aportar la ficción para aliviar esos conflictos morales que generan las fantasías sexuales? “Mostrarnos que no estamos solas”, responde decididamente Erika Lust. “Y darnos herramientas creativas para, a pesar de que nuestro material de base sea una educación que hemos recibido sin haberla elegido, movilizar esa educación y hacer otras cosas con ella”, añade Sara Torres.
El libro llega en un momento clave porque la reflexión sobre el placer se está llevando a cabo entrecortadamente por las censuras, el odio y la revisión moral. “Hay muchas voces de revisión feminista que están intentando no ser fóbicas con lo sexual y a la vez ser críticas”, explica Sara Torres. “Me parece muy bella la perspectiva de las personas que están defendiendo lo sexual como una parte vital de la vida, pero que a la vez se atreven a pensar críticamente en las estructuras que determinan nuestra sexualidad. Pero luego hay personas que se están agarrando a la moral para no mirar hacia aspectos de la realidad que es urgente que miremos”, dice la escritora.
“En general, siento que es complejo cómo se habla de la pornografía”, ahonda la cineasta. “La gente habla sin saber cómo funciona el negocio, sin haber hablado con nadie que trabaja en él. Siento que es un sector que está intentando encontrar su manera de funcionar en la sociedad, pero que todavía es bastante inmaduro y sigue manejado por los hombres. Aunque también veo que las voces de las mujeres dentro de la industria son más potentes ahora que antes. Veo ciertas mejoras, pero a la vez veo una censura muy potente en las redes sociales que está cortando todo lo sexual de una manera injusta, porque todo se está entendiendo como un servicio para el patriarcado. Los que están intentando cambiar tienen menos visibilidad que los que mantienen el discurso”, remata.