Ibéricas, de Ángela Vicario
Este libro propone una nueva mirada al papel de las mujeres medievales que, gracias a la labor de Ángela Vicario, recuperan en estas páginas el lugar que la historia les negó. Desde figuras legendarias como Gala Placidia o Urraca de León hasta las beatas anónimas, las obreras de astilleros o las primeras influencers espirituales. En... Leer más La entrada Ibéricas, de Ángela Vicario aparece primero en Zenda.

Este libro propone una nueva mirada al papel de las mujeres medievales que, gracias a la labor de Ángela Vicario, recuperan en estas páginas el lugar que la historia les negó. Desde figuras legendarias como Gala Placidia o Urraca de León hasta las beatas anónimas, las obreras de astilleros o las primeras influencers espirituales.
En Zenda ofrecemos el arranque del primer capítulo de Ibéricas: Mujeres que moldearon la Edad Media hispana (Planeta), de Ángela Vicario.
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I
MARE NOSTRUM
Esta historia da comienzo en Roma. El Medievo no se entiende sin ella, porque para las gentes que vivieron aquella época, sobre todo al principio, sus reinos eran Roma, seguían siendo Roma, o eran herederos directos de Roma. No había caída ni ruptura en la mentalidad de los medievales porque Roma no había caído: solo se había desplazado, había cambiado su centro de poder, primero hacia Constantinopla y después hacia los reinos del Occidente medieval. Así es que no podemos hablar de la Edad Media sin detenernos en la Ciudad Eterna y en el Imperio que cambió y mutó, dando a luz a un nuevo mundo. La idea de la translatio Imperii, que convenció a los medievales de que Roma seguía viva en sus nuevos regímenes, llegará hasta los confines de la cristiandad a lo largo de la Edad Media.
Por eso vamos a retroceder rápidamente en el tiempo y en el espacio y a detenernos ante la Porta Salaria, en el norte de la ciudad, el 24 de agosto del año 410. El mundo clásico está empezando a transformarse, pero aún no existen reinos germánicos ni monarquías medievales. Todos los habitantes del Mediterráneo siguen formando parte de un único orden político: el Imperio romano.
Dentro de la ciudad de Roma, la gente lleva dos años sufriendo los envites del ejército godo, comandado por Alarico. En su primer cerco, en el 408, había traído consigo a treinta mil soldados con sus respectivas familias. Esto es, en torno a ciento ochenta mil personas con sus posesiones y carros agolpadas frente a las murallas de la ciudad, presionando para que el hambre y la peste debilitaran y diezmaran tanto a la población que los romanos o el emperador (muy lejos y a salvo en Rávena, por cierto), cedieran a las exigencias de un líder que no estaba allí para conquistar, sino para alimentar a su gente.
Tal vez Gala Placidia, hermanastra del emperador Honorio, viera aquella caravana de las gentes del Barbaricum desde algún punto de la ciudad, esperando, como todos los confinados, que su hermano enviase tropas en ayuda de los romanos. Pero eso no sucedió.
El hambre arrasó la ciudad. Cuando la gente empezó a morir, las enfermedades camparon a sus anchas sobre los ca dáveres apilados, atacando los cuerpos debilitados y hambrientos de los vivos. Placidia, portadora de sangre imperial y miembro de la más alta aristocracia romana, tendría acceso a los pocos víveres que había, pero, al igual que otras mujeres nobles, como Leta (viuda del emperador Graciano), tal vez participara en la distribución de alimentos procedente de las reservas imperiales.
En el mundo romano, la beneficencia era parte funda mental de la condición femenina de alta alcurnia, y las mujeres pudientes se volcaron en entregar lo que podían a la población. Pero no fue suficiente. La desesperación fue tal que las gentes renunciaron al nuevo Dios cristiano para volver al culto de los antiguos dioses. Incluso el papa dio permiso para ello.
Conforme pasaban los meses, Alarico se fortalecía gracias al pillaje y a la llegada de su cuñado Ataúlfo, que se ha bía unido a la empresa del esposo de su hermana. Después de dos años de idas y venidas del grupo de Alarico, y de presiones y compromisos pactados que Honorio no llegó a cumplir con el jefe de los godos, los romanos (o, más bien, las romanas) buscaron una vía de escape lejos del emperador, que mi raba tan por encima del hombro a los bárbaros que había sido capaz de abandonar Roma a su suerte con tal de no negociar con ellos.
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Autora: Ángela Vicario. Título: Ibéricas: Mujeres que moldearon la Edad Media hispana. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros.
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