María Agúndez, escritora: “No somos conscientes de cómo nuestros cuerpos pueden llegar a enfermarse por el trabajo”
La autora presenta 'Casas Limpias' que hace protagonistas a las empleadas del hogar y reflexiona sobre las consecuencias físicas que dejarán el estrés y la angustia a corto plazoCómo me convertí en una escritora peligrosa Las contradicciones son un ingrediente inevitable en la cocina de la cotidianidad. No hace falta tener unas convicciones ideológicas demasiado férreas para encontrarse de cara con dilemas internos difíciles de resolver cada día. Ese es el planteamiento que engloba todas las capas que componen Casas limpias, la segunda novela de María Agúndez (Temas de hoy), que no son pocas. Pero aunque los temas que toca son complicados, la escritora los plantea con humor y se vale de unos personajes imperfectos que aciertan o desbarran como cualquier hijo de vecino. La protagonista del libro se llama Sol y vive con su novio, que trabaja de conductor en rodajes en el sector audiovisual con jornadas laborales de 12 horas como mínimo. Ella es ayudante de un artista, lo que a efectos prácticos se traduce en su ‘chica para todo’: lo mismo le gestiona los encargos que le arregla la casa. A su vez, ellos tienen dos empleadas domésticas, en parte porque él no quiere limpiar y así se evita las discusiones porque, si ella tampoco lo hace, no puede echarle nada en cara. Qué no arregla el dinero. “La idea de la novela surgió de otra que tenía en mente pero que al final no llegué a desarrollar. Había una persona que trabajaba interna en casa de una señora con bastante dinero y el personaje me parecía superinteresante”, dice a elDiario.es. “Pero, cuando empiezas a escribir algo, estás superatenta a todo y, en una cena con amigos, surgió que, en las parejas que tenían una limpiadora, era la mujer quien tenía su número de teléfono. Ahí me di cuenta de que había un tema”, sostiene. La protagonista no solo se enfrenta a las dudas sobre la compatibilidad de ser una persona progresista con tener servicio doméstico, sino que, además, Diana y Emily, las limpiadoras, le molestan cuando están en casa. Un sentimiento que no solo tiene ella, sino que es internacional y antiguo. Lucia Berlin ya lo señaló en su libro Manual para mujeres de la limpieza publicado en 2015: “A la mayoría de las mujeres estadounidenses les incomoda mucho tener sirvientas. No saben qué hacer mientras están en su casa. A la señora Burke le da por repasar la lista de felicitaciones de Navidad y planchar el papel de regalo del año anterior. En agosto”. María Agúndez quería que las empleadas del hogar de Sol fueran pesadas, para evitar “el buenismo”, advierte. “Por qué no iban a serlo. Anda que no me he comido yo chapas de gente supuestamente guay, constantemente. Ellas son unas chapas y no pasa nada”, sostiene, y completa que “también quería que tú, como persona blanca, te estés sintiendo incómoda porque también te está cayendo mal”. Por otro lado, a la escritora le preocupaba, sobre todo, que los personajes de las trabajadoras no fuesen verosímiles: “Como cuando contratan actores para hacer acentos andaluces sin serlo y el que es de Cádiz dice ‘joder, pero si eso es un acento de Huelva’. Eso me agobiaba un montón”. Para que las palabras fuesen las acertadas, habló con amigos y también con empleadas que van al mismo parque al que ella va con su hija. “Por ejemplo, una mujer ecuatoriana me explicó que allí a las bolsas les dicen fundas y cosas así. Solo hay que escuchar a la gente, no soy una persona teórica, me cuesta mucho”, comenta. El grupo de ‘Las mamis’ El embarazo y la crianza son un foco de conflicto para Sol y su pareja desde el primer momento: “Mi novio está contentísimo porque no le echo en cara que estoy embarazada y limpio la casa al mismo tiempo. Ahora solo le echo en cara que yo estoy embarazada y él no”, explica la protagonista en el texto. De hecho, mientras que los miedos de ella están relacionados con la bebé, él teme que su relación se vaya al traste. “La crianza es una bomba de relojería, es muy fuerte. Hay que resistir porque el inicio es muy complicado y cada uno tiene sus propias circunstancias”, comenta Agúndez. Una de las vías de escape que encuentra ella cuando su hija ya ha crecido un poco es el grupo de ‘mamis’ que conoce en una visita a su amiga superpija. Todas están casadas, tienen varios hijos, trabajan muchas horas y les gusta salir de fiesta juntas cuando pueden. No tienen nada que ver con el mundo de Sol y es lo que más le gusta. “Me parecen divertidísimas, quiero ser su amiga”, afirma la escritora entre risas. “La protagonista es una persona de izquierdas que tiene la capacidad de ser abierta de miras y encontrarse con estas mujeres conservadoras sin juzgarlas”, señala. Pero, precisamente, Sol consigue socializar con ellas porque los asuntos que se debaten cuando se juntan no tocan la ideología. O, al menos, no de forma directa, porque la toalla de playa con la bandera de España que extie

La autora presenta 'Casas Limpias' que hace protagonistas a las empleadas del hogar y reflexiona sobre las consecuencias físicas que dejarán el estrés y la angustia a corto plazo
Cómo me convertí en una escritora peligrosa
Las contradicciones son un ingrediente inevitable en la cocina de la cotidianidad. No hace falta tener unas convicciones ideológicas demasiado férreas para encontrarse de cara con dilemas internos difíciles de resolver cada día. Ese es el planteamiento que engloba todas las capas que componen Casas limpias, la segunda novela de María Agúndez (Temas de hoy), que no son pocas. Pero aunque los temas que toca son complicados, la escritora los plantea con humor y se vale de unos personajes imperfectos que aciertan o desbarran como cualquier hijo de vecino.
La protagonista del libro se llama Sol y vive con su novio, que trabaja de conductor en rodajes en el sector audiovisual con jornadas laborales de 12 horas como mínimo. Ella es ayudante de un artista, lo que a efectos prácticos se traduce en su ‘chica para todo’: lo mismo le gestiona los encargos que le arregla la casa. A su vez, ellos tienen dos empleadas domésticas, en parte porque él no quiere limpiar y así se evita las discusiones porque, si ella tampoco lo hace, no puede echarle nada en cara. Qué no arregla el dinero.
“La idea de la novela surgió de otra que tenía en mente pero que al final no llegué a desarrollar. Había una persona que trabajaba interna en casa de una señora con bastante dinero y el personaje me parecía superinteresante”, dice a elDiario.es. “Pero, cuando empiezas a escribir algo, estás superatenta a todo y, en una cena con amigos, surgió que, en las parejas que tenían una limpiadora, era la mujer quien tenía su número de teléfono. Ahí me di cuenta de que había un tema”, sostiene.
La protagonista no solo se enfrenta a las dudas sobre la compatibilidad de ser una persona progresista con tener servicio doméstico, sino que, además, Diana y Emily, las limpiadoras, le molestan cuando están en casa. Un sentimiento que no solo tiene ella, sino que es internacional y antiguo. Lucia Berlin ya lo señaló en su libro Manual para mujeres de la limpieza publicado en 2015: “A la mayoría de las mujeres estadounidenses les incomoda mucho tener sirvientas. No saben qué hacer mientras están en su casa. A la señora Burke le da por repasar la lista de felicitaciones de Navidad y planchar el papel de regalo del año anterior. En agosto”.
María Agúndez quería que las empleadas del hogar de Sol fueran pesadas, para evitar “el buenismo”, advierte. “Por qué no iban a serlo. Anda que no me he comido yo chapas de gente supuestamente guay, constantemente. Ellas son unas chapas y no pasa nada”, sostiene, y completa que “también quería que tú, como persona blanca, te estés sintiendo incómoda porque también te está cayendo mal”.
Por otro lado, a la escritora le preocupaba, sobre todo, que los personajes de las trabajadoras no fuesen verosímiles: “Como cuando contratan actores para hacer acentos andaluces sin serlo y el que es de Cádiz dice ‘joder, pero si eso es un acento de Huelva’. Eso me agobiaba un montón”. Para que las palabras fuesen las acertadas, habló con amigos y también con empleadas que van al mismo parque al que ella va con su hija. “Por ejemplo, una mujer ecuatoriana me explicó que allí a las bolsas les dicen fundas y cosas así. Solo hay que escuchar a la gente, no soy una persona teórica, me cuesta mucho”, comenta.
El grupo de ‘Las mamis’
El embarazo y la crianza son un foco de conflicto para Sol y su pareja desde el primer momento: “Mi novio está contentísimo porque no le echo en cara que estoy embarazada y limpio la casa al mismo tiempo. Ahora solo le echo en cara que yo estoy embarazada y él no”, explica la protagonista en el texto. De hecho, mientras que los miedos de ella están relacionados con la bebé, él teme que su relación se vaya al traste. “La crianza es una bomba de relojería, es muy fuerte. Hay que resistir porque el inicio es muy complicado y cada uno tiene sus propias circunstancias”, comenta Agúndez.
Una de las vías de escape que encuentra ella cuando su hija ya ha crecido un poco es el grupo de ‘mamis’ que conoce en una visita a su amiga superpija. Todas están casadas, tienen varios hijos, trabajan muchas horas y les gusta salir de fiesta juntas cuando pueden. No tienen nada que ver con el mundo de Sol y es lo que más le gusta. “Me parecen divertidísimas, quiero ser su amiga”, afirma la escritora entre risas. “La protagonista es una persona de izquierdas que tiene la capacidad de ser abierta de miras y encontrarse con estas mujeres conservadoras sin juzgarlas”, señala.
Pero, precisamente, Sol consigue socializar con ellas porque los asuntos que se debaten cuando se juntan no tocan la ideología. O, al menos, no de forma directa, porque la toalla de playa con la bandera de España que extienden al lado de la piscina es difícil de obviar. “Ellas hablarían de cosas que ella no podría sostener emocionalmente. Pero obviamente no van a sacar esos temas en la conversación. Van a hablar de si su marido se ha hecho una paja o no, porque han ido a pasárselo bien”.
Y, además, hay un deseo que las iguala a todas: querrían hacer como sus parejas y llegar a casa cuando sus hijos estén duchados, cenados y dormidos, pero “no se dejan a sí mismas. Vuelven a casa antes y bañan a sus hijos por muy agotadas que estén”, declara Agúndez.
Lo dejarás cuando quieras
Sol vive continuamente agobiada por el qué dirán –mala madre, mala feminista, mala hija, mala todo–, pero un día decide que no quiere seguir con trabajos estresantes y mal pagados aunque bien valorados socialmente. Resuelve que lo que quiere hacer, porque es lo que realmente le ha gustado siempre, es ser limpiadora, y cuando su antiguo jefe la llama para ofrecerle ser su empleada del hogar, acepta. A ella le cuesta dar el paso, pero más le cuesta a su familia y sus conocidos creérselo.
“Mientras escribía, pensaba: qué malas decisiones tomas, Sol. No te metas en otro rodaje. Eres idiota”, afirma la escritora, que hace que el estrés y la angustia de la protagonista se llegue a manifestar físicamente en forma de eccema. Ella ha trabajado primero como productora y ahora como locutora de publicidad, así que conoce bien el sector audiovisual. “Creo que hay gente pasándolo realmente mal, con trabajos que podrían parecer como superprivilegiados y que son una basura, como el suyo. No somos conscientes de cómo nuestros cuerpos pueden llegar a enfermarse por el trabajo. No hemos llegado a ese punto todavía, creo que se va a ver más adelante”, indica la autora.
Obviamente, el trabajo doméstico no es el paradigma del bienestar físico y mental ni de lejos. Su pareja, aunque es el que primero reconoce que ella no está tan mal, le advierte que la actividad le pasará factura. La espalda le duele, las manos se le agrietan por los productos y el agua, pero aun así le parece mejor que lo que hacía antes. Agúndez lo desarrolla: “No quería que pareciese que la protagonista está romantizando la limpieza, tenía que haber un equilibrio. Pero a la vez eso era un poco paternalista, como cuando su novio le dice que no va a durar ni dos días. Así que pensé: ‘déjala que pruebe’”.
La realidad es que ella toma la decisión desde el privilegio y sabe, como le dicen sus amigos, que puede dejarlo cuando quiera y volver a su vida anterior. Por supuesto, no es la misma situación que las empleadas del hogar que trabajan para su familia –mención especial a las cuidadoras de su abuela–, sus conocidos y el grupo de ‘Las mamis’. Uno de los pasajes más crudos del libro es en el que se reproduce una conversación en el chat grupal en el que se recomiendan a trabajadoras. “Fue duro escribirlo, pero me parecía muy interesante las palabras que elegían para hablar de ellas como ‘no tiene papeles’, ‘no es ladrona’. No es que sean frívolas, que lo son, es que van a destajo”, concluye. Posiblemente, alguna de esas chicas llegará a ser como de la familia.