Chaves Nogales y el club de los custodios literarios

El caso es tan viejo como el mundo. Basta recordar que el propio Trapiello, hace años, sufrió en carne propia el desdén del académico Francisco Rico, autoproclamado albacea del espíritu cervantino, que no quiso dar su beneplácito a la versión del Quijote que Trapiello había traducido para todos los públicos. Era, según Rico, un sacrilegio.... Leer más La entrada Chaves Nogales y el club de los custodios literarios aparece primero en Zenda.

Jun 9, 2025 - 04:35
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Chaves Nogales y el club de los custodios literarios

Andrés Trapiello ha querido terciar en la polémica sobre la reciente edición de Diarios de la Segunda Guerra Mundial, de Chaves Nogales, con un artículo que, bajo su aparente ecuanimidad, se suma en realidad a una campaña de descrédito contra una académica, la doctora Yolanda Morató, que ha hecho un trabajo riguroso, pionero y valiente. Y lo hace en nombre de la amistad, la autoridad legítima y el gusto por Chaves. Pero lo que hay detrás, por más que Trapiello quiera disimularlo con esa prosa de terciopelo y zarpazo, es otra cosa: una alianza de custodios literarios que se resisten a aceptar que el conocimiento ya no pasa solo por ellos.

"Queda claro que el artículo de Trapiello no es una crítica literaria: es un gesto político. Un intento de marcar territorio. De decir quién puede publicar a Chaves y quién no"

El caso es tan viejo como el mundo. Basta recordar que el propio Trapiello, hace años, sufrió en carne propia el desdén del académico Francisco Rico, autoproclamado albacea del espíritu cervantino, que no quiso dar su beneplácito a la versión del Quijote que Trapiello había traducido para todos los públicos. Era, según Rico, un sacrilegio. Trapiello, además de buen escritor, fue entonces buen estratega: se ganó el respaldo del Nobel Mario Vargas Llosa, quien prologó la edición y con ello legitimó su trabajo. Ahora, el autor de Las armas y las letras se comporta exactamente como aquel que quiso impedirle entrar en la conversación literaria, aunque fuera por la puerta lateral. El discípulo ha terminado siendo el censor.

Lo hace en alianza con Abelardo Linares, editor importante, sí, pero no infalible. Trapiello repite la narrativa que este último ha querido imponer: que la edición de Yolanda Morató no solo no es canónica, sino que es precipitada, errónea e incluso traicionera. Y lo dice obviando que Morató no solo ha sido transparente sobre sus fuentes —incluidas algunas que le facilitó el propio Linares, y que representan solo un 6 % del total cotejado—, sino que ella afirma ser quien, un año antes de que Linares empezara su búsqueda en El Sol, le pasó el artículo clave de Lola Burgos Ballester sobre las crónicas de Chaves y Corpus Barga, una pieza que Linares ni menciona, como tampoco menciona a Dolores Burgos, la FPU que localizó gran parte de esas crónicas, y cuya aportación no aparece en el relato. A eso se le llama, literalmente, reescribir la historia.

"Morató no improvisa. Lo que ha hecho con Desde París es una arquitectura crítica, una edición que rescata al Chaves periodista en sus años más sombríos y fértiles"

Que Trapiello asuma como propia esa versión, sin contrastarla, sin ni siquiera mencionar a estas investigadoras, dice mucho más de él que del libro que pretende reseñar. Queda claro que el artículo de Trapiello no es una crítica literaria: es un gesto político. Un intento de marcar territorio. De decir quién puede publicar a Chaves y quién no. Y si esa persona resulta ser una mujer con acreditación a cátedra, más de veinte años de experiencia universitaria y una edición impecable a sus espaldas, entonces la crítica será más feroz, más severa, más arbitraria. Juan Bonilla ha escrito que este libro es «una gran alegría para cualquier chavista… menos para Abelardo Linares», y yo añado: y para Trapiello.

Morató no improvisa. Lo que ha hecho con Desde París es una arquitectura crítica, una edición que rescata al Chaves periodista en sus años más sombríos y fértiles, y que devuelve al lector no solo las crónicas, sino el contexto, las redes de prensa, el mapa intelectual del exilio. No es un gesto de devoción: es una obra de inteligencia filológica. Sin embargo, en el sector literario sigue habiendo quienes no aceptan que un trabajo bien hecho pueda venir de fuera de sus círculos, sin su bendición previa. Y Trapiello, que tan bien supo esquivar en su día la rigidez académica para abrirse paso con talento propio, ha decidido ahora ponerse del lado de los que marcan la entrada. Qué lástima. Porque si alguien debería entender lo que está en juego es él.

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