Omar El Akkad: "Israel está involucrado en una masacre que nada tiene que ver con el derecho a su existencia"

El escritor y periodista residente en Estados Unidos publica un ensayo sobre el silencio "profundamente incómodo" alrededor de la guerra de Gaza en muchos países occidentalesEl último 'Rincón de pensar' - Ansiedad por las noticias y comisarias con kits de supervivencia que pueden multiplicarla Si algún día, en uno de esos milagros que de cuando en cuando nos ofrece la historia, alguien lograra sentar en la misma mesa a Israel y Palestina para tratar de llegar a ese espejismo llamado ‘paz’. Ese alguien debería tener la habilidad suficiente como para convencer a Omar El Akkad (El Caíro, 1982) de presidir esa mesa. No porque El Akkad lo pretenda o porque se haya ofrecido a ello, sino porque su voz suave y su actitud serena serían seguramente una buena manera de empezar cualquier conversación. El Akkad ha escrito el que es –probablemente– uno de los mejores libros sobre el terror que se vive en aquella zona del planeta, un terror que muchas veces se contempla en silencio y que parece no tener fin. Algún día (cuando no entrañe riesgo alguno, cuando podamos llamar a las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para exigir responsabilidades), todo el mundo habrá querido estar siempre en contra (editorial Libros del Kultrum; en catalán, L'Altra Editorial) es un ensayo paradójicamente breve nacido de un hilo en X que en su momento tuvo más de 10 millones de visualizaciones y que se lee con una ambivalencia emocional desconcertante, un ensayo producto de la casualidad, escrito por un tipo que vive en los bosques de Portland, de padre egipcio, madre canadiense y nacionalidad estadounidense, decidido a quebrar el muro de silencio que parece haber colonizado por igual Oriente y Occidente cada vez que la palabra ‘Palestina’ sale a relucir. El escritor se sienta con ElDiario.es en un hotel de Barcelona, en una mañana soleada y calurosa, en la enésima parada de El Akkad después de haber llevado por medio mundo un mensaje que llama más a la reflexión que a la revuelta y que transmite con la convicción de alguien que ha pasado muchas noches en vela pensando en el infierno cotidiano que se vive a miles de kilómetros de su hogar. Déjeme que antes de empezar le pregunte por el título de su libro. (Risas) Me lo temía. ¿Ese es el título original? No, el título original era Algún día todo el mundo habrá querido estar siempre en contra, pero mis editores británicos decidieron que era mejor añadir ese paréntesis y ahora es una cosa ridícula. Pero bueno, los editores lo han decidido así. No es que sea demasiado largo, es que esa una auténtica locura (sonríe). Supongo que es usted consciente de que a partir de ahora mismo y en cuanto empiece esta entrevista, yo puedo preguntarle cualquier cosa, usted puede responderme cualquier cosa y, automáticamente, le odiarán a usted, a mí o, seguramente, a los dos. Sí, soy plenamente consciente. ¿Se pregunta por qué? Y en caso afirmativo, ¿tiene una respuesta? Sé el porqué; lo sé perfectamente. Porque no existe ahora mismo en el mundo un tema sobre el que resulte más sencillo no hablar, no pronunciarse en absoluto. No sé cómo es aquí, pero la sola mención del término, ‘palestinos’, es profundamente controvertido en los Estados Unidos. No conozco muchas otras nacionalidades o etnias cuya sola mención cause tal nivel de malestar en cualquier interlocutor y por ese mismo motivo hay un acuerdo implícito, pero no verbalizado para guardar silencio. Durante mucho tiempo eso ha sido sencillo porque no lo tenías todos los días en las noticias, ahora pasa todo lo contrario y hay mucha gente que reacciona enfurecida. “¿Cómo te atreves a poner a un niño mutilado en la pantalla de mi televisor o de mi móvil?”. Me interesan todas esas personas que ahora se ven obligadas a mirar a ese lugar y cuyo silencio es profundamente incómodo. La sola mención del término ‘palestinos’ es profundamente controvertida en los Estados Unidos. No conozco muchas otras nacionalidades o etnias cuya sola mención cause tal nivel de malestar en cualquier interlocutor Puede que le parezca extraño, pero he salido de la lectura de su libro con la sensación de que hay esperanza. Es interesante que lo describas así y en cierto modo lo entiendo, pero hay dos cosas que creo que la gente interpreta de forma confusa cuando lee el título de este libro: la primera es que el ‘algún día’, será pasado mañana y la segunda es que cuando ese día llegue habrá que celebrarlo o algo parecido. Nunca tuve ninguna de esas dos intenciones porque imagino cuánta gente tendrá que morir para llegar hasta allí y al mismo tiempo, tengo la completa seguridad de que ese día llegará, así que de algún modo sabremos si me equivoco o si tengo razón y eso es indiscutible. También creo que hay un momento en la historia en que la masa crítica necesari

Jun 8, 2025 - 10:55
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Omar El Akkad: "Israel está involucrado en una masacre que nada tiene que ver con el derecho a su existencia"

Omar El Akkad: "Israel está involucrado en una masacre que nada tiene que ver con el derecho a su existencia"

El escritor y periodista residente en Estados Unidos publica un ensayo sobre el silencio "profundamente incómodo" alrededor de la guerra de Gaza en muchos países occidentales

El último 'Rincón de pensar' - Ansiedad por las noticias y comisarias con kits de supervivencia que pueden multiplicarla

Si algún día, en uno de esos milagros que de cuando en cuando nos ofrece la historia, alguien lograra sentar en la misma mesa a Israel y Palestina para tratar de llegar a ese espejismo llamado ‘paz’. Ese alguien debería tener la habilidad suficiente como para convencer a Omar El Akkad (El Caíro, 1982) de presidir esa mesa. No porque El Akkad lo pretenda o porque se haya ofrecido a ello, sino porque su voz suave y su actitud serena serían seguramente una buena manera de empezar cualquier conversación.

El Akkad ha escrito el que es –probablemente– uno de los mejores libros sobre el terror que se vive en aquella zona del planeta, un terror que muchas veces se contempla en silencio y que parece no tener fin. Algún día (cuando no entrañe riesgo alguno, cuando podamos llamar a las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para exigir responsabilidades), todo el mundo habrá querido estar siempre en contra (editorial Libros del Kultrum; en catalán, L'Altra Editorial) es un ensayo paradójicamente breve nacido de un hilo en X que en su momento tuvo más de 10 millones de visualizaciones y que se lee con una ambivalencia emocional desconcertante, un ensayo producto de la casualidad, escrito por un tipo que vive en los bosques de Portland, de padre egipcio, madre canadiense y nacionalidad estadounidense, decidido a quebrar el muro de silencio que parece haber colonizado por igual Oriente y Occidente cada vez que la palabra ‘Palestina’ sale a relucir.

El escritor se sienta con ElDiario.es en un hotel de Barcelona, en una mañana soleada y calurosa, en la enésima parada de El Akkad después de haber llevado por medio mundo un mensaje que llama más a la reflexión que a la revuelta y que transmite con la convicción de alguien que ha pasado muchas noches en vela pensando en el infierno cotidiano que se vive a miles de kilómetros de su hogar.

Déjeme que antes de empezar le pregunte por el título de su libro.

(Risas) Me lo temía.

¿Ese es el título original?

No, el título original era Algún día todo el mundo habrá querido estar siempre en contra, pero mis editores británicos decidieron que era mejor añadir ese paréntesis y ahora es una cosa ridícula. Pero bueno, los editores lo han decidido así. No es que sea demasiado largo, es que esa una auténtica locura (sonríe).

Supongo que es usted consciente de que a partir de ahora mismo y en cuanto empiece esta entrevista, yo puedo preguntarle cualquier cosa, usted puede responderme cualquier cosa y, automáticamente, le odiarán a usted, a mí o, seguramente, a los dos.

Sí, soy plenamente consciente.

¿Se pregunta por qué? Y en caso afirmativo, ¿tiene una respuesta?

Sé el porqué; lo sé perfectamente. Porque no existe ahora mismo en el mundo un tema sobre el que resulte más sencillo no hablar, no pronunciarse en absoluto. No sé cómo es aquí, pero la sola mención del término, ‘palestinos’, es profundamente controvertido en los Estados Unidos. No conozco muchas otras nacionalidades o etnias cuya sola mención cause tal nivel de malestar en cualquier interlocutor y por ese mismo motivo hay un acuerdo implícito, pero no verbalizado para guardar silencio. Durante mucho tiempo eso ha sido sencillo porque no lo tenías todos los días en las noticias, ahora pasa todo lo contrario y hay mucha gente que reacciona enfurecida. “¿Cómo te atreves a poner a un niño mutilado en la pantalla de mi televisor o de mi móvil?”. Me interesan todas esas personas que ahora se ven obligadas a mirar a ese lugar y cuyo silencio es profundamente incómodo.

La sola mención del término ‘palestinos’ es profundamente controvertida en los Estados Unidos. No conozco muchas otras nacionalidades o etnias cuya sola mención cause tal nivel de malestar en cualquier interlocutor

Puede que le parezca extraño, pero he salido de la lectura de su libro con la sensación de que hay esperanza.

Es interesante que lo describas así y en cierto modo lo entiendo, pero hay dos cosas que creo que la gente interpreta de forma confusa cuando lee el título de este libro: la primera es que el ‘algún día’, será pasado mañana y la segunda es que cuando ese día llegue habrá que celebrarlo o algo parecido. Nunca tuve ninguna de esas dos intenciones porque imagino cuánta gente tendrá que morir para llegar hasta allí y al mismo tiempo, tengo la completa seguridad de que ese día llegará, así que de algún modo sabremos si me equivoco o si tengo razón y eso es indiscutible.

También creo que hay un momento en la historia en que la masa crítica necesaria para que se forme una opinión mayoritaria sobre cualquier asunto importante hace que personas que no tenían una opinión rotunda sobre ese algo en concreto se vean de forma gradual empujados hacía esa masa crítica y es entonces cuando podamos reaccionar. Si tomamos por ejemplo algo como el apartheid en Sudáfrica, hay que recordar que hubo un régimen allí que lo promovió durante casi medio siglo y que hizo falta la formación de esa masa crítica para poder tumbarlo.

Permítame tirar de ese hilo, porque el presidente de Sudáfrica fue hace unos días a la Casa Blanca y tuvo que ver como Donald Trump le aleccionaba sobre la masacre de granjeros blancos que, según él, se estaba llevando a cabo en el país. Es decir, que no solo se olvidan del apartheid sino que han puesto el foco en un problema inventado.

Tienes razón, pero mira, el problema es que el mundo siempre va a estar lleno de racistas, lleno de xenófobos…

Disculpe que le interrumpa, pero el problema es que ahora esos racistas y xenófobos no solo existen, como han hecho siempre, sino que están al mando.

Eso que dices es fascinante. Pongamos como ejemplo mi país: Estados Unidos. Como bien sabrás tenemos un sistema bipartidista. Por un lado, está el partido demócrata y por otro el partido republicano. El segundo ha decidido que puede ser abiertamente racista y xenófobo, que puede hablar abiertamente y sin ambages de jerarquizar el valor de la vida humana. Y ves que los primeros se hacen con el poder porque no mienten acerca de sus objetivos y explican claramente lo que piensan hacer mientras que los otros se limitan a ejecutar una suerte de performance. No me interesan los partidos que se dedican a las performances, ni los que cuelgan banderas del orgullo de las ventanas de la Casa Blanca, pero no ofrecen ningún tipo de protección desde el punto de vista legislativo para el colectivo LGTBI. Si no me vas a dar algo más que ese acto, no me interesas en absoluto porque deduzco que eso es lo que vas a seguir haciendo cuando estés al timón.

Por otro lado, me resulta muy difícil argumentar que Donald Trump no es exactamente lo que aparenta ser y que no disimula lo que es y que ese es su atractivo: no esconder tu auténtica naturaleza, por oscura y aberrante que sea. Es un disparate, pero es así.

Omar El Akkad, en un momento de la entrevista.

¿Cómo entiende usted el silencio del mundo árabe? Y no hablo del pueblo per se, sino de los gobiernos.

Estuve en Qatar en noviembre y la gente estaba realmente furiosa. Dicho esto, no tengo mucho respeto por los gobiernos árabes, nunca había tenido demasiado, a decir verdad, pero he perdido el poco que me quedaba. La cuestión, por responder a tu pregunta, es que, si te acercas a esa zona del planeta, ves muchas banderas palestinas y vallas expresando solidaridad con Gaza, pero eso es todo. Eso es todo lo que ves y eso es todo lo que hay. Y no podemos olvidar que esas banderas y esas vallas existen porque el gobierno lo ha autorizado y que si el gobierno le dijera al que ha colgado esa bandera que la retirara de inmediato, esa persona no tendría más remedio que quitarla.

La explicación a la inacción de todos esos países es realmente sencilla y son varios motivos: el primero es que tienen miedo de la causa palestina. Porque a las dictaduras, a cualquier dictadura, nada les parece más aterrador que una rebelión. Y los palestinos son la viva imagen de la rebeldía. A ningún gobierno de oligarcas o autócratas le interesa prodigarse demasiado en esos territorios porque conducen a paisajes muy peligrosos. Así que dejan que el pueblo saque una bandera o proteste un día en la calle, pero nunca van a dejar que la cosa pase de ahí porque no les conviene alentar la resistencia porque aún recuerdan la primavera árabe. La segunda razón es que priorizan sus relaciones con Israel y Estados Unidos.

A las dictaduras, a cualquier dictadura, nada les parece más aterrador que una rebelión. Y los palestinos son la viva imagen de la rebeldía

¿Cree usted que hay alguna posibilidad de un acuerdo tácito entre ambas partes para llegar a algo parecido a una tregua que acabara conduciendo a la paz?

No. La verdad es que no lo veo. Me cuesta mucho contemplar esa posibilidad, es como si me preguntas como pondría los muebles en una habitación cuando la habitación está en llamas. Mi prioridad antes de decirte cómo colocaría los muebles sería apagar el puto fuego. Por eso, muchas veces cuando presento este libro pregunto a la audiencia qué pasaría si todo esto estuviera ocurriendo en su casa, en su país.

¿Y qué le dicen?

Eso es lo más curioso: la respuesta es muy distinta si estás en Londres o en Dublín, porque en Irlanda pueden imaginar con más precisión lo que supone vivir en un clima de guerra constante. Y si me fuera a Belfast sería incluso peor. Creo que para empezar cualquier conversación habría que empezar acordando cuáles serían los requisitos para sentarse a la mesa: no puedes robarme mi tierra, mis recursos, o a mi gente. Cumple con eso y luego podemos hablar de paz. La noción de que podría haber una suerte de justicia simétrica es algo ridículo y sucede constantemente cuando se habla de los países colonizados.

David Rieff en su libro Contra la memoria hablaba de que si uno quiere detener una guerra debe estar dispuesto a escoger entre paz, verdad y justicia. ¿Estaría usted dispuesto a elegir?

Qué premisa tan deprimente, ¿verdad?

Lo es, pero no parece demasiado alejada de la realidad, de hecho, usted hablaba de Irlanda y allí los acuerdos de Viernes Santo podrían perfectamente encapsularse en esos parámetros…

Digamos que compro esa premisa, por triste que me parezca. El problema es que escoja lo que escoja, paz, verdad o justicia, en realidad escoges una versión fraudulenta de ese concepto que acabaría desintegrándose en algún momento, pero por razones obvias si esa circunstancia se produjera escogería la paz sin dudarlo porque creo que ya se ha asesinado a demasiadas personas… Pero que quede claro que no compro esa premisa porque no la comparto.

‘Israel tiene derecho a la autodefensa’. ¿Qué opina?

Que es un lema engañoso y que está pensado para evitar cualquier clase de debate. Es absurdo en su propia esencia porque ahora mismo ese Estado está involucrado en una masacre enorme e inacabable que nada tiene ver con el derecho a su existencia o la autodefensa. Ahora bien: debo decir que es enormemente efectivo y está articulado de un modo invencible: si alguna vez tu interlocutor menciona esa máxima, no es que esté interesado en un intercambio intelectual sobre la naturaleza del estado de Israel sino que lo que te está diciendo en realidad es que te calles de una vez. Yo era una de esas personas completamente susceptible a esa máxima y siempre optaba por callarme, pero ya han muerto demasiados niños y he perdido esa deferencia: si estás convencido de que la existencia de tu nación depende de la justificación de cualquier crimen, de cualquier acto innombrable, la conversación que debes tener no es conmigo ni con cualquier otro ser humano. La conversación que debes tener es entre tú y tu alma.

Si estás convencido de que la existencia de tu nación depende de la justificación de cualquier crimen, de cualquier acto innombrable, la conversación que debes tener no es conmigo sino entre tú y tu alma

¿Tiene miedo?

Lo tuve, sí. Ya no. Hay veces en las que el deber de hablar es más importante que cualquier otra cosa. Tengo la fortuna de vivir en Portland, en medio de la nada, mis vecinos no saben mucho de mí y yo no tengo necesidad de dar explicaciones.

¿Sus vecinos no saben que escribe y de qué escribe?

Mis vecinos apenas saben cómo me llamo (risas). Les veo los viernes cuando voy a escalar y, créeme, les importa un pito si escribo, de qué escribo o cuando escribo. Alguna ventaja debía tener vivir en la nada, ¿no? (sonríe).

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