El diario inédito de Iván Zulueta que sirve para desvelar el mito más misterioso del cine español

La editorial Pepitas de Calabaza publica 'Diario de Nueva York', el diario del cineastas de 'Arrebato' que se encontraba en una de las cajas que adquirió Filmoteca EspañolaThomas Mann, un escritor al borde de su propio relato Iván Zulueta es uno de los misterios insondables del cine español. Un extraterrestre convertido en mito gracias a dos películas. La primera, Un, dos, tres… al escondite inglés (1970) ni siquiera la pudo firmar con su nombre al no tener el carné del sindicato de directores que durante el franquismo era condición imprescindible para rodar un filme. La segunda, Arrebato (1979), es una de las grandes películas de culto de la historia del cine español. Un filme personal, único, radical y diferente. Uno de los ejemplos de la contracultura española de los años de la Transición. Una obra que marca e influye todo lo que viene después, pero que sigue siendo una rara avis, desconocida por muchos e idealizada por otros tantos. Pero los mitos tienen pies de barro. Son unidimensionales. Elevados a las alturas. Tras Arrebato, Zulueta nunca dirige otra película, y su muerte prematura con 66 años le terminan de ascender a ese altar lleno de malditismo y misterio. La pregunta que muchos se hacen tras ver una obra cómo Arrebato es quién era Iván Zulueta, de dónde nació aquel director que dinamitó las normas del cine industrial. Muchos datos se saben. Zulueta nació en una buena familia de Donostia en 1943. Su padre fue director del Festival de Cine de San Sebastián e incluso durante años los premios de interpretación del certamen llevaban su apellido: fueron los premios Zulueta desde 1957 hasta 1960. Sin embargo, más allá de ciertos datos biográficos, y de lo que él contaba en las entrevistas, poco se conoce. La adquisición del legado del cineasta por parte de Filmoteca Española comenzó a abrir las cajas de recuerdos que empezaban a dar una imagen más poliédrica y compleja del autor. A ello contribuye de forma fundamental el diario de su primer viaje a Nueva York que ahora edita Pepitas de Calabaza y que se acompaña de unas fotos del cineasta en aquella ciudad, de sus pinturas en aquellos años y de las películas que vio. Primera página del diario de Iván Zulueta del 26 de diciembre de 1963 Zulueta viajó a Nueva York con 20 años para formarse como dibujante y pintor. Aunque siempre había querido ser cineasta no le cogieron de primeras en la Escuela Oficial de Cinematografía en Madrid —donde ingresaría posteriormente—, por lo que su primera formación fue en torno a las artes plásticas. A la gran manzana llega el 16 de enero del 64, el mismo año que Los Beatles desembarcaron allí, y cuando el pop art y el cine más experimental se desarrollaban en sus calles. El propio Zulueta habló de este viaje en varias entrevistas, pero como ocurre con los recuerdos, en su mente quedó la imagen idealizada, recortada y filtrada de aquella experiencia que en estos diarios escritos de su puño y letra tienen otra connotación. Si uno mira la página de Wikipedia del director lee lo siguiente: “Es aquí donde tuvo contacto con el Pop art, la Nouvelle Vague y el New American Cinema (con figuras como Jonas Mekas y John Cassavetes)”. Pues bien, este diario desmonta referencias como esta, y muestra a la persona real. El niño de familia bien, un poco venida a menos, que llega tras un viaje en barco y que ansia una vida de rico en la ciudad. Sus diarios muestran su desencanto, su tristeza por no poder permitirse todo lo que querría, pero también su anhelo de ser un artista. Sin embargo, ni rastro de esa mirada radical. No hay contacto con la contracultura neoyorquina de la época, y cuando se refiere a Cassavetes es para calificar una de sus películas como una “birria”.

Jun 8, 2025 - 10:55
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El diario inédito de Iván Zulueta que sirve para desvelar el mito más misterioso del cine español

El diario inédito de Iván Zulueta que sirve para desvelar el mito más misterioso del cine español

La editorial Pepitas de Calabaza publica 'Diario de Nueva York', el diario del cineastas de 'Arrebato' que se encontraba en una de las cajas que adquirió Filmoteca Española

Thomas Mann, un escritor al borde de su propio relato

Iván Zulueta es uno de los misterios insondables del cine español. Un extraterrestre convertido en mito gracias a dos películas. La primera, Un, dos, tres… al escondite inglés (1970) ni siquiera la pudo firmar con su nombre al no tener el carné del sindicato de directores que durante el franquismo era condición imprescindible para rodar un filme. La segunda, Arrebato (1979), es una de las grandes películas de culto de la historia del cine español. Un filme personal, único, radical y diferente. Uno de los ejemplos de la contracultura española de los años de la Transición.

Una obra que marca e influye todo lo que viene después, pero que sigue siendo una rara avis, desconocida por muchos e idealizada por otros tantos. Pero los mitos tienen pies de barro. Son unidimensionales. Elevados a las alturas. Tras Arrebato, Zulueta nunca dirige otra película, y su muerte prematura con 66 años le terminan de ascender a ese altar lleno de malditismo y misterio. La pregunta que muchos se hacen tras ver una obra cómo Arrebato es quién era Iván Zulueta, de dónde nació aquel director que dinamitó las normas del cine industrial. Muchos datos se saben. Zulueta nació en una buena familia de Donostia en 1943. Su padre fue director del Festival de Cine de San Sebastián e incluso durante años los premios de interpretación del certamen llevaban su apellido: fueron los premios Zulueta desde 1957 hasta 1960.

Sin embargo, más allá de ciertos datos biográficos, y de lo que él contaba en las entrevistas, poco se conoce. La adquisición del legado del cineasta por parte de Filmoteca Española comenzó a abrir las cajas de recuerdos que empezaban a dar una imagen más poliédrica y compleja del autor. A ello contribuye de forma fundamental el diario de su primer viaje a Nueva York que ahora edita Pepitas de Calabaza y que se acompaña de unas fotos del cineasta en aquella ciudad, de sus pinturas en aquellos años y de las películas que vio.

Primera página del diario de Iván Zulueta del 26 de diciembre de 1963

Zulueta viajó a Nueva York con 20 años para formarse como dibujante y pintor. Aunque siempre había querido ser cineasta no le cogieron de primeras en la Escuela Oficial de Cinematografía en Madrid —donde ingresaría posteriormente—, por lo que su primera formación fue en torno a las artes plásticas. A la gran manzana llega el 16 de enero del 64, el mismo año que Los Beatles desembarcaron allí, y cuando el pop art y el cine más experimental se desarrollaban en sus calles.

El propio Zulueta habló de este viaje en varias entrevistas, pero como ocurre con los recuerdos, en su mente quedó la imagen idealizada, recortada y filtrada de aquella experiencia que en estos diarios escritos de su puño y letra tienen otra connotación. Si uno mira la página de Wikipedia del director lee lo siguiente: “Es aquí donde tuvo contacto con el Pop art, la Nouvelle Vague y el New American Cinema (con figuras como Jonas Mekas y John Cassavetes)”.

Pues bien, este diario desmonta referencias como esta, y muestra a la persona real. El niño de familia bien, un poco venida a menos, que llega tras un viaje en barco y que ansia una vida de rico en la ciudad. Sus diarios muestran su desencanto, su tristeza por no poder permitirse todo lo que querría, pero también su anhelo de ser un artista. Sin embargo, ni rastro de esa mirada radical. No hay contacto con la contracultura neoyorquina de la época, y cuando se refiere a Cassavetes es para calificar una de sus películas como una “birria”.

Página de su diario con la lista de las películas que vio en su viaje a Nueva York y calificadas con su peculiar sistema

La idea de publicar este diario no es destruir el mito, sino comprenderlo realmente. Ver qué había detrás de la máscara. Lo que se ve aquí es a un chaval que todavía no había sido plenamente consciente siquiera de su identidad sexual. Zulueta, abiertamente homosexual posteriormente, se muestra obsesionado por conocer “niñas”, encontrar una “girlfriend” y cada domingo acude a misa a la céntrica y popular iglesia de San Patricio de Manhattan.

Lo que sí se ve es cómo este viaje, que se inicia al montarse en un barco el 28 de diciembre de 1963 y culmina el 16 de enero de 1964, está atravesado siempre por el cine. Zulueta no puede dejar de ver películas en el templo de los cinéfilos, el cine Bleecker. Enumera y califica las películas que ve en un anexo que se rige por símbolos que equivalen a una escala formulada por él mismo y que se encuentra en otros diarios previos. “Me chifla”, “me gusta mucho”, “me gusta”, “no me convence”, “no me gusta” y “horrible” son sus calificaciones en las que se muestra su gusto por los musicales o por el cine de la Nouvelle Vague y, especialmente, de Truffaut.

Para Josetxo Cerdán, exdirector de Filmoteca Española y uno de los autores que han participado en esta edición —que cuenta con su presentación y sus anotaciones junto a las de Miguel Fernández Labayen—, Zulueta “es uno de esos artistas que se les conoce básicamente por una obra”, algo que considera que, por un lado, “ha sido bueno para situarle en una especie de Olimpo”, pero que, por otra parte, “es una maldición porque solo permite observar una de sus facetas”.

Dibujo realizado por Iván Zulueta en su estancia en Nueva York

“Cuando Filmoteca Española adquirió el archivo de Iván y empezamos a explorarlo, nos dimos cuenta de que la figura era mucho más compleja. Y precisamente este diario nos parecía que era como el lugar desde donde se construía todo y desde donde podíamos empezar a deconstruirlo de alguna manera. Este diario es el primer paso para generar un poco de complejidad alrededor de la figura de Iván, más allá de esa figura misteriosa que, de alguna forma también era beneficiosa para él, pero que a la vez era una condena”, apunta Cerdán.

Una forma de “escarbar por otro lugar y llegar más a la persona, al artista en periodo de formación”. En definitiva, una de las primeras veces que se puede encontrar “un retrato diferente” de ese artista maldito. Hay, de hecho, en la decisión de publicar este diario, una “política de dar una nueva imagen de Iván que lo libere de esa cuestión mítica”. “Al final los mitos son figuras de cartón piedra. Nos parecía que Iván era más artista que eso, o más interesante que todo eso, y por lo tanto había que salir de ahí. Por ejemplo, todo el mundo decía que Iván era un vago, y cuando ves el archivo ves que era un tío que curraba como un animal, pero que era muy inseguro”, explica.

El Zulueta de 20 años está todavía lejos de ser aquel elemento disruptor y contracultural que conoció la gente, y en sus diarios se le aprecia, como dice Josetxo Cerdán “como un pijo venido a menos, dicho con todo el cariño del mundo”. “Es un joven de clase alta, que sigue teniendo una serie de privilegios y que nació en la España del 43, donde impera un machismo brutal que por momentos se desprende de las páginas de sus diarios. Y no podía ser de otra manera. Había nacido en una familia concreta y luego las cosas cambian para él”, subraya Cerdán.

Iván Zulueta en Nueva York

Sorprende también cómo el propio Zulueta remarca la necesidad de encontrar una “girlfriend”, mostrando que una identidad que todavía estaba “lejos de encontrar su yo queer”, como dice el exdirector de la Filmoteca. Casi “hasta chirría” ese exceso de énfasis en encontrar lo que también podría ser un sustituto materno, alguien que “le trate bien, le dé de comer, le lleve a sitios chulos”.

De alguna forma el caso de Zulueta es hasta paradigmático y se repitió en muchas personas que destacaron en las esferas artísticas de La Movida y de los que se ha ignorado su origen de clase alta en pos de construir una imagen idealizada que olvidaba unos orígenes de privilegio en los años del franquismo. “Es normal que la primera gente que tiene acceso a la contracultura sea la gente de bien, porque es la que se puede permitir ir a Londres a comprar discos. La gente de Usera no podía hacerlo, ni se podía permitir ir a los conciertos de Iggy Pop. Los que lo hacían eran niños de bien y eso normalmente no se cuenta, pero ya va siendo hora de que se diga, porque no pasa nada y la historia es así”, zanja.

También en las páginas de su diario se ve un punto de inflexión hacia lo que luego fue y hacia lo que conoció el público. De esa experiencia potenció los elementos más interesantes porque, ¿a quién le iba a interesar que le perdieron unos calzoncillos en una lavandería? Sin embargo, ahora se puede leer y ver “que en ese viaje hay un clic en su cabeza y hacia el final se aprecia otro tipo de madurez, otro tipo de relación con la ciudad”. Quizás aquello fue el comienzo de la carrera más misteriosa y arrebatada de la historia del cine español.

Iván Zulueta junto a su abuela Pepita, que fue de visita a Nueva York en 1964

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