'Kramig': chico conoce chica (y nos aburrimos)
Chico conoce chica a través de una cita en Tinder . Chico y chica se gustan y se van a vivir juntos. El chico es supersticioso; la chica, adicta a los catálogos de Ikea con el oso Kramig de mascota. La chica queda embarazada y acude con su chico al ginecólogo para monitorizar los nueves meses… Marta Buchaca , autora y directora de 'Kramig', confiesa su obsesión por la comedia romántica y los visionados compulsivos de 'Pretty Woman' o 'Dirty Dancing' para justificar esta obra que «retrata las relaciones desde un lugar honesto, lejos del género de la comedia romántica». Eso es lo que puede parecer en los primeros compases de la representación hasta que la historia de Laia y Toni se hunde hasta las simas de los tópicos. Las historias de parejas, las crónicas del «estamos embarazados», tan frecuentadas por las comedias –de Mariano Ozores a los 'Nueve meses' de Hugh Grant –, pueden sonar a 'dejà vu'. Todo dependerá de la originalidad en la manera de contarlas; no es el caso de 'Kramig', una pieza más cercana a la 'sitcom' televisiva de broma epidérmica y risa floja que al humor que propicia la reflexión irónica sobre los avatares sentimentales. Ahí radica la diferencia entre la escritura de Buchaca y, por ejemplo, el magistral 'Coro de los amantes' de Tiago Rodrigues que tuvimos la dicha de ver hace poco en el Lliure: el paso del tiempo y las etapas vitales de una pareja. Se podría objetar a tan odiosa comparación que la voluntad de Buchaca es hacernos pasar el rato si en el programa de mano –¡ocho páginas!– la autora no admitiera su intención de «reflexionar sobre el amor real, aquel que requiere valentía para afrontar los retos y las imperfecciones». Pese a esa ambición «reflexiva», 'Kramig' se queda en una retahíla de situaciones previsibles sobre la vida en común, salpicadas con tonadas tan socorridas como el 'Boig per tu' de Sau o el tema de 'Oficial y caballero'. Una mirada convencional que Biel Duran y Anna Moliner asumen con disciplina profesional. Con simpatía interpretativa intentan sortear los bajones de ritmo de una obra que olvidaremos al poco de salir del teatro.
Chico conoce chica a través de una cita en Tinder . Chico y chica se gustan y se van a vivir juntos. El chico es supersticioso; la chica, adicta a los catálogos de Ikea con el oso Kramig de mascota. La chica queda embarazada y acude con su chico al ginecólogo para monitorizar los nueves meses… Marta Buchaca , autora y directora de 'Kramig', confiesa su obsesión por la comedia romántica y los visionados compulsivos de 'Pretty Woman' o 'Dirty Dancing' para justificar esta obra que «retrata las relaciones desde un lugar honesto, lejos del género de la comedia romántica». Eso es lo que puede parecer en los primeros compases de la representación hasta que la historia de Laia y Toni se hunde hasta las simas de los tópicos. Las historias de parejas, las crónicas del «estamos embarazados», tan frecuentadas por las comedias –de Mariano Ozores a los 'Nueve meses' de Hugh Grant –, pueden sonar a 'dejà vu'. Todo dependerá de la originalidad en la manera de contarlas; no es el caso de 'Kramig', una pieza más cercana a la 'sitcom' televisiva de broma epidérmica y risa floja que al humor que propicia la reflexión irónica sobre los avatares sentimentales. Ahí radica la diferencia entre la escritura de Buchaca y, por ejemplo, el magistral 'Coro de los amantes' de Tiago Rodrigues que tuvimos la dicha de ver hace poco en el Lliure: el paso del tiempo y las etapas vitales de una pareja. Se podría objetar a tan odiosa comparación que la voluntad de Buchaca es hacernos pasar el rato si en el programa de mano –¡ocho páginas!– la autora no admitiera su intención de «reflexionar sobre el amor real, aquel que requiere valentía para afrontar los retos y las imperfecciones». Pese a esa ambición «reflexiva», 'Kramig' se queda en una retahíla de situaciones previsibles sobre la vida en común, salpicadas con tonadas tan socorridas como el 'Boig per tu' de Sau o el tema de 'Oficial y caballero'. Una mirada convencional que Biel Duran y Anna Moliner asumen con disciplina profesional. Con simpatía interpretativa intentan sortear los bajones de ritmo de una obra que olvidaremos al poco de salir del teatro.
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