#ZNSeries – Andor, de Tony Gilroy. Primera y Segunda temporada
Andor, tras dos temporadas magistrales que entrocan perfectamente con Rogue One, se revela como el que quizás sea el mejor producto de Star Wars nacido desde la adquisición de Lucasfilm por parte de Disney.



Género: Ciencia Ficción, Aventura, Acción.
Creador Tony Gilroy.
Reparto: Diego Luna, Adria Arjona, Genevieve O’Reilly, Stellan Skarsgård, Kyle Soller, Denise Gough, Anton Saunders, Jacob James Beswick, Fiona Shaw, Alex Lawther, Harry Anton, Robert Emms, Cairo Pearson, Forest Whitaker y otros.
Producción: Lucasfilm / Walt Disney Television.
Canal: Disney Plus
Quien haya leído mi última crítica relativa a una serie ambientada en el Universo Star Wars, la correspondiente a Tripulación Perdida, ya verá que siempre procuro reseñar que existen dos formas de entender el cosmos formado por esta galaxia tan lejana que llegó para quedarse en el año 1977.
La primera de ellas, que nace de las precuelas a las películas clásicas de George Lucas, Lawrence Kasdan y compañía, es una visión excesivamente nostálgica y reduccionista que circunscribe todo conflicto galáctico a la eterna lucha entre los Caballeros Jedi y los Sith, entre el lado luminoso y el lado oscuro de la fuerza, tratando de establecer relaciones imposibles e inverosímiles entre cada uno de los productos nacidos bajo este prisma y las películas clásicas.
Como decimos, esta forma de entender Star Wars nace de los episodios I, II y III, las precuelas a las películas clásicas, en los que George Lucas consideró necesario y trascendental explicarnos el origen de Darth Vader, con un Imperio que a pesar de ser presentado como una fuerza totalitaria y dictatorial que llevaba décadas oprimiendo a la galaxia con mano de hierro, en realidad, a penas si había llegado al poder dos décadas antes de que Luke Skywalker, Leia Organa y Han Solo unieran sus destinos.
Creadores como David Filoni, que bebe directamente de la visión que George Lucas tiene de su propio universo desde que decidió continuar el mismo con La Amenaza Fantasma, son fieles seguidores de esta forma de entender el mismo, y fruto de ello tenemos infames series como Obi Wan o El Libro de Bobba Fett, u otras de mayor calidad como Ashoka, o la tercera temporada de The Mandalorian, en la que una serie magnífica durante sus dos primeras temporadas, se centró más en explicar como se entroncaba lo sucedido en ella con las secuelas (episodios VII, VIII y IX) que en ofrecer un producto de calidad televisiva como ya por suerte había ocurrido con sus dos temporadas anteriores.
La segunda visión de este universo es aquella en la que se entiende que más allá de Jedi o Sith, del lado oscuro de la fuerza, o del eterno conflicto entre el bien y el mal. Bajo dicho prisma, Star Wars es un universo formado por centenares de planetas, cada uno con una idiosincrasia, legal, económica y cultural propia del que se puede sacar auténtico oro molido si existe empeño y talento para ello y, sobre todo, ganas de hacer algo distinto con este universo en cuestión.
A resultas de esta segunda visión tenemos series como la reciente Tripulación Perdida, la dos primeras temporadas de The Mandalorian, o películas como Rogue One que tiene mucho que ver con Andor, serie que ha culminado recientemente su segunda y última temporada y de la que venimos a hablar hoy.
De hecho, la genial Los Últimos Jedi de Rian Johnson, el episodio VIII de la saga, si bien no renuncia a hablarnos del manido conflicto entre Sith y Jedi, lo hace de una forma innovadora e iconoclasta que precisamente daba cierta esperanza a determinados aficionados que, como quien esto escribe, prefieren una visión de Star Wars menos cerrada y más arriesgada que haga evolucionar este universo hacia adelante, sin anclarse siempre en revisiones constantes de las mismas historias.
En lo que respecta a la serie objeto de nuestra reseña de hoy; Andor, llamada así por su protagonista Cassian Andor, el personaje interpretado por Diego Luna en Rogue One, hace las veces de precuela de la precuela, o lo que es lo mismo, de historia que nos cuenta qué fue lo que llevo a alguien como Andor a unirse a una Alianza Rebelde incipiente e imperfecta para ya, como parte indiscutible de la misma, sacrificarse a sí mismo por una causa más grande que él: La del robo de los planos de la Estrella de la Muerte que hicieron posible la destrucción de la colosal super arma en el clásico Episodio IV de la saga cinematográfica.
Rogue One, estrenada en el año 2016 y dirigida por Gareth Edwards (Godzilla: Monsters, y la próxima Jurassic World Rebirth) aprovechaba lo que en Una Nueva Esperanza no era sino un truco de guion bastante funcional pero muy oportunista y sacado de la chistera (aquello de que la Estrella de la Muerte tuviera un fallo de construcción que permitía con una mezcla de talento y suerte destruirla de un solo disparo de torpedo directo a su reactor) en una excusa perfecta para contar de dónde venía ese fallo, por qué se había producido, y quiénes fueron aquellos que conscientes del mismo, robaron los planos que permitieron a Luke Skywalker y al resto de la Alianza Rebelde alzarse con la victoria al final del hoy mítico Episodio IV.
No es que fuera necesario contar esa historia, como no lo era conocer el origen de Darth Vader, pero la diferencia entre Rogue One y los Episodios I, II y III, es que la primera se convertía en una película de incuestionable calidad cinematográfica, frente a unas precuelas que más allá del fanservice facilón y barato, resultaron ser películas bastante mediocres.
Si bien Rogue One fue dirigida por el ya mentado Gareth Edwards, el máximo responsable de su guion fue Tony Gilroy (guionista de Armageddon o de la tetralogía protagonizada por el espía Jason Bourne entre muchas otras películas), quien a su vez, y como no podía ser de otra manera, resulta ser el showrunner y creador de las dos temporadas de Andor.
Pues bien, Andor en su primera temporada, sitúa la acción cinco años antes de Rogue One, y por tanto cuando el Imperio Galáctico ya lleva unos quince años dominando la galaxia con su ominosa bota sobre la espalda de unos ciudadanos que ansían una libertad que parece que jamás llegará.
En sus primeros episodios, Andor (Diego Luna) se nos presenta como un superviviente que trata de ganarse la vida en un mundo oscuro y asolado por el fascismo, en el que robar a quienes más tienen, o incluso acabar con sus vidas, es en muchas ocasiones, la única forma de conseguir sobrevivir hasta el día siguiente.
Consciente de sus habilidades, el misterioso Luthen, interpretado magistralmente por Stellan Skarsgård (Dune, Thor, El Hombre que Mató a Don Quijote), trata de reclutar a Andor para una incipiente Alianza Rebelde, que en realidad no es sino la búsqueda de individuos dañados por el Imperio Galáctico que busquen con un pensamiento global, actuar localmente, iniciando una guerra de guerrillas contra el poder establecido que muy lentamente, vaya erosionando éste.
Como es bien conocido, y muestra muy bien la serie a lo largo de sus dos temporadas, esta alianza rebelde prematura va extendiéndose, reclutando cada vez más aliados y convirtiéndose en lo que pudimos ver en Rogue One y que ya conocíamos de Una Nueva Esperanza: Un ejército revolucionario muy bien organizado (hasta el punto de que sentaba las bases de un futuro gobierno democrático) dispuesto a todo con tal de acabar con el malvado Imperio Galático.
Sin embargo, donde Andor brilla por encima de otros productos de este extenso universo, incluso por encima de Rogue One, es en que los rebeldes no se presentan aquí como héroes inmaculados e incorruptibles, sino como individuos que por mucho que tengan ideas justas y muy defendibles, al final del día no son sino terroristas y/o guerrilleros que hacen lo que pueden con lo poco que tienen por el bien de una misión que en muchas ocasiones tampoco tienen del todo clara.
En ese aspecto, sin dejar nunca de lado la serie que los rebeldes son en el amplio espectro los buenos, y los imperiales los villanos de la historia, se presentan a importantes personajes del bando totalitario, como Syril (interpretado por Kyle Soller) un funcionario del Imperio que debe lidiar con el arribismo y juego de sillas típico de su puesto, al tiempo que defiende unas ideas que para él son justas sin ser un villano al uso, sino más bien un pobre diablo que ha caído desde el principio en la construcción de relato que ha hecho el bando de Palpatine dese su llegada al poder, y del que los suyos (incluidos su novia y su propia madre) se aprovechan siempre que pueden.
Y es que, también va de esto esta serie, de relato, de como el poder a lo largo de la historia hace lo que sea con tal de construir un relato que convenza al pueblo y que tergiverse la verdad de los acontecimientos para mantener su dominio por los siglos de los siglos. Y si no, que se lo pregunten a Gorham, oAlderaan o por qué no decirlo, a Gernika.
En ese aspecto, la primera temporada, estrenada en el año 2022 fue un muy buen punto de partida para este conflicto que se tomó mucho tiempo en explicarnos quién era quién, en situar a los personajes y en hacernos entender qué perseguía cada uno, para ya en la segunda, de 2025, echar toda la carne en el asador y poner a cada uno en el sitio que le correspondía al inicio de Rogue One pero sin dejar de lado el desarrollo necesario que tiene que llevar a ello.
Porque Andor, aunque claramente tiene que enlazar con la cinta de 2016, no pretende hacerlo a costa de pisar el acelerador y de justificar de forma torpe cómo los personajes llegan a ese final que es en realidad un nuevo punto de partida, sino que desarrolla un mundo muy rico a través de una serie en la que el espionaje y la política galáctica están a la orden del día.
En ese sentido, resulta muy curioso que a pesar de que, conscientes de todo lo que sería contar, la segunda temporada tenía que abreviar un poco más los hechos a narrar, el salto temporal de un año que se hace cada tres episodios funcione perfectamente como recurso narrativo y en lugar de dar esa sensación de prisa, lo que genera es más curiosidad al espectador por las distintas incógnitas que se presentan en cada uno de esos lapsos de doce meses que transcurren cada terna de capítulos.
También resulta muy curioso el tratamiento que se le da a personajes como Mon Mothma (interpretada como no podía ser de otra manera por Genevieve O’Reilly quien ya hiciera suyo al personaje en La Venganza de los Sith) que no son rebeldes al uso, sino acaudalados nobles que deciden poco a poco entrar en la refriega cuando ven que un gobierno como el Imperial terminará con todo aquello que aman, a pesar de lo ventajoso de su posición.
El reparto es mucho más extenso y variado, con nombres como Adria Arjona o Denise Gough que añaden más calidad a esta serie que no escatima en calidad interpretativa en pro de una calidad que más allá de si gusta más o menos el Universo Star Wars, construye una serie que todo amante del space opera debería ver.
La dirección y el apartado visual de cada episodio son muy cinematográficos, siendo casi imposible creer que tengamos este tipo de planos o fotografía en una serie de televisión con elementos que antes solo se reservaban al cine.
En cuanto a la banda sonora, ésta es llevada a cabo por Nicholas Britell (Don’t Look Up, Moonlight) quien construye temas muy pegadizos y acordes a la trama de la serie, con esa tensión que nunca termina de abandonar a toda escena de infiltración o revolución pura de las que esta serie está afortunadamente plagada.
Hasta tal punto es esta serie inusual para lo que por desgracia venimos viviendo con el universo espacial creado por George Lucas, que si preguntais a este humilde redactor, os dirá que las dos temporadas de Andor y Rogue One son las auténticas precuelas de una saga galáctica que nunca debió dar luz a esos episodios I, II y III que tanto nos siguen sonrojando incluso a día de hoy.
Un auténtico must audiovisual que ningún aficionado a la saga debería dejar pasar.