Cruzo La Mancha infinidad de veces y siempre paro en Albacete a por dulces, pero odio los Miguelitos. Estos le dan mil vueltas
Soy incapaz de recordar el día que el primer 'miguelito' cayó en mis manos y, muy probablemente, me pringó la boca, la cara y la ropa que llevara puesta. Como a tantos infantes del sureste español, el mítico dulce de La Roda entró pronto en mi vida a través de algún familiar, vecino o amigo que había pasado por la vecina Albacete. Un viaje de carretera muy común desde la Región de Murcia que tenía una regla no escrita: a la vuelta había que traer Miguelitos sí o sí. Por algo se conoce como el dulce de autopista. En mi tierna infancia de paladar goloso no le hacía ascos a casi nada que llevara su buena cantidad de azúcar, pero todo tiene un límite. Hay que reconocer que los Miguelitos no son la mayor exquisitez del mundo, menos aún cuando todo lo que el viajero puede comprar son sucedáneos de menor calidad que distan mucho de los auténticos originales, que sobreviven hoy en la confitería La Moderna, rellenados al momento y con su cobertura primigenia de almíbar. Mi relación con este bocado hojaldrado empeoró al sumarse a esas cajas inmensas variedades con otros rellenos y coberturas. Chocolate, cabello de ángel, chocolate blanco o turrón suenan bien, pero solo empalagan aún más un dulce que cansa tras el primer bocado. Y el gran problema que tienen es que pierden mucho con el paso de las horas. No es un dulce que aguante muy bien, por mucho que se conserve en nevera. Que el hojaldre quede diluido entre tanto relleno y cobertura es el otro hándicap que remató una visita a tierras cántabras, donde el buen hojaldre de mantequilla de verdad me arruinó para siempre poder disfrutar de la versión barata industrial con grasas vegetales. Aunque lo que más me molesta de Los Miguelitos no son ellos en sí mismos, sino cómo han fagocitado toda la fama de la repostería local, cuando hay todo un mundo de dulces manchegos tradicionales más antiguos y mucho más ricos. El goloso mundo de los dulces manchegos Quizá cueste más encontrarlos al parar en La Roda, donde Los Miguelitos campan a sus anchas hasta en la más triste de las gasolineras, pero por toda la provincia de Albacete y Cuenca es fácil localizar ventas y estaciones de servicio con un buen surtido de dulces típicos que sí rinden homenaje al repertorio local. Sin grandes nombres propios ni alardes, con sus cajas y bolsas sencillas de toda la vida, tan comunes a los productos de panadería más artesanal, son productos que nos pueden recordar a muchos dulces de pueblo de otros lugares de España, pero que en cada región tienen su carácter especial. Sin florituras y con pocos ingredientes, la dulcería de toda la vida tiene ese algo mágico que le da un sabor especial. Rosquillas -de las horneadas, de las fritas y de huevo-, tortas de manteca, magdalenas gigantescas, pastas de almendra, roscos, mantecados manchegos, tejas, tortas de cañamones, flores fritas, lazos de hojaldre, antojos, bollitos de anís y mistela, suspiros, galletas caseras, obleas, alajú conquense, bizcochos, hojuelas, tortas de Alcázar... Se despliega así todo un paraíso para los amantes de la repostería de toda la vida que a muchos nos conecta con nuestra niñez. Dulces de pueblo con recetas cuyo origen se ha perdido en el tiempo, que incluso los que salen hoy de obradores más industriales mantienen el carácter artesanal de tradición familiar. Reconozco que los buenos Miguelitos frescos están buenos, y aún me generan nostalgia y cierto cariño cuando se cruzan de nuevo en mi camino. Pero la dulcería manchega tiene mucho más que ofrecer y merece su reconocimiento, aunque no puedan competir con el marketing que ha coronado a los Miguelitos de La Roda como el souvenir rey de la autopista. En DAP | En busca de los auténticos Miguelitos: el dulce de La Roda que conquistó la autopista En DAP | La nuez de Nerpio (Albacete) ya es denominación de origen, pero sus nogales centenarios necesitan agricultores jóvenes - La noticia Cruzo La Mancha infinidad de veces y siempre paro en Albacete a por dulces, pero odio los Miguelitos. Estos le dan mil vueltas fue publicada originalmente en Directo al Paladar por Liliana Fuchs .

Soy incapaz de recordar el día que el primer 'miguelito' cayó en mis manos y, muy probablemente, me pringó la boca, la cara y la ropa que llevara puesta. Como a tantos infantes del sureste español, el mítico dulce de La Roda entró pronto en mi vida a través de algún familiar, vecino o amigo que había pasado por la vecina Albacete. Un viaje de carretera muy común desde la Región de Murcia que tenía una regla no escrita: a la vuelta había que traer Miguelitos sí o sí. Por algo se conoce como el dulce de autopista.
En mi tierna infancia de paladar goloso no le hacía ascos a casi nada que llevara su buena cantidad de azúcar, pero todo tiene un límite. Hay que reconocer que los Miguelitos no son la mayor exquisitez del mundo, menos aún cuando todo lo que el viajero puede comprar son sucedáneos de menor calidad que distan mucho de los auténticos originales, que sobreviven hoy en la confitería La Moderna, rellenados al momento y con su cobertura primigenia de almíbar.
Mi relación con este bocado hojaldrado empeoró al sumarse a esas cajas inmensas variedades con otros rellenos y coberturas. Chocolate, cabello de ángel, chocolate blanco o turrón suenan bien, pero solo empalagan aún más un dulce que cansa tras el primer bocado. Y el gran problema que tienen es que pierden mucho con el paso de las horas. No es un dulce que aguante muy bien, por mucho que se conserve en nevera.
Que el hojaldre quede diluido entre tanto relleno y cobertura es el otro hándicap que remató una visita a tierras cántabras, donde el buen hojaldre de mantequilla de verdad me arruinó para siempre poder disfrutar de la versión barata industrial con grasas vegetales.

Aunque lo que más me molesta de Los Miguelitos no son ellos en sí mismos, sino cómo han fagocitado toda la fama de la repostería local, cuando hay todo un mundo de dulces manchegos tradicionales más antiguos y mucho más ricos.
El goloso mundo de los dulces manchegos
Quizá cueste más encontrarlos al parar en La Roda, donde Los Miguelitos campan a sus anchas hasta en la más triste de las gasolineras, pero por toda la provincia de Albacete y Cuenca es fácil localizar ventas y estaciones de servicio con un buen surtido de dulces típicos que sí rinden homenaje al repertorio local.

Sin grandes nombres propios ni alardes, con sus cajas y bolsas sencillas de toda la vida, tan comunes a los productos de panadería más artesanal, son productos que nos pueden recordar a muchos dulces de pueblo de otros lugares de España, pero que en cada región tienen su carácter especial. Sin florituras y con pocos ingredientes, la dulcería de toda la vida tiene ese algo mágico que le da un sabor especial.
Rosquillas -de las horneadas, de las fritas y de huevo-, tortas de manteca, magdalenas gigantescas, pastas de almendra, roscos, mantecados manchegos, tejas, tortas de cañamones, flores fritas, lazos de hojaldre, antojos, bollitos de anís y mistela, suspiros, galletas caseras, obleas, alajú conquense, bizcochos, hojuelas, tortas de Alcázar...

Se despliega así todo un paraíso para los amantes de la repostería de toda la vida que a muchos nos conecta con nuestra niñez. Dulces de pueblo con recetas cuyo origen se ha perdido en el tiempo, que incluso los que salen hoy de obradores más industriales mantienen el carácter artesanal de tradición familiar.
Reconozco que los buenos Miguelitos frescos están buenos, y aún me generan nostalgia y cierto cariño cuando se cruzan de nuevo en mi camino. Pero la dulcería manchega tiene mucho más que ofrecer y merece su reconocimiento, aunque no puedan competir con el marketing que ha coronado a los Miguelitos de La Roda como el souvenir rey de la autopista.
En DAP | En busca de los auténticos Miguelitos: el dulce de La Roda que conquistó la autopista
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La noticia
Cruzo La Mancha infinidad de veces y siempre paro en Albacete a por dulces, pero odio los Miguelitos. Estos le dan mil vueltas
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Liliana Fuchs
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