A favor del placer

Retratos de jazz es uno de esos libros. Incorpora el obsequio de la lupa, la cámara fotográfica y el reloj de arena de tres minutos, que es lo que dura aproximadamente la lectura de cada una de las cincuenta y cinco piezas que componen el volumen firmado por Makoto Wada (1936-2019) y Haruki Murakami (1949),... Leer más La entrada A favor del placer aparece primero en Zenda.

May 26, 2025 - 08:05
 0
A favor del placer

Hay libros que traen consigo una lupa incorporada —algunos incluso un microscopio—, una cámara de fotos y un reloj de arena, pero no siempre se repara en los accesorios que los complementan. Ricardo Piglia afirmó que la crítica literaria no sería otra cosa que una suerte de forma moderna de autobiografía, “un modo de registrar una forma de vida”. Al igual que el escritor escribe para comprender lo que es la literatura, el crítico trabaja para entenderla a través de la lectura y el análisis, y en el camino analítico y especulativo se encuentra a sí mismo. Criticar (ejercer la crítica, dicen sin apuro quienes caen en el engolamiento) es, por tanto, un modo de autoconocimiento en el que, si  se dan las condiciones necesarias, cabe sin paliativos la escritura entendida como arte de la palabra. El asunto es escribir para la eternidad y ya se verá luego dónde queda todo. La ambición entendida como el despacho con los grandes, las ansias por retratar cuando de humano nos vertebra y la misión no resuelta que estriba en satisfacer la imperiosa necesidad de dejar huella en el mundo para que éste no deje de ser habitable y gozoso, son algunas de las formas que adopta la felicidad cuando aparece la satisfacción por lo escrito (y por lo leído, que es lo natural). El orgullo de padre en quien siempre será párvulo en los asuntos que conciernen al corazón y sus secretos, a la vida y sus designios, al puro existir, siempre cambiante, nunca seguro. Así debe ser. Al final todo se reduce a aquello de que “todo retrato pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo”, como dejó escrito Oscar Wilde, que de eso algo sabía.

"La lectura sin más interferencias que la de la banda sonora que cada cual va confeccionando durante el tiempo que ocupa el oasis que crean estas piezas acaba por fijar una idea de las querencias de Murakami y Wada"

Retratos de jazz es uno de esos libros. Incorpora el obsequio de la lupa, la cámara fotográfica y el reloj de arena de tres minutos, que es lo que dura aproximadamente la lectura de cada una de las cincuenta y cinco piezas que componen el volumen firmado por Makoto Wada (1936-2019) y Haruki Murakami (1949), convertido con esta edición en un homenaje al ilustrador japonés y motor de la obra, dado que primero fueron los dibujos y luego la letra, primero las exposiciones (1992, 1997 y 1999) y más tarde la palabras del autor de Tokio Blues. Norwegian Wood. La lupa, para ir a buscar el detalle —muchos— de los músicos retratados al alimón; la cámara de fotos, convertida en artilugio con el que apresar un momento de la historia de esta música universal que es el jazz, en esta ocasión el fragmento que ocupa lo que los autores llaman “jazz heroico”, el que va del nacimiento del género hasta los años previos a la incorporación de lo eléctrico en su lenguaje. La horquilla se mueve por tanto entre Hoagy Carmichael (1899-1981), Duke Ellington (1899-1974) y Louis Armstrong (1901-1971) a Sonny Rollins (1930), Lee Morgan (1938-1972) y Herbie Hancock (1940). En el camino, flagrantes ausencias (“créanme, eso dice mucho a favor de este libro”, confiesa con sorna Murakami en el epílogo) como las de John Coltrane o Keith Jarrett; en cuanto al reloj de arena que viene incorporado, uno no se cansa de darle la vuelta y retomar la lectura, tres minutos de maravilla —con lo difícil que resulta el arte de la síntesis, aquí cada texto acompañado de su ficha biográfica—que coinciden con el tiempo compactado en la duración de los singles que aparecieron en los gramófonos, victrolas y tocadiscos de microsurco durante la Era Dorada del jazz, la que lleva el swing como bandera.

La lectura sin más interferencias que la de la banda sonora que cada cual va confeccionando durante el tiempo que ocupa el oasis que crean estas piezas acaba por fijar una idea de las querencias de Murakami y Wada (quien accedió a incorporar como bonus track las figuras de Frank Sinatra, Art Pepper y Gil Evans, estos dos últimos realizados especialmente para la actual edición del libro), pero sobre todo de Murakami: ahí está su obsesión por los viejos discos de vinilo donde se produce el milagro de la alta fidelidad (son ondas sonoras fijadas en una superficie, no una amalgama aproximada de código binario), siempre que la música se tiña con el timbre que reproducen sus queridísimos altavoces JBL Back Loaded Horn que ya llevan con él en su “madriguera” más de un cuarto de siglo. Años atrás le llegó la fiebre cuando ponía copas en uno de aquellos antros que todavía resisten en Japón y que han acabado exportándose al resto del globo, esa suerte de templos laicos —con sus altares para diosas y dioses propios— en los que rezar y encontrarse a uno mismo mientras se degusta un buen whisky de malta (lo mejor para la audición de jazz, según Murakami) en penumbra, donde se acaba dando una conexión que nos saca de nosotros y nos enlaza con algo más universal. Como dice el mismo Murakami, “no estoy exagerando. Siempre que me encuentro ante una pieza musical sublime [y aquí hay unas cuantas], sea esta del tipo que sea, surge en mí, desde algún lugar que desconozco, un profundo sentimiento de empatía y fraternidad.” Fuente de satisfacción perpetua, de esos manantiales que los antiguos árabes decían que manaban y corrían sin límites.

"En el camino, un volumen enciclopédico ilustrado con primor para dar cuenta de una música que avanza con los tiempos y que, en su lectura, acaba configurando un mapa con múltiples cruces del tesoro"

Los textos, digámoslo ya, valen como un quién-es-quién en el mundo del jazz, con prevalencia por el jazz de raíz negra, homenajeando a quienes pusieron en pie al género, rescatando a Jack Teagarden o Bix Beiderbecke en la nómina de escogidos, olvidándose de Jelly Roll Morton o Kid Ory, y obviando a los ya mencionados Keith Jarrett y John Coltrane, luminarias por sí solos que no hace falta recordar porque ya se encargan ellos de hacernos saber que siguen ahí en la voz de otros tantos. Mujeres, unas pocas; hombres, la mayoría, como era de imaginar; rarezas, un par, con Eddie Condon y Jackie & Roy a la cabeza; despistes, alguno, empezando por Sarah Vaughan, Jimmy Smith o Grant Green, y acabando por dejar fuera todo lo que cabe en el jazz a partir de la electrificación de Miles Davis, que es multitud, así como el jazz alejado del centro fagocitador estadounidense, motivo de tantas alegrías.

En el camino, un volumen enciclopédico ilustrado con primor para dar cuenta de una música que avanza con los tiempos y que, en su lectura, acaba configurando un mapa con múltiples cruces del tesoro para regocijo de iniciados y neófitos recién trasplantados a la religión aglutinadora y acogedora del jazz. Unos Retratos de jazz donde a toda alegría le acompaña el eco de muchas más. Incluso se agradece que dejen en manos del lector la búsqueda de las referencias musicales de las que nos habla con tanto tino Murakami, convertido para la ocasión en un crítico de olfato fino y arte largo.

—————————————

Autor: Haruki Murakami y Makoto Wada. Título: Retratos de Jazz. Traducción: Juan Francisco González Sánchez. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.

La entrada A favor del placer aparece primero en Zenda.