Adiós a la estampa mas española: Sacar la silla «al fresco» te podrá costar hasta 750€ de multa

Una costumbre de verano bajo amenaza: el «tomar el fresco» podría salir caro Con la llegada de las altas temperaturas, las calles de los pueblos españoles se llenan de escenas que evocan un estilo de vida tranquilo y comunitario. Uno de esos momentos clásicos del verano es ver a los vecinos sentados en la puerta ... Leer más

Jun 16, 2025 - 12:40
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Adiós a la estampa mas española: Sacar la silla «al fresco» te podrá costar hasta 750€ de multa

Una costumbre de verano bajo amenaza: el «tomar el fresco» podría salir caro

Con la llegada de las altas temperaturas, las calles de los pueblos españoles se llenan de escenas que evocan un estilo de vida tranquilo y comunitario. Uno de esos momentos clásicos del verano es ver a los vecinos sentados en la puerta de casa, compartiendo la tarde, refrescándose con la brisa y disfrutando de una charla que se alarga hasta el anochecer. Sin embargo, una tradición tan arraigada como esta podría enfrentarse ahora a sanciones económicas de hasta 750 euros.

Así lo ha advertido recientemente la Policía Local de Santa Fe, un municipio granadino, a través de sus redes sociales. El mensaje ha generado una oleada de comentarios y un intenso debate en redes: «Sabemos que se ha hecho toda la vida, pero si pedimos que se retiren sillas o mesas, hazlo por respeto y convivencia».

Un símbolo de comunidad con siglos de historia

Lejos de ser una simple costumbre estacional, «tomar el fresco» en la puerta de casa representa para muchas familias una forma de relacionarse con el entorno y con los demás. En zonas rurales y barrios tradicionales, sacar la silla al atardecer se ha convertido en una especie de ritual que refuerza los lazos vecinales.

Este hábito cotidiano se manifiesta en las conversaciones entre vecinos, los niños jugando en la acera, las risas compartidas y los saludos cruzados. Abuelas con abanicos, sillas plegables que se montan al caer el sol y botellas de agua fría en mano forman parte del paisaje de cualquier pueblo durante el verano.

Para muchas personas mayores, estas horas en la calle representan algo más que una forma de combatir el calor: es uno de sus principales momentos de socialización del día. Pero no todos comparten esta visión tan romántica de la costumbre.

¿Una tradición en conflicto con la ley?

Aquí es donde comienza el dilema. En España, no existe una legislación nacional que regule o prohíba expresamente el uso del espacio público para sentarse frente a casa. Sin embargo, las ordenanzas municipales sí tienen competencia para decidir cómo se usa la vía pública en cada localidad.

En ciudades como Madrid o Barcelona, donde la densidad urbana es mucho mayor, ocupar la acera sin permiso puede conllevar multas inmediatas. En municipios más pequeños, la situación suele ser más flexible, aunque no por ello exenta de normas. La Policía Local de Santa Fe lo ha dejado claro en su aviso: «la vía pública está regulada».

La advertencia tiene fundamento. Si las sillas colocadas fuera de las viviendas impiden el paso, causan ruido excesivo o si la reunión se extiende más allá de lo razonable, puede haber consecuencias. Las multas por estas infracciones oscilan entre los 300 y los 750 euros, dependiendo del municipio y de la gravedad del hecho.

Molestias, quejas y zonas sensibles

Las autoridades locales suelen actuar cuando se reciben quejas vecinales o cuando se detecta una ocupación reiterada de zonas sensibles, como accesos a garajes, pasos de peatones o aceras estrechas. Lo que puede comenzar como una inofensiva reunión entre vecinos, puede derivar en conflictos por ruidos o problemas de movilidad.

No es lo mismo sacar una silla para sentarse solo durante un rato tranquilo que instalar varias mesas, sacar bebidas, poner música y convertir la calle en una terraza improvisada. Ese cambio de escala transforma una costumbre vecinal en una ocupación del espacio público, lo cual sí puede ser sancionado.

Una tradición que genera debate social

Como era de esperar, las redes sociales se han llenado de opiniones enfrentadas. Hay quienes defienden a capa y espada el valor cultural de esta práctica, considerándola una seña de identidad de la vida en los pueblos. Otros, sin embargo, subrayan su derecho al descanso, la tranquilidad y la libre circulación por el espacio público.

El debate trasciende la simple acción de sacar una silla: plantea el eterno conflicto entre tradición y normativa. ¿Debe prohibirse una costumbre tan profundamente enraizada en nuestra forma de vida? ¿O debe regularse con sentido común, garantizando que todos puedan convivir sin molestarse?

Convivencia, respeto y responsabilidad

Más allá de las normas escritas, la clave parece estar en el equilibrio. Ni la eliminación total de la práctica ni la permisividad absoluta parecen caminos adecuados. Lo que se plantea es la necesidad de aplicar sentido común y respeto mutuo.

Como han señalado desde la Policía Local, no se trata de romper con las tradiciones, sino de garantizar que se mantengan sin perjudicar a los demás. Quizás el futuro del «tomar el fresco» pase por una reinvención más consciente, que permita disfrutar del aire de la tarde sin caer en abusos que rompan la convivencia.

En definitiva, la costumbre de sacar la silla a la calle no está prohibida por norma general, pero sí puede traer consecuencias si no se hace con responsabilidad. Una tradición que habla de nuestra forma de vivir, pero que, como tantas otras, necesita adaptarse a los tiempos actuales.