Weimar: cómo colapsa una democracia

A estas alturas del nuevo siglo se asienta como verdad irrefutable, resultado de una simple constatación empírica, que el sistema democrático que nadie parecía cuestionar hace apenas tres décadas —¡el fin de la historia!, proclamaban algunos— no pasa por sus mejores momentos. Por decirlo suavemente, claro. La potencia hegemónica, EEUU, otrora luz y faro de... Leer más La entrada Weimar: cómo colapsa una democracia aparece primero en Zenda.

Jun 16, 2025 - 11:35
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Weimar: cómo colapsa una democracia

Hay ocasiones en que se debe empezar por el contexto, no exactamente porque este lo explique todo sino tan solo porque permite la ubicación necesaria para empezar a entender de manera adecuada un hecho, una tendencia o lo que sea. Comencemos, pues, hablando del tiempo presente —contexto— para comprender el interés por el pasado o, para ser más exactos, el sobrevenido interés por un preciso pasado: la década de los treinta del siglo anterior y, dentro de ella, el fracaso de la República de Weimar como paradigma de la crisis política de la época. Una crisis y una época que nos interpela ahora, casi un siglo después, como un pasado inmediato, o peor aún, como un espejo de nuestras actuales zozobras políticas.

A estas alturas del nuevo siglo se asienta como verdad irrefutable, resultado de una simple constatación empírica, que el sistema democrático que nadie parecía cuestionar hace apenas tres décadas —¡el fin de la historia!, proclamaban algunos— no pasa por sus mejores momentos. Por decirlo suavemente, claro. La potencia hegemónica, EEUU, otrora luz y faro de las libertades, se sumerge con Trump en una crisis de proporciones insondables a día de hoy, mientras que las superpotencias rivales (China), declinantes (Rusia) o emergentes (India, Turquía, Irán) optan por un modelo claramente autocrático o, en el mejor de los casos, por un régimen híbrido que ha dado en llamarse iliberal.

"Ullrich menciona a Francis Fukuyama y la ingenua convicción de hace unos decenios acerca de que la superioridad de la democracia se impondría como principio incontestable en la mayor parte del mundo"

La mayor parte de Europa (la Europa occidental, primero; la Unión Europea, luego) que parecía firme baluarte de un sistema de libertades, garantías y prestaciones (el Estado del bienestar) se cuartea de un tiempo a esta parte, no ya por la preocupante deriva de algunas naciones (en especial Hungría, aunque no solo ella), sino por la presencia de graves grietas estructurales hasta en los Estados democráticos que parecían más firmes (empezando por Alemania y Francia). Las atroces guerras balcánicas al final del pasado siglo y, sobre todo, la invasión rusa de Ucrania en el presente no hacen más fáciles las cosas. Y, lo que es más grave, nos devuelven a una situación de convulsiones y violencia inmisericorde sobre la población civil que queríamos creer superada. Parece, sin embargo, que los viejos fantasmas, como los rockeros, nunca mueren.

Por eso es imprescindible aludir al contexto, porque el examen del ayer —de ese ayer al que nuestro hoy tanto se va pareciendo— se convierte en algo no ya necesario, sino urgente. Seamos claros: no nos interesa Weimar para recapacitar fríamente sobre su constitución, sus dificultades económicas o su praxis electoral, sino porque el fracaso de Weimar nos interpela sobre el (posible) fracaso de nuestro sistema democrático. Queremos conjurar el peligro estudiando Weimar. Al fin y al cabo, se trata de dar respuesta, no solo desde la óptica de la ciencia política sino también desde la historia, a esa inquietud que tan bien sintetizaba en su propio título el ensayo de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: Cómo mueren las democracias. Estudiar cómo murió —o cómo se suicidó Weimar—, para que no nos pase lo mismo.

"Subraya el autor que Hitler nunca ocultó sus intenciones y aun así el presidente Hindenburg le abrió las puertas del gobierno"

No puede ser más sintomático —y reveladora confirmación de lo dicho hasta ahora— que en este magnífico trabajo del especialista Wolker Ullrich, titulado El fracaso de la República de Weimar, el primer párrafo que encontrará el lector, nada más abrir el libro sea este: «Las democracias son frágiles. Pueden transformarse en dictaduras. Libertades que pueden parecer firmemente conquistadas pueden desaparecer». Y para llevar la ratificación a su máximo grado, Ullrich menciona a Francis Fukuyama y la ingenua convicción de hace unos decenios acerca de que la superioridad de la democracia se impondría como principio incontestable en la mayor parte del mundo. «Hoy de esta certeza ya no queda tanto», establece a continuación.

Wolker Ullrich es un veterano periodista e historiador alemán, autor de algunas contribuciones notables sobre la política del período. Podemos situarlo en la órbita de la alta divulgación, con análisis tan certeros como agudos. El lector interesado en la época recordará que hace dos años se publicó en español un interesante estudio suyo sobre el final del Tercer Reich con el título de Ocho días de mayo (Taurus, 2023). En este nuevo libro su objetivo es más ambicioso pues trata de explicar en unas quinientas páginas (de las cuales, casi cien son de notas y bibliografía) qué fue Weimar y por qué fracasó como sistema democrático. Y, como es obvio, no fue un fracaso cualquiera, dada la naturaleza del monstruo que engendró: el régimen hitleriano.

"Pero fueron catorce años que, como pasa en otros momentos de aceleración histórica, parecen condensar muchas décadas"

Respetando un estricto orden cronológico, Ullrich desgrana en unos apasionantes once capítulos cómo se pasó del «encanto de los inicios» (quizá aquí exagera un poco porque los inicios fueron más difíciles que encantadores) a una situación de bloqueo institucional que un partido radical (el NSDAP, xenófobo y violento) supo aprovechar para encaramarse al poder. Subraya el autor que Hitler nunca ocultó sus intenciones y aun así el presidente Hindenburg —y el sistema en su conjunto— le abrió las puertas del gobierno. De ahí que Ulrich parezca más interesado en poner el foco en la pasividad, el sectarismo y la ceguera voluntaria de la clase dirigente —los que se lavaron las manos o albergaron ilusiones descabelladas— que en el fanatismo de una minoría agresiva.

Entre aquel comienzo y este trágico final solo transcurrieron catorce años, los que median entre el final de la Gran Guerra (1918) y enero de 1933, con el ascenso de Hitler. Pero fueron catorce años que, como pasa en otros momentos de aceleración histórica, parecen condensar muchas décadas. Ullrich construye su narración de manera que cada uno de los capítulos se asienta sobre un acontecimiento decisivo: el golpe de Kapp-Lüttwitz, el asesinato del ministro de Asuntos Exteriores, Walter Rathenau, la ocupación del Ruhr y la hiperinflación, la muerte de Ebert y la elección de Hindenburg… y así hasta llegar al golpe de Estado de Papen y el traspaso de poder a Hitler.

"No solo la historia de aquella Alemania pudo ser distinta, sino que estuvo a punto de serlo en innumerables ocasiones. Ni Weimar estaba abocada al colapso ni Hitler era la única solución a la crisis del sistema"

Pero, más allá de los hechos concretos —y sabidos, por otra parte— lo que resulta más interesante y atractivo del enfoque de este libro es su rechazo a juzgar Weimar desde su final o, lo que es lo mismo, desde su fracaso. Aunque parezca una obviedad, el autor nos recuerda que en aquellos años decisivos nada estaba escrito, como nunca está determinado el futuro para los que vivimos el presente. Frente a tantos análisis estructurales que subrayan las líneas que parecían arrastrar todo a la hecatombe, Ullrich se fija en las situaciones, los dilemas y los individuos, para señalar que existían alternativas y márgenes de maniobra. No solo la historia de aquella Alemania pudo ser distinta, sino que estuvo a punto de serlo en innumerables ocasiones. Ni Weimar estaba abocada al colapso ni Hitler era la única solución a la crisis del sistema.

Esto significa que debe ponerse el acento en las responsabilidades políticas de líderes y dirigentes. La cobardía, la torpeza y la ambición de personajes concretos, con nombre y apellidos, jugaron un papel decisivo. Las sucesivas crisis políticas se resolvieron en el peor sentido posible. Y también, ¿por qué no reconocerlo?, se dieron elementos aleatorios, circunstancias insólitas, incluso rocambolescas. La vida personal y política de Hitler, sin ir más lejos, está llena de esas paradojas: no es la menor que consiguiera sus propósitos más queridos en los momentos en que parecía más desahuciado.

Desde una perspectiva más global, seguimos contemplando Weimar, incluso desde la atalaya actual, como una época fascinante: en el terreno artístico y literario, en su perversa ambigüedad moral, en los avances en el pensamiento y la ciencia. Pero también nos conmueve en otro sentido como época terrible, de angustia generalizada y fanatismo excluyente: la fascinación del abismo. No es extraño, pues, que observando esa época descubramos —temor y temblor— rasgos de la nuestra. Como cuando nos miramos en un espejo roto.

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Autor: Volker Ullrich. Título: El fracaso de la República de Weimar: Las horas fatídicas de una democracia. Traducción: Miguel Alberti. Editorial: Taurus. Venta: Todos tus libros.

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