De activo estratégico a blanco ideológico: la paradoja de la diversidad en la empresa

Cada mes de mayo, desde 2020, la Unión Europea celebra el Mes de la Diversidad para promover entornos laborales inclusivos y sensibilizar sobre los beneficios de la diversidad en las empresas. En este convulso 2025, sus objetivos son más pertinentes que nunca: visibilizar la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI) en las compañías.

Sin embargo, este impulso choca con un contexto internacional cada vez más hostil en el que la diversidad se ha convertido, erróneamente, en un blanco ideológico. En EE.UU., la administración Trump ha desmantelado programas de diversidad, imponiendo restricciones a las organizaciones. En paralelo, algunas grandes corporaciones, por temor a represalias, han eliminado o silenciado sus iniciativas de diversidad.

Este retroceso plantea una paradoja: mientras que la diversidad ha demostrado ser un motor estratégico para la innovación y la competitividad, las presiones ideológicas amenazan con erosionar los avances, afectando la productividad y limitando el acceso a talento diverso.

Hoy, construir culturas empresariales basadas en la equidad e inclusión no es una opción, sino una necesidad para afrontar los desafíos económicos y empresariales. La diversidad enriquece la toma de decisiones, potencia la creatividad y mejora la capacidad de innovar.

En un entorno de incertidumbre, la innovación es esencial para la supervivencia de las organizaciones. Los mercados demandan soluciones nuevas y experiencias diferenciadas, accesibles solo para empresas que sepan aprovechar plenamente el potencial de su talento diverso. Integrar múltiples voces enriquece los procesos creativos y permite desarrollar soluciones más novedosas y eficaces. Las mejores ideas no surgen de miradas uniformes, sino del encuentro entre diferencias.

La diversidad también tiene un claro sentido financiero. Según BlackRock, las empresas con mayor igualdad de género superan a sus competidores en hasta dos puntos porcentuales anuales. Asimismo, McKinsey & Company ha demostrado que las compañías con mayor diversidad étnica en sus equipos ejecutivos logran un 27% más de ventaja financiera.

La innovación es esencial para la supervivencia de las organizaciones

Frente a esta ola antidiversidad, las compañías se enfrentan a dos caminos. Entidades como Costco Wholesale, Apple y Goldman Sachs han reafirmado con fuerza sus políticas “DEI”. Goldman Sachs, en particular, vio cómo el 98% de sus accionistas rechazaba propuestas contrarias a estos valores.

En cambio, otras firmas han reculado, minimizando o eliminando sus programas por presión ideológica o temor. Pero es en tiempos difíciles cuando se mide el carácter de una empresa. Los consumidores hoy exigen coherencia: el reciente desplome de ventas de Tesla ilustra las consecuencias de no alinear mensajes y valores con las expectativas sociales.

Más que la reputación, hoy las empresas se juegan su capacidad de innovar, atraer talento y mantenerse relevantes. Renunciar a la diversidad supone perder competitividad y desconectarse de una sociedad que demanda compromiso real.

Las presiones ideológicas no deben dictar la estrategia empresarial. Ocultar o diluir las políticas de diversidad no solo compromete principios: compromete el futuro. La diversidad no es un riesgo; el verdadero riesgo es darle la espalda. Sin diferencia no hay innovación; sin apertura no hay resiliencia; sin valentía no hay liderazgo.

En estos tiempos de turbulencia, las empresas deben decidir: ser parte del retroceso o ser parte del progreso. La diversidad sigue siendo —y seguirá siendo— uno de los activos estratégicos más poderosos. Defenderla no solo es una cuestión de valores: es una apuesta inteligente para construir el futuro.

Enrique Sanz Fernández-Lomana es presidente de Mutualidad.

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