La historia del sello inglés que descubrió a Bauhaus, Nick Cave, Cocteau Twins y Pixies

Un libro cuenta los vaivenes de 4AD, una discográfica que contribuyó a alterar el camino de la música pop, dando cabida a discos de sonido etéreo, a experimentos oscuros, y a dar forma al rock y al popPulp, el grupo que cantó los romances de la clase obrera, culmina con su regreso el retorno del britpop Los sellos independientes, qué tiempos aquellos cuando esa expresión significaba lo que tenía que significar. Fue en esa franja estilísticamente amplia que empezó a formarse a partir de 1978 y que hoy llamamos postpunk, cuando estas pequeñas empresas se convirtieron en sinónimos de riesgo e innovación musical. Algunos de los códigos de los que se ha estado alimentando el pop durante las últimas cuatro o cinco décadas surgieron de los catálogos de Mute, Factory, Rough Trade o 4AD, por citar cuatro eminentes sellos británicos (aunque hubo otras menos populares, aunque no por ello menos interesantes, como la belga Les Disques du Crépuscule o la franconeoyorquina ZE Records). Cada una de estas discográficas construyó su propia identidad apostando por artistas que las multinacionales –salvo alguna excepción como Virgin– solamente querían una vez habían sido testados por estos intuitivos cazatalentos. No importaba el éxito comercial, importaba alumbrar música que fuese diferente –entonces lo era realmente–, única, con una personalidad que, en determinados casos, quedaba rubricada por la imagen gráfica de los discos y todo aquello que los rodeaba. En la introducción de A Contracorriente. La historia de 4AD (Contra, 2025), el autor Martin Aston subraya su necesidad de escribir un libro como este, en el que cuenta de manera minuciosa la creación y evolución de la discográfica en la que se dieron a conocer Bauhaus, Cocteau Twins, The Birthday Party, Dead Can Dance, Pixies, The Breeders o Lush. Según Aston, cuando se habla de sellos independientes la atención suele recaer en un sello como Factory, que contaba con un impulsor tan narcisista (Tony Wilson) que hoy nos parece una estrella más de su propio catálogo. Por no hablar de su primer grupo estrella, Joy Division, que quedaron transformados en leyenda cuando Ian Curtis se quita la vida. En la historia de 4AD no hay ni empresarios preeminentes ni bandas que emulan al ave Fénix saliendo de sus propias cenizas, como hizo Joy Division al convertirse en New Order. Esto no significa que el expediente de 4AD no esté marcado por los egos, las ambiciones, las depresiones y otros ingredientes habituales en este tipo de dramas. Aston ya se encarga de que, a lo largo de las más de 700 páginas de su libro, no quede nada en el tintero. De 4AD se ha dicho que fue el sello donde nació el rock gótico, algo que quizá tenga que ver con el hecho de que Bauhaus debutó allí. Pero los diseños de portada de Vaughn Olivier y las fotografías de Nigel Grierson –que trabajaban bajo el nombre artístico de 23 Envelope– también contribuyeron a crear imágenes que fundían lo victoriano con lo surrealista. Pósteres y cubiertas de discos que también reflejaban, aunque fuese de manera alegórica, la personalidad del creador de la marca. Hijo de una familia aristocrática venida a menos, el músico Ivo Watts-Russell no gozó del afecto familiar durante su infancia. Esa inevitable tristeza se convirtió en la guía invisible que dio forma al concepto de 4AD. Los primeros nombres que publicaron, In Camera, Cupol –dúo compuesto por dos miembros de Wire– y Rema Rema apenas tienen relación con el lenguaje del rock. Son bandas de sonido parco que suenan fantasmagóricas. Sin embargo, entre los lanzamientos iniciales de la marca también hubo lugar para los primeros experimentos de The The, o ejercicios que sumaban ambición melódica al sonido de catacumba, como ocurre con Modern English. Al poco de empezar su andadura, Bauhaus les proporciona su primer éxito sin haber tenido que hacer el más mínimo cambio en sus planteamientos. En 1980, el cuño 4AD ya trascendía a los pocos cientos de fieles que apreciaban la rareza que eran sus lanzamientos. Y con la aceptación llegaron las primeras contradicciones. La prensa británica se empecinó en hablar de Bauhaus como emblema del rock gótico, cuando en 4AD pensaban que esa etiqueta estaba más que muerta. Y ni siquiera habían publicado los discos de otro de los grandes tótems del género, Cocteau Twins, que debutaría en 1982.

Jun 3, 2025 - 08:25
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La historia del sello inglés que descubrió a Bauhaus, Nick Cave, Cocteau Twins y Pixies

La historia del sello inglés que descubrió a Bauhaus, Nick Cave, Cocteau Twins y Pixies

Un libro cuenta los vaivenes de 4AD, una discográfica que contribuyó a alterar el camino de la música pop, dando cabida a discos de sonido etéreo, a experimentos oscuros, y a dar forma al rock y al pop

Pulp, el grupo que cantó los romances de la clase obrera, culmina con su regreso el retorno del britpop

Los sellos independientes, qué tiempos aquellos cuando esa expresión significaba lo que tenía que significar. Fue en esa franja estilísticamente amplia que empezó a formarse a partir de 1978 y que hoy llamamos postpunk, cuando estas pequeñas empresas se convirtieron en sinónimos de riesgo e innovación musical. Algunos de los códigos de los que se ha estado alimentando el pop durante las últimas cuatro o cinco décadas surgieron de los catálogos de Mute, Factory, Rough Trade o 4AD, por citar cuatro eminentes sellos británicos (aunque hubo otras menos populares, aunque no por ello menos interesantes, como la belga Les Disques du Crépuscule o la franconeoyorquina ZE Records).

Cada una de estas discográficas construyó su propia identidad apostando por artistas que las multinacionales –salvo alguna excepción como Virgin– solamente querían una vez habían sido testados por estos intuitivos cazatalentos. No importaba el éxito comercial, importaba alumbrar música que fuese diferente –entonces lo era realmente–, única, con una personalidad que, en determinados casos, quedaba rubricada por la imagen gráfica de los discos y todo aquello que los rodeaba.

En la introducción de A Contracorriente. La historia de 4AD (Contra, 2025), el autor Martin Aston subraya su necesidad de escribir un libro como este, en el que cuenta de manera minuciosa la creación y evolución de la discográfica en la que se dieron a conocer Bauhaus, Cocteau Twins, The Birthday Party, Dead Can Dance, Pixies, The Breeders o Lush. Según Aston, cuando se habla de sellos independientes la atención suele recaer en un sello como Factory, que contaba con un impulsor tan narcisista (Tony Wilson) que hoy nos parece una estrella más de su propio catálogo. Por no hablar de su primer grupo estrella, Joy Division, que quedaron transformados en leyenda cuando Ian Curtis se quita la vida.

En la historia de 4AD no hay ni empresarios preeminentes ni bandas que emulan al ave Fénix saliendo de sus propias cenizas, como hizo Joy Division al convertirse en New Order. Esto no significa que el expediente de 4AD no esté marcado por los egos, las ambiciones, las depresiones y otros ingredientes habituales en este tipo de dramas. Aston ya se encarga de que, a lo largo de las más de 700 páginas de su libro, no quede nada en el tintero. De 4AD se ha dicho que fue el sello donde nació el rock gótico, algo que quizá tenga que ver con el hecho de que Bauhaus debutó allí.

Pero los diseños de portada de Vaughn Olivier y las fotografías de Nigel Grierson –que trabajaban bajo el nombre artístico de 23 Envelope– también contribuyeron a crear imágenes que fundían lo victoriano con lo surrealista. Pósteres y cubiertas de discos que también reflejaban, aunque fuese de manera alegórica, la personalidad del creador de la marca. Hijo de una familia aristocrática venida a menos, el músico Ivo Watts-Russell no gozó del afecto familiar durante su infancia. Esa inevitable tristeza se convirtió en la guía invisible que dio forma al concepto de 4AD. Los primeros nombres que publicaron, In Camera, Cupol –dúo compuesto por dos miembros de Wire– y Rema Rema apenas tienen relación con el lenguaje del rock. Son bandas de sonido parco que suenan fantasmagóricas.

Sin embargo, entre los lanzamientos iniciales de la marca también hubo lugar para los primeros experimentos de The The, o ejercicios que sumaban ambición melódica al sonido de catacumba, como ocurre con Modern English. Al poco de empezar su andadura, Bauhaus les proporciona su primer éxito sin haber tenido que hacer el más mínimo cambio en sus planteamientos. En 1980, el cuño 4AD ya trascendía a los pocos cientos de fieles que apreciaban la rareza que eran sus lanzamientos. Y con la aceptación llegaron las primeras contradicciones. La prensa británica se empecinó en hablar de Bauhaus como emblema del rock gótico, cuando en 4AD pensaban que esa etiqueta estaba más que muerta. Y ni siquiera habían publicado los discos de otro de los grandes tótems del género, Cocteau Twins, que debutaría en 1982.

El grupo Rema Rema

La versión original de A contracorriente apareció en Inglaterra en 2013; la traducción española –exquisita, como todas las que realiza Ibon Errazkin– que edita Contra incluye una pequeña actualización final, aunque la narración de ambas ediciones se detiene en 2000, cuando Ivo, harto de lidiar con las exigencias de la industria, vende la compañía para irse al desierto de Nuevo México, donde desde entonces vive acompañado de sus perros. En A contracorriente se explica el proceso que llevó a su fundador a desentenderse de su creación. Desencuentros con artistas que habían sido sus amigos –la cantante de Cocteau Twins, Liz Fraser, se negó a hablar con el autor para el libro–, abusos con las drogas, choques de egos y un sentido de culpabilidad que aparece para no marcharse jamás cuando la banda M/A/R/R/S triunfa con Pump Up The Volume.

“Estoy orgulloso de ello porque fue el primer single distribuido por Rough Trade que llegó al número uno en las listas comerciales”, me dijo Watts en una entrevista telefónica que mantuve con él en 2011 para El País. “El single en sí mismo fue innovador, rompimos muchos esquemas con él al usar tantos samples. Pero su éxito significó que las cosas empezaron a medirse por el rasero de las ventas. Hasta entonces, que un disco saliera en 4AD ya nos parecía un éxito porque pensábamos que habíamos sacado algo especial. Pero, una vez que demostramos que podíamos tener éxitos en las listas, empezamos a jugar al mismo juego al que las grandes compañías jugaban y que yo detestaba. Así fue cómo empecé a hablar con los mánagers más que con los artistas y a licenciar discos a multinacionales norteamericanas”.

Vaughan Oliver, en la oficina de 4AD en 1983

En su libro, Aston va contando el recorrido del sello con minuciosidad y siguiendo una línea cronológica. Dicha estructura implica que el lector ha de leer tanto sobre las bandas con chicha como acerca de otras mucho más irrelevantes o anecdóticas. Lo que nunca faltan son historias jugosas y anécdotas cáusticas. Watts siempre estuvo más cerca de ser un artista que un empresario, de ahí que 4AD fuese más una especie de iglesia que una empresa convencional. Lo dice Rudy Tambala, cuyo grupo AR Kane sacó discos con ellos: “Todos vestían de negro y llevaban la cabeza afeitada”. Ese ascetismo, esa noche oscura del alma, dio de sí uno de los momentos más celebrados del sello, la versión de Song To The Siren cantada por Fraser y hecha por un colectivo de músicos ensamblado y dirigido por Watts.

This Mortal Coil sacó tres álbumes y la historia que rodea a cada uno de ellos es digna de ser contada. La filosofía sonora –rescatar temas de nombres como Tim Buckley o Alex Chilton, que en 1983 eran pasto del olvido–, las negativas de cantantes a los que se invitó a participar: David Sylvian y Scott Walker, que décadas después acabarían grabando para la discográfica, ni siquiera contestaron a la petición; Robert Wyatt sí, pero solamente para reiterar su negativa a grabar versiones. Cuando las críticas se ceban con los álbumes de This Mortal Coil, Ivo se deshace en lágrimas. Como contrapunto está Vaughan Olivier (fallecido en 2019), un creador deslumbrante que hace del disparate su estilo de vida. Olivier tenía una contraseña: si te invitaba a enseñarte “viejos trabajos”, en realidad te estaba invitando a farlopa, que luego era consumida sobre sus propias creaciones. Y sí, 4AD reinventó el gótico, pero en 1986 Watts también supo ver algo especial en bandas americanas de rock como Throwing Muses y Pixies, que se convertirían en otra de sus bandas más celebradas.

Veinticinco años después de que su fundador se deshiciera de la discográfica, 4AD sigue funcionando y editando a grupos que dejan huella, como es el caso de Tune-Yards, Future Islands, Dry Cleaning, Big Thief o Kim Deal, que también dio grandes alegrías al sello con The Breeders. Pero la esencia original de 4AD se condensa sobre todo en esos primeros veinte años de depresión y lucidez que Aston concentra en su enciclopédica obra. Sus capítulos no interesarán a todo el mundo por igual, pero ayudará a digerirlos el hecho de que estamos hablando de algo que no solamente es historia, también es pasado. El ciclo glorioso de la música pop inglesa parece concluido. Por irrepetibles, por antiguas, estos relatos se saborean ahora muchísimo mejor.

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