Entrevista a Craig Thompson. Comic Barcelona 2025

Entrevista profunda y personal con el autor de obras tan geniales como Blankets o la reciente Raíces de ginseng.

May 21, 2025 - 23:50
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Entrevista a Craig Thompson. Comic Barcelona 2025

Prefacio

Entrevistamos a Craig Thompson, el notable y característico autor estadounidense de obras como Adiós, Chunky Rice, Blankets, Cuaderno de viaje, Habibi, Almóndigas del espacio y la más reciente Raíces de ginseng. A lo largo de estas líneas, se desenvuelve una conversación en la que Thompson profundiza en sus perspectivas más personales y humanas. Una auténtica joya para quienes gusten de su trabajo.

Antes de empezar, no podría faltar un sentido agradecimiento a Toni Boix por su inestimable ayuda a la hora de preparar y realizar la entrevista. Gracias por tu sabiduría y por ser una persona espectacular. Un auténtico maestro.

Para aquellas personas interesadas, nuestro compañero Diego García Rouco también pudo entrevistar a Craig Thompson hace unos meses. La entrevista en cuestión se grabó en vídeo y se puede ver en el canal de Youtube de la librería Joker. Aunque es una entrevista independiente, se ha usado de base para desarrollar algunas de las preguntas que se plantean en esta, por lo que también conviene darle las gracias a Diego, otro maestro.

Y ahora sí, vamos a la raíz del asunto.

Entrevista a Craig Thompson

De izquierda a derecha: Toni Boix, Alfonso del Pino y Craig Thompson.

Alfonso del Pino (AdP): No es tu primera vez en Barcelona, ¿verdad?

Craig Thompson (CT): No, no es la primera vez que estoy en Barcelona. Ya estuve aquí en octubre para mi gira promocional de tres meses, pero antes de eso habían pasado unos ocho años desde mi última gira. Creo que fue en 2016. La última vez que viajé a otros países. Antes de la pandemia. Ya ha pasado un buen tiempo.

Curiosamente, en mi caso, fue después de la COVID o incluso durante la propia pandemia, durante el confinamiento, cuando más me estuve moviendo entre distintos lugares. Porque cuando empezó, en 2020, me mudé a Mineápolis para vivir con mi hermano durante cuatro meses en verano. Estuvo genial porque fue una oportunidad única de pasar tiempo con un hermano siendo ya adultos. Además, fue un buen lugar para experimentar el confinamiento. Disfrutaba de vivir con mi hermano y compartir todas nuestras rutinas. Pero luego seguí mudándome. Regresé a Los Ángeles y estuve allí durante seis meses. Luego volví a mudarme a Mineápolis durante otros cuatro meses. Después me mudé a Portland. Entre medias también hubo muchas mudanzas pequeñas, como pasar un tiempo en los sótanos de otras personas y cosas así, hasta que al final me asenté en Portland durante una temporada para terminar este libro. No paré quieto. Diez veces me mudé durante la pandemia.

AdP: Está muy guay saber que tienes algunos sótanos a los que acudir cuando haga falta.

CT: ¡Sí! Sótanos y garajes y áticos. Todos son espacios diferentes.

AdP: A mí me gustan esos lugares a los que acudir en momentos de necesidad, porque puede que sean un sótano, pero es el sótano de tu amigo. Eso significa mucho para mí.

CT: Sí, estoy de acuerdo. Me siento muy afortunado con las amistades que tengo. Me aportan una red de seguridad muy amplia.

Craig Thompson en el salón del cómic de Barcelona de 2012. Créditos de la imagen: EFE.

AdP: Volviendo a tus viajes a Europa, parece que han sido una fuente de inspiración muy importante para ti, ¿no?

CT: Desde luego. Aquí me siento nutrido. De alguna manera me siento más seguro. Es decir… ¿cuál es la palabra? Como una especie de asunto psicosomático, o puede que no. Justamente he hablado de esto antes en la charla del escenario, que sí me da la impresión de que Estados Unidos es más violento en general que Europa. Y no te niego que pueda estar condicionado por las zonas que he estado visitando. Estoy seguro de que hay barrios a los que podría ir donde me sentiría menos seguro. Pero en el caso de EE. UU. también es que tenemos una división política que está desgarrando al país. Como con las armas. Uno de mis mejores amigos ahora lleva siempre un arma encima. No lo esconde. Y él es una persona sensible, progresista, liberal… pero dice que precisamente por eso lleva un arma, porque ahora todos los locos de derechas llevan una, así que quiere estar listo para defender a sus hijos o a quien sea si un extremista de derechas los amenaza con un arma.

No sé, la verdad. Chris Ware dice que Europa le parece más civilizada. A mí también me lo parece. Al menos parece que el arte se valora más aquí, sobre todo ahora que Trump está recortando fondos para todos los fines artísticos y educativos. Quizá vuestra experiencia sea distinta, pero al menos este es el punto de vista que tengo desde fuera.

También aquí hay un sentido de la historia que me parece muy útil. Estados Unidos no tiene mucha historia y la historia que sí tiene la intenta borrar, ignorar o arrasar. Creo que Europa es mucho más consciente de muchos traumas a lo largo de su historia y que intenta corregirlos, integrarlos, sanar a partir de ellos. Es como si aquí fuera imposible ignorar la historia. Incluso en un festival como este, que está enfocado en los cómics, siento que hay una mayor conciencia de la historia del cómic, algo que tal vez no recibiría tanto reconocimiento en un evento en EE. UU., que solo se centraría en lo más nuevo, lo más genial, lo más moderno e innovador, y no en su contexto. En cambio, aquí siento que ambas vertientes pueden existir al mismo tiempo.

La ciudad de EE. UU. en la que he pasado más tiempo es Portland, Oregón. He vivido allí unos 27 años. También he pasado épocas en Mineápolis y Los Ángeles, pero la mayoría del tiempo he vivido en Portland. Yo siempre solía hablar bien de Portland, decía que era una de las ciudades más europeas de Estados Unidos. Una gran parte de esa impresión procedía de lo peatonal que es, la facilidad para ir en bicicleta y de sus políticas más o menos progresistas y liberales.

Lo último que quiero describir es la manera de disfrutar la comida. Portland era una de esas ciudades donde podías ir y sentarte en una cafetería durante tres horas, bebiendo vino y disfrutando de la comida. Y era bastante asequible. Pero esa versión de Portland ya no existe. De alguna manera, la pandemia la arrasó. Después fue como si las empresas y un montón de personas adineradas tomaran el control de la ciudad. Ahora es muy poco asequible. Hay cybertrucks circulando por las calles en lugar de carriles bici. La ciudad, como muchas otras de EE. UU., ha sido demolida por la pandemia y por todas las turbulencias que han estado ocurriendo en todo el mundo en los últimos cinco o seis años.

Al menos esa es mi experiencia. Me siento como si me estuvieran echando. Ya no puedo permitirme pagar los alquileres. Ahora mismo no tengo… no tengo un piso. Ahora mismo solo soy un nómada. No un nómada digital, sino un nómada de los cómics.

AdP: Dado todo lo que comentas y lo mucho que disfrutas de tus estancias en Europa, ¿alguna vez has pensado en mudarte aquí, al menos durante un tiempo?

CT: Sí. De hecho, ese es mi plan, pero estoy teniendo muchos problemas. Llevo solicitando un visado desde diciembre en EE. UU., pero hasta ahora ni siquiera he podido conseguir una cita para ir a un consulado. Lo he intentado con el consulado francés en San Francisco, pero no dejan de salirme trámites súper raros por los que tengo que pasar. No sé, como que…

Craig Thompson en París en 2024. Créditos de la imagen: Le Monde.

AdP: Hay muchos obstáculos.

CT: Sí, muchos obstáculos. Incluso para conseguir la cita. Encima me han dicho que cuando consigues la cita sigue quedando un proceso largo de espera para que lo gestionen todo. Te retienen el pasaporte durante tres meses, así que no puedes viajar a otros países durante ese tiempo, mientras esperas para obtener un visado de un año. Pero bueno, sigue siendo el plan. Lo que pasa es que es difícil gestionarlo, sobre todo porque también estoy viajando. Cuando vuelva me pondré todavía más en serio con ello. Pero sí, mi objetivo es conseguir por lo menos un visado de un año. Creo que es una meta realista. Así puedo probar a pasar un año en el extranjero. Y me imagino que Barcelona sería uno de los lugares en los que más me gustaría estar.

AdP: Anda, yo pensaba que preferirías mudarte a Francia por tu nivel de francés.

CT: Bueno, mi nivel de francés es bastante bajo, pero sí puede que Francia sea la primera opción por Lewis Trondheim y Brigitte Findakly, los ilustradores y coloristas franceses. Me invitaron a quedarme con ellos durante un buen tiempo. Insistieron. Y la ciudad me encanta. Viven en Montpellier, que está a un viajecito de tres horas en tren de aquí. Y tengo otros amigos que viven allí. Soy muy amigo de Guy Delisle, que vive en Montpellier con Jason, el autor de cómics noruego. También está el estadounidense Jordan Mechner. Ahora está haciendo cómics, pero se lo conoce más por su faceta de diseñador de videojuegos. En fin, que ya tengo unos cuantos amigos cercanos que viven en la ciudad. Sí que hablo un poco de francés, por lo menos una base con la que ir tirando. Y me encanta que esté tan cerca de España por la parte de Cataluña. Además, creo que las zonas mediterráneas encajan mejor conmigo que las más norteñas.

AdP: Desde luego, es lo que parece en tus obras.

CT: Oh, qué bien.

AdP: Tu trabajo más reciente es Raíces de ginseng, pero, si te parece bien, nos gustaría hacer un recorrido por el resto de tu carrera.

CT: Adelante.

AdP: Nos gustaría empezar con Adiós, Chunky Rice. Cuando publicaste la obra, en 1999, fue muy bien recibida. Fue, además, tu primera gran obra propia en ser publicada. ¿Supuso un antes y un después en tu vida?

CT: No. Es decir, fue genial, fue emocionante, pero no tuvo tantos lectores. No es que me pudiera sostener económicamente con ello. Puede que vendiera unas 3000 copias en EE. UU., lo que no es suficiente para generar ingresos significativos. En cierto modo, echo de menos esa época porque podía ir a un festival de cómics como este, firmar durante unos veinte minutos y luego irme a recorrer el festival para verlo todo, ver el trabajo de otras personas y conocer autores. Podía ser aficionado y creador al mismo tiempo.

El vuelco de verdad lo marcó Blankets, porque de repente tenía filas larguísimas en las firmas. Cuando voy a un festival, a eso dedico casi todo el tiempo que tengo: firmar. No tengo el placer de recorrer el festival y conocer a otras personas. En fin, que nada cambió drásticamente con Chunky Rice. No estaba ganando dinero con los cómics, pero tuve la suerte de ganar dinero como ilustrador en ese momento, sobre todo para revistas infantiles. De hecho, cuando empecé Blankets, ese era un poco mi estilo de vida: todos mis ingresos provenían de la ilustración. Pero claro, tenía un nivel de vida tan bajo, con tan pocos gastos, que podía dedicar a la ilustración solo la mitad de mi tiempo de trabajo. La otra mitad la tenía libre para dedicarla a mis proyectos personales. Era una vida algo bohemia, pero tenía el equilibrio justo.

AdP: Así es como empieza la mayoría de autores de cómic, ¿no? No es fácil vivir de ello.

CT: Sí. Creo que la forma en que estaba viviendo mientras trabajaba en Chunky Rice es el modelo que seguramente tenga que seguir la mayoría de artistas al principio o incluso durante toda su carrera. Muchos siguen teniendo que apoyarse en la ilustración.

Por cierto, pensando en ello, creo que Chunky Rice seguramente haya tenido más éxito en España y en Cataluña que en el resto de EE. UU. Sin duda, de hecho. Creo que España y Corea del Sur son los países en los que más gustó Chunky Rice. Me pregunto hasta qué punto tendrá que ver con la traducción. Estoy tratando de recordar quién fue el traductor de Adiós, Chunky Rice, porque eso determina en gran medida el éxito de un libro, como es lógico. Ha pasado tanto tiempo…

AdP: Óscar Díaz.

CT: Anda, pero no es el mismo Óscar que tradujo Raíces de ginseng, ¿verdad? Óscar Palmer.

AdP: No, no son el mismo Óscar, pero los dos me parecen muy buenos traductores. Todas las traducciones de tus obras me parecen muy buenas.

CT: Eso es gracias a Astiberri. Son geniales.

AdP: Además de al español, tu obra ha sido traducida a muchos otros idiomas. ¿Has podido conocer a algunos de tus traductores?

CT: Sí, sí.

AdP: ¿Y cómo ha sido la experiencia?

CT: Genial. De hecho, he podido conocer a Óscar Palmer. Compartimos unos breves momentos en la feria de Madrid del fin de semana pasado. Y estoy seguro de que conocí a Óscar Díaz en su momento. Recuerdo haber tenido un encuentro verdaderamente profundo con mi traductor al polaco hace cerca de un año, porque la primera edición de Raíces de ginseng salió en Polonia y pasamos muy buenos momentos juntos. Me confesó que traducir el cómic también le provocó una especie de crisis de la mediana edad. Creo que le resultó muy difícil traducirlo, que requirió mucho más trabajo que el cómic promedio. Mucha investigación.

En mi caso, cuando estaba escribiendo el cómic, a veces podía leer un libro entero para dibujar una sola viñeta. Me ocurrió mucho, por ejemplo, en los capítulos siete y ocho. Los dos van sobre la experiencia de los inmigrantes hmong y la guerra secreta de la CIA en Laos. Leí muchísimos libros para esas sesenta páginas. Tuve que absorber mucha información antes de sentirme lo bastante seguro como para escribir esas escenas. Así que claro, luego el pobre traductor tiene que pasar por la misma experiencia.

AdP: En cierto modo, el trabajo de los traductores es meterse en la mente del autor, descifrar las intenciones que esconde cada palabra. Es un ejercicio casi mágico. Me parece algo muy artístico, muy profundo. Se podría decir que son quienes han tenido una experiencia de lectura más intensa con tus obras, los «lectores definitivos». Eso debe de notarse al hablar con ellos, ¿no?

CT: Sí, estoy totalmente de acuerdo. Y sí, desde luego que se nota. Es un trabajo fascinante. Ojalá pudiera leer en español para tener una comprensión todavía más profunda de cómo se ha transformado mi trabajo.

AdP: ¿Has probado a leer alguna de tus traducciones al francés?

CT: Un poco. De hecho, en el caso de las traducciones al francés, un par de mis libros… bueno, Chunky Rice en específico, cambió de editorial, y Cuaderno de viaje pasó por dos traducciones diferentes, así que hay dos ediciones bastante distintas entre sí, con traductores completamente distintos. La razón de que se hiciera es que la gente decía: «Oye, no nos gusta esta traducción», así que se argumentó que era necesario hacer otra. Pero vamos, mi francés tampoco es muy bueno. Es algo en lo que tengo que trabajar.

AdP: Es normal. Todo es seguir practicando.

CT: Soy el típico estadounidense monolingüe, y encima de clase trabajadora, lo que creo que es todavía más extraño. Conozco a personas que tuvieron la oportunidad de dar clases de idiomas porque crecieron en una ciudad o fueron a una buena escuela, pero nosotros no teníamos nada de eso en mi comunidad. Yo nunca fui a la universidad. No he estado en una clase de idiomas en mi vida. Esto no lo digo como excusa, porque ahora soy adulto y puedo asistir a clases de idiomas para adultos, pero el caso es que no lo he hecho.

AdP: ¿No crees que a veces eres un poco duro contigo mismo en ese sentido? A veces, al leer tu obra, tengo la impresión de que perpetúas una imagen de ti anclada a aquel chaval que creció en un entorno rural sin tantas oportunidades educativas; pero creo que tu trabajo, tu interés y tus búsquedas te han convertido en una persona rebosante de cultura.

CT: Gracias. Es un halago enorme. Desde luego, la curiosidad la tengo. O sea, la curiosidad es algo crucial para todo el mundo, ¿verdad? Y más para los escritores. Pero no sé, no creo que sea algo único en mí. Seguramente todos los escritores tengan esa curiosidad instintiva.

Pero claro, escribo sobre el cultivo en Raíces de ginseng, me intereso mucho por las raíces latinas del término, por la cultura y el arte que lo rodean. Todo acaba conectando con la agricultura. Son experiencias parecidas: cavar en la tierra, nutrirla con la esperanza de hacer crecer algo y poder aprovecharlo.

Toni Boix (TB): La interacción viene primero, ¿no? Siempre. Interacción entre el resto del mundo y yo. Y después viene la reflexión o la palabra o el símbolo, pero primero la interacción.

CT: Sí, es la experiencia. También estaba pensando en cómo la «tierra» es algo muy geográfico, depende de la región en la que hayas crecido. Supongo que eso es lo emocionante de la cultura, que las cosas son provinciales o, bueno, propias de su región. O al menos, ojalá, hasta cierto punto. El problema con la globalización digital es que todo se vuelve un poco homogéneo, en lugar de ser único de su propia tierra. Todavía queremos tener culturas únicas e individuales, específicas de una persona o de un lugar, en vez de una cultura colectiva y homogénea.

AdP: Bueno, eso ha sido un paréntesis enorme. (Risas). ¿Te parece que volvamos a Adiós, Chunky Rice?

CT: Un poco. Perdón. (Risas).

AdP: No, no… Está genial. Estamos disfrutando mucho de tus respuestas. Hay una frase en Chunky Rice que creo que conecta muy estrechamente con el resto de tu obra, incluso siendo un trabajo tan temprano. La cita dice así: «Te marchas hoy, y los lugares que compartimos ya han adquirido belleza y significado». Los lugares son inmutables, pero podemos cambiar la narración que los rodea, como diría Justin en Raíces de ginseng. Al final, ¿crees que la mayoría de tus obras gira en torno a este tema?

CT: Esa es una observación muy bonita sobre las conexiones que existen entre mis libros. Admito que hace ya bastante tiempo que no revisito Chunky RiceJustin es un ser humano maravilloso. Justin Penoyer es un practicante de la medicina china que aparece en Raíces de ginseng. Es un acupunturista que conocí y grabamos muchas entrevistas durante varios días, aunque luego me desanimé mucho porque pensé: «No creo que pueda usar estas entrevistas porque él es un hombre blanco que practica la medicina china». Hubo una conversación y un conflicto en Estados Unidos (incluso con los editores) sobre ese asunto. Me decían: «No puedes tener a un hombre blanco hablando de medicina china», así que archivé todas esas entrevistas con él.

Entonces empecé a buscar a una persona china que practicara medicina china, pero sucede algo de lo que ya me habían avisado, que las personas chinas suelen ser más discretas, humildes, prefieren no ponerse bajo el foco. Hablaba con personas chinas y me decían: «Sí, puedo hablar contigo sobre medicina china, pero no quiero que se use mi nombre ni mi imagen porque en la cultura china no somos así. Preferimos mantenernos en segundo plano». También creo que hay algo ahí con el tema de compartir esa información: pueden compartir lo que saben sobre medicina china, pero también desconfían mucho de cómo las personas ajenas a esa cultura se podrían apropiar de esa información o incluso malinterpretarla. La medicina china está muy integrada en una filosofía que para muchos occidentales es muy difícil de comprender.

Total, que me topé con ese obstáculo. Entrevisté a una practicante de medicina china llamada Carmen Chin, pero fue una entrevista breve. No fue tan profunda como las entrevistas que tuve con Justin Penoyer. Al final, cuando terminé la serie en EE. UU., sentía que le faltaba algo al libro, un hilo narrativo que lo conectara todo. Ahí fue cuando decidí incluir los problemas de salud de mis propias manos. Al mismo tiempo, empecé a ver a Justin Penoyer como paciente. De hecho, fue él quien se ofreció. Me dijo «Déjame trabajar contigo, creo que hay algunas cosas que podemos probar, como acupuntura y fórmulas de medicina china que podrían ayudarte». De repente, me había convertido en paciente de la persona a la que había entrevistado. Eso marcó una gran diferencia.

Algo más que marcó la diferencia fue recordar el contexto en el que conocí a Justin por primera vez: fue en el funeral de una amiga muy cercana, que murió joven, a los 35 años. Su hermana me dijo: «Tienes que conocer a Justin». Él fue su acupunturista mientras intentaba recuperarse de la quimioterapia. En mi primer encuentro con Justin, me reveló que también cultivaba su propio ginseng. Yo pensé: «¿Cuáles eran las probabilidades de que coincidiéramos en esto? Tengo que entrevistarlo».

Después, tanto Justin Penoyer como Chua Vang, un agricultor hmong-estadounidense, se convirtieron en amigos muy cercanos durante el transcurso de este proyecto. Ya son amigos para toda la vida. Eso no es algo que hubiera podido predecir. Yo estaba centrado en obtener la información que necesitaba de las entrevistas, pero he acabado creando vínculos muy profundos. Además, creo que ambas son personas muy sabias. Tenían una sabiduría que yo necesitaba escuchar y que también quise compartir con el lector.

AdP: Esa es la impresión que dan. Cada vez que los leo en el cómic, me quedo como: «Eso es ser sabio en pocas palabras. Como un zumo de sabiduría concentrado».

CT: Sí. Era el vehículo perfecto para transmitir todo aquello.

AdP: Vale, y entonces saltamos a Blankets. 2003. Esta es la obra que consolidó aún más tu posición como un artista de enorme talento, con una narrativa profundamente personal. Se necesita mucho valor para exponerse ante el mundo de la manera en que tú lo haces… Con el tiempo, ¿se vuelve más fácil?

CT: No. No se vuelve más fácil. En Blankets yo era muy joven. Tenía 23 años cuando empecé esa obra. así que había cierto factor de ingenuidad e ignorancia en mí… y también de anonimato. Siempre digo que yo no pensaba que nadie fuera a leer Blankets, así que fue una obra muy privada que hice pensando en un par de personas. No me imaginaba que… Pensaba que sería similar a Chunky Rice, que tal vez la leerían 2000 o 3000 personas. No me sentía tan expuesto o vulnerable en ese sentido mientras la hacía.

Recuerdo que los temas religiosos nunca fueron una parte consciente de lo que me proponía abordar, aunque posiblemente terminaran siendo la parte más importante que necesitaba expresar. He tenido amigos queer que me han dicho que es como una historia con la que salí del armario porque había una parte de mi identidad que no sabía cómo comunicarse con mis padres y dibujarlo como cómic era el único formato que conocía para hacerlo.

Por lo que sí, se volvió más difícil después de eso, porque hubo repercusiones, especialmente con mis padres, que se sintieron molestos por el libro. Yo sentía mucha culpa por aquello. Causó cierta… división entre nosotros durante cinco años. Pero ahora creo que estamos mucho más cerca y sin duda también me acercó más a mis hermanos. No tenía mucha intimidad con ellos antes de Blankets y la obra nos unió más. Ahora, con Raíces de ginseng, creo que ha vuelto a ocurrir. Siento un vínculo muy profundo con mis hermanos por el que estoy muy agradecido. Creo que igual no es muy común en la vida adulta: poder ser tan comunicativo y abierto con tus hermanos como yo siento que he tenido el privilegio de ser. Y pienso que está relacionado con mi proceso creativo.

AdP: Sí, conforme pasan los años se vuelve más difícil mantener esa clase de relaciones cercanas. Es fantástico que tú las tengas.

CT: Y todavía siento que no… Es decir, tengo ideas para obras en mi cabeza que me ponen en una posición todavía más vulnerable y no sé si soy lo bastante valiente para ellas, pero al mismo tiempo pienso: «¿Puedo hacer un libro de este tipo de esta manera?». Intento verlo desde la perspectiva de un lector y digo: «Oye, esto podría ser útil para un lector, algo tan crudo y vulnerable». Pero luego, desde el punto de vista de mi propio ego, pienso: «Vale, pero ¿quiero exponerme tanto?».

TB: Cuando estaba leyendo Raíces de ginseng, yo mismo estaba teniendo problemas digestivos con diarrea y molestias como las que tú relatas en China. Y es como: esto es humano, esto es parte de la vida de todos y tú eres valiente por contarlo. Ayuda a sentirse identificado. Es útil. Es útil, ayuda y alivia.

CT: Sí, tienes razón. Estas cosas no se ven lo bastante en las pelis o en los cómics de superhéroes. Nos faltan escenas de diarrea en los cómics de superhéroes.

AdP: De verdad pienso que podrían ayudar a sentirte más identificado con los personajes. Yo me imagino perfectamente a Peter Parker con diarrea.

CT: Sí, totalmente.

AdP: Podría ser el villano de la semana. (Risas).

CT: Ese sería un villano poderosísimo al que todos temeríamos. (Más risas).

Fotograma de Craig Thompson en el documental del 2007 titulado «Independents: A guide for the creative spirit».

AdP: Ya ha pasado cierto tiempo desde que escribiste aquellas primeras obras, esas Chunky Rice, Blankets… Trabajos muy personales. A día de hoy, con la perspectiva que da el tiempo pasado, ¿sientes una especie de distancia respecto a esas obras?

CT: Sí, o sea, es como… «¡Guau, yo hice ese dibujo! No recuerdo haberlo hecho, no tengo un recuerdo concreto de haber creado lo que tengo delante». Soy muy consciente de que no sería capaz de hacer lo mismo ahora, lo cual valoro mucho. Cada libro es como una marca en el tiempo, un reflejo de quién era en ese momento de mi vida, alguien que ya no soy, para bien o para mal.

A veces pienso: «Ojalá pudiera recuperar esa inocencia o pureza que tenía cuando escribí o dibujé esa escena». Otras veces me digo: «Qué bien que ya no soy tan ingenuo e ignorante como lo era por aquel entonces». Todo está en constante cambio. Ninguno de esos cómics antiguos sería el que escribiría y dibujaría hoy en día. Me alegra tener esas extrañas marcas en el tiempo que muestran cómo ha ido cambiando mi personalidad.

AdP: Es como tener tu propia especie de diario personal superelaborado, ¿no?

CT: Sí. Y de hecho llevo otro diario en el reverso de mis páginas. Cuando termino de dibujar una página, le doy la vuelta y escribo mi diario personal en la parte de atrás de la obra original. Empecé a hacerlo como ejercicio porque a veces pasaba una semana entera y solo había hecho una página. En ese momento cogía y escribía todo lo que había pasado esa semana para recordarme a mí mismo que no era por pereza, que había estado lidiando con dramas personales y otros trabajos que debía atender. Me recordaba todo lo que había estado ocurriendo en mi vida en el proceso de hacer una única página. Luego se volvió un hábito. Lo hacía con cada una de mis creaciones. Total, que en el reverso de mis páginas hay toda una narrativa paralela de mi vida que es todavía más personal.

AdP: Ahora me gustaría mencionar una cita de Scott McCloud. En una ocasión, el autor y teórico del cómic dijo lo siguiente sobre Blankets: «Hay montones de partes de este libro en las que Craig se topaba con una página en blanco, decidía representar una sensación o una emoción, no encontraba ningún ejemplo en toda la historia del cómic que le sirviera y tenía que idearlo él mismo». ¿Te parece que esta descripción representa tu proceso creativo?

CT: Quizá en aquel entonces… Los cómics han cambiado muchísimo desde aquella época. Ahora creo que hay muchos autores trabajando de esa misma manera. Pero bueno, yo empecé Chunky en los noventa, cuando la escena del cómic era bastante pequeña y había una especie de división binaria. Por un lado, estaban los cómics de superhéroes, que eran muy machistas y violentos. Por otro, estaban los cómics independientes, que tendían a ser más cínicos y nihilistas. O sea, me encantaban todos, pero se podría decir que predominaba esa mirada más cínica.

Recuerdo que, cuando trabajaba en Chunky Rice en los noventa, la gente me decía: «Esto es tan tierno, tan cursi… Está completamente fuera de lugar. No hay espacio para algo así en el cómic. ¿Qué va a pensar la gente sobre ello? Es demasiado tierno, demasiado triste, demasiado dulce». Aquello no era común en los cómics.

Pero vamos, le agradezco mucho a Scott McCloud que diga estas cosas. Es un amor de persona. En general pienso que que la escena ha cambiado muchísimo desde entonces. Ahora veo que muchas personas están creando cómics desde un espacio emocional, un espacio espiritual, no tanto desde una estructura tradicional de tres actos ni centrada en la trama, sino tratando de llegar a algo mucho más complejo. Chris Ware es un buen ejemplo. Yo lo pondría en ambas categorías porque en los noventa él hacía obras que podrían encajar más en ese territorio cínico o irónico, pero, si ves lo que ha producido en los últimos veinticinco años, es como si estuviera intentando llegar a la esencia misma de lo que significa ser humano.

AdP: Un año después publicabas Cuaderno de viaje. En el cómic, hay un fragmento en el que tú mismo lo defines como una obra menor. ¿Sigues viéndolo así?

CT: No. En cierto modo, es el libro del que más orgulloso me siento porque es el más crudo y sin filtros y lo hice muy rápido, sin censurarme. O sea, lo hice en menos de tres meses mientras viajaba. Habían mandado el tomo para su impresión antes siquiera de que terminara el viaje. Aquello resultó en un libro muy espontáneo. Lo que pasa es que en ese momento no pensaba que fuera publicable. Decía: «Esto es mi diario tal cual, no está bien estructurado, no tiene el mismo trabajo de elaboración detrás». Sin embargo, de alguna manera, eso es justamente lo que le da un toque que no tienen las otras obras, esa «ausencia de filtros». Es la mejor forma que se me ocurre para definirlo.

También tenía amigos en Francia que me convencieron de publicarlo, porque yo decía: «No sé si estoy listo para lanzar algo así al mundo». Ellos me respondían: «No, no, no. Publícalo. No importa cómo lo reciban. Tú sácalo». Ojalá pudiera volver a trabajar así. No quiero volver a hacer un cómic mientras viajo porque es demasiado agotador y extenuante, pero sí me gustaría encontrar una forma de trabajar con esa rapidez, de manera orgánica y con menos autocensura de la que tengo ahora. Intentar compartir algo con el mundo, sin más.

AdP: Luego pasamos a Habibi, que vuelve a ser una obra muy distinta. También está muy centrada en el lenguaje. En el libro incluyes traducciones de varios poemas al inglés y siempre das crédito a los traductores, lo que me parece muy bonito. En general, parece que tienes mucho interés y respeto por los idiomas y su contexto en todos tus libros. ¿Eso viene de algún lugar en particular? ¿Tratas de incorporarlo en tu trabajo de alguna forma concreta?

CT: Bueno, lo primero que he pensado cuando has mencionado Habibi ha sido en lo que mencionas. En inglés, el traductor principal de Rumi, el poeta sufí, es Coleman Barks. En general es el más conocido. Sin embargo, hace poco me enteré de que él en realidad nunca ha sabido leer farsi ni árabe. Siempre traducía a partir de traducciones ya existentes en inglés. Las intentaba hacer más puras en un sentido emocional. Me vine un poco abajo al darme cuenta de que el hombre en quien había confiado para todas las traducciones de Rumi en realidad no sabía farsi ni árabe.

El otro poeta que influyó mucho en mí al crear esa obra fue Badr Shakir al-Sayyab, el poeta iraquí. Coincidió con un momento importante, la invasión de Irak por parte de Estados Unidos. Fue algo enorme, devastador… un crimen político del que me sentía cómplice como estadounidense, del que me avergonzaba. Creo que leer la obra de poetas iraquíes fue, de alguna manera, una especie de consuelo frente a todo lo que estaba pasando.

Alrededor de aquella época (bueno, en realidad fue después de que saliera Habibi), estuve en Jordania como parte de un viaje organizado por el Departamento de Estado de EE. UU. En un principio me enviaron para dar talleres de cómic a refugiados palestinos, fíjate tú, pero al final cambiaron el itinerario y acabé trabajando con refugiados sirios porque sucedió en medio de la Primavera Árabe.

Recuerdo que hablé con personas de la embajada. Les pregunté: «¿Puedo ser crítico con la política exterior de Estados Unidos?». Ellos me respondieron: «Claro que sí». Yo seguí: «¿Aunque sea el propio gobierno el que me haya enviado y esté pagando mi estancia?». Ellos insistieron: «Como ciudadano, tienes derecho a expresarte con libertad. Nosotros, como miembros de la embajada y cónsules, no podemos expresar opiniones personales, pero parte de este programa artístico trata precisamente sobre eso: queremos una especie de diplomacia cultural, que las personas puedan interactuar con estadounidenses reales, con artistas, con mentes creativas, para tener una visión más completa y matizada de nuestro país. Es una forma de representación. No nos conviene que las personas nos juzguen solo por nuestro gobierno».

Unos años más tarde volví a colaborar con el Departamento de Estado para ir a Rusia. Recuerdo que algunos amigos me decían: «No me puedo creer que hayas aceptado el viaje». Yo les preguntaba por qué y ellos me decían: «Por el trato que reciben las personas LGBTQ en Rusia». Yo respondía: «Bueno, diría que eso es cosa del gobierno, de Putin, no del pueblo». Esa fue la impresión que tuve estando allí: las personas eran encantadoras, cultas, sensibles. Conocí a una gran comunidad queer. Vuelvo a repetir que creo que ahí radica el valor del arte: es un reflejo más fiel de los pueblos. Desde luego, mucho más que sus gobiernos o sus políticos.

No sé si esto responde a la pregunta original, pero para mí son cosas muy importantes. Al descubrirlos, me enamoré perdidamente de Badr Shakir al-Sayyab y de Rumi. Es imposible no quedarse prendado con Rumi. Rumi fue la inspiración principal para la estructura de Habibi. Hay una frase suya (no recuerdo de qué traducción procede) que dice algo así como: «Tienes que seguir rompiéndote el corazón hasta que se abra». Es una idea que me llegó a lo más hondo. Yo la necesitaba en mi vida porque tenía el corazón roto. Al mismo tiempo, la obra también la necesitaba porque había algo que no funcionaba. Me llevó a romper el recipiente en el que se encontraban mis ideas y a ensamblarlas de otra manera.

Portada de «Almóndigas del espacio». A la izquierda podemos ver a un personajillo naranja. Ese es el Ezekiel que se menciona en la pregunta de abajo.

AdP: Quería hacerte una pregunta muy específica sobre Almóndigas del espacio. En este cómic hay un personaje, Ezekiel, que es sorprendentemente parecido a otros personajes que aparecen de manera recurrente en tus otras obras, ese ser extraño que siempre parece estar fastidiando. Lo que pasa es que en este cómic es un personaje real, con desarrollo y todo. ¿Estoy loco? ¿Son el mismo personaje o al menos el mismo diseño?

CT: ¡Sí, es el mismo personaje! Aparece en Cuaderno de viaje. Surgió como una especie de reflejo de mí mismo. ¿Cómo lo explico? Es decir, era el yo, el ello… Sí, más bien el ello, en realidad. Representaba el lado más autocrítico de mí. Cuando me veía quejándome y obsesionándome, él lo criticaba. Es una voz que tengo siempre en la cabeza, que dice: «¿Por qué soy así? ¿Por qué soy tan sensible, melancólico, egocéntrico y quejica?». Él era esa voz o, tal vez, la voz de una persona más sana que intenta tomar el control. Desde luego diría que es muy ello. Es más mordaz. Tiene una relación más práctica con el mundo, en lugar de montarse películas en la cabeza.

La raíz parlante de «Raíces de ginseng».

AdP: ¿Hay alguna relación entre este personaje, Ezekiel, y la raíz de ginseng parlante de Raíces de ginseng?

CT: Pues ahora que lo dices, supongo que sí. O sea, la verdad es que el papel que tiene en Cuaderno de viaje es un poco parecido al de la raíz de ginseng. Por cierto, a ese personaje lo llamo Shangy. Es un nombre que me gusta. Para mí Shangy surgió como una parte del lenguaje del cómic: hay toda una iconografía esperando a ser usada con la forma de pequeñas mascotas adorables. Además, hay muchas historias en la mitología china sobre raíces de ginseng antropomórficas que cobran vida y se ponen a vagar por el mundo. En China y Corea también se hace mucha imagen de marca con raíces de ginseng estilo dibujo animado. Yo también quería crear mi propia mascota de ginseng con ese estilo.

Para mí, servía para añadir un poco de ligereza a la obra, un elemento que de verdad fuera caricaturesco y único del medio del cómic. La obra contiene mucha información, ya lo habréis visto, así que quería espolvorearle un poco de ligereza encima.

TB: En Raíces de ginseng, el lector puede percibir una cierta sensación de ocaso que se extiende a lo largo de todo el cómic, como si todo condujera hacia una anticipación del duelo. ¿Esto era algo que buscaste desde el principio o es solo que todos los hilos llevaron a ese ocaso, a esa anticipación de algo que se desvanece, del duelo del pasado?

CT: No fue algo consciente. El ginseng es un cultivo que se cosecha bien entrado el otoño. El momento en el que se recogen los frutos (con suerte) de la cosecha coincide con el momento en el que la tierra empieza a entrar en reposo. Todas las hojas están cayéndose. Al menos donde yo crecí, en Wisconsin, es en ese momento tan específico cuando empieza a hacer frío. Al mismo tiempo, las hojas muertas transmiten cierta calidez al llenar el entorno con sus colores. No diría que fue algo consciente, pero sí creo que el cómic evolucionó de manera orgánica en una suerte de meditación sobre la mortalidad.

Mis padres estaban entrando en una nueva etapa de su vida mientras trabajaba en este cómic. Ahora eran mucho más vulnerables. Yo estaba en un momento de crisis de la mediana edad, tanto con mi carrera como conmigo mismo, con mi salud. Empezaba a tener amigos más jóvenes que yo que habían fallecido. Creo que parte parte de mi propio proceso de aceptar la mortalidad consistió en volver al lugar donde crecí.

Una vez más, Justin Penoyer, el practicante de medicina china que mencionaste antes, lo dijo de forma más elocuente que yo. No recuerdo sus palabras exactas, pero hablaba de cómo todos nosotros somos biodegradables, de cómo volvemos a ser absorbidos por la tierra. Es algo que me resulta muy reconfortante en cierto sentido: que nuestra energía prevalece, que la energía de las personas que hemos perdido sigue ahí. Seguimos en contacto con ellos, con sus espíritus, aunque el contenedor físico ya no sea el mismo. Incluso ese contenedor físico sigue ahí. Solo se ha descompuesto orgánicamente en otros elementos.

AdP: Queríamos preguntarte por cómo le está yendo a Raíces de ginseng en varios sentidos. El primero: ¿cómo le está yendo desde un punto de vista crítico y comercial?

CT: Pues no tengo los datos exactos. Mis impresiones por ahora son buenas. El tomo todavía no ha salido en Estados Unidos. La edición estadounidense sale a finales de este mes. Luego estaré de gira durante dos meses por el país. Tengo curiosidad por ver cómo será recibido, cuál será el contraste con la recepción en Europa. Igual a los estadounidenses les parece demasiado cercano porque trata mucho sobre la cultura estadounidense. Por ahora creo que estoy bastante contento con la respuesta que ha habido. Diría que las impresiones de la crítica y las emociones que me han transmitido los lectores han sido bastante buenas.

No es un éxito enorme y trascendental como lo fue Blankets, pero no sé si podría repetir aquella experiencia. En ese entonces yo era muy joven. El formato de novela gráfica también era bastante joven. La forma en que la gente leía era diferente. Me han dicho que ahora la gente tiende a leer de otras maneras. Vivimos en una cultura saturada de contenido. La gente quiere libros más cortos, que se puedan leer rápidamente de una sentada.

En ese sentido, este es un tomo más voluminoso y denso que Blankets. Blankets es una lectura muy ágil, mientras que este es más abultado y denso. Diría que estoy lo bastante feliz. Algo que acabo de decir en mi charla en el escenario es que el momento en el que me siento más sensible con mis obras es cuando las estoy haciendo. En cuanto se imprimen, puedo soltarlas y dejar que tengan su propia vida.

Es algo que tienes que hacer, dejarlas tener su propia personalidad. Dejan de ser una parte de mí. Han nacido de mí, pero después empiezan a crecer por sí solas y a tener su propia vida adulta con los lectores.

Craig Thompson ante un montón de raíces de ginseng gigantescas. Créditos de la imagen: Phil Thompson.

TB: Esa era la primera parte. La segunda parte es: ¿cuáles han sido los frutos de la obra? ¿Cómo ha afectado a tu familia más cercana, a tus amigos más cercanos de Marathon y también al resto de los vecinos del lugar?

CT: Bueno, con respecto a la última parte de esa pregunta, lo sabré mejor cuando salga de gira, porque tengo algunos eventos programados allí. Tengo un evento con Will Su, que es el agricultor taiwanés-estadounidense de mi ciudad natal. Será muy interesante ver qué recepción tiene.

Esta obra me ha acercado sobre todo a mi hermana porque, aunque Blankets fuera autobiográfica, mi hermana no aparecía en ella. Con Raíces de ginseng he enmendado esa omisión y creo que ha acabado cambiando un montón la dinámica que tenía con ella. Ahora tenemos una relación mucho más cercana. Puedo ver lo mucho que está creciendo y cambiando su vida. Tampoco digo que la obra sea la única responsable de todo esto, pero sí que puede habernos dado un empujoncito. Al final, fueron estas páginas las que la hicieron sentir escuchada de verdad.

Siento que ahora mismo tengo una relación bastante cercana con mi familia. Y no sé si será solo algo súper puntual o si estará relacionado con haber hecho este cómic, pero la verdad es que he acabado pasando mucho más tiempo de lo habitual en Wisconsin. Antes solo me pasaba una o dos veces al año para ver a la familia, pero esta obra me ha llevado a estar allí tanto como fuera posible, incluso a pasar un par de veranos enteros. Nunca había compartido tanto tiempo con mi familia, así que también es lógico que nos sintamos más unidos.

AdP: Entonces, ¿por ahora dirías que los vecinos de allí han reaccionado de alguna forma en especial?

CT: ¿Hasta ahora? La reacción que he recibido ha sido positiva, a través de cartas y ese tipo de cosas. Creo que la gente se ha sentido vista y escuchada con la obra, más que lo contrario. Sí que tengo más dudas con las personas cuyas entrevistas acabé por no incluir, porque entrevisté a unas ochenta personas en total, así que, sobre todo en mi pueblo, hay como diez veces más personas entrevistadas de las que aparecen al final. Me pregunto si eso las va a decepcionar.

Es raro porque yo volvía a casa y transcribía las entrevistas y tenía cientos de páginas de notas y algunas de ellas… me parecían aburridas hasta a mí. Pensaba: «Si me aburre a mí, al lector seguro que también, así que supongo que no puedo incluir esta entrevista».

Buscaba sobre todo a las personas que tuvieran algo más que pura información, que tuvieran algún tipo de conexión emocional. Esas fueron las personas que acabaron saliendo, personas que me hacían decir: «Anda, lo que me cuentan no es solo propaganda comercial sobre el cultivo o información sin más, detalles tediosos. Me están dando una historia personal, emotiva y real». Esas fueron las personas que terminaron apareciendo en la obra.

Portada del tercer volumen de la edición italiana de «Raíces de ginseng», titulado de una manera así de poética y certera: «El peso de la memoria».

AdP: En la obra, hay una pregunta que te haces a ti mismo y sobre la que quería volver a preguntarte. Desde un punto de vista personal, querías que este libro te ayudara a sobrellevar la adultez. ¿Crees que se ha logrado ese objetivo?

CT: Ay, pues… puede que todavía no. Es un proceso que necesita tiempo. (Se lo piensa).

No, todavía no puedo decir que ya haya sucedido, pero es un proceso y esto forma parte de él. Estar aquí ayuda. Terminar algo, terminar un cómic y después poder entablar diálogo con personas como vosotros y con los lectores… Una parte del crecimiento ocurre en esos momentos. Puede que no ocurra durante el proceso de creación en sí mismo, al terminar el cómic, editarlo y publicarlo, pero hay una segunda ola de enriquecimiento. Ahora mismo me encuentro sumido en ella.

AdP: Y crees que eso también te puede ayudar con el objetivo que te marcaste, ¿no?

CT: Sí. No sé si una fase puede existir sin la otra. O sea, primero tengo que hacer mi trabajo para después llegar hasta aquí, pero para mí la fase actual es hasta más importante.

TB: Dices que esta es la fase más importante del proceso. Eso me lleva a pensar en la cosecha. Es como si esta fuera la cosecha del libro que has plantado, ¿verdad?

CT: ¡Anda, pues sí, tienes razón! Qué interesante.

AdP: Bueno, pues creo que con eso ha sido más que suficiente. Muchísimas gracias por esta entrevista. Ha sido un auténtico privilegio. La hemos disfrutado un montón.

CT: ¡Yo también!

AdP: Pero antes de irnos, para concluir, me gustaría mencionarte una expresión turca que tiene un significado muy específico: «ellerine sağlık». Se usa para darle las gracias al cocinero de una comida y significa algo así como «benditas sean tus manos, que tengan salud esas manos con las que has preparado esta comida tan deliciosa». Quería dedicarte esta expresión porque ojalá tus manos gocen de buena salud, esas manos con las que nos preparas obras tan especiales.

CT: ¡Ay, qué bonito, gracias! ¡Tengo que sacarle una foto a esa expresión!

(Dejamos por aquí esta canción de la banda de Portland «Menomena» para su álbum «Friend and Foe», con portada de… Craig Thompson. Como curiosidad: esta portada recibió una nominación en los Grammy de 2007 por su diseño).

La susodicha portada.

Agradecimientos adicionales

A Pablo Gómez por la imagen destacada de este artículo. A Tristan Cardona por fotografiarnos con tanto arte. A Carlos Gullon por prestarnos su equipo de sonido y sus conocimientos técnicos para grabar la entrevista. A Raúl López, patrón y señor de esta santa casa, por gestionarla. A Astiberri por concedérnosla.

A Craig Thompson por dedicarnos más de una hora de su apretada agenda y por ser una persona tan encantadora.