Italia está destruida, el Giro es imprescindible

Torriani inventó el Giro moderno, lo moldeó con las formas más atrevidas. Diseñó ediciones que seguían el recorrido de Garibaldi para conmemorar la unidad italiana o atravesaban cinco países para celebrar la unidad europea, instaló llegadas dentro del anfiteatro romano de Verona o en la plaza de San Marcos con los ciclistas atravesando por pasarelas... Leer más La entrada Italia está destruida, el Giro es imprescindible aparece primero en Zenda.

May 19, 2025 - 01:05
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Italia está destruida, el Giro es imprescindible

A principios de 1946, cuando Italia era un montón de ruinas humeantes, Vincenzo Torriani salió de Milán conduciendo un Fiat Balilla destartalado para ver si podía organizar de nuevo el Giro tras cinco años de suspensión. Era un chaval de 26 años que durante la guerra se había negado a integrarse en las milicias fascistas, había escapado a Suiza, había organizado pasos clandestinos en la frontera y había montado pruebas deportivas entre los refugiados italianos para aliviarles un poco la vida. La Gazzetta dello Sport lo fichó para que organizara el primer Giro de Italia de la posguerra. “Las carreteras están destrozadas”, escribió tras recorrer el país. “No quedan puentes, muchos pueblos son imposibles de atravesar por la cantidad de edificios derruidos, apenas hay ayuntamientos, hospitales ni escuelas”. Millones de italianos sobrevivían en chabolas, sin agua ni luz, masticando despacio el pan racionado. “El Giro es más necesario que nunca. Coseremos en veinte días lo que la guerra ha desgarrado en cinco años”. Miles de italianos vieron pasar de nuevo a Coppi y Bartali, sus ídolos de antes de la guerra, por la puerta de sus casas. Ganó Bartali, segundo fue Coppi, Italia celebró su primera fiesta.

Torriani inventó el Giro moderno, lo moldeó con las formas más atrevidas. Diseñó ediciones que seguían el recorrido de Garibaldi para conmemorar la unidad italiana o atravesaban cinco países para celebrar la unidad europea, instaló llegadas dentro del anfiteatro romano de Verona o en la plaza de San Marcos con los ciclistas atravesando por pasarelas los canales de Venecia, inventó las etapas triples (una llana, una de montaña y una contrarreloj el mismo día), las minicronoescaladas y los cronodescensos.

"Torriani decidió mandar a los ciclistas por aquel camino que bordeaba repisas escalofriantes, en el que seis años atrás se habían matado diecinueve soldados al despeñarse su camión"

En abril de 1960 montó a sesenta periodistas en un avión para mostrarles el recorrido del Giro de ese año. Cuando sobrevolaban la Valcamonica, Torriani vio desde su ventanilla una pista que serpenteaba por una montaña nevada hasta unos lagos a casi tres mil metros y bajaba por la otra vertiente a Bormio. Era el Gavia, un camino de mulas por el que atajaban las caravanas medievales que iban de Venecia al centro de Europa, un paso en el que los viajeros morían sepultados por la nieve. Torriani decidió mandar a los ciclistas por aquel camino que bordeaba repisas escalofriantes, en el que seis años atrás se habían matado diecinueve soldados al despeñarse su camión. Y firmó un contrato secreto con su aseguradora: si algún coche de los organizadores, los equipos o los periodistas se atascaba en la estrecha pista de barro y nieve, lo lanzarían por el precipicio para dejar camino libre a los ciclistas y el seguro pagaría los gastos. La etapa la ganó Charly Gaul, Anquetil salvó la maglia rosa tras caerse en la bajada y los aficionados devoraron las crónicas de los periodistas aterrorizados. “Hemos presenciado la etapa más criminal del siglo”, escribió Gerardo Olazábal en El Diario Vasco. “Los organizadores han transformado el Giro en una competición ciclo-alpinista, con enorme peligro para todos, pues los corredores no estaban preparados para este nuevo deporte. Maniobrando en el filo del abismo, el miedo paralizaba nuestro corazón”.

"Torriani introdujo la ascensión al Poggio con su descenso revirado para electrizar el final de la Milán-Sanremo"

Ese mismo año, Torriani introdujo la ascensión al Poggio con su descenso revirado para electrizar el final de la Milán-Sanremo. Y ordenó asfaltar un empinadísimo sendero forestal para endurecer el Giro de Lombardía: el célebre Muro de Sormano, que debe de ser la única carretera construida exclusivamente para hacer sufrir a los ciclistas.

Cuando los corredores desaparecieron bajo la nevada en el monte Bondone, cuando los jueces anularon los resultados de la primera ascensión a las Tres Cimas de Lavaredo porque los ciclistas solo pudieron subir remolcados por los espectadores, cuando L’Équipe titulaba “¡La carrera de la vergüenza!” y los periodistas italianos se preguntaban si era posible organizar una competición decente en su país, Torriani callaba, encendía un cigarro, sonreía un poco y lo veía clarísimo: al año siguiente mandaría a los ciclistas otra vez al infierno.

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