La metedura de pata de Montoya en ‘Supervivientes’ por la que podría ser expulsado
Tensión al límite. En la recta final de cualquier edición de Supervivientes, la atmósfera se carga de electricidad. Ya no se trata solo de supervivencia física, sino de resistencia emocional y estrategia social. Los concursantes, después de semanas de convivencia, empiezan a mostrar sus verdaderos rostros, y los lazos que antes parecían inquebrantables comienzan a ... Leer más

Tensión al límite.
En la recta final de cualquier edición de Supervivientes, la atmósfera se carga de electricidad. Ya no se trata solo de supervivencia física, sino de resistencia emocional y estrategia social. Los concursantes, después de semanas de convivencia, empiezan a mostrar sus verdaderos rostros, y los lazos que antes parecían inquebrantables comienzan a resquebrajarse.
Es precisamente en esta fase donde las nominaciones se convierten en puñales que vuelan sin previo aviso. Cada gesto, cada comentario, cada decisión puede interpretarse como una traición. Además, la sospecha sobre quién cuenta con el respaldo de la audiencia comienza a germinar, y esa duda siembra más discordia que cualquier prueba de recompensa.
A estas alturas del concurso, ya no se puede disimular. Las máscaras caen y el juego se vuelve más crudo. Lo que antes era estrategia encubierta ahora es movimiento directo, muchas veces desesperado, en busca de salvar el pellejo a toda costa. Y esta semana, la ruleta de Poseidón ha echado sal en la herida.
El azar toma el mando.
Con la entrada en escena de la ruleta de Poseidón, todo ha cambiado. Lo que hasta ahora seguía una lógica más o menos predecible ha sido trastocado por completo. Los concursantes ya no controlan ni siquiera cómo votan, y eso ha provocado una ruptura en el esquema mental de muchos de ellos.
El azar ha favorecido a algunos y castigado sin piedad a otros. Una prueba de ello es la fractura de uno de los tríos más sólidos del programa, formado por Montoya, Anita y Carmen. Esta vez, la suerte no ha estado de su lado y, por primera vez, deberán enfrentarse entre ellos con la amenaza real de que uno de los tres diga adiós.
Pelayo, que logró el liderazgo tras vencer a Anita en una agotadora prueba, fue el encargado de cerrar la ronda de votaciones. Su decisión fue definitiva para que Carmen se sumara a la lista de nominados. Las opciones que brindó la ruleta —desde nominación doble hasta anulación de votos— alteraron cualquier estrategia previa, forzando a los supervivientes a improvisar.
De favorito a blanco de críticas.
Montoya, que empezó como uno de los personajes más carismáticos del programa, comienza a perder fuerza entre el público. Su espontaneidad, que en un principio encantaba, ahora empieza a percibirse como excesiva o incluso molesta. Algunos espectadores ya no lo ven como un alma libre, sino como alguien demasiado pendiente de la cámara.
Los colaboradores de programas como Vamos a ver no han dudado en señalarlo. Joaquín Prat, con tono irónico, resaltó cómo todas las tramas acaban girando en torno a Montoya, eclipsando incluso momentos relevantes de otros compañeros. Una crítica que deja ver el hartazgo mediático hacia su figura.
Alexia Rivas fue más allá, poniendo en duda incluso la forma en que se comunica el concursante. La periodista expresó que su comportamiento roza lo desconcertante y que parece más centrado en provocar reacciones que en integrarse en el grupo. Una visión que, aunque polémica, está ganando eco fuera de la isla.
Entre burlas y bromas. El humor como arma de doble filo.
Montoya ha usado el humor como bandera desde el primer día, pero ahora esa herramienta se le podría volver en contra. Su constante mofa hacia Makoke ha generado incomodidad no solo entre sus compañeros, sino también entre el público. Lo que algunos veían como gracia, otros lo empiezan a interpretar como falta de respeto.
Alexia fue tajante: “Se ha pasado el concurso ridiculizando a Makoke”. La colaboradora considera que esa actitud le ha pasado factura a Montoya, quien parece no haberse dado cuenta de que, mientras él juega, su imagen pública se desmorona. La falta de autocrítica y su insistencia en mantener ese rol de bufón podrían ser su mayor error.
Sandra Aladro también se unió a las críticas, aunque con un tono más conciliador. Para ella, Montoya sigue teniendo una chispa que podría rescatarlo, pero necesita parar y reflexionar. No basta con hacer reír, también hay que contribuir a la convivencia y asumir responsabilidades en el grupo.
Cuenta atrás para una despedida.
El trío nominado representa una bomba emocional en el programa. Ninguno de los tres quiere abandonar, pero solo dos continuarán en la aventura. En ese escenario, Montoya parte en desventaja, no por falta de protagonismo, sino por un desgaste evidente de su imagen dentro y fuera de la isla.
Las redes sociales están divididas. Mientras unos defienden su autenticidad, otros piden su salida alegando que ha cruzado ciertos límites. El hecho de que haya polarizado tanto a la audiencia es una señal clara: ya no es un concursante cómodo ni para sus compañeros ni para el público.
Este jueves, la votación puede marcar un punto de inflexión. Montoya ha cometido errores que, si bien antes pasaban por alto, ahora podrían pasarle factura. El juego ha cambiado, y en esta fase del concurso, la redención es tan improbable como la inmunidad. Todo apunta a que su continuidad pende de un hilo.