¿Puede una novela salvar el planeta?
Las humanidades ambientales, un campo interdisciplinar que une ecología, literatura, filosofía y arte, proponen entender la crisis planetaria no solo como un problema técnico, sino como un desafío cultural. La entrada ¿Puede una novela salvar el planeta? se publicó primero en Ethic.

En un mundo donde los informes científicos sobre el cambio climático se acumulan, en el que mientras en los informativos se suceden las noticias sobre catástrofes naturales aún se sigue intentando convencer a los ciudadanos de la importancia de reciclar, surge una pregunta: ¿y si lo que necesitamos no son más datos, sino mejores historias? Las humanidades ambientales, un campo interdisciplinar que une ecología, literatura, filosofía y arte propone exactamente eso: entender la crisis planetaria no solo como un problema técnico, sino como un desafío cultural, y cambiar el enfoque para contarlo de otra manera.
Las humanidades ambientales emergieron formalmente en las universidades estadounidenses durante los años 90, pero sus raíces se remontan a tradiciones intelectuales anteriores que cuestionan la separación entre naturaleza y cultura. Este campo interdisciplinario bebe de fuentes tan diversas como la ecocrítica literaria, que analiza cómo los paisajes y elementos naturales son representados en novelas y poemas; la filosofía ambiental, con pensadores como Peter Singer y Donna Haraway, que exploran la ética de nuestra relación con otras especies y el concepto del Antropoceno; y la historia ecológica, que estudia cómo las civilizaciones han interactuado con su entorno natural a lo largo del tiempo.
Ursula K. Heise, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles y autora del libro Imagining Extinction, sostiene que «no podemos salvar lo que no sabemos nombrar». Para Heise, la literatura y el arte son fundamentales para crear los marcos mentales que nos permiten comprender y relacionarnos con otras especies y con el medio ambiente en general. En una entrevista reciente, enfatizó que «una aportación fundamental de las humanidades ambientales es precisamente ayudarnos a imaginar escenarios que no son apocalípticos y distópicos».
Las humanidades ambientales ayudan a imaginar escenarios que no sean apocalípticos o distópicos
Las humanidades ambientales han desempeñado un papel crucial en rescatar del olvido a especies carismáticas, como lobos, ballenas y osos polares, convirtiéndolas en símbolos culturales que trascienden los informes científicos. El lobo, por ejemplo, ha pasado de ser visto únicamente como un depredador a convertirse en protagonista de novelas como Colmillo Blanco y en emblema de iniciativas de rewilding en documentales contemporáneos.
Pero este enfoque también da voz a lo invisible. Heise argumenta que la atención pública y científica se centra en especies carismáticas mientras que otras, como los moluscos o las plantas, reciben poca atención. Este sesgo cultural influye en las prioridades de conservación y refleja la necesidad de ampliar nuestras narrativas para incluir a todas las formas de vida.
Los hongos micorrícicos, esenciales para la salud de los ecosistemas, han ganado notoriedad gracias a obras como Entangled Life de Merlin Sheldrake, obra en la que se muestra de qué manera la vida de los humanos se relaciona con el reino de los hongos. Los corales, cuya agonía simboliza la fragilidad de los océanos, inspiran poemarios como Océano y ceniza, de Craig Santos Perez.
También la ciencia ficción se ha convertido en una herramienta poderosa para imaginar futuros posibles en el contexto del cambio climático. Novelas como El cuento de la criada de Margaret Atwood examinan el colapso ecológico y el control social, mientras que Mundo anillo de Larry Niven cuestiona la viabilidad de la ingeniería planetaria. Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin, imagina sociedades poscapitalistas en equilibrio con la naturaleza.
El escritor Kim Stanley Robinson, conocido por su enfoque de climate fiction, afirma que «el futuro ya no es un lujo, es una necesidad de supervivencia. La ficción nos permite ensayar respuestas». Su obra El ministerio del futuro es un ejemplo de cómo la ciencia ficción puede ofrecer visiones alternativas y esperanzadoras frente a la crisis climática.
Las humanidades ambientales no son un ejercicio de optimismo ciego. Autores como Timothy Morton introducen el concepto de «ecología oscura», que reconoce que incluso las soluciones verdes pueden tener impactos ambiguos. Morton argumenta que la conciencia ecológica en la era del Antropoceno adopta una forma compleja y paradójica, donde todo está interconectado y nuestras acciones tienen consecuencias inesperadas.
Rob Nixon, por su parte, denuncia «la violencia lenta y el ambientalismo del pobre»: una forma de daño ambiental que ocurre gradualmente y que a menudo pasa desapercibida, como la contaminación o el cambio climático. Esta violencia afecta de manera desproporcionada a las comunidades más vulnerables y plantea desafíos para la justicia ambiental.
Pero lo cierto es que las humanidades ambientales también ofrecen caminos hacia la esperanza. Por ejemplo, con iniciativas que vinculan bibliotecas y conservación de semillas, promoviendo la diversidad cultural y biológica, por no hablar del arte ecológico, que transforma residuos en obras que invitan a la reflexión.
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