Observar el cielo a través de la poesía
Seguramente, cuando el astrónomo John E. Bortle desarrolló su escala sobre la calidad de la oscuridad y visibilidad en el cielo nocturno, no imaginó la poesía que escondía su gradación: desde esa oscuridad más absoluta, donde es posible observar a simple vista los objetos celestes, hasta el cielo nocturno urbano, donde débilmente se perciben las... Leer más La entrada Observar el cielo a través de la poesía aparece primero en Zenda.

Podríamos concluir que poesía y ciencia siguen dialogando a través de los tiempos desde aquellos filósofos y físicos presocráticos. Si la palabra poética agrieta la aridez de la ciencia, esta le ofrece a cambio su certeza a la inasible intuición que orilla el fenómeno poético. Cierto es que no es frecuente encontrar poemarios cuyo germen sea la ciencia y, quizá, en el panorama poético actual sea la poeta Clara Janés quien ha tratado de desocultar la armonía matemática, astronómica y física del mundo en su poesía con mayor perseverancia y belleza. Por ello, este poemario de Virginia Aguilar, La escala de Bortle (Bartleby, 2021), viene a enlazar con esa voluntad que aúna la observación precisa de la ciencia con la contemplación totalizadora de la poesía, con el fin de abarcar la completa existencia del ser humano.
Respeto
la lluvia como excusa,
porque obedece a razones
del todo superiores
emparentadas con lo imposible.
El reconocimiento implícito de un origen sagrado o misterioso de lo natural se constituye, a su vez, como pretexto para explorar un orden más profundo del universo, el cual ha sido abordado por la astronomía. Antes de que el lector levante los ojos hacia el cielo, debe franquear ese umbral y detenerse en lo visible a simple vista en la tierra, poemas que fijan su palabra en lo diario: un columpio oxidado, la ventanilla de un tren… o en la propia escritura:
Tras “helio”,
esa apuntalada coma contiene
el impulso de unas palabras
que podrían derramarse
folio abajo.
Esta reflexión sobre la escritura misma explora el latido de la propia poesía, núcleo que esencia el proceso. El papel metaforiza un universo que en blanco es tan incierto como aquello desconocido más allá; así “Certeza” o “Recelo” invocan la propia escritura y la lectura. Aunque no solo. Las noticias de prensa referentes a hechos astronómicos son poetizadas con un tono irónico y un tanto travieso: “una noticia / que amarillea / debería hablar en pasado” o poemas como “Instancia”, con citas textuales de La Vanguardia o ABC, o “Línea editorial”, perteneciente a “Exosfera”:
La sección “internacional”
de todos los diarios del mundo
debería incluir
las noticias sobre el espacio.
Superada la atmósfera nos adentramos en la nebulosa de la “Tropopausa”. Esta breve parte, a la manera de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, recoge pequeños y divertidos aforismos en torno a las técnicas de vuelo de las nubes: “La B de NUBE es otra nube”. La textura volátil de los nimbos nos impulsa hasta la “Estratosfera”, que abre con un “Comunicado”: “Tranquilos, llevo todo el día / controlando el cielo personalmente”. La poeta afronta por medio del humor las amenazas que en ocasiones atenazan la existencia y habitabilidad en la tierra, como el poema “Bumerán”, donde, ante el aviso de la caída de una nave espacial, concluye:
Esperamos que se precipite
cualquier día
de la semana próxima.No hay prisa.
Como si quisiera recrear la propia clasificación de Bortle, esta parte contiene el poema que intitula el libro, dividido en nueve secciones aludiendo a la clasificación homónima y explicando la calidad del cielo: “Al alcance de nuestros ojos / solo tenemos nuestra intuición”. El espacio asombra, también sobrecoge e interroga. Sin embargo, lejos de aproximarse a él con temor, Virginia Aguilar rompe con lo solemne y académico, atenúa la complejidad de lo ignoto, refleja las vivencias del lector a quien interpela para acercar ese cosmos.
A 690 km. Nos encontramos en “Exosfera”. Desde este punto para nuestra mirada es indistinguible la anatomía común y minúscula. Los poemas adoptan un tono más universal y colectivo, cuestiona la basura espacial, la colonización de otros planetas si colapsa la Tierra o las consecuencias de ese espacio que, a veces, sentimos ajeno, así en “Ajuste”:
El Servicio Internacional
de Rotación de la Tierra
y Sistemas de Referencias
ha añadido al mes de junio
un segundo
con el que no contábamos.
Queda en el aire
la vigencia de la expresión
“última hora”,
y quedan descabalgados
desde ese instante
todos los elementos
que compondrán
la Historia.
Con referencias al telescopio Wise y una equivalencia entre las expediciones ártica de John Franklin para cartografiar la costa ártica y la del telescopio Wise para lograr un mapa del universo, concluye este poemario que también reflexiona sobre la apropiación de un territorio tan intangible como es el firmamento, la “terra nullius”, cuya independencia está ratificada mediante el tratado ultraterrestre donde se señala que no está sujeto a soberanía nacional; no obstante, inmatriculado en la Tierra a través de las palabras. Las palabras se adjudican aquello imposible de poseer de otra manera.
Bajo la premisa de armonizar el lenguaje científico y el poético, de ahondar en las entrañas de un inexplorado e inabarcable universo, cuyos vértices sólo el lenguaje es capaz de situar, Virginia Aguilar transita en La escala de Bortle por el fino alambre entre lo cotidiano y lo cósmico gracias a una sintaxis minimalista y precisa, concisa en su expresión y exenta de retórica, para vaciar el espacio ajeno a la consideración que esconde la sutil ironía. Despoja de la aspereza y del temblor al cosmos para abrirnos a él en cada verso, aunque nada resuelva de la incógnita que le habita, desplazando el “yo lírico” que desborda lo meramente autobiográfico. La belleza de esta escritura contenida y la lucidez elusiva nos despliega un pensamiento contemporáneo que lejos de buscar la posesión del cielo, intenta convocar su misterio para hacerse parte de él.
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Autora: Virginia Aguilar Bautista. Título: La escala de Bortle. Editorial: Bartleby. Venta: Todos tus libros.
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