Kohei Saito, filósofo: "En la izquierda nunca debemos dejar de pelear"
El autor de 'El capital en la era del antropoceno', un fenómeno literario que ha vendido medio millón de libros, reclama a la izquierda que reaccione y aboga por reforzar la justicia social y los derechos humanosEl último Rincón de pensar - Fara Dabhoiwala, historiador: “La libertad de expresión la inventaron hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otros que se callaran” Medio millón de libros. Quizás no parezca una cifra de vértigo para los que están acostumbrados a las cifras de los grandes autores de bestsellers sobre jóvenes metidos en versiones modernas del circo romano o niños magos que pelean en torneos a lomos de una escoba voladora. Pero si se piensa en que el que ha vendido 500.000 copias es un profesor de filosofía japonés de corte marxista que propone dejar de consumir inmediatamente y de forma radical como única solución (o -según él- la única viable) para salvar el mundo de las garras del capitalismo salvaje, los números se leen de otra manera. Kohei Saito (Tokio, 1987) es un gurú de la izquierda moderna, uno de los más célebres estudiosos de la obra de Karl Marx y el autor de una de las obras de culto para los que creen que aún hay tiempo para actuar y salvarnos de nosotros mismos: El capital en la era del antropoceno (ediciones B). Doctor en filosofía por la universidad de Humboldt en Berlin, el ganador más joven del premio Deutscher Memorial por La naturaleza contra el capital (Bellaterra) y uno de los únicos teóricos del mundo que admite abiertamente haberse equivocado en sus profecías, ‘me pudo el optimismo’, dice con una sonrisa a elDiario.es, poco antes de su charla en la Fira Literal, en Barcelona. Déjeme empezar por la última pregunta. (Sonríe) De acuerdo, me gusta. ¿Sigue usted teniendo esperanza? Bueno, es una cuestión muy dura y difícil. Escribí este libro hace cinco años y la situación ha cambiado mucho: hace cinco años el mundo no era así, la temperatura ha subido incluso más de lo que indicaban las peores previsiones y el futuro va a ser muy complicado, pero tenemos que seguir luchando. ¿Así que la respuesta corta, sería, ‘sí’? No es que tenga esperanza: es que quiero tenerla. Pero como filósofo no trabajo con ese concepto: los filósofos no tenemos esperanza (risas). Entonces, ¿fue usted demasiado optimista cuando hace un lustro publicó El capital en la era del antropoceno? Yo especulaba con la idea de que, con el decrecimiento, una bajada enorme del consumismo y la priorización de la lucha contra el cambio climático, podríamos ayudar a personas en lugares como África o Bangladesh, que ya están sufriendo las consecuencias de ese cambio y que países como Japón o Estados Unidos o Europa estarían encabezando ese esfuerzo. Sin embargo, ahora tienes lo que está sucediendo en Gaza, los asesinatos en masa, las hambrunas. Y el mundo no está haciendo nada, así que, ¿cómo vamos a convencer a las nuevas generaciones de que luchen contra el apocalipsis climático cuando ven que no estamos haciendo nada en Gaza? Hace cinco años no vi venir algo así. ¿En qué momento se fue todo al garete? Pues no sé muy bien cuándo todo se fue al traste: teníamos cosas buenas, movimientos sociales potentes con objetivos nobles, líderes políticos aparentemente abiertos a cambios profundos… pero luego se produjo la invasión de Ucrania, los precios empezaron a subir… Pero ¿si yo le pidiera que señalara en un calendario el día en el que usted pensó, ‘maldita sea, esto no va bien’, sabría con exactitud dónde poner el dedo? Sí. Creo que fue el momento en el que Greta Thunberg dio su apoyo a la causa palestina y a continuación desapareció del mapa. De algún modo, aquello dejó al descubierto el doble estándar que estábamos aplicando a lo largo y ancho del planeta y que desbarata completamente el concepto de justicia. ¿Cómo defino yo la justicia? Pues de un modo sencillo: los débiles tienen que ser apoyados. Sin embargo, nos volcamos con Ucrania y obviamos lo de Gaza. Yo mismo, como persona que creció en Japón y luego pasó parte de su gran vida en Alemania, recuerdo cuando llegué a Europa y me sorprendió la conciencia social del país. Pero ahora hemos entrado en un periodo en el que lo que estamos viendo es una aplicación, digamos ‘selectiva’ de conceptos como los derechos humanos o la democracia. Conceptos que siempre hemos atribuido a Occidente y que ahora se están pervirtiendo de un modo francamente inaudito. Hemos entrado en un periodo en el que lo que estamos viendo es una aplicación, digamos ‘selectiva’ de conceptos como los derechos humanos o la democracia Es usted célebre por sus estudios alrededor de la figura de Karl Marx, aprendió alemán para leer su obra sin necesidad de filtros y no puedo evitar señalar que algunas de sus predicciones sobre la llega

El autor de 'El capital en la era del antropoceno', un fenómeno literario que ha vendido medio millón de libros, reclama a la izquierda que reaccione y aboga por reforzar la justicia social y los derechos humanos
El último Rincón de pensar - Fara Dabhoiwala, historiador: “La libertad de expresión la inventaron hombres europeos que luego iban por el mundo diciéndoles a otros que se callaran”
Medio millón de libros. Quizás no parezca una cifra de vértigo para los que están acostumbrados a las cifras de los grandes autores de bestsellers sobre jóvenes metidos en versiones modernas del circo romano o niños magos que pelean en torneos a lomos de una escoba voladora. Pero si se piensa en que el que ha vendido 500.000 copias es un profesor de filosofía japonés de corte marxista que propone dejar de consumir inmediatamente y de forma radical como única solución (o -según él- la única viable) para salvar el mundo de las garras del capitalismo salvaje, los números se leen de otra manera.
Kohei Saito (Tokio, 1987) es un gurú de la izquierda moderna, uno de los más célebres estudiosos de la obra de Karl Marx y el autor de una de las obras de culto para los que creen que aún hay tiempo para actuar y salvarnos de nosotros mismos: El capital en la era del antropoceno (ediciones B).
Doctor en filosofía por la universidad de Humboldt en Berlin, el ganador más joven del premio Deutscher Memorial por La naturaleza contra el capital (Bellaterra) y uno de los únicos teóricos del mundo que admite abiertamente haberse equivocado en sus profecías, ‘me pudo el optimismo’, dice con una sonrisa a elDiario.es, poco antes de su charla en la Fira Literal, en Barcelona.
Déjeme empezar por la última pregunta.
(Sonríe) De acuerdo, me gusta.
¿Sigue usted teniendo esperanza?
Bueno, es una cuestión muy dura y difícil. Escribí este libro hace cinco años y la situación ha cambiado mucho: hace cinco años el mundo no era así, la temperatura ha subido incluso más de lo que indicaban las peores previsiones y el futuro va a ser muy complicado, pero tenemos que seguir luchando.
¿Así que la respuesta corta, sería, ‘sí’?
No es que tenga esperanza: es que quiero tenerla. Pero como filósofo no trabajo con ese concepto: los filósofos no tenemos esperanza (risas).
Entonces, ¿fue usted demasiado optimista cuando hace un lustro publicó El capital en la era del antropoceno?
Yo especulaba con la idea de que, con el decrecimiento, una bajada enorme del consumismo y la priorización de la lucha contra el cambio climático, podríamos ayudar a personas en lugares como África o Bangladesh, que ya están sufriendo las consecuencias de ese cambio y que países como Japón o Estados Unidos o Europa estarían encabezando ese esfuerzo. Sin embargo, ahora tienes lo que está sucediendo en Gaza, los asesinatos en masa, las hambrunas. Y el mundo no está haciendo nada, así que, ¿cómo vamos a convencer a las nuevas generaciones de que luchen contra el apocalipsis climático cuando ven que no estamos haciendo nada en Gaza? Hace cinco años no vi venir algo así.
¿En qué momento se fue todo al garete?
Pues no sé muy bien cuándo todo se fue al traste: teníamos cosas buenas, movimientos sociales potentes con objetivos nobles, líderes políticos aparentemente abiertos a cambios profundos… pero luego se produjo la invasión de Ucrania, los precios empezaron a subir…
Pero ¿si yo le pidiera que señalara en un calendario el día en el que usted pensó, ‘maldita sea, esto no va bien’, sabría con exactitud dónde poner el dedo?
Sí. Creo que fue el momento en el que Greta Thunberg dio su apoyo a la causa palestina y a continuación desapareció del mapa. De algún modo, aquello dejó al descubierto el doble estándar que estábamos aplicando a lo largo y ancho del planeta y que desbarata completamente el concepto de justicia. ¿Cómo defino yo la justicia? Pues de un modo sencillo: los débiles tienen que ser apoyados. Sin embargo, nos volcamos con Ucrania y obviamos lo de Gaza. Yo mismo, como persona que creció en Japón y luego pasó parte de su gran vida en Alemania, recuerdo cuando llegué a Europa y me sorprendió la conciencia social del país. Pero ahora hemos entrado en un periodo en el que lo que estamos viendo es una aplicación, digamos ‘selectiva’ de conceptos como los derechos humanos o la democracia. Conceptos que siempre hemos atribuido a Occidente y que ahora se están pervirtiendo de un modo francamente inaudito.
Hemos entrado en un periodo en el que lo que estamos viendo es una aplicación, digamos ‘selectiva’ de conceptos como los derechos humanos o la democracia
Es usted célebre por sus estudios alrededor de la figura de Karl Marx, aprendió alemán para leer su obra sin necesidad de filtros y no puedo evitar señalar que algunas de sus predicciones sobre la llegada de un marxismo más humanista, por así decirlo, parecen lejos de llegar a buen puerto. Más bien lo contrario.
Sin duda. Pero quiero decir algo: es precisamente las políticas que han aplicado partidos teóricamente más racionales y que se mueven en el espectro de la social-democracia lo que ha socavado totalmente su credibilidad y creado las condiciones ideales para la aparición de formaciones de extrema derecha. No puedes hablar de derechos humanos y que estos solo te importen en Ucrania, pero te den completamente igual en África. Ese tipo de contradicciones, ya no solo entierran cualquier atisbo de veracidad con tus electores: son la plataforma perfecta para personajes como Putin y Trump.
De todos modos, y aunque ya sé que me vas a decir que es imposible, debemos seguir creyendo (y luchando) por la universalidad. La universalidad de la justicia social y la universalidad de los derechos humanos, precisamente porque parece imposible, hay que seguir luchando. Y -sobre todo- la izquierda debe reaccionar.
Las políticas que han aplicado partidos teóricamente más racionales y que se mueven en el espectro de la social-democracia son lo que ha socavado totalmente su credibilidad y creado las condiciones ideales para la aparición de formaciones de extrema derecha
He vuelto a leer su libro para preparar esta entrevista…
El actualizado, espero (risas)
Por supuesto: la nueva edición. Y siento decírselo, pero al contrario que usted, yo creo que el colapso es inevitable.
Bueno, ahora llevo un año viviendo de nuevo en Alemania y estoy trabajando en un nuevo libro porque ya me toca escribir un nuevo libro (sonríe) y ese libro va precisamente sobre eso: el colapso. Hablo de la hipocresía europea a la hora de hablar de la universalidad de la justicia social, de cómo hemos fallado, de cómo el futuro es parece realmente oscuro y de que el colapso, tal y como has dicho, parece inevitable.
Al hilo de esa reflexión, en los últimos años hemos visto un crecimiento exacerbado de movimientos de extrema derecha por todo el mundo, en muchas ocasiones como una suerte de reacción a fuertes cambios sociales que a su vez rompían con tradiciones conservadoras en una especie de ciclo sin fin. ¿Cree usted que volveremos a ver el auge de la izquierda o el neoconservadurismo ha llegado para imponerse?
Por supuesto que habrá un repunte de los partidos y formaciones de izquierda. Mira: siempre estamos luchando. Unas veces ganamos, otras perdemos. Pero nunca debemos dejar de pelear. Ahora mismo estamos a la defensiva, pero en algún momento volveremos a estar por delante. Sin embargo, y sin querer quitarle importancia a todo este toma y daca, creo que la gran cuestión es la gestión del cambio climático: o actuamos ahora o tendremos que lidiar con millones de refugiados climáticos y entraremos en una cuenta atrás que ya no podremos detener. Esa es la urgencia inaplazable de la que hablaba cuando escribí libro y, sinceramente, me equivoqué al creer que el futuro sería mejor.
La gran cuestión es la gestión del cambio climático: o actuamos ahora o tendremos que lidiar con millones de refugiados climáticos y entraremos en una cuenta atrás que ya no podremos detener
Déjeme que le diga que me da la impresión de que en la cuestión del cambio climático hemos pasado de la simple negación a un extraño desdén. Como si nos diera igual.
Es cierto. Porque la gente se ha acostumbrado a ello o quieren creer que se han acostumbrado a ello. Pero si miras lo que sucedió aquí en Valencia, o los incendios de Los Ángeles, verás que en realidad va a ser imposible acostumbrarse a fenómenos cada vez más extremos que ahora ni siquiera podemos imaginar.
Pero incluso en esos ejemplos y no siempre, pero sí en muchas ocasiones, la cuestión de la causalidad del cambio climático en la violencia y la singularidad de esos fenómenos se ha obviado o directamente ignorado.
Es verdad, y lo más curioso es que aunque en el caso de Los Ángeles afectó a algunas de las personas más ricas del mundo, pero ni siquiera ellos han puesto el tema encima de la mesa. Ni siquiera ellos.
Y entonces, ¿qué hacemos?
Creer. Hay que creer. Hay que seguir creyendo que le podemos dar la vuelta a todo esto. No sé ni cuándo, ni cómo… Pero no podemos dejar de creer. Me preguntabas al principio si había esperanza: lo que no puede dejar de haber es lucha. Nunca.