Matilde Sánchez. El dock.

Planeta Argentina, 2004. 254 páginas. Una mujer ve por la televisión un atentado fallido en el barrio imaginario de el Dock, y una de las asaltantes resulta ser una antigua compañera. Este hecho trastocará su vida cuando el hijo de esa compañera vaya a vivir con ella. Insufrible. Se pasa el libro dando vueltas a anécdotas insignificantes sin llegar a ningún lado. El comportamiento de los protagonistas no tiene ni pies ni cabeza, y el propio libro no sabe muy bien a dónde ir. El lenguaje no salva este despropósito. Me ha recordado a aquella uruguaya que se mueve por las mismas coordenadas, muchas vueltas para no ir a ningún sitio. Me quedo con esta frase de la contraportada: en esta novela de diálogos que van a la deriva, como fragmentos de un monólogo interior, la digresión finalmente resulta un atajo y el melodrama no excluye su propia farsa. Pues así más o menos es el libro. No me ha gustado. Sencillamente nadie lo reclamaba. Algunos días después de haber llegado a casa, le pareció una buena idea dejar una cinta con mi voz en el aparato de Poli. Si yo salía, podía estar tranquila de que él no iba... The post Matilde Sánchez. El dock. first appeared on Cuchitril Literario.

Jun 17, 2025 - 05:15
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Matilde Sánchez, El dock
Planeta Argentina, 2004. 254 páginas.

Una mujer ve por la televisión un atentado fallido en el barrio imaginario de el Dock, y una de las asaltantes resulta ser una antigua compañera. Este hecho trastocará su vida cuando el hijo de esa compañera vaya a vivir con ella.

Insufrible. Se pasa el libro dando vueltas a anécdotas insignificantes sin llegar a ningún lado. El comportamiento de los protagonistas no tiene ni pies ni cabeza, y el propio libro no sabe muy bien a dónde ir. El lenguaje no salva este despropósito.

Me ha recordado a aquella uruguaya que se mueve por las mismas coordenadas, muchas vueltas para no ir a ningún sitio. Me quedo con esta frase de la contraportada:

en esta novela de diálogos que van a la deriva, como fragmentos de un monólogo interior, la digresión finalmente resulta un atajo y el melodrama no excluye su propia farsa.

Pues así más o menos es el libro.

No me ha gustado.

Sencillamente nadie lo reclamaba. Algunos días después de haber llegado a casa, le pareció una buena idea dejar una cinta con mi voz en el aparato de Poli. Si yo salía, podía estar tranquila de que él no iba a atender el teléfono. Era lo más lógico que Leo tuviera miedo, pensé, de manera que obedecí sus dictados razonables, pensando en que posiblemente durante mi ausencia yo perde ría la ocasión de librarme de él, lo que de cualquier forma no ocurrió en la primera semana ni en la segunda y que también dejó en claro para nosotros que Margot no volvería a llamarnos. Si de verdad deseábamos saber las últimas alternativas de la investigación policial, tendríamos que averiguarlo por nuestros propios medios. Margot había salido de veraneo.

Ya no teníamos un cómplice, había señalado Leo.

Tampoco era una aliada particularmente eficaz, observé, y el chico enseguida se mostró encantado de que la criticáramos a sus espaldas, porque ella y él, dijo, nunca habían congeniado realmente. Durante los días que habían pasado juntos, no le había dado de comer más que verdura. Platos elaboradísimos de las más diversas verduras, en las que Margot se proponía infundir algún sabor, pero que de todos modos resultaban horriblemente insípidas.

Al parecer, esa mujer tenía algo especial en contra de la carne, mientras que Leo adoraba las hamburguesas.

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