La primera frase que me lanzó, como un dardo, fue: «Por favor, no me llame minimalista ». Estaba, como pude comprobar, harto de ser considerado como uno de los minimalistas y no tenía ningún deseo de comulgar con las ruedas de molino del «menos es más» o, todavía peor, con la sentencia de Frank Stella que consolidó la estética de obviedad: «lo que ves es lo que ves». Joel Shapiro (1941) fue, en todos los sentidos, «asimilado» por aquellos planteamientos hiper-sintéticos que intentaron poner freno tanto a la gestualidad abstracta (canonizada desde el mito del «dripping» de Pollock y academizada con la teoría de la planitud de Greenberg) como a la sedimentación de la cultura del consumo en la especularidad...
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