Vincenzo Latronico: Las perfecciones
Idioma original: italianoTítulo original: Le perfezioniTraducción: Carmen García-BeamudAño de publicación: 2022Valoración: Se deja leer (como mucho)Qué bien empieza Las perfecciones, con el sello inconfundible de Perec, una de cuyas citas tiene el honor de abrir el libro. Solo por la descripción de los objetos de ese apartamento berlinés ya tenemos una idea bastante exacta sobre sus moradores, Anna y Tom. Y solo con esos mismos objetos algo desordenados por el uso empezamos a percibir que la vida va dejando huella en la decoración perfecta y con ello adivinamos no sé si un deterioro pero sí un ligero declinar, cómo el simple pasar de los días va moldeando las formas. Este arranque fascinante dura un par de capítulos, apenas doce o quince páginas. Uno quisiera que esto siguiese por el mismo camino, pero Latronico tiene otros planes. Nos cuenta ahora cosas acerca de estos dos jóvenes, parece que italianos, que son creativos de internet, diseñadores gráficos o alguna de esa larga lista de profesiones con sus inevitables denominaciones inglesas. Son fruto de nuestro tiempo, no sé si generación Z, o millennials o cosa parecida, profesionales de cierto éxito que casi siempre teletrabajan y que han emigrado a la capital alemana como epítome del cosmopolitismo y el estilo de vida que corresponde a su estatus.Sorprende que el autor les nombra siempre al mismo tiempo, Tom y Anna, Anna y Tom, y por lo visto los dos hacen lo mismo, se mueven igual, piensan muy parecido. Algo que quizá es envidiable en una pareja, no sé, pero si hablamos de literatura, que para eso estamos aquí, el tono y la omnipresente tercera persona del plural del pretérito imperfecto hacen que el relato se asemeje a una redacción escolar no muy trabajada. El efecto es tan llamativo como pobretón, pero en fin, quizá intente ser algún tipo de figura literaria con un objetivo desconocido. Pero asumimos el estilo y seguimos.Estos chicos trabajan en lo que les gusta, viven en la ciudad que han elegido y pueden permitirse pagar alquiler de zona tensionada, aunque cuando pueden subarriendan la casa para uso turístico, que eso también es muy moderno. Además, se dejan ver en exposiciones de arte (aunque más por promoción y vida social que por verdadero interés en la materia), y son, ellos y sus amigos, foodies que prueban alimentos de semillas, conocen más o menos el tueste del café, y se pirran por las infusiones. Hasta se atreven con alguna pequeña excentricidad sexual más bien en modo amago, y por supuesto visitas esporádicas a Berghain, Kit-Kat y sitios así de imprescindibles. A una fiesta llevan como obsequio ‘una bandeja de samosas ecológicas y un inhalador electrónico de CBD’.Todo es tan cool que casi dan ganas de que les ocurra algo malo. O al menos de que les ocurra algo de algún tipo.No se percibe ironía, parece un relato totalmente objetivo. Nuestros amigos siguen buscando nuevas emociones y nuevos lugares, siempre en modo tándem, y uno se pregunta dónde está la ficción, porque esto más parece una autobiografía exprés de alguien que, o bien encuentra su vida muy interesante, o bien, si nos ponemos un poco más profundos, está buscando el sentido de lo que hace. Por ahí quizá podrían ir los tiros, porque se deja ver un cierto hastío, el aburrimiento del nativo digital que empieza a descubrir que aquello ya no da más de sí, que lo que era un trabajo guay, fácil, divertido y bien remunerado termina, como tantos otros, aplastado por la rutina y la monotonía o, peor aún, acechado por nuevas hornadas de gente más joven que ellos, quizá más atrevida, y que seguramente dominan incluso mejor los secretos del medio, probablemente a precios más baratos para sus clientes. El futuro más revolucionario que son capaces de concebir es la paridad de género en los consejos de administración, los coches eléctricos, el vegetarianismo. Anna y Tom envidian no solo a 'quienes habían podido luchar por un mundo radicalmente distinto, sino incluso a quienes habían sido capaces de imaginarlo'.Si párrafos como este nos resultan esclarecedores y valoramos la carga crítica que pueden llevar, la lectura habrá merecido la pena. Porque si lo tomamos desde el punto de vista literario, con todo lo que ello pueda representar para cada uno, el resultado es más bien tirando a pobre.

Título original: Le perfezioni
Traducción: Carmen García-Beamud
Año de publicación: 2022
Valoración: Se deja leer (como mucho)
Qué bien empieza Las perfecciones, con el sello inconfundible de Perec, una de cuyas citas tiene el honor de abrir el libro. Solo por la descripción de los objetos de ese apartamento berlinés ya tenemos una idea bastante exacta sobre sus moradores, Anna y Tom. Y solo con esos mismos objetos algo desordenados por el uso empezamos a percibir que la vida va dejando huella en la decoración perfecta y con ello adivinamos no sé si un deterioro pero sí un ligero declinar, cómo el simple pasar de los días va moldeando las formas.
Este arranque fascinante dura un par de capítulos, apenas doce o quince páginas. Uno quisiera que esto siguiese por el mismo camino, pero Latronico tiene otros planes. Nos cuenta ahora cosas acerca de estos dos jóvenes, parece que italianos, que son creativos de internet, diseñadores gráficos o alguna de esa larga lista de profesiones con sus inevitables denominaciones inglesas. Son fruto de nuestro tiempo, no sé si generación Z, o millennials o cosa parecida, profesionales de cierto éxito que casi siempre teletrabajan y que han emigrado a la capital alemana como epítome del cosmopolitismo y el estilo de vida que corresponde a su estatus.
Sorprende que el autor les nombra siempre al mismo tiempo, Tom y Anna, Anna y Tom, y por lo visto los dos hacen lo mismo, se mueven igual, piensan muy parecido. Algo que quizá es envidiable en una pareja, no sé, pero si hablamos de literatura, que para eso estamos aquí, el tono y la omnipresente tercera persona del plural del pretérito imperfecto hacen que el relato se asemeje a una redacción escolar no muy trabajada. El efecto es tan llamativo como pobretón, pero en fin, quizá intente ser algún tipo de figura literaria con un objetivo desconocido. Pero asumimos el estilo y seguimos.
Estos chicos trabajan en lo que les gusta, viven en la ciudad que han elegido y pueden permitirse pagar alquiler de zona tensionada, aunque cuando pueden subarriendan la casa para uso turístico, que eso también es muy moderno. Además, se dejan ver en exposiciones de arte (aunque más por promoción y vida social que por verdadero interés en la materia), y son, ellos y sus amigos, foodies que prueban alimentos de semillas, conocen más o menos el tueste del café, y se pirran por las infusiones. Hasta se atreven con alguna pequeña excentricidad sexual más bien en modo amago, y por supuesto visitas esporádicas a Berghain, Kit-Kat y sitios así de imprescindibles. A una fiesta llevan como obsequio ‘una bandeja de samosas ecológicas y un inhalador electrónico de CBD’.
Todo es tan cool que casi dan ganas de que les ocurra algo malo. O al menos de que les ocurra algo de algún tipo.
No se percibe ironía, parece un relato totalmente objetivo. Nuestros amigos siguen buscando nuevas emociones y nuevos lugares, siempre en modo tándem, y uno se pregunta dónde está la ficción, porque esto más parece una autobiografía exprés de alguien que, o bien encuentra su vida muy interesante, o bien, si nos ponemos un poco más profundos, está buscando el sentido de lo que hace. Por ahí quizá podrían ir los tiros, porque se deja ver un cierto hastío, el aburrimiento del nativo digital que empieza a descubrir que aquello ya no da más de sí, que lo que era un trabajo guay, fácil, divertido y bien remunerado termina, como tantos otros, aplastado por la rutina y la monotonía o, peor aún, acechado por nuevas hornadas de gente más joven que ellos, quizá más atrevida, y que seguramente dominan incluso mejor los secretos del medio, probablemente a precios más baratos para sus clientes.
El futuro más revolucionario que son capaces de concebir es la paridad de género en los consejos de administración, los coches eléctricos, el vegetarianismo. Anna y Tom envidian no solo a 'quienes habían podido luchar por un mundo radicalmente distinto, sino incluso a quienes habían sido capaces de imaginarlo'.
Si párrafos como este nos resultan esclarecedores y valoramos la carga crítica que pueden llevar, la lectura habrá merecido la pena. Porque si lo tomamos desde el punto de vista literario, con todo lo que ello pueda representar para cada uno, el resultado es más bien tirando a pobre.