Breve introducción al Soloverso sin spoilers

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Jun 17, 2025 - 22:35
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Breve introducción al Soloverso sin spoilers

El punto de partida del Soloverso se sitúa en 1998 con la publicación de Mundo Caníbal, un cómic concebido inicialmente como un divertimento personal y sin mayores pretensiones, pero que acabaría convirtiéndose en el germen de uno de los universos narrativos más complejos y personales del cómic español contemporáneo.

Óscar Martín dio forma a esta obra mientras compatibilizaba su trabajo profesional —dibujando más de 350 páginas anuales para franquicias como Tom y Jerry— con la necesidad de crear algo propio. Inspirado por su fascinación por la naturaleza y el comportamiento de los animales salvajes, ideó un mundo brutal y despiadado donde los personajes actúan por pura supervivencia: comer o ser comido. Este planteamiento eliminaba cualquier necesidad de justificación narrativa previa y permitía encadenar escenas de acción, lucha o muerte con absoluta fluidez. La ambientación desértica no solo encajaba con el tono seco y hostil del relato, sino que ofrecía una ventaja práctica: requería un esfuerzo mínimo en el diseño de escenarios. «Con una línea de horizonte y unas rocas me apañaba», describe Óscar Martín. Esta economía visual permitía centrarse en lo esencial: la acción y el drama instintivo de los personajes.

En su gestación, Mundo Caníbal estuvo influido por un proyecto anterior frustrado: la revista Zona X, ideada en la redacción de El Jueves. De aquel experimento quedó una historia que había sido especialmente querida por el autor: Rambo Rata, que acabaría reciclándose y reformulándose en el mundo de Solo. La colaboración con el entintador Toni Fernández —compañero en trabajos previos de cómic Disney— fue crucial para el ritmo de producción. El método era directo: a veces, bastaba un boceto a lápiz para que Fernández lo pasara a tinta sin más, incluso en tandas de doce páginas. Esa complicidad profesional dio a la obra un dinamismo poco habitual en publicaciones independientes.

Las primeras ediciones de Mundo Caníbal fueron en formato grapa, con nueve entregas, a las que se sumaron contenidos extra. Más tarde, en 2001, se recopilaron en dos tomos en tapa blanda, y en 2007 Ponent Mon los edita en un tomo integral. A esto habría que sumar la cuidada edición del 25º aniversario de Ominiky, que celebra no solo el nacimiento de una serie, sino de un universo entero.

El estilo gráfico inicial era, en palabras del propio Martín, «fanzinero y descuidado», pero también «entrañable y divertido». Y a pesar de sus limitaciones técnicas, conectó con el público: las primeras tiradas alcanzaron las 12.000 copias, con ventas que superaron el 60% de lo distribuido. Poco a poco, Solo, el protagonista —una rata antropomórfica endurecida por la lucha— fue calando en los lectores. Las opiniones y reseñas empezaron a multiplicarse en foros y plataformas, y lo que había empezado como un pasatiempo se convirtió en una historia que merecía ser continuada.

Tanto fue el éxito de la historia que Óscar Martín decide hacer una segunda historia con el personaje, pero como era imposible plantearlo como una continuación lo hace en forma de precuela. Esta sería Supervivientes del Caos, publicada en tres tomos correspondientes con tres arcos narrativos continuados, entre 2008 y 2015 por Edicions De Ponent, más tarde, en 2017, reunidos en un solo tomo integral por Panini en su sello Evolution Comics, en colaboración con la editorial del propio Óscar Martín, Ominiky, y en 2021 publicaos de nuevo de forma independiente por Ominiky.

Supervivientes del Caos marca el renacimiento de Solo, ya no como el personaje gamberro y fanzinero de los inicios, sino como protagonista de un universo rediseñado desde cero. Óscar Martín decide redibujar por completo al personaje y a todo su entorno, alejándose del tono irreverente y directo de Mundo Caníbal para abrazar una estética más madura, cuidada y profundamente espectacular. Las viñetas se amplían, los personajes ganan en estilización anatómica, y se incorpora por primera vez el color, un elemento decisivo. Aunque en un inicio Martín pensó en usar una paleta de colores intensos (como la de las fichas de Mundo Caníbal o sus portadas), acabó optando por tonos ocres, terrosos y apagados, más fieles al entorno desértico y hostil del relato. Esta elección estética se ha convertido en una de las señas de identidad visual del universo caníbal.

A lo largo de los tres volúmenes, la historia se adentra progresivamente en la psicología del protagonista, desde sus inicios abandonando a sus padres hasta justo el punto en el que comienza Mundo caníbal. Como en esta, encontraremos tanto acción pura como violencia justificada solo por la necesidad de vivir un día más, pero se abre la puerta a una narración más introspectiva, que da un mayor sentido al recuerdo y al vínculo emocional con su familia que vemos en Mundo caníbal (es aquí, por ejemplo, cuando conoce a Lyra).

Viendo las posibilidades que tenía el universo de Mundo caníbal, en 2012 Óscar Martín decide iniciar un nuevo proyecto que ha dado frutos inesperados y es que propone a diferentes artistas y dibujantes que realicen historias situadas dentro del Soloverso con un formato estilístico y narrativo más libre. El resultado son multitud de relatos cortos desarrollados dentro de ese mismo mundo postapocalíptico, muchas veces guionados por el propio Óscar Martín (y a veces también dibujados por él), que exploran personajes secundarios, ambientaciones paralelas o situaciones protagonizadas por el propio Solo, pero con un tono general más gamberro, ácido y brutal, aunque manteniendo en la mayor parte de los casos (no siempre) la esencia del Soloverso, la lucha por la supervivencia y la violencia inherente. Estas historias, recopiladas en Historias caníbales en 2012, 2013 y 2016, fueron recopiladas en una antología en 2024, que hacía una selección de las historias y al mismo tiempo añadía algunas nuevas.

Parece que a Óscar Martín esas versiones del Soloverso le parecieron un filón que había que explotar y sobre el que se debía profundizar, porque Historias caníbales supone el comienzo de la participación de otros dibujantes de forma sistemática en su universo, eso sí, con él al volante como guionista. La primera de esas obras es Crónicas salvajes, dibujado por Raúl Moreno, donde la vida de Solo se cruza con tres personajes más. Desde un punto de vista temático, se podría decir que este libro no aporta demasiado, la aparición de Solo es tan puntual que casi podríamos decir que estamos en una de las historicas caníbales ampliada a álbum completo. El dibujo de Raúl Moreno es muy destacable (ya pudimos verlo en el relato «Yo soy» del tomo segundo de Historias caníbales). Se opta aquí por una vuelta al blanco y negro, destacando sobre todo la intensidad de las sombras. Curiosamente, a pesar de ser la trama más trivial de todos los libros, fue totalmente redibujada por Gochi en 2025 siguiendo el estilo y el formato del manga (el reboot también es algo muy característico del Soloverso). Gochi toma una curiosa decisión a la hora de modificar la trama original y es que decide quitar a Solo de la historia para cambiarlo por un gato.

En 2017 Óscar Martín decide redibujar Mundo caníbal para darle la misma estética que Supervivientes del Caos y que las historias caníbales dibujadas por él. Separadas por casi veinte años de evolución artística, técnica y narrativa, el autor no solo mantiene los mismos cambios en el dibujo que ya había iniciado con Supervivientes del Caos, sino que replantea el guion para, manteniendo la brutalidad, darle una mayor carga emocional, más introspección y coherencia narrativa, reforzando las motivaciones de los personajes y dejando a un lado algunos clichés planteados en la obra original. Además, va sembrando las semillas de lo que será la continuación y el cierre final de todo ese universo, algo que se lleva a cabo con la trilogía de Legatus, el hijo adoptivo de Solo, y cuyo nombre no es casual: hace referencia explícita al legado que Solo deja al mundo.

Con el personaje de Legatus ya como protagonista, Óscar Martín da comienzo a una trilogía formada por Legatus, de 2018, Pisar sin levantar polvo, de 2020, y El final de un círculo infinito de 2023. Aquí Óscar Martín ya no improvisa. Si en 1998 Mundo Caníbal surgió sin un destino prefijado, ahora, tras el reboot de 2017, el autor conduce su historia hacia un propósito concreto.

Legatus emerge como líder, revelando un poder transformador capaz de cambiar la brutal jerarquía de los carnívoros. Esa pátina mesiánica ha generado críticas: algunos lo ven demasiado redentor, alejado del instinto primario de supervivencia, e incluso cercano a una figura paralela a Jesucristo. Sin embargo, quien considere que Legatus supone el comienzo de una traición a la esencia de Mundo Caníbal ignora un detalle fundamental: Solo, incluso en su dureza, no disfrutaba matando, estaba torturado por ello y obligado por las circunstancias, ya fuera la mera supervivencia o, cuando está en el circo, obligado por el espectáculo. La semilla estaba sembrada desde el inicio: la figura redentora no nace de la nada, y la reflexión sobre la violencia como mal inevitable y traumático siempre estuvo presente.

La trilogía de Legatus supone el desarrollo de una conciencia colectiva. La violencia, evidentemente, sigue presente —pura, visualmente espectacular— pero ya no es un fin en sí misma. Legatus mata solo cuando no hay otra opción, nunca sin necesidad, mostrando moderación pero también firmeza en la defensa de sus ideales. Ese cambio supone la transición del salvajismo animal hacia una forma de convivencia más civilizada. En el mundo dividido entre carnívoros y herbívoros, Legatus busca tender puentes, ejerciendo un liderazgo legítimo y cuestionando las jerarquías que habían sido inevitables hasta ese momento. El círculo infinito al que alude el último título de la trilogía da sentido a la tensión entre instinto y ética colectiva. El mapa que se muestra por primera vez en esta obra nos revela que el Soloverso es mucho más amplio y complejo de lo que parecía. No es ya un desierto vacío: es un mundo dividido entre la lógica de la supervivencia violenta y otra basada en cooperación y orden civil. Esta división —carnívoros contra herbívoros— se lee como una metáfora del clásico dilema entre civilización y barbarie. Y Legatus camina ese tramo final como una conexión viva entre ambas realidades.

Tras más de dos décadas construyendo su particular universo narrativo, Óscar Martín continúa con una decisión tan arriesgada como generosa, la de ceder parte de su universo a otros autores, permitiéndoles explorar las vidas de los dos personajes más importantes después de Solo: Legatus, y Lyra, su pareja. De esta apuesta surgen dos obras fundamentales para comprender la amplitud emocional y narrativa del Soloverso: Alphas, de 2021, y Cuando no sabía que existías, de 2023.

En Alphas, Juan Álvarez construye un relato con ecos claramente shakesperianos, que recuerda inevitablemente a Hamlet. La historia gira en torno a un joven perro caído en desgracia después de que su padre, líder del grupo, haya sido asesinado por su propio hermano. Ese nuevo gobernante, el tío del protagonista, ve al muchacho como una amenaza y lo empuja al exilio, marcándolo como traidor. A través de esta trama de ambición, traición y venganza, Álvarez ofrece una historia con un fuerte trasfondo político y moral, en la que el poder se muestra como un juego de máscaras en el que la fuerza no es suficiente. Pero lo más interesante del relato es sin duda su anagnórisis final, cuando el lector descubre cómo el protagonista de esta historia se vincula con el universo de Solo de forma directa: la revelación conecta con una escena de Mundo Caníbal que ya conocíamos, aquella en la que Solo encuentra a un cachorro abandonado que resultará ser Legatus. Esta conexión retroactiva no solo da sentido a lo leído, sino que enriquece enormemente la historia de Solo, aportando capas de profundidad que reconfiguran el significado de aquel momento.

En Cuando no sabía que existías, por otra parte, Leonel Castellani parte de un material muy escueto: dos viñetas en las que Lyra narra brevemente su pasado. A partir de ese pequeño espacio narrativo, Castellani desarrolla una historia profundamente emocional, centrada en la supervivencia y la esperanza en un mundo dominado por la violencia. Uno de los elementos más sorprendentes y valiosos de esta obra es la introducción de un personaje discapacitado, un hecho inédito hasta ahora en el Soloverso. En un entorno tan brutal y hostil como el que plantea este universo, el solo hecho de preguntarse por las posibilidades de supervivencia de alguien con una discapacidad supone una ruptura respecto al tono dominante de la saga. Castellani no lo convierte en un símbolo fácil ni en un recurso lacrimógeno, sino en una figura profundamente humana, cuyas limitaciones físicas no impiden una representación rica y verosímil.

Sin embargo, si algo hace brillar esta obra es sin duda el apartado gráfico. De todos los artistas que han aportado su trazo al Soloverso, aparte de Óscar Martín, Castellani es, sin duda, el más cercano al estilo del autor original. De hecho, hay momentos en los que su dibujo no solo mantiene el listón, sino que incluso lo supera en expresividad y limpieza narrativa. Su trazo es dinámico, elegante y capaz de capturar toda la melancolía y tensión del universo caníbal. El único punto que se le podría reprochar es que su arte no tiene la espectacularidad de Óscar Martín. Castellani es mucho más contenido y sobrio. No suele utilizar las viñetas a página completa, algo que sí caracteriza al trabajo de Óscar Martín y que forma parte del alma visual del Soloverso.

La última gran aportación al Soloverso que falta por mencionar no está directamente vinculada ni a Solo ni a Legatus, sino que apuesta por ampliar el universo desde sus márgenes, demostrando que este mundo postapocalíptico aún guarda muchas posibilidades. Se trata de Caminos escritos, una trilogía actualmente en desarrollo cuya protagonista es Fortuna, una gata que aparece brevemente en el cierre de El final de un círculo infinito. De esta historia hasta el momento se han publicado dos tomos, el primero en 2018 y el segundo en 2023, un lapsus de tiempo que refuerza la sensación de que estamos ante un proyecto reflexivo y cuidado.

A diferencia de las otras figuras centrales del Soloverso, Fortuna no es una guerrera ni una superviviente movida meramente por el instinto. En este mundo devastado, su misión es otra, casi imposible de imaginar en un entorno donde lo habitual es matar o morir. Fortuna vive por y para los libros. Todo su universo se articula en torno a ellos: los protege, los traslada, los consulta y los venera, una idea que ya había sido esbozada en uno de los relatos breves de Historias caníbales. El conocimiento contenido en un libro, al fin y al cabo, puede suponer literalmente la diferencia entre la vida y la muerte: un mapa con la ubicación de un refugio, una guía de botánica que enseñe a distinguir plantas comestibles de venenosas, un manual sobre primeros auxilios. En ese contexto, la cultura deja de ser un lujo y se convierte en herramienta de supervivencia.

Fortuna representa una postura clara en el eterno conflicto entre civilización y barbarie que atraviesa toda la saga: se posiciona del lado de la primera. Y si en este universo la barbarie se manifiesta en la ley del más fuerte, en el canibalismo, la traición o el miedo, la civilización encuentra en Fortuna una defensora serena pero tenaz, que ve en los libros no solo una fuente de conocimiento, sino también de dignidad, memoria y esperanza. ¿Acaso hay una mejor representación de la civilización que un libro? En un mundo donde todo lo demás se ha perdido, los libros son el último bastión de la razón, de aquello que no se puede arrancar con las garras o las armas. Fortuna, al jugarse la vida por ellos, encarna una resistencia pacífica pero poderosa, en la que la inteligencia, la empatía y la memoria colectiva se alzan frente a la brutalidad del entorno.

Por todo lo dicho, es indiscutible que el Soloverso es uno de los universos narrativos más originales y ambiciosos del cómic español contemporáneo. Lo que empezó como una obra experimental con estética fanzinera se ha transformado, a través de rediseños y expansiones, en una serie madura y visualmente impactante. Este mundo postapocalíptico poblado por animales antropomórficos que ha evolucionado a lo largo de más de dos décadas en una compleja saga que combina acción, violencia instintiva y una profunda carga emocional casi podría interpretarse como un ser vivo, que no ha dejado de mutar, ramificarse y crecer. ¿Qué nuevas historias surgirán? ¿Quién se atreverá a contarlas? Es difícil saberlo. Pero si algo demuestra la trayectoria de este universo es que, tras décadas de evolución, sigue tan vivo y fértil como siempre. Como los buenos libros, nunca se agota: solo espera a ser abierto de nuevo.

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