Habitar la ruina: la transformación de una casa de los años 60 que ha sabido conservar sus cicatrices
Una vivienda de los años 60 situada en Cartagena ha sido rehabilitada por estudio Meii con el objetivo de depurar y reactivar lo existente para hacerlo habitable de nuevo. El resultado es un proyecto en el que conviven pasado y presente, técnica y materia y reparación y memoria. Espacio en crudo: revelar lo esencial Frente […] La entrada Habitar la ruina: la transformación de una casa de los años 60 que ha sabido conservar sus cicatrices se publicó primero en Diario design.

Una vivienda de los años 60 situada en Cartagena ha sido rehabilitada por estudio Meii con el objetivo de depurar y reactivar lo existente para hacerlo habitable de nuevo. El resultado es un proyecto en el que conviven pasado y presente, técnica y materia y reparación y memoria.
Espacio en crudo: revelar lo esencial
Frente a la escasez de vivienda, una problemática que adolece las principales ciudades españolas, la arquitectura puede ser una aliada gracias a la rehabilitación de inmuebles históricos. En esta tipología de proyectos más que añadir, se trata de restar; más que transformar, de observar.
Ejemplo de ello lo encontramos el último proyecto del estudio murciano Meii: la reforma integral de una vivienda de los años 60 situada en el barrio de la Concepción, en Cartegena. El primer gesto que planteó el proyecto fue la depuración formal. Se eliminaron tabiques, falsos techos y trasdosados añadidos a lo largo del tiempo para revelar lo que había quedado oculto. Al desnudar la vivienda, apareció su estructura original: ladrillos en la medianera, cerchas de madera y travesaños que sostenían la cubierta inclinada. Elementos que, lejos de esconderse, se integraron como protagonistas silenciosos del nuevo espacio.
Este primer paso no solo amplió el volumen disponible —ahora más generoso en altura y proporción—, sino que también permitió que la construcción hable desde su propia materia. Texturas, huellas y capas se convierten en parte activa del relato espacial. Lo crudo no es aquí sinónimo de inacabado, sino de auténtico; lo que permanece a la vista no es ruina, sino memoria expuesta.
La importancia de la luz cenital
Otra de las actuaciones que el proyecto llevó a cabo fue la intervención en la cubierta, mínima pero decisiva. Se mantuvo casi intacta, salvo por la incorporación de un gran lucernario practicable que permite ahora el acceso a una nueva terraza exterior y transforma profundamente la manera de vivir el el interior de la casa. Esta apertura cenital introduce una relación directa con el cielo, convirtiéndose en un elemento que articula la vivienda en sentido vertical.
La luz natural incide desde lo alto, atraviesa el espacio y lo recorre durante el día, creando una atmósfera cambiante que se adapta a las estaciones y al tiempo. Más que iluminar, la luz estructura el espacio: activa los materiales, revela texturas, modifica la percepción.
300 metros cúbicos de vida doméstica
Funcionalmente el proyecto despliega un gran volumen de unos 300 metros cúbicos, concebido como el núcleo vital de la casa. Este espacio diáfano concentra las actividades cotidianas en una única estancia, donde lo técnico y lo emocional coexisten en dos niveles complementarios. El nivel inferior, completamente renovado, introduce confort, orden y limpieza visual mediante una base de resina verde que unifica el plano del suelo y sube en forma de zócalo cerámico. Por encima, un trasdosado flota hasta los 2,80 metros, conteniendo las instalaciones y liberando el espacio de ruido visual.
El nivel superior, en cambio, permanece desnudo, auténtico. Ahí la estructura original se muestra sin filtros, como testigo del tiempo y del oficio. Vegetación, mobiliario, luminarias y piezas de artistas locales completan la escena, colonizando el espacio sin dominarlo. En esta convivencia entre lo nuevo y lo existente, lo reparado y lo conservado, se dibuja una arquitectura que no busca imponerse, sino habitar el tiempo con cuidado y atención.
Fotografía: Hiperfocal
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