Diego A. Manrique: "Parece que en el periodismo musical tuviéramos un público cada vez mayor y más sordo"

No quiere que le llamen "institución" pero es un periodista con cinco décadas de trabajo a sus espaldas que le permiten una perspectiva privilegiada; el exlocutor de Radio 3 publica un recopilatorio de artículos titulado 'El mejor oficio del mundo', que es lo más cerca que vamos a estar —junto a esta entrevista— de un libro de memoriasSe extingue la voz de A-ha, el grupo más importante del pop noruego que es mucho más que el autor de 'Take on me' Cincuenta años escribiendo sobre música. Un oficio que, al final y en su caso concreto, no ha consistido solamente en redactar textos. Diego A. Manrique ha contado la historia de buena parte de la música española y extranjera, pero en algunos casos, también forma parte de esa historia. Ha participado en la creación de programas de televisión pioneros (Popgrama, Qué noche la de aquel año), ha dirigido y locutado programas radiofónicos inolvidables (El ambigú). Se las ha visto con todo tipo de artistas y estrellas, de Mick Jagger a Madonna, de Tequila a Serrat. Ha fundado revistas y colaborado en periódicos y muchas más cosas que se dejan entrever en las páginas de El mejor oficio del mundo, un libro que recoge sus columnas para Cuadernos Efe Eme y donde las memorias, la crónica y el ensayo se transforman en un torrente de experiencias que pertenecen a una época ya extinta. ¿Podemos decir que este libro es lo más cercano que vamos a estar de unas memorias suyas? Carezco del egocentrismo necesario para contar unas memorias, y desde luego mi vida no ha sido tan apasionante para decir: “Y cuando me levanté de la cama donde había yacido con Madonna, decidí llamar a David Byrne para preguntarle qué estaba ocurriendo en Belo Horizonte”. No, no, estos son momentos que corresponden a una etapa en la cual viajabas para ver a los artistas, y normalmente eran encuentros especiales, no eran estos junkets que llegas a un sitio y tienes diez o doce minutos con el artista. Esto es una época en la cual podías tener a los artistas durante un tiempo razonable y en algún caso prolongar el encuentro, ir a comer, a cenar o a meterte una raya con Willy DeVille. En el libro dice que no cree que sea esencial contar su historia, pero luego afirma que son experiencias personales irrepetibles, porque gran parte de lo que está contando ya no existe. Hay que reconocer que el nivel de acercamiento que tenían aquellos artistas se ha perdido. Cuando me proponen hacer una entrevista telefónica o a través de vídeo con un artista, ¿qué puedes sacar de un señor del cual ni siquiera ves la habitación en la que está, no ves si lleva pantalones o está en calzoncillos? El grado de acceso que teníamos nosotros era otro. En algunos casos hasta te recibían en su propia casa, pero eso ha desaparecido. Recuerdo una vez, no sé en qué ciudad de Alemania fue, tenía que entrevistar a Britney Spears. Entonces era una niñata, y empecé a hacerle las preguntas, las respuestas eran penosas y a los diez minutos le dije muchas gracias, adiós. El título del libro es El mejor oficio del mundo. ¿Sigue amando su trabajo? Evidentemente habrá muchos mejores oficios del mundo, pero en ese momento sí que lo era. El recibir discos gratis, el poder ir a grandes conciertos, encontrarte con los artistas, para bien o para mal, porque hay muchas historias totalmente deplorables de encuentros con los artistas. Estuve una vez con Van Halen, aquí, en Madrid. Se sentaron en un sofá los cuatro y se dedicaron a tomarme el pelo. Y ya cuando se marchan, David Lee Roth, que habla castellano, me dice, “me vas a tener que disculpar, mis compañeros son un poco idiotas”. ¿Cómo han influido las redes sociales en este trabajo? Facilitan nuestra actividad, pero en realidad son un espejismo. El 99,99% solo lee el titular, y eso con suerte. En muchos casos no se preocupan por clicar y ver dónde te lleva el enlace. Es el triunfo de la banalidad. Es como si tuviéramos un público cada vez mayor, cada vez más sordo. No se entera de lo que estás contando. Ves las reacciones a determinados tuits y es eso: ha entendido totalmente lo contrario de lo que tú quieres decir. Qué le vamos a hacer. Siguiendo con las redes, si Andy Warhol estuviese vivo, quizá afirmaría que en el futuro todo el mundo ejercerá en Facebook de crítico o periodista musical. También es cierto que se ha devaluado el papel del periodista musical, porque antes había un nivel de exigencia. Primero para que tuvieras cultura general, luego para que tuvieras conocimiento de la música; luego para que escucharas el disco o lo que fuera de una forma intensa, y por último para que tuvieras una buena prosa. Y cuando parte de esas condiciones ya no son necesarias... Se ha devaluado el papel del periodista musical, porque antes había un nivel de exigencia. Primero para que tuvieras cultura general, lueg

Jun 22, 2025 - 07:25
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Diego A. Manrique: "Parece que en el periodismo musical tuviéramos un público cada vez mayor y más sordo"

Diego A. Manrique: "Parece que en el periodismo musical tuviéramos un público cada vez mayor y más sordo"

No quiere que le llamen "institución" pero es un periodista con cinco décadas de trabajo a sus espaldas que le permiten una perspectiva privilegiada; el exlocutor de Radio 3 publica un recopilatorio de artículos titulado 'El mejor oficio del mundo', que es lo más cerca que vamos a estar —junto a esta entrevista— de un libro de memorias

Se extingue la voz de A-ha, el grupo más importante del pop noruego que es mucho más que el autor de 'Take on me'

Cincuenta años escribiendo sobre música. Un oficio que, al final y en su caso concreto, no ha consistido solamente en redactar textos. Diego A. Manrique ha contado la historia de buena parte de la música española y extranjera, pero en algunos casos, también forma parte de esa historia.

Ha participado en la creación de programas de televisión pioneros (Popgrama, Qué noche la de aquel año), ha dirigido y locutado programas radiofónicos inolvidables (El ambigú). Se las ha visto con todo tipo de artistas y estrellas, de Mick Jagger a Madonna, de Tequila a Serrat. Ha fundado revistas y colaborado en periódicos y muchas más cosas que se dejan entrever en las páginas de El mejor oficio del mundo, un libro que recoge sus columnas para Cuadernos Efe Eme y donde las memorias, la crónica y el ensayo se transforman en un torrente de experiencias que pertenecen a una época ya extinta.

¿Podemos decir que este libro es lo más cercano que vamos a estar de unas memorias suyas?

Carezco del egocentrismo necesario para contar unas memorias, y desde luego mi vida no ha sido tan apasionante para decir: “Y cuando me levanté de la cama donde había yacido con Madonna, decidí llamar a David Byrne para preguntarle qué estaba ocurriendo en Belo Horizonte”. No, no, estos son momentos que corresponden a una etapa en la cual viajabas para ver a los artistas, y normalmente eran encuentros especiales, no eran estos junkets que llegas a un sitio y tienes diez o doce minutos con el artista. Esto es una época en la cual podías tener a los artistas durante un tiempo razonable y en algún caso prolongar el encuentro, ir a comer, a cenar o a meterte una raya con Willy DeVille.

En el libro dice que no cree que sea esencial contar su historia, pero luego afirma que son experiencias personales irrepetibles, porque gran parte de lo que está contando ya no existe.

Hay que reconocer que el nivel de acercamiento que tenían aquellos artistas se ha perdido. Cuando me proponen hacer una entrevista telefónica o a través de vídeo con un artista, ¿qué puedes sacar de un señor del cual ni siquiera ves la habitación en la que está, no ves si lleva pantalones o está en calzoncillos? El grado de acceso que teníamos nosotros era otro. En algunos casos hasta te recibían en su propia casa, pero eso ha desaparecido. Recuerdo una vez, no sé en qué ciudad de Alemania fue, tenía que entrevistar a Britney Spears. Entonces era una niñata, y empecé a hacerle las preguntas, las respuestas eran penosas y a los diez minutos le dije muchas gracias, adiós.

El título del libro es El mejor oficio del mundo. ¿Sigue amando su trabajo?

Evidentemente habrá muchos mejores oficios del mundo, pero en ese momento sí que lo era. El recibir discos gratis, el poder ir a grandes conciertos, encontrarte con los artistas, para bien o para mal, porque hay muchas historias totalmente deplorables de encuentros con los artistas. Estuve una vez con Van Halen, aquí, en Madrid. Se sentaron en un sofá los cuatro y se dedicaron a tomarme el pelo. Y ya cuando se marchan, David Lee Roth, que habla castellano, me dice, “me vas a tener que disculpar, mis compañeros son un poco idiotas”.

¿Cómo han influido las redes sociales en este trabajo?

Facilitan nuestra actividad, pero en realidad son un espejismo. El 99,99% solo lee el titular, y eso con suerte. En muchos casos no se preocupan por clicar y ver dónde te lleva el enlace. Es el triunfo de la banalidad. Es como si tuviéramos un público cada vez mayor, cada vez más sordo. No se entera de lo que estás contando. Ves las reacciones a determinados tuits y es eso: ha entendido totalmente lo contrario de lo que tú quieres decir. Qué le vamos a hacer.

Siguiendo con las redes, si Andy Warhol estuviese vivo, quizá afirmaría que en el futuro todo el mundo ejercerá en Facebook de crítico o periodista musical.

También es cierto que se ha devaluado el papel del periodista musical, porque antes había un nivel de exigencia. Primero para que tuvieras cultura general, luego para que tuvieras conocimiento de la música; luego para que escucharas el disco o lo que fuera de una forma intensa, y por último para que tuvieras una buena prosa. Y cuando parte de esas condiciones ya no son necesarias...

Se ha devaluado el papel del periodista musical, porque antes había un nivel de exigencia. Primero para que tuvieras cultura general, luego para que tuvieras conocimiento de la música; luego para que escucharas el disco o lo que fuera de una forma intensa, y por último para que tuvieras una buena prosa

Desde el principio ha intentado abrir la mentalidad de los aficionados al rock. Es decir, romper con esa jerarquía del gusto blanco y los prejuicios hacia lo negro, lo latino, lo flamenco.

Siempre he ido en contra del rockismo y esa idea de que el rock es el que te proporciona unas impresiones, emociones y valores inigualables. En todo tipo de estilos hay músicas que tienen esa capacidad de dar identidad, de proporcionar placer, de conmocionar a su público, de levantar incluso en muchos casos una bandera de rebelión. Quizá esta actitud venga dada al hecho de que, durante un tiempo, yo era muy rockista. Hasta que descubres que no necesariamente el guitarrista con los pelos hasta el ombligo y con los vicios más obvios es un gran rebelde, es un modelo de rebelión convencional. Y que puede haber un señor bien afeitado y con traje y corbata que está haciendo algo más radical en todos los sentidos. El tango puede ser un señor absolutamente pulcro y sin embargo tiene unas letras que en la puta vida se le hubieran ocurrido a Nick Cave. Esas letras de rencores brutales y tal. Pero sí, básicamente es tener visión 360 grados, por lo menos 180 grados para ver que hay todo tipo de músicas que te proporcionan esas, como diría Janis Joplin, cheap thrills, emociones baratas. Emociones baratas pero muy profundas.

A menudo se dice de usted que es una institución. Cuando escucha eso, ¿cómo se siente?

No lo puedo asumir, porque... ¿Qué es una institución? Un sitio donde vas y te dan un certificado que diga: “Ha pasado usted por la institución”. Yo creo que eso es una visión tópica de lo que es un trabajo.

Siempre he ido en contra del rockismo y esa idea de que el rock es el que te proporciona unas impresiones, emociones y valores inigualables. En todo tipo de estilos hay músicas que tienen esa capacidad de dar identidad, de proporcionar placer, de conmocionar a su público, de levantar incluso en muchos casos una bandera de rebelión

Hay mucha gente, compañeros, artistas, que ya no están con nosotros. ¿Hay alguien a quien eche de menos en especial?

Recuerdo a gente con la que no coincidía en nada, en gustos, pero al mismo tiempo su existencia te enriquecía la posibilidad. O sea, un Claudí Montañá [colaborador de Vibraciones que se quitó la vida en 1977]. No hablaba de música, hablaba de sus sentimientos. Pues está muy bien, porque seguramente toca niveles muy profundos que no llegamos a conocer. O la época en la que Juan de Pablos estaba muy activo y tenía programas diarios y de repente recuperaba músicas a las que jamás en la vida les habías prestado atención. Ese tipo de gente que te rompen los esquemas porque no era la dinámica típica de decir soy el más moderno, si no de coger al más maldito, al más desdichado. Ese tipo de gente que te hacía pensar mucho.

En un momento dado, cuando está recordando en el libro sus experiencias con Antonio Vega, en uno de los artículos dice que se arrepiente de haberle hecho preguntas punzantes. ¿Se arrepiente de otros episodios así?

Quizá de ese, y más teniendo en cuenta el dramatismo, cómo acabó el personaje. Hay momentos en los que uno en su afán de conseguir la respuesta, de indagar, somos muy despiadados. Antonio era listísimo. Sabía cómo manejarse, sabía cómo pulsar los recursos. Sabía a quién llorar, a quién presentarse como un guerrero épico. Pero luego hay otros artistas que no, que no tienen esa habilidad. Y a veces te aprovechabas de su debilidad. A veces los periodistas somos crueles, no somos comprensivos con la experiencia de los artistas. Los artistas normalmente tienen caparazones más duros que el armadillo. Pero también hay artistas muy blandos y puedes lanzar un torpedo y hundirlos. Eso no está bien.

A veces los periodistas somos crueles, no somos comprensivos con la experiencia de los artistas. Los artistas normalmente tienen caparazones más duros que el armadillo. Pero también hay artistas muy blandos y puedes lanzar un torpedo y hundirlos. Eso no está bien

¿Cree que el crítico, el periodista musical, tal y como estamos ahora, en el momento en el que vivimos, tiene que esgrimir un compromiso político?

No, no necesariamente. Precisamente en un día como hoy que se está viendo inmundicia económico-política del PSOE con gente que además defendía su honestidad con la fuerza de lo que lo hacía Ábalos. No, yo creo que tienes que ser absolutamente escéptico, apoyar algo en un determinado momento. Tienes que mantener una zona de vigilancia y el escepticismo es indispensable. El escepticismo no es cinismo, es reservarte la opinión hasta que tienes todos los datos necesarios. Voy por aquí o apoyo esto o apoyo esto hasta determinado punto.

Usted es socio de la organización PAM (Periodistas Asociados de Música). ¿Es necesario que exista una asociación así?

Sí, sí. Por naturaleza somos pistoleros. Llegamos a la ciudad de noche y nos marchamos de mañana. El que veamos que nuestros condicionantes no son únicos, sino que son relativamente universales yo creo que nos enriquece. Uno de los problemas que tenemos nosotros es que hablamos muy poco de nuestro oficio. Hablamos de lo anecdótico, de quién es el redactor jefe cabroncete, si te pagan, si no te pagan y ese tipo de cosas. Pero lo esencial, ¿para qué estamos aquí?, ¿para qué servimos?, ¿qué esperamos conseguir? Eso no suele hablarse en las conversaciones cotidianas. Si hay algún tipo de plataforma u ocasión en la cual puedes plantear eso, adelante. Creo que es muy útil dentro de lo que acaba siendo como somos una profesión de bichos raros que disfrutamos más de la soledad y de llevar la contraria que cualquier cosa. Entre las especies animales somos las más raritas.

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