Ni los relámpagos ni los truenos pueden contra una canción pop en el Kalorama
Pet Shop Boys, The Flaming Lips, Sicossor Sisters, Model/Actriz o Boy Harsher son algunas de las bandas de la cita madrileña del festival lisboetaUn lugar sin reglas para el baile y la imaginación política: la memoria escurridiza de las raves La lluvia, repentina e inesperada, ha vuelto a pegar un susto a los asistentes al festival Kalorama Madrid. Comenzaron a caer las primeras gotas al final del magnífico concierto de Boy Harsher. Unos instantes después, un técnico de escenario se acercó a la posición tras los teclados de Augustus Muller para que viera de cerca cómo le realizaba un explícito gesto de cuello degollado. Muller asintió sin dejar de sonreir pero no cortó la canción. En cualquier caso, era la última, el público estaba eufórico y la cantante Jae Matthews había salvado el tipo a pesar de su preocupante afonía, que fue empeorando hasta el punto de que sonó agónica al anunciar —“esto va a sonar divertido”, dijo— a Pet Shop Boys como siguiente concierto. Pero Neil Tennant y Chris Lowe tardarían en salir a su escenario, esperando a que las nubes escamparan. En el cielo de fondo, tras la figura recortada de las inmensas estructuras de hierro, una maraña de relámpagos iluminaba el barrio de San Fermín recién anochecido. Esta es la segunda edición de Kalorama Madrid, un festival espejo —aunque reducido— del que la misma promotora (Last Tour) organiza en Lisboa en la misma fecha, MEO Kalorama. (Y también a la vez el Azkena Festival, en Vitoria). Un recurso que ya hemos visto poner en práctica a otros festivales (Primavera Sound, Summercase) y que permite sacar más partido a los grupos contratados para trasladarlos a la península ibérica. Boy Harsher en Kalorama Madrid 2025 Si el año anterior, Kalorama Madrid sirvió para compensar la cancelación del Cala Mijas en Málaga, y dar salida a todas esas bandas contratadas previamente, la repetición de la cita este año parece dar a entender que los promotores quieren asentar la fecha en Madrid, lugar árido para cultivar festivales, tierra de estrepitosos fracasos. Respecto al año pasado, la organización ha hecho tres movimientos: fecha, extensión y espacio. Lo que no cambia es la lluvia: llovio de aquella, llovió este años de nuevo. Del Recinto Ferial Ifema Madrid, se ha pasado a Caja Mágica. De tres días, se ha reducido a dos. De programarse a finales de agosto, se ha adelantado dos meses. Con esta jugada, debida en parte por la inutilización del ferial como espacio para conciertos por la contrucción del circuito de Fórmula 1, quien ha salido más perjudicado es el festival Tomavistas. Celebrado hace un mes en el mismo recinto, y con más de una década de lucha por asentarse en la capital, tiene ahora que competir por un público muy similar que se ve forzado a elegir. Escenario principal del Kalorama Madrid 2025 El pinchazo en asistentes del Tomavistas ha sido sonoro. Como probablemente también lo haya

Pet Shop Boys, The Flaming Lips, Sicossor Sisters, Model/Actriz o Boy Harsher son algunas de las bandas de la cita madrileña del festival lisboeta
Un lugar sin reglas para el baile y la imaginación política: la memoria escurridiza de las raves
La lluvia, repentina e inesperada, ha vuelto a pegar un susto a los asistentes al festival Kalorama Madrid. Comenzaron a caer las primeras gotas al final del magnífico concierto de Boy Harsher. Unos instantes después, un técnico de escenario se acercó a la posición tras los teclados de Augustus Muller para que viera de cerca cómo le realizaba un explícito gesto de cuello degollado. Muller asintió sin dejar de sonreir pero no cortó la canción.
En cualquier caso, era la última, el público estaba eufórico y la cantante Jae Matthews había salvado el tipo a pesar de su preocupante afonía, que fue empeorando hasta el punto de que sonó agónica al anunciar —“esto va a sonar divertido”, dijo— a Pet Shop Boys como siguiente concierto. Pero Neil Tennant y Chris Lowe tardarían en salir a su escenario, esperando a que las nubes escamparan. En el cielo de fondo, tras la figura recortada de las inmensas estructuras de hierro, una maraña de relámpagos iluminaba el barrio de San Fermín recién anochecido.
Esta es la segunda edición de Kalorama Madrid, un festival espejo —aunque reducido— del que la misma promotora (Last Tour) organiza en Lisboa en la misma fecha, MEO Kalorama. (Y también a la vez el Azkena Festival, en Vitoria). Un recurso que ya hemos visto poner en práctica a otros festivales (Primavera Sound, Summercase) y que permite sacar más partido a los grupos contratados para trasladarlos a la península ibérica.
Si el año anterior, Kalorama Madrid sirvió para compensar la cancelación del Cala Mijas en Málaga, y dar salida a todas esas bandas contratadas previamente, la repetición de la cita este año parece dar a entender que los promotores quieren asentar la fecha en Madrid, lugar árido para cultivar festivales, tierra de estrepitosos fracasos.
Respecto al año pasado, la organización ha hecho tres movimientos: fecha, extensión y espacio. Lo que no cambia es la lluvia: llovio de aquella, llovió este años de nuevo. Del Recinto Ferial Ifema Madrid, se ha pasado a Caja Mágica. De tres días, se ha reducido a dos. De programarse a finales de agosto, se ha adelantado dos meses. Con esta jugada, debida en parte por la inutilización del ferial como espacio para conciertos por la contrucción del circuito de Fórmula 1, quien ha salido más perjudicado es el festival Tomavistas. Celebrado hace un mes en el mismo recinto, y con más de una década de lucha por asentarse en la capital, tiene ahora que competir por un público muy similar que se ve forzado a elegir.
El pinchazo en asistentes del Tomavistas ha sido sonoro. Como probablemente también lo haya sido el de Kalorama, aunque todo depende de las expectativas de los promotores y de lo que cada cual necesite para cubrir gastos. La organización informa de que ha recibido 10.000 asistentes en los dos días. En cualquier caso, Madrid demuestra, como ya sucedió en la 'guerra' entre Mad Cool y Primavera Sound Madrid en 2023, que no tiene suficiente músculo como para alimentar festivales tan similares concentrados en el mismo espacio de tiempo a más de cien euros el abono.
Y eso, con respecto al público, que es visible. Lo que es invisible para el espectador, pero debe estar siendo complejo, es otra 'guerra', la de la contratación de artistas, en especial de los cabezas de cartel. Si esta depende, en gran medida, de la logística de giras y la disponibilidad de los grupos, si además los bookers (los contratadores) intentan llevarse el gato al agua mejorando los cachés, esto acaba por encarecer los costes, y elevar a la larga las condiciones de los grupos. Y, como es eivdente, si suben los costes de producción, subirán los precios de las entradas. Y el riesgo de los promotores será mayor.
Nos miran desde los trenes
Caja Mágica es un recinto deportivo, famoso por sus canchas de tenis y de baloncesto. La gran explanada del parking es el lugar donde se realizan conciertos al aire libre, y es el recinto que sirvió a Mad Cool en sus primeras ediciones, antes de pasar a Valdebebas y posteriormente a Villaverde. Aunque se encuentran algunas quejas por el ruido en redes sociales, no hay una resistencia vecinal organizada como hemos visto en el entorno del Metropolitano, del Bernabéu, de Ifema o del llamado Iberdrola Music, el espacio entre Villaverde y Getafe en el que se celebra el Mad Cool.
Los trenes que parten hacia Andalucía, todavía a una velocidad suave, tienen tiempo de ver, desde lo alto, la disposición enfrentada de los dos escenarios, que se van alternando para que ningún concierto se solape, lo cual es muy de agradecer. Los escenarios no son lo que se conoce como twins (gemelos), porque uno es ligeramente mayor que el otro, y dispone de pantallas a los lados, por lo demás, son muy similares.
No obstante, el sonido del escenario más pequeño provocó bastantes quejas. Con un volumen innecesariamente elevado, los graves generaban una dolorosa masa sónica que restaba claridad a la mezcla. En cambio, el escenario principal en general sonó más bajo que el otro, sobre todo en Pet Shop Boys, cuyo descenso de volumen fue particularmente llamativo. Sería interesante que los festivales tuvieran algún tipo de normalización del volumen, en lugar de estas subidas y bajadas difíciles de entender.
El sábado, Pet Shop Boys ofreció un concierto redondo de una gira de greates hits (Dreamworld, iniciada en 2022) que, la verdad, ya habíamos visto en la explanada del estadio Metropolitano en el Primavera Sound 2023, un festival que también salió perjudicado por la lluvia. En Kalorama, no obstante, la organización supo parar adecuadamente, y tras el gesto degollante a Augustus Muller, un mensaje en las pantallas del escenario grande anunciaba la suspensión momentánea e invitaba a que el público se refugiara bajo la cubierta del paseo que da entrada al recinto. Los pocos miles de personas que esperaban la actuación del célebre dúo de synthpop se dirigieron con calma y buen humor al refugio, a esperar que parara de llover y el viento se calmara. Y así sucedió. Media hora después, se reanudaron los conciertos.
Somos los 'pop kids'
El intachable concierto de Pet Shop Boys solo puede producir felicidad. Felicidad máxima y plena como solo una canción pop, extática y eterna, puede generar. El concierto del dúo británico comenzó, como habitualmente, con una gigantesca bandera ucraniana proyectada por la pantalla LED. Lo que sí fue una novedad para este tour veraniego, que comenzó el pasado día 19 de junio en el Icónica de Sevilla, fue la incorporación de un nuevo batería, Bubba McCarthy.
No han sido habituales los gestos políticos, además de este símbolo azul y amarillo en defensa del país invadido por Rusia. No obstante, otro batería, el de La Plata, colocó una kufiya sobre el bombo, que también demostraba un respaldo a otro pueblo invadido, en este caso el palestino a manos del ejército israelí.
Sin necesidad de gestos, porque todo lo que sale de su boca es político, Chenta Tsai ofreció una ácida y divertida ópera pop durante su concierto de Putochinomaricón, para el que vistió una gorra con la inscripción “make trash trash again”. El mejor technopop es el que no se inhibe de su mundo; el que te permite bailar llorando o bailar rabiando. Bailar viviendo, en cualquier caso. (Y aquí un inciso: probablemento la persona que más y mejor bailó de todo el festival fue Cole Haden, cantante de los neoyorquinos Model/Actriz, —o sea, mocatriz— que hasta bajó a la arena y bailó con la gente y entre la gente, con una de las actitudes e interacciones, en castellano, más osadas y excitantes del festival).
Por eso, entre tanta fiesta desenfadada, fue extraño que, al poco de comenzar la muy festiva, pletórica, actuación del grupo neoyorquino Scissor Sisters, el presidente de su país anunciara que había bombardeado Irán. “Estoy cachonda”, gritó en español la cantante ¡de country!, bailarina y comediante Amber Martin, una de las nuevas incorporaciones en la reunión de Scissor Sisters para celebrar el 20 aniversario de su debut. Ante la ausencia de Ana Matronic, miembro fundador de la banda que no ha querido participar de la reunión, se ha unido Bridget Barkan, también pelirroja (ojo, no confundir). Amber Martin estaba cachonda, pero las noticias saltando en los móviles te quitaban las ganas de todo.
Tú también puedes ser feliz
Al grito de “Somos Scissor Sisters y tú también”, este energético grupo cerró un festival en el que su otro cabeza de cartel, The Flaming Lips, que actuó el viernes, también se esforzó —quizá un poco demasiado, hasta el punto de llegar a ser algo irritante el empeño de Wayne Coyne para que el público estuviera a su altura— en hacer feliz a la gente. Cuando una actuación comienza, en el primer minuto, lanzando los cohetes de confeti, es dificil conseguir un crescendo. Pero el grupo americano, que tocaba íntegro su disco de 2002, Yoshimi Battles the Pink Robots, con el que alcanzaron notoriedad, lo intentó de muchas maneras.
Una de ellas fue la escenografía, probablemente la más abigarrada del festival, con la idea de plasmar estéticamente la psicodelia pop orquestal que caracteriza al grupo. Hinchando y deshinchando figuras, el grupo podía ir recreando las aventuras de Yoshimi, personaje inspirado en la mujer batería del grupo japonés Boredoms, que recorre algunas de las canciones del disco. En especial, sus batallas contra los robots gigantes rosas, que inflados por el aire bailaban de manera graciosa. Igualmente efectivo fue el globo con el mensaje “Fuck yeah Kalorama Madrid” que, una vez arrojado al público, fue separado en letras que posteriormente uno se iba encontrando enroscadas a los cuerpos de los cazadores de recuerdos. Pero al terminar de tocarse Flaming Lips el disco de pe a pa, llegó alguna canción extra de regalo, un caramelo para los que prefieren The Soft Bulletin (1999) a Yoshimi, con la inclusión de la ineludible Race for the Prize.
Tras el receso, los truenos y relámpagos vistos en el cielo fueron descendiendo hasta el suelo, hasta quedar a tres metros, los que separan las tarimas de los escenarios del suelo de cemento del recinto de Caja Mágica. Una corriente eléctrica atraviesa a los fans de la música pop, desde la nuca hasta los talones, y eso es difícil de neutralizar por una guerra del tipo que sea, con comillas simples o sin ellas, de las reales. El cielo se desgarra ahí afuera, pero la música sigue sonando.