Cómo superar una ruptura (y no morir en el intento)
En una ruptura no solo se va la persona. Se van los hábitos, las rutinas, los planes a futuro, los memes compartidos por WhatsApp y hasta los domingos de mantita y Netflix. De un día para otro, el cerebro tiene que recalibrarse porque la narrativa que sostenía tu día a día ha hecho 'boom'. La entrada Cómo superar una ruptura (y no morir en el intento) se publicó primero en Ethic.

Da igual si duró diez años o cuatro meses. Da lo mismo si veías venir el final o si te cayó como un piano desde un décimo piso. Cuando una relación se acaba y llega la temida ruptura, el mundo entero parece perder el sentido. Y eso tiene una explicación: no solo se rompe un vínculo afectivo, se desmorona toda una realidad en la que habías invertido emocionalmente. Es como si de pronto tu GPS emocional perdiera la señal y te dejaran en medio de una rotonda sin salidas.
En una ruptura no solo se va la persona. Se van los hábitos, las rutinas, los planes a futuro, los memes compartidos por WhatsApp y hasta los domingos de mantita y Netflix. De un día para otro, el cerebro tiene que recalibrarse porque la narrativa que sostenía tu día a día ha hecho boom.
¿Y qué hace la mayoría de la gente cuando empieza a doler? Corre. Pero no en plan runner zen, sino en plan pollo sin cabeza. Se busca una distracción: una nueva pareja, una maratón de Tinder, una botella de vino o una orgía de TikToks a las tres de la mañana. Todo vale con tal de no mirar de frente al vacío. Porque claro, el duelo pica. Y mucho.
Lo jodido del duelo es que es un proceso, no un problema que se resuelve en dos tardes. Tiene fases, sí, pero no son lineales ni tienen orden. Un día estás en modo zen y al siguiente estás llorando en el baño porque ha sonado vuestra canción en el súper. Así es esto: aleatorio, caótico y completamente humano.
El error más común es confundir alivio con recuperación. No es lo mismo dejar de llorar que haber elaborado el duelo. A veces creemos que ya está, que hemos pasado página, pero basta un mensaje fuera de lugar o una foto en redes para volver a sentir que te han arrancado las tripas. Spoiler: es normal. No estás rota. Estás en proceso.
En consulta lo veo cada semana: hay quien se engancha al dolor como quien se agarra a una barandilla en un terremoto. Releen conversaciones, reviven escenas, buscan un porqué que les dé paz. Pero una ruptura no se supera encontrando respuestas, sino resignificando recuerdos. No se trata de olvidar, sino de aprender a que no te duela cada vez que tu mente pase por ahí.
No se trata de olvidar, sino de aprender a que no te duela cada vez que tu mente recuerde
Una de las trampas más comunes del duelo es caer en lo que yo llamo «adicción emocional». No, no eres exactamente adicta a tu ex, pero el mecanismo se parece bastante. Has construido una vida en torno a esa persona, y cuando se va, el cerebro –que odia el cambio más que el gato odia el agua– entra en pánico. Se activa esa parte de ti que prefiere lo malo conocido a la incertidumbre. Y entonces el dolor de la pérdida se mezcla con la ansiedad del vacío, y ¡pum!, ya tienes la tormenta perfecta.
¿La solución? No es mágica ni rápida. Y desde luego, no pasa por negarte el dolor. El primer paso es permitirte sentir sin censura. Llorar si te apetece, cagarte en todo si te sale, y no sentir vergüenza por echar de menos. Porque echar de menos no es sinónimo de querer volver. Es solo parte del proceso de soltar.
El segundo paso es entender que las emociones no se «gestionan» como quien archiva correos. No son problemas a resolver, sino señales a interpretar. Si estás triste, tu cerebro te está diciendo que algo importante ha cambiado. No lo ignores. Escúchalo.
Y, por último, deja de buscar el botón de «superar» como si fuera un trámite. No hay tiempo estándar para curar un corazón roto. Quien te diga que en tres meses deberías estar bien, probablemente también piense que el horóscopo tiene base científica. Cada persona tiene su tempo, su historia y sus heridas. Compararte solo sirve para añadir más peso a la mochila.
No hay tiempo estándar para curar un corazón roto
Desde la psicología, sabemos que no basta con esperar a que el dolor pase. Hay que actuar. Cambiar rutinas, recuperar espacios propios, redefinir identidad. Porque cuando una relación se va, muchas veces también se va una parte de ti. Reconstruirse implica volver a elegir quién eres sin esa persona al lado. Y eso es trabajo fino.
Pero ojo, que esto no va de empoderarse a lo bruto ni de ponerse a hacer yoga con frases tipo «yo soy suficiente». Aquí no hay pócimas ni lecciones motivacionales. Hay tiempo, autocompasión y decisiones conscientes. Y también tropiezos. Muchos. Porque a veces volverás a caer. Pensarás que lo tenías superado y un maldito recuerdo te hará dudar. Es normal. Así funciona el cerebro: no borra, reordena.
Así que, si estás en ese túnel, aquí va el mensaje clave: no te estás volviendo loca, estás haciendo duelo. No necesitas correr ni esconderte. Solo necesitas tiempo, un poco de guía y mucha menos autoexigencia. Porque, como digo muchas veces en terapia, nadie sale de una herida emocional igual que entró. Pero si atraviesas el dolor (sin huir), puede que al otro lado no te encuentres con la versión antigua de ti… sino con una nueva que ya no necesita atajos para sostenerse.
Y eso, en los tiempos que corren, ya es bastante revolución.
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