Sabina encuentra en Zaragoza a la mejor cómplice en su lleno de despedida

Siete mil personas asisten en el Príncipe Feliep a la primera de las dos sesiones del artista jienenseLos macrofestivales entran en crisis... moral Fueron casi 7.000 almas las que este jueves se despidieron en Zaragoza de Joaquín Sabina, que afrontó en la capital aragonesa la primera de las dos fechas en la ciudad de la que será su última gira, 'Hola y Adiós'. Lo hicieron, además, con una complicidad reivindicada por el artista, que dejó una noche para el recuerdo para sus millares de seguidores a orillas del Ebro. Sabina recalaba en la capital aragonesa después de actuar el sábado en Palma de Mallorca. Allí, como empieza a ser costumbre en su periplo de despedida, hizo 'sold out', un lleno que prácticamente replicó en el Príncipe Felipe. No se hizo esperar el de Úbeda, que antes de hacer acto de presencia abrió el concierto con el videoclip de su tema postrero, ese 'Un último vals' que bien sirve de epitafio musical, pasadas por poco las reglamentarias 21.30 horas de inicio. Las imágenes grabadas por Fernando León de Aranoa sirvieron de fondo para que, poco a poco, entre los rojos y negros de una puesta en escena sobria pero efectiva, subieran los músicos que le acompañaban. Instantes después, la ovación del público avisó a los despistados de la presencia en el escenario del bombín más conocido de España. Con 'Lágrimas de mármol' se arrancó Sabina, bien escoltado por un grupo de músicos, por cierto, con presencia aragonesa; la del saxofonista Josemi Sagaste. “Cómo iba a faltarnos Zaragoza”, dijo el poeta tras lanzar su primer disparo sobre las tablas. Con traje negro, bombín blanco y sentado en una banqueta en el centro del escenario, saludó así a una ciudad que desde sus inicios le ha acogido “con mucha complicidad”, dijo por primera vez. “Aquí he tenido algunos amigos que, por desgracia, como es la vida, han ido desapareciendo”, rememoró con pesar en esa voz cavernosa -o 'tabernosa'- tan característica del andaluz. Recuerdos que personificó en “un amigo, un compañero y un maestro” al que dedicó un verso que volvió a ganarse a los presentes: “En Aragón hay tres cosas que no cambian de chaqueta: Buñuel, Francisco de Goya y la voz de Labordeta'. 'Mentiras piadosas' y 'Ahora qué' siguieron el curso de un concierto que encontró en 'Calle Melancolía' su canción más celebrada hasta ese momento. “¡Qué maravilla de coro!”, expresó por las millas de gargantas que se sumaron. Ese coro gigante no fue anecdótico, sino el resultado de la complicidad de la que hablaba Sabina momentos antes y a la que, en varios momentos del concierto, se volvió a referir con nostalgia. Porque, con 76 años, ni Sabina ni su voz ocultaron el paso del tiempo, pero el magnetismo que ejerce entre sus fieles permanece intacto, como quedó patente en Zaragoza. Y sus cualidades vocales, por cierto, cumplieron sobradamente con el cometido. Armado ya con una guitarra, siguió con '19 días y 500 noches' y '¿Quién me ha robado el mes de abril?', antes de dar paso a su corista, Mara Barros, para que se adueñara del escenario con 'Camas vacías'. Sin el cantante en escena, Barros dio una lección de canto en un recinto que, por cierto, ofreció un sonido más que digno, sobre todo, si se tienen en cuenta las limitaciones acústicas de los pabellones. De hecho, 'Pacto entre caballeros', defendido en este caso por el guitarrista Jaime Asúa, sonó como un cañón en el Príncipe Felipe, antes de que volviera a la banqueta Sabina cambiado, con bombín negro, vaqueros y camisa a topos. De nuevo con la guitarra en ristre, enfiló 'Donde habita el olvido' y, solo con su voz y las seis cuerdas de acompañamiento durante los primeros compases, continuó con 'Peces de ciudad'. 'Una canción para la Magdalena' y 'En el bulevar de los sueños rotos' marcaban ya el final del camino del concierto, con recuerdo incluido a su gran 'cuatacha', la eterna Chavela Vargas. De la pura copla de 'Y sin embargo, te quiero', con la que Barros volvió a dejar patente su genio, pasó a su 'Y sin embargo', la de la fiesta en la cocina, el baile sin orquesta y ramos de rosas con espinas. 'Noches de boda' y, cómo no, 'Y nos dieron las diez' pusieron el cierre al concierto antes de que llegaran los bises. “Muchas gracias por tanta complicidad”, agradeció de nuevo el jienense antes de despedirse, eso sí, solo por un ratito. El aplauso general, el público en pie y las sempiternas peticiones de 'otra' fueron la antesala de la vuelta a las tablas de Sabina, que por momentos parecieron emocionadas. La última fue, claro, 'Princesa'. Pero antes de poner otra vez a todos los presentes de pie, el cantante volvió a su arquetipo maño, el compinche: “Ha sido para nosotros una noche inolvidable en Zaragoza. Han sido ustedes mis cómplices más maravillosos”.

Jun 13, 2025 - 13:25
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Sabina encuentra en Zaragoza a la mejor cómplice en su lleno de despedida

Sabina encuentra en Zaragoza a la mejor cómplice en su lleno de despedida

Siete mil personas asisten en el Príncipe Feliep a la primera de las dos sesiones del artista jienense

Los macrofestivales entran en crisis... moral

Fueron casi 7.000 almas las que este jueves se despidieron en Zaragoza de Joaquín Sabina, que afrontó en la capital aragonesa la primera de las dos fechas en la ciudad de la que será su última gira, 'Hola y Adiós'. Lo hicieron, además, con una complicidad reivindicada por el artista, que dejó una noche para el recuerdo para sus millares de seguidores a orillas del Ebro.

Sabina recalaba en la capital aragonesa después de actuar el sábado en Palma de Mallorca. Allí, como empieza a ser costumbre en su periplo de despedida, hizo 'sold out', un lleno que prácticamente replicó en el Príncipe Felipe.

No se hizo esperar el de Úbeda, que antes de hacer acto de presencia abrió el concierto con el videoclip de su tema postrero, ese 'Un último vals' que bien sirve de epitafio musical, pasadas por poco las reglamentarias 21.30 horas de inicio.

Las imágenes grabadas por Fernando León de Aranoa sirvieron de fondo para que, poco a poco, entre los rojos y negros de una puesta en escena sobria pero efectiva, subieran los músicos que le acompañaban.

Instantes después, la ovación del público avisó a los despistados de la presencia en el escenario del bombín más conocido de España. Con 'Lágrimas de mármol' se arrancó Sabina, bien escoltado por un grupo de músicos, por cierto, con presencia aragonesa; la del saxofonista Josemi Sagaste.

“Cómo iba a faltarnos Zaragoza”, dijo el poeta tras lanzar su primer disparo sobre las tablas. Con traje negro, bombín blanco y sentado en una banqueta en el centro del escenario, saludó así a una ciudad que desde sus inicios le ha acogido “con mucha complicidad”, dijo por primera vez.

“Aquí he tenido algunos amigos que, por desgracia, como es la vida, han ido desapareciendo”, rememoró con pesar en esa voz cavernosa -o 'tabernosa'- tan característica del andaluz.

Recuerdos que personificó en “un amigo, un compañero y un maestro” al que dedicó un verso que volvió a ganarse a los presentes: “En Aragón hay tres cosas que no cambian de chaqueta: Buñuel, Francisco de Goya y la voz de Labordeta'.

'Mentiras piadosas' y 'Ahora qué' siguieron el curso de un concierto que encontró en 'Calle Melancolía' su canción más celebrada hasta ese momento. “¡Qué maravilla de coro!”, expresó por las millas de gargantas que se sumaron.

Ese coro gigante no fue anecdótico, sino el resultado de la complicidad de la que hablaba Sabina momentos antes y a la que, en varios momentos del concierto, se volvió a referir con nostalgia.

Porque, con 76 años, ni Sabina ni su voz ocultaron el paso del tiempo, pero el magnetismo que ejerce entre sus fieles permanece intacto, como quedó patente en Zaragoza. Y sus cualidades vocales, por cierto, cumplieron sobradamente con el cometido.

Armado ya con una guitarra, siguió con '19 días y 500 noches' y '¿Quién me ha robado el mes de abril?', antes de dar paso a su corista, Mara Barros, para que se adueñara del escenario con 'Camas vacías'.

Sin el cantante en escena, Barros dio una lección de canto en un recinto que, por cierto, ofreció un sonido más que digno, sobre todo, si se tienen en cuenta las limitaciones acústicas de los pabellones.

De hecho, 'Pacto entre caballeros', defendido en este caso por el guitarrista Jaime Asúa, sonó como un cañón en el Príncipe Felipe, antes de que volviera a la banqueta Sabina cambiado, con bombín negro, vaqueros y camisa a topos.

De nuevo con la guitarra en ristre, enfiló 'Donde habita el olvido' y, solo con su voz y las seis cuerdas de acompañamiento durante los primeros compases, continuó con 'Peces de ciudad'.

'Una canción para la Magdalena' y 'En el bulevar de los sueños rotos' marcaban ya el final del camino del concierto, con recuerdo incluido a su gran 'cuatacha', la eterna Chavela Vargas.

De la pura copla de 'Y sin embargo, te quiero', con la que Barros volvió a dejar patente su genio, pasó a su 'Y sin embargo', la de la fiesta en la cocina, el baile sin orquesta y ramos de rosas con espinas.

'Noches de boda' y, cómo no, 'Y nos dieron las diez' pusieron el cierre al concierto antes de que llegaran los bises. “Muchas gracias por tanta complicidad”, agradeció de nuevo el jienense antes de despedirse, eso sí, solo por un ratito.

El aplauso general, el público en pie y las sempiternas peticiones de 'otra' fueron la antesala de la vuelta a las tablas de Sabina, que por momentos parecieron emocionadas. La última fue, claro, 'Princesa'.

Pero antes de poner otra vez a todos los presentes de pie, el cantante volvió a su arquetipo maño, el compinche: “Ha sido para nosotros una noche inolvidable en Zaragoza. Han sido ustedes mis cómplices más maravillosos”.

Con un paradójico “hasta siempre” se marchó Sabina; 'adiós', en todo caso, lo dirá el sábado, en su segunda y última fecha en la ciudad (con todo vendido), antes de seguir su gira de despedida en Pamplona, el 19 de junio.

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