Kate Brown: Manual de supervivencia

Idioma original: inglésTítulo original : Manual for SurvivalAño de publicación: 2019Traducción: David Muñoz MateosValoración: necesario De acuerdo con que la atención prestada al asunto de Chernóbil puede que ya nos parezca suficiente: aquí o también aquí o incluso aquí , tanto en este blog como en algún adormecido proyecto paralelo, ya se le ha dispensado alguna cobertura a sus hechos y a sus repercusiones inmediatas. Afortunadamente estamos en una época dorada y pujante de la posibilidad de acceso a mucha clase de información, soslayemos los debates sobre sus límites, su saturación, la necesidad de filtros y advertencias constantes que nos aconsejan justo eso: relativizar ese aluvión avasallador de datos que se complementan o se contradicen según sean los intereses. Que Chernobil sucedió es innegable, que fue la espoleta del final de los dos bloques (eso decíamos en los 90: hoy diremos que de los dos bloques en su formato post II WW), que puso al mundo en alerta sobre el uso de la energía nuclear y sus protocolos de seguridad...Kate Brown, investigadora de campo, da un paso más en este Manual de supervivencia. Ahí es donde se justifican esas algo extenuantes quinientas páginas. Recupera, por si algún astronauta la necesita, la puesta en contexto, los datos básicos. Las fechas, los hechos, los protagonistas activos y pasivos, desfilan uno a uno. Pero esa superficie es conocida, gracias al tesón de quien investigó en su momento para que, al menos, los posibles daños inmediatos fueran conocidos. Lo que Kate Brown hace va más allá de estadísticas, de hechos constatados o incluso de toda aquella máxima que pueda ser distorsionada en clave política (el gobierno de la URSS actuó como un colectivo monolítico obstinado en preservar el poder antes que proteger a la población) o incluso filosófica (la energía nuclear es el producto del ansia de la comunidad científica por descodificar el universo y jugar a ser dioses). Brown acude a los lugares y se encuentra las clásicas sorpresas, tres décadas más tarde. Portazos, restricciones de acceso, escasa colaboración de los estamentos oficiales, oportunas desapariciones de información comprometedora, oportunas lagunas de memoria de los implicados supervivientes.Por eso es un mérito,  porque haya llegado a ese volumen de información, por todos los cauces que ha tenido que nadar a contracorriente para obtenerlos, y que (convengamos que esa fecha, 26 de abril de 1986, podría perfectamente haber significado el inicio del fin de la vida en Europa) porque esos datos sean tan irrefutables como espeluznantes. Desde la incidencia de enfermedades relacionadas con la radiación, el comportamiento de los órganos con respecto al variado abanico de elementos radiactivos, su perdurabilidad, sus dosis, la comparación con los estudios efectuados tras Hiroshima y Nagasaki, la denuncia de todas las mentiras usadas como argumento para sosegar a la población (no solo en la URSS, también en los entornos de los ensayos nucleares de Francia, USA, u otros paises), el perverso argumento de las cuotas de producción para, con la tosca técnica de la mezcla y la disolución, reintroducir alimentos, agua, materiales irradiados ya no solo en ciclos productivos sino incluso en el consumo humano. No es fácil recorrer ese camino, llegar a esos datos, ni lo es es, al leerlos, reconocer lo cerca que estuvimos de que las grandes capitales centroeuropeas fueran hoy un catálogo de ciudades fantasma en la oferta de agencias de viajes de riesgo. Es, más bien, escalofriante, igual que suponer que sólo esa situación hizo extremar las precauciones, los controles, los niveles de seguridad, y que a saber qué necesitamos que ocurra en el futuro para volver a darnos cuenta de que tampoco eso era suficiente.

Jun 12, 2025 - 02:20
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Kate Brown: Manual de supervivencia


Idioma original: 
inglés

Título original : Manual for Survival

Año de publicación: 2019

Traducción: David Muñoz Mateos

Valoración: necesario 

De acuerdo con que la atención prestada al asunto de Chernóbil puede que ya nos parezca suficiente: aquí o también aquí o incluso aquí , tanto en este blog como en algún adormecido proyecto paralelo, ya se le ha dispensado alguna cobertura a sus hechos y a sus repercusiones inmediatas. Afortunadamente estamos en una época dorada y pujante de la posibilidad de acceso a mucha clase de información, soslayemos los debates sobre sus límites, su saturación, la necesidad de filtros y advertencias constantes que nos aconsejan justo eso: relativizar ese aluvión avasallador de datos que se complementan o se contradicen según sean los intereses. Que Chernobil sucedió es innegable, que fue la espoleta del final de los dos bloques (eso decíamos en los 90: hoy diremos que de los dos bloques en su formato post II WW), que puso al mundo en alerta sobre el uso de la energía nuclear y sus protocolos de seguridad...

Kate Brown, investigadora de campo, da un paso más en este Manual de supervivencia. Ahí es donde se justifican esas algo extenuantes quinientas páginas. Recupera, por si algún astronauta la necesita, la puesta en contexto, los datos básicos. Las fechas, los hechos, los protagonistas activos y pasivos, desfilan uno a uno. Pero esa superficie es conocida, gracias al tesón de quien investigó en su momento para que, al menos, los posibles daños inmediatos fueran conocidos. Lo que Kate Brown hace va más allá de estadísticas, de hechos constatados o incluso de toda aquella máxima que pueda ser distorsionada en clave política (el gobierno de la URSS actuó como un colectivo monolítico obstinado en preservar el poder antes que proteger a la población) o incluso filosófica (la energía nuclear es el producto del ansia de la comunidad científica por descodificar el universo y jugar a ser dioses). Brown acude a los lugares y se encuentra las clásicas sorpresas, tres décadas más tarde. Portazos, restricciones de acceso, escasa colaboración de los estamentos oficiales, oportunas desapariciones de información comprometedora, oportunas lagunas de memoria de los implicados supervivientes.

Por eso es un mérito,  porque haya llegado a ese volumen de información, por todos los cauces que ha tenido que nadar a contracorriente para obtenerlos, y que (convengamos que esa fecha, 26 de abril de 1986, podría perfectamente haber significado el inicio del fin de la vida en Europa) porque esos datos sean tan irrefutables como espeluznantes. Desde la incidencia de enfermedades relacionadas con la radiación, el comportamiento de los órganos con respecto al variado abanico de elementos radiactivos, su perdurabilidad, sus dosis, la comparación con los estudios efectuados tras Hiroshima y Nagasaki, la denuncia de todas las mentiras usadas como argumento para sosegar a la población (no solo en la URSS, también en los entornos de los ensayos nucleares de Francia, USA, u otros paises), el perverso argumento de las cuotas de producción para, con la tosca técnica de la mezcla y la disolución, reintroducir alimentos, agua, materiales irradiados ya no solo en ciclos productivos sino incluso en el consumo humano. No es fácil recorrer ese camino, llegar a esos datos, ni lo es es, al leerlos, reconocer lo cerca que estuvimos de que las grandes capitales centroeuropeas fueran hoy un catálogo de ciudades fantasma en la oferta de agencias de viajes de riesgo. Es, más bien, escalofriante, igual que suponer que sólo esa situación hizo extremar las precauciones, los controles, los niveles de seguridad, y que a saber qué necesitamos que ocurra en el futuro para volver a darnos cuenta de que tampoco eso era suficiente.