En las series americanas todo el mundo es rico. Y sentir que podemos aspirar a esa vida desde nuestro piso de 60 metros cuadrados es política
Estados Unidos, y, por ende, la mayor parte de la televisión que consumimos, está obsesionada con la riqueza. Ya sea en series como 'And just like that', 'Los Bridgerton' o 'Hacks', o realities de seguir a mujeres ricas haciendo su día a día, las producciones yanquis de última hornada han intentado que nos alejáramos de nuestra realidad poniéndonos delante un cristal a otro mundo alternativo: uno repleto de trajes caros, cenas en restaurantes de cinco tenedores, cocaína para desayunar y modales exquisitos. Incluso las series que intentan romper con todo y recordarnos que los ricos también lloran ('Succession', 'The White Lotus') caen en la fascinación y el exceso por la abundancia, que disfrutamos en ropa interior desde nuestros pisos de 60 metros cuadrados. Pero, ¿por qué? ¿A qué se debe esta tendencia a mostrar el lujo por encima de lo mundano? Stop being poor! En 2005, Paris Hilton presentaba su nueva línea de ropa, Chick, en el hotel Nicky Hilton de Las Vegas. Obviamente, ella también posó como modelo, con una camiseta que rezaba "Stop being desperate". Probablemente no la recordáis, porque las redes sociales se encargaron de cambiarla con Photoshop y viralizarla: Hilton con su camiseta de "Stop being poor" pasó a ser más realidad que la realidad en sí misma. Era otra época donde todos podíamos estar más o menos de acuerdo en que los ricos no eran modelos aspiracionales: eran gente podrida de dinero y alejada totalmente de nuestras preocupaciones del día a día. Sin embargo, ahora mismo, la camiseta de "Stop being poor", de existir, seguramente sería un éxito de ventas. Las redes sociales han romantizado la riqueza obscena hasta unos límites absurdos, y, por supuesto, la televisión ha ido detrás, mostrando a protagonistas con un estilo de vida elevado, sin problemas monetarios ni conciencia de clase. No solo en la ficción: también en una telerrealidad que cada vez más vive locamente fascinada por las Kardashian o las 'Mujeres ricas de Beverly Hills', viviendo vidas que se nos hacen totalmente extrañas y mostrándonos, catódicamente, que si nos esforzamos también podemos llegar a comprarnos, como capricho, diamantes y collares de cinco cifras como quien compra una baguette. En Espinof 'El triángulo de la tristeza' se posiciona contra los ricos sin sutilezas: la lucha de clases de Ruben Östlund es tan directa como divisiva Es posible que estés pensando que junto con este tipo de series -cuyo origen se puede rastrear hasta 'Mujeres desesperadas'- tenemos otras que se ríen precisamente de la gente adinerada. 'The White Lotus', 'Succession', 'Sirenas'... Sí, claro. Los ricos no solo también lloran, sino que además son mala gente, conspiran entre ellos, se matan por un mendrugo de pan. Cualquiera que vea estas series se dará cuenta de que ser rico como aspiración vital es ridículo, ¿verdad? La respuesta, obviamente, no os sorprenderá. Rico y sin fundamento Por hacernos una idea de hasta qué punto llega la fascinación por lo aspiracional: El Four Seasons San Domenico Palace, en Sicilia, donde transcurría la segunda temporada de 'The White Lotus', estuvo lleno hasta los topes durante más de medio año después del estreno, tal y como informaba la BBC: de nada sirve mostrar la decadencia social y la necesidad de la lucha de clases si hay un grupo de gente que, entre asesinatos y malas artes, lo único que va a entender es que las vacaciones, para que merezcan la pena, hay que pasarlas en un hotel italiano que cuesta más de 1000 euros por noche. Para los personajes que vemos en pantalla, calderilla. Para los espectadores, un mundo. No es que no queramos ver series basadas en nuestro día a día de proletarios: es que, salvando unas pocas -'Colegio Abbott', 'The bear'- apenas existen a día de hoy. Las series te están indicando que tu vida no merece la pena ser contada, que tus problemas no tienen importancia, que tu representación no es válida. Y no debería ser así. Es más: en 2018, un estudio de la LSE (London School of Economics) afirmó que no importa la ironía que los showrunners traten de mostrar en sus series de "kill the rich": la exposición a series que muestran fama, lujo y riquezas con un tono de glamour (por mucho que trate de estar desromantizado o sea parodiado) lleva a que el público tenga menos empatía con la gente pobre o con menos recursos que ellos. Dicho por el doctor Rodolfo Leyva, "El énfasis en el materialismo como manera de ser felices nos inclina más a ser egoístas". Entonces, si ver series sobre clase alta nos lleva a buscar ser como ellos, al menos en apariencia (ya que en la práctica es imposible), ¿a qué nos lleva esto? Pues, por supuesto, al consumo desaforado. En la mayoría de canales y streamings son perfectamente conscientes de que la televisión ya no se ve prestando atención continua, con el electrodoméstico como el centro del hogar. Muy al contrario, en la mano de l

Estados Unidos, y, por ende, la mayor parte de la televisión que consumimos, está obsesionada con la riqueza. Ya sea en series como 'And just like that', 'Los Bridgerton' o 'Hacks', o realities de seguir a mujeres ricas haciendo su día a día, las producciones yanquis de última hornada han intentado que nos alejáramos de nuestra realidad poniéndonos delante un cristal a otro mundo alternativo: uno repleto de trajes caros, cenas en restaurantes de cinco tenedores, cocaína para desayunar y modales exquisitos. Incluso las series que intentan romper con todo y recordarnos que los ricos también lloran ('Succession', 'The White Lotus') caen en la fascinación y el exceso por la abundancia, que disfrutamos en ropa interior desde nuestros pisos de 60 metros cuadrados. Pero, ¿por qué? ¿A qué se debe esta tendencia a mostrar el lujo por encima de lo mundano?
Stop being poor!
En 2005, Paris Hilton presentaba su nueva línea de ropa, Chick, en el hotel Nicky Hilton de Las Vegas. Obviamente, ella también posó como modelo, con una camiseta que rezaba "Stop being desperate". Probablemente no la recordáis, porque las redes sociales se encargaron de cambiarla con Photoshop y viralizarla: Hilton con su camiseta de "Stop being poor" pasó a ser más realidad que la realidad en sí misma. Era otra época donde todos podíamos estar más o menos de acuerdo en que los ricos no eran modelos aspiracionales: eran gente podrida de dinero y alejada totalmente de nuestras preocupaciones del día a día.
Sin embargo, ahora mismo, la camiseta de "Stop being poor", de existir, seguramente sería un éxito de ventas. Las redes sociales han romantizado la riqueza obscena hasta unos límites absurdos, y, por supuesto, la televisión ha ido detrás, mostrando a protagonistas con un estilo de vida elevado, sin problemas monetarios ni conciencia de clase. No solo en la ficción: también en una telerrealidad que cada vez más vive locamente fascinada por las Kardashian o las 'Mujeres ricas de Beverly Hills', viviendo vidas que se nos hacen totalmente extrañas y mostrándonos, catódicamente, que si nos esforzamos también podemos llegar a comprarnos, como capricho, diamantes y collares de cinco cifras como quien compra una baguette.
Es posible que estés pensando que junto con este tipo de series -cuyo origen se puede rastrear hasta 'Mujeres desesperadas'- tenemos otras que se ríen precisamente de la gente adinerada. 'The White Lotus', 'Succession', 'Sirenas'... Sí, claro. Los ricos no solo también lloran, sino que además son mala gente, conspiran entre ellos, se matan por un mendrugo de pan. Cualquiera que vea estas series se dará cuenta de que ser rico como aspiración vital es ridículo, ¿verdad? La respuesta, obviamente, no os sorprenderá.
Rico y sin fundamento
Por hacernos una idea de hasta qué punto llega la fascinación por lo aspiracional: El Four Seasons San Domenico Palace, en Sicilia, donde transcurría la segunda temporada de 'The White Lotus', estuvo lleno hasta los topes durante más de medio año después del estreno, tal y como informaba la BBC: de nada sirve mostrar la decadencia social y la necesidad de la lucha de clases si hay un grupo de gente que, entre asesinatos y malas artes, lo único que va a entender es que las vacaciones, para que merezcan la pena, hay que pasarlas en un hotel italiano que cuesta más de 1000 euros por noche. Para los personajes que vemos en pantalla, calderilla. Para los espectadores, un mundo. No es que no queramos ver series basadas en nuestro día a día de proletarios: es que, salvando unas pocas -'Colegio Abbott', 'The bear'- apenas existen a día de hoy. Las series te están indicando que tu vida no merece la pena ser contada, que tus problemas no tienen importancia, que tu representación no es válida. Y no debería ser así.

Es más: en 2018, un estudio de la LSE (London School of Economics) afirmó que no importa la ironía que los showrunners traten de mostrar en sus series de "kill the rich": la exposición a series que muestran fama, lujo y riquezas con un tono de glamour (por mucho que trate de estar desromantizado o sea parodiado) lleva a que el público tenga menos empatía con la gente pobre o con menos recursos que ellos. Dicho por el doctor Rodolfo Leyva, "El énfasis en el materialismo como manera de ser felices nos inclina más a ser egoístas". Entonces, si ver series sobre clase alta nos lleva a buscar ser como ellos, al menos en apariencia (ya que en la práctica es imposible), ¿a qué nos lleva esto? Pues, por supuesto, al consumo desaforado.
En la mayoría de canales y streamings son perfectamente conscientes de que la televisión ya no se ve prestando atención continua, con el electrodoméstico como el centro del hogar. Muy al contrario, en la mano de los televidentes suele haber un teléfono móvil o una segunda pantalla en forma de tablet o portátil, que hace que busquen ropa, comida, product placement que ya no es tan obvio como en la época en que Puleva se publicitaba en 'Médico de familia'. Ahora son productos más caros, más exclusivos, mejor escondidos entre el armario de Carrie o el set de rodaje de Deborah Vance. Incluso en Estados Unidos están jugando con el e-commerce, mostrando anuncios personalizados mientras estás viendo una serie en particular, sabiendo que es probable que quieras en tu vida lo mismo que estás viendo entre lujo y oropel. Porque sí, no os engañéis, lo saben todo de nosotros. Y saben que no podemos ser ellas, pero podemos vestir como ellas, comer como ellas. Pretender, aunque sea solo por un momento, que lo somos.

Que a los ricos hay que matarlos a todos
A nadie se le puede escapar que esta obsesión por la riqueza y las clases altas no viene de la nada. Muchos nos hemos pasado toda la vida diciendo que el cine y la televisión son política, y no solo reflejan los cambios sociales, sino que también los propulsan. Y, por mucho que directores como Rian Johnson o Ruben Östlund quieran luchar contra la opulencia exagerada, no pueden dejar de hacerlo desde la perspectiva de dicha opulencia. No es lo que buscan, pero de alguna manera están ayudando a extender la normalización del hiper-lujo en el audiovisual reciente, aunque sea para chotearse del mismo.
Por supuesto que hay que pensar en el audiovisual también como elemento de mero entretenimiento y escape del día a día, pero es inevitable plantearse por qué cada vez menos personajes estadounidenses tienen problemas económicos en televisión mientras la desigualdad crece (y sí, la explicación es meramente político-social, no le déis más vueltas). Las series que más plantean problemas de este tipo, corrientes y mundanos, vienen de otros países, como 'El juego del calamar' o 'Adolescencia'. No es ley de vida ni una sentencia, claro: se produjeron 481 series de ficción en 2024 solo en Estados Unidos, y se puede encontrar de todo. Por suerte.
Pero es innegable que, cada vez más, la televisión no tiene interés en mostrar la realidad. Quizá porque esta es demasiado deprimente, porque creen que el espectador no tiene interés en verse a sí mismo o porque, directamente, han perdido el contacto con la misma, pero los personajes sin apuros económicos dominan las series, y, como efecto rebote, nos hacen sentir mal al respecto, deseando ser uno de ellos, admirándoles sin importar las maldades que hagan. Porque, por lo menos, no son nosotros. Son ricos. Son mejores.
Y eso es triste de reconocer, sí, pero la televisión, al igual que la sociedad, las redes sociales y la política, está, cada vez más, romantizando un tipo de vida que no podemos tener bajo ningún concepto, haciéndonos creer que columnistas de periódicos tienen vidas envidiables y que veranear en un resort de Koh Samui es lo normal, frustrándonos cada día más con nuestro viaje veraniego a Asturias. Y quizá vaya siendo hora de pedir un retorno a una producción más costumbrista que, por lo menos, hable de nuestros problemas reales en lugar de evitarlos con regates audiovisuales tan profesionales como incapaces de ocultar los hilos que los manejan.
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En las series americanas todo el mundo es rico. Y sentir que podemos aspirar a esa vida desde nuestro piso de 60 metros cuadrados es política
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Randy Meeks
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