Conflicto en la Franja de Gaza

Distintos expertos en materia de geopolítica, relaciones internacionales, derechos humanos o filosofía exponen su visión sobre la escalada de un conflicto que lleva arrastrándose más de siete décadas y cuyo final no se vislumbra. La entrada Conflicto en la Franja de Gaza se publicó primero en Ethic.

Jun 24, 2025 - 12:10
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Conflicto en la Franja de Gaza

El 7 de octubre de 2023, en pleno sabbat —día festivo sagrado para los judíos— Hamás lanzaba una brutal ofensiva contra Israel. Empezaban entonces las represalias israelíes sobre la Franja de Gaza con el objetivo de destruir a Hamás y liberar a los rehenes. Un año y medio después, el Gobierno de Netanyahu no ha conseguido liberarlos a todos ni acabar con Hamás, que sigue al mando en Gaza.

Mientras, el ataque desproporcionado de las fuerzas israelíes contra los palestinos ha traspasado los límites del derecho internacional y los derechos humanos. Distintos expertos en materia de geopolítica, relaciones internacionales, derechos humanos o filosofía exponen su visión sobre la escalada de un conflicto que lleva arrastrándose más de siete décadas y cuyo final no se vislumbra.

«Para Estados Unidos, ponerle límites a Israel en Gaza significa enfrentarse a su base política»

José Vericat – Investigador principal para Oriente Medio y el Norte de África del Real Instituto Elcano

Desde el inicio de la ofensiva en Gaza, Israel ha intentado consolidarse como el hegemón regional y, aunque ya lo es en muchos aspectos, su ultrabeligerancia lo ha convertido en un factor desestabilizador. Para Estados Unidos, ponerle límites a Israel en Gaza significa enfrentarse a su base política: decenas de millones de votantes cristianos sionistas y sus donantes, que también financian a los principales grupos de presión proisraelíes. Según el momento, Israel ha sido percibido como un portaaviones estadounidense en Oriente Medio o como la estrella número 51 de la bandera de Estados Unidos. Es decir, se erige en una proyección del poder imperial de Estados Unidos y, entre ambos, hay una gran afinidad histórico-cultural. Los dos son el resultado de un colonialismo que ha desplazado y reemplazado a la población indígena para intentar establecer una sociedad ideal en una tierra prometida. En el caso de Europa, el Holocausto tiene un peso descomunal, como es lógico. Esta tragedia se ha convertido en el arquetipo del mal absoluto en la conciencia europea, hasta el punto de que somos casi incapaces, a nivel cognitivo y emocional, de reconocer que el mismo pueblo que sufrió esa atrocidad pueda hoy estar perpetrando crímenes de comparable gravedad. 

La guerra en Gaza está desestabilizando no solo a la región, sino también el orden internacional. Para la Unión Europea, será muy difícil justificar su intervención en cualquier parte del mundo basándose en el derecho internacional y sus valores. Estamos siendo testigos de una transformación en el equilibrio de poder a nivel global, un punto y aparte con el sistema establecido tras la Segunda Guerra Mundial. El aumento de la inversión en defensa refleja la pérdida de confianza en un modelo de relaciones entre Estados basado en leyes. Las relaciones internacionales se están volviendo más transaccionales, desarrollando zonas de influencia. Incluso España, por ejemplo, está reforzando sus relaciones bilaterales con países con los que no comparte valores políticos, como Arabia Saudí y Egipto.

 

«Israel ha cruzado sistemáticamente las líneas rojas del derecho internacional humanitario»

Raquel Martí – Directora general de UNRWA Comité Español

Israel ha cruzado sistemáticamente las líneas rojas del derecho internacional humanitario. La magnitud de la destrucción, el número de víctimas y el trauma generado están dejando una huella imborrable en la población gazatí. La última atrocidad es el sistema de reparto de alimentos impuesto, que no es más que una estrategia de distracción y una trampa mortal para una población desesperada. No busca aliviar el hambre, sino perpetuarla como herramienta de control y humillación. Para muchas personas en Gaza, intentar acceder a esa ayuda supone arriesgar la vida.

Es urgente que la comunidad internacional actúe de forma firme y coordinada; debe ejercer presión sobre el Estado de Israel para que levante el asedio y garantice un acceso humanitario sostenido y sin restricciones. Debe permitir que UNRWA y el resto de las agencias de Naciones Unidas hagan su trabajo: contamos con la capacidad, la experiencia y la legitimidad necesarias para distribuir ayuda de forma imparcial y a gran escala. Debe exigirse un alto el fuego inmediato y duradero. Asimismo, resulta vital que los medios de comunicación internacionales puedan acceder a Gaza para apoyar a sus colegas palestinos, que están arriesgando —y perdiendo— la vida por informar. Sin acceso a la verdad, sin información independiente, la impunidad crece y las violaciones se perpetúan. Es imprescindible que haya justicia y rendición de cuentas, sin excepciones, por los crímenes y violaciones del derecho internacional cometidos en la Franja de Gaza.

 

«Netanyahu ha leído muy bien la indiferencia de fondo de la Unión Europa»

José Ignacio Torreblanca – Jefe de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales y consejero de la revista Ethic

El problema de la Unión Europea es su desunión. Costó mucho que tuviera durante décadas una posición común, con muchos matices, pero también mucho mérito, porque venía de posiciones muy distintas. Alcanzó la Declaración de Venecia (1980), en la que se posiciona a favor de una solución basada en dos Estados, y ahora ha saltado por los aires con Gaza. Vimos algo inédito en la política exterior europea: una votación en Naciones Unidas donde la UE se partió en tres (a favor, en contra y abstención). Eso es un fracaso diplomático interno de primer nivel y también hacia el exterior, porque muestra una absoluta irrelevancia, división y encima se le acusa de doble rasero por estar muy unida en Ucrania, pero no en Gaza.

Con Israel se ha roto toda esa unidad que se construyó en torno a Ucrania y lo conseguido respecto a Rusia, que quedó muy sorprendida por la capacidad de unidad de los europeos y el nivel de sanciones que se le impusieron, la congelación de los activos del Banco Central ruso en el exterior o que se les sacara del sistema financiero.

Ahora, a fuerza de lo penoso de la situación, del drama y de la tragedia parece que se va amenazando con tomar algún tipo de medidas, pero la UE no va a aplicar un embargo de armas a Israel y dudo mucho que se pongan sanciones comerciales, porque somos muy dependientes, sobre todo en tecnología. Si se hace algo será simbólico, un brindis al sol como ha sido el reconocimiento del Estado palestino, que no va a tener consecuencias sobre el terreno, porque la realidad es que hemos dejado de ser relevantes. En un conflicto eres relevante cuando eres un gran facilitador o un gran obstáculo, o eres parte del problema o de la solución. Ese conflicto puede seguir sin que nosotros seamos ni una cosa ni otra, porque para las negociaciones y para conseguir un acuerdo no somos importantes, como tampoco para volcar el conflicto militarmente de un lado o de otro. Y esa es una cosa con la que está jugando muy bien Netanyahu, que ha leído la indiferencia de fondo de la Unión Europa.

 

«Trump sabe que el dinero está en los países del Golfo»

Jorge Dezcallar – Diplomático y escritor

Hemos llegado a esta situación por el temor de los palestinos a ser olvidados. Los acuerdos de Abraham por los que varios países árabes (como Marruecos) establecieron relaciones diplomáticas con Israel a cambio de regalos de Washington (como la soberanía sobre el Sahara) acabaron con el derecho tácito de veto que los palestinos tenían sobre la normalización de las relaciones entre Israel y el mundo árabe. Cuando Joe Biden puso sobre la mesa el objetivo estadounidense de que también se entendieran Arabia Saudita e Israel, saltaron todas las alarmas: Arabia no es Marruecos, es el país líder del mundo sunita y sede de las grandes mezquitas de La Meca y Medina. Los palestinos se equivocaron y reaccionaron con la brutalidad del 7 de octubre que obligó a la respuesta de Israel, que luego ha resultado absolutamente desproporcionada.

Ahora, Donald Trump ve que la política de Netanyahu en Gaza complica la de Estados Unidos en Oriente Medio. En su reciente gira, Trump no solo no ha visitado Israel, sino que ha hecho gestos que marcan ese distanciamiento, como contratos de armas con Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos, que pueden poner en peligro la supremacía militar israelí en la zona; negocia un acuerdo nuclear con Irán en lugar de acabar con el régimen de los ayatolás como desearía Netanyahu; se entiende con los huríes que bombardean Israel a cambio de que dejen de atacar a barcos norteamericanos en el mar Rojo; levanta las sanciones a Siria, que Israel preferiría ver débil y desunida. Trump sabe que el dinero está en los países del Golfo y quiere acercarse a ellos para hacer negocios, tanto en favor de su país como de su familia, y que Israel masacre palestinos con ayuda y bombas estadounidenses no lo facilita.

 

«No debería resultar incompatible denunciar la matanza de Netanyahu y la brutalidad de Hamás»

Rubén Amón – Periodista

La polarización connatural de nuestra clase política enfatiza una ridícula y extemporánea guerra de religión. Aquí no se habla de fe ni de metafísica, sino de acopios identitarios y de atavismos que desmienten los propósitos buenistas de la convivencia. La izquierda española es antijudía. La derecha española es antimusulmana. Y todos somos fervorosamente antisemitas. La simplificación caracteriza tanto la idolatría de la causa palestina como la absurda identificación de Netanyahu con Israel. El primer ministro está promoviendo una matanza, un aplastamiento inmisericorde, pero los resabios antisemitas de Celtiberia lo transforman en la expresión vengadora de Sión y en la imagen del patriarca sanguinario. Se habla de genocidio frívolamente para restregar a los israelíes el escarmiento abominable del Holocausto. Y no es cuestión de subestimar la brutalidad de Netanyahu. Su reacción a los atentados del 7-O lo convierte en un criminal de guerra, en un caudillo feroz.

Netanyahu se esconde en la bandera del antisemitismo para sustraerse a la responsabilidad de su plan de exterminio, pero también sucede que la denuncia a las atrocidades del primer ministro enfatiza —generaliza— el resquemor hacia Israel en nombre de nuestros remotos presupuestos xenófobos. Va a resultar que somos antisemitas porque es la mejor forma de odiarnos a nosotros mismos, siendo, como somos, conversos por un lado y herederos de una forma de vivir, por otro, que nos recuerda el peligro de asomarse al espejo. No debería resultar incompatible denunciar la matanza de Netanyahu y la brutalidad terrorista de Hamás.

 

«La idea de que tenemos que proteger a Israel destruyendo a Palestina es una locura moral»

Omri Boehm, filósofo

Urge plantear una alternativa a la solución de dos Estados. No basta con derrotar a Netanyahu, porque también el centro y el centro-izquierda en Israel aceptarán la limpieza étnica en el nombre de la defensa de Israel. Es una cosa horrible decir esto, pero creo que es la verdad. La idea de que tenemos que proteger a Israel destruyendo a Palestina y a los palestinos es una locura moral. Israel no sobrevivirá a la destrucción de Palestina. 

La República de Haifa es mi alternativa a la solución de los dos Estados. Los palestinos suponen el 50% de la población, pero las propuestas de los dos Estados más generosas ofrecen a los palestinos el 22% del territorio. Así que el 50% obtiene el 22%. Eso no es un compromiso, sino una forma de despojar a los palestinos de sus derechos: si no aceptas ese acuerdo, te presentaremos como alguien que se opone a la paz, y por esa razón has perdido tus derechos. Frente a eso, propongo una federación binacional, y esto no es una doctrina antisionista, sino una propuesta que puede proteger al sionismo: la aspiración judía para la autodeterminación nacional es importante, y creo que esa es la única manera de protegerla.

La gente a menudo olvida que la resolución de 1947 de las Naciones Unidas fue una «partición con unión»: dos Estados con libertad absoluta de movimiento entre ellos, una moneda única, una autoridad aduanera, carreteras, comunicaciones, todo unido. Se parecía más a una confederación que a dos Estados. Debemos preservar este ideal.

 

«La teoría de la guerra justa nos dice que debe ser una respuesta proporcionada»

Manuel Arias Maldonado – Politólogo y escritor

No está claro que lo que sucede ahora mismo en Gaza sea una «guerra» en sentido propio; más bien parece que Israel está tratando de acabar con Hamás sin pararse a pensar en los efectos colaterales que la realización de ese propósito tiene para los palestinos que habitan en la Franja. En ese sentido, la falta de comida y el desabastecimiento general de la población civil se emplean como un medio para la dominación del territorio, sin que sepamos bien qué se espera conseguir con ello: si una improbable rebelión palestina contra Hamás —que también ejerce la violencia o la amenaza de violencia contra los «suyos»— o la limpieza étnica del territorio. Sea como fuere, es indudable que la subsistencia de la población civil palestina importa poco a las autoridades israelíes; al menos, esa es la impresión que se tiene desde fuera.

Naturalmente, es posible condenar a la vez a Hamás e Israel: ¿qué lo impide? La teoría de la guerra justa es eso, una teoría. No está plasmada en un derecho cuyo cumplimiento sea exigible por autoridad mundial alguna. Y lo que nos dice dicha teoría es que no se puede librar una guerra por cualquier motivo, sino que esta ha de ser una respuesta proporcionada a una agresión injustificada. Además, no está claro que esto sea una guerra en sentido propio, pues no combaten dos Estados entre sí. Es indudable que el brutal ataque terrorista de Hamás dio a Israel el derecho a responder —que es, por otro lado, lo que Hamás buscaba—; y es también obvio que a Hamás no le preocupan demasiado los palestinos. Sin embargo, la respuesta de Israel ha perdido todo sentido de las proporciones y no puede considerarse «justa», porque inflige un daño injusto sobre una cantidad excesiva de personas inocentes.

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