Finales y comienzos

You must remember this A kiss is just a kiss A sigh is just a sigh The fundamental things apply As time goes by (“As Time Goes By”, Herman Hupfeld) Garcilaso de la Vega así contaba, en el Soneto X, esos procesos desde su mirada tan dolorida, tan amorosa, tan memoriosa: ¡Oh dulces prendas por... Leer más La entrada Finales y comienzos aparece primero en Zenda.

Jun 4, 2025 - 19:35
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Finales y comienzos

You must remember this
A kiss is just a kiss
A sigh is just a sigh
The fundamental things apply
As time goes by

(“As Time Goes By”, Herman Hupfeld)

La vida empieza y acaba. El día comienza y termina. Los amores llegan y se van, como las estaciones, las amistades e incluso las venganzas. Los viajes empiezan y terminan. Como las novelas y las películas, pero si son buenas de verdad nos dejan siempre momentos estelares, de esos que no nos abandonan nunca, de esos que rumiamos, ojos cerrados, los sentidos un poco al ralentí y el corazón generalmente alterado, aunque eso no se refleje en las pulsaciones. Una buena novela, un buen cuento, un poema, una ópera o una obra de teatro siempre comienzan y acaban, pero muchas —quizás, la verdad, no muchas— nos atrapan y ya somos esclavos sentimentales, memoriosos de ellas. Son, claro, mucho mejor que la vida, por mucho que de ella atesoremos recuerdos inolvidables, buenos, amargos, melancólicos, malos, románticos, penosos, traidores.

Garcilaso de la Vega así contaba, en el Soneto X, esos procesos desde su mirada tan dolorida, tan amorosa, tan memoriosa:

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
Dulces y alegres cuando Dios quería,
Juntas estáis en la memoria mía,
Y con ella en mi muerte conjuradas!

Walker Percy conjuraba de manera admirable en su novela El cinéfilo la inevitable intersección de vida y películas,

“La verdad es que soy completamente feliz, viendo una película, incluso una mala película. Otras personas, según he leído, atesoran momentos memorables en sus vidas: la vez que subió al Partenón al amanecer, la noche de verano que uno encontró una chica solitaria en Central Park y logró mantener con ella una dulce y natural relación, como se dice en los libros. Yo también, conocí a una chica en Central Park, pero no merece la pena recordarlo. Lo que yo recuerdo es cuando John Wayne mató a tres hombres con una carabina al mismo tiempo que se arrojaba al suelo en una polvorienta calle de La diligencia, y cuando el gatito encontró a Orson Welles en el portal de El tercer hombre”.

Walker Percy, El cinéfilo

O como recordaba Graham Greene en The Lost Child (La infancia perdida), rememorando los anaqueles de la casa familiar repletos de libros y le permitían que escogiera varios al azar: “Cada uno era un cristal donde el niño soñaba que veía la vida en movimiento”.

En El secreto de Marcial, el maestro Jorge Fernández Díaz también nos revela su participación en estos viajes tan personales como memoriosos, tan íntimos como consoladores:

“Las “filmaciones” a solas, dentro de mi propia cabeza, que luego yo continué en caminatas o en largos de piscina, en siestas con los ojos abiertos y más tarde en la vida adulta, en viajes y tiempos muertos, en vigilias y duermevelas, eran un poco más originales: nacían de improviso y de la nada misma y funcionaban como una especie de pararrayos; la descarga inofensiva y un poco banal de mi desmesurada imaginación (…)

Lo cierto es que todavía apoyo la cabeza en la almohada y con las últimas fuerzas de la noche cierro los ojos , enciendo las luces internas, doy instrucciones a mis actores y comienzo el rodaje más o menos donde se quedó, y esa fantasía cerebral me va calmando y me duermo en esa larga película donde los puñales no lastiman y los remordimientos no existen”.

Y eso es lo que me propongo hacer, sin plan de viaje ni planos para viajar sentimentalmente, conjurando la evocación de mis recuerdos con mis necesidades del día a día, dispuesto a navegar, con ustedes mis lectores, si deciden subirse a este mi viaje por comienzos de novelas, cuentos, obras de teatro… y finales de películas, por finales de novelas, cuentos, obras de teatro y comienzos de películas. De esas que recuerdas siempre porque son tuyas, propiedad privada de tu vida, de tu intimidad, de esa fortaleza inexpugnable que es la cultura como forma y salvoconducto de la vida.

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